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El imperialismo español, los enclaves coloniales y la lucha del pueblo saharaui

Juan Carrique

El imperialismo español, los enclaves coloniales y la lucha del pueblo saharaui

Juan Carrique

Ideas de Izquierda

Acerca de la política imperialista del Estado español, su relación con Marruecos y el Sahara occidental. Este artículo es una versión modificada de la ponencia presentada por el autor en la Escuela de Verano Anticapitalista y Revolucionaria de la CRT en Madrid el pasado 25 de junio.

La reciente entrada de jóvenes marroquíes e inmigrantes subsaharianos en la playa de Ceuta ha puesto como tema de actualidad la situación de los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla. Algo directamente relacionado con las consecuencias de cómo se produjo el abandono de la ocupación del Sahara Occidental por el ejército español durante la Transición. Todo ello son los restos del pasado colonial de España, que tuvo sus últimos estertores en Marruecos.

España fue históricamente un país colonial, que ocupaba militarmente otros países y regiones, desde Latinoamérica, Filipinas y Marruecos. Pero se trataba de un imperialismo débil, sobrepasado por las pujantes potencias imperialistas desde finales del siglo XIX, y que precisamente mantuvo sus posesiones coloniales por ser las regiones sobrantes en el reparto internacional. Pero ese papel de figurante en la escena internacional no puede ocultar la naturaleza imperialista del Estado Español, que dio lugar a una ocupación colonial de una parte de Marruecos y Guinea Ecuatorial ya en el siglo XX.

Esa naturaleza imperialista la sigue conservando y se concreta en la labor de expoliación que las empresas multinacionales españolas cumplen en toda América Latina, así como en Marruecos y otras zonas del Magreb. Curiosamente, las corrientes de la izquierda institucional como el PCE o Podemos ocultan dicha naturaleza, sólo denuncian parcialmente el papel que juegan las empresas del IBEX-35 en este país en la desaforada obtención de beneficios a costa de la clase trabajadora española, pero se olvidan de su actividad en el ámbito internacional.

Es precisamente en ese punto donde rompen con la tradición histórica del comunismo revolucionario; en el II Congreso de la Internacional Comunista se establecieron unas condiciones de admisión de los partidos en esta, y entre ellas se incluyó la defensa de las poblaciones de las colonias y de las naciones oprimidas de forma que:

“Los partidos de los países cuya burguesía posee colonias u oprime a otras naciones deben tener una línea de conducta particularmente clara. Todo partido perteneciente a la Internacional Comunista tiene el deber de denunciar implacablemente las proezas de “sus” imperialistas en las colonias, de sostener, no con palabras, sino con hechos, todo movimiento de emancipación en las colonias, de exigir la expulsión de las colonias de los imperialistas de la metrópoli, de despertar en el corazón de los trabajadores del país sentimientos verdaderamente fraternales hacia la población trabajadora de las colonias y las nacionalidades oprimidas y llevar a cabo entre las tropas metropolitanas una continua agitación contra toda opresión de los pueblos coloniales”.

El PCE rompió con este compromiso en la década de 1930, cuando su política de Frente Popular le impulsaba a no sostener actitudes que pusieran en dificultad el imperio colonial de Francia y de otras potencias colonialistas “democráticas”. El PSOE lo hizo una década antes cuando consideró que era posible una política “civilizadora” de la potencia colonialista, de forma que si España no la podía desplegar debía ceder sus posesiones a Francia o Inglaterra para que estas la cumplieran.

La ocupación de Ceuta y Melilla, así como del Sahara son vestigios de ese imperio colonial que le correspondió al Estado Español y que pudo conservar tras la victoria del golpe militar del 36 y del Estado fascista constituido tras la derrota de Revolución española.

El conflicto saharaui y el fracaso de su descolonización

El problema de la descolonización del Sahara Occidental se plantea una vez que Francia concede la independencia a Marruecos en 1956 y obliga a hacer lo mismo en su zona ocupada. Sin embargo, España sólo entrega sus posesiones en el norte de Marruecos, quedándose con varias posesiones costeras y con las ciudades de Ceuta y Melilla [1]; pero se niega entregar varias regiones al sur de Marruecos, Sidi Ifni, Tafaya y el Sahara Occidental. Es una descolonización inacabada, que inevitablemente determina que la resistencia marroquí retome la lucha armada contra esos restos coloniales españoles.

La lucha guerrillera marroquí coloca en una situación difícil a la dictadura franquista, que, espoleada en el interior por el auge de la acción de un nuevo movimiento obrero a partir de los años 60, se ve incapaz de desplegar una nueva guerra colonial para defender sus posesiones en Marruecos, y decide una política de concesiones territoriales, de forma que va entregando paulatinamente a Marruecos los territorios ocupados. Pero sucede un hecho que va a impulsar la liquidación apresurada de esos territorios: la guerra colonial portuguesa para mantener la ocupación de Angola genera las condiciones para que una parte del ejército portugués, básicamente suboficiales y un sector de la oficialidad, den un golpe de estado para derrocar a la dictadura, desencadenado esa acción militar el inicio de un proceso revolucionario, la Revolución de los claveles. A la dictadura franquista le da pavor que una eventual guerra colonial en Marruecos desencadene un proceso similar en España, y entonces declara que va a comenzar un proceso descolonización del Sahara Occidental, canalizando dicho proceso mediante un referéndum de autodeterminación.

En Marruecos, tras la independencia, se había generado alrededor del Sultán un régimen político dictatorial que hacía frente a las masas populares que durante la guerra de la independencia se habían armado y que querían hacer frente al colonialismo hasta el final. La monarquía absoluta instaurada tras la independencia se ofrece a las antiguas potencias colonizadoras como un aliado, para mantener la situación de dependencia de Marruecos, y al mismo tiempo para ser un muro de contención de los anhelos descolonizadores de las masas populares.

Cuando Franco anuncia el referéndum de autodeterminación, el Rey de Marruecos se ofrece para detener a la guerrilla del Frente Polisario, a cambio de la integración de esos territorios al Reino de Marruecos. Pero el Gobierno franquista se encuentra paralizado por la decadencia física de Franco, que se está hospitalizado, entubado y en coma. Ante el miedo a la “marcha verde” desarrollada por Marruecos –una movilización civil de marroquíes desarmados que se dirigen a los territorios ocupados por el ejército español provistos de ejemplares del Corán, pero que son discretamente seguidos por las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos– decide abandonar apresuradamente el Sahara Occidental y firma con Marruecos y Mauritania el reparto del Sahara Occidental, que es inmediatamente ocupado por los ejércitos de ambos países.

Lo que no esperaban ni la dictadura franquista ni la monarquía dictatorial de Marruecos es que el pueblo saharaui continuase la lucha armada por su autodeterminación tras el reparto del Sahara por esos acuerdos tripartitos. Una lucha tenaz y constante, que obligó a Marruecos a abandonar una parte del Sahara ante el Frente Polisario y escudarse tras un muro a lo largo del desierto, e incluso, a verse obligado a firmar un alto el fuego en 1990. Marruecos no podía ganar militarmente la guerra contra los saharauis, así que se decidió por la trampa de la diplomacia internacional para mantener su ocupación. Por ello firmó acuerdos para la celebración de un referéndum de autodeterminación bajo los auspicios de la ONU, pero con la declarada intención de que nunca se lleve a cabo.

Tras décadas de paralización del referéndum, el Frente Polisario decidió en su último congreso retornar a la lucha armada contra la ocupación. Desde finales de noviembre de 2020 se rompió el alto el fuego y comenzaron las hostilidades entre el ejército marroquí y las unidades guerrilleras del Frente Polisario; eso sí, manteniendo el conflicto militar limitado a zonas concretas y con enfrentamientos de baja intensidad.

Las ciudades de Ceuta y Melilla: enclaves coloniales españoles

Históricamente estas ciudades fueron presidios y enclaves militares para la penetración del comercio de español, y para ser cabeza de puente para las intervenciones militares. Pero tras la derrota de Annual del ejército español en 1921 durante el levantamiento rifeño de Abdelkarim Khatabi, su ocupación por España fue seriamente cuestionada. Su ocupación sobrevivió gracias a la intervención masiva del ejército francés en apoyo del Gobierno español.

Como explicamos antes, tras los acuerdos de Francia con el Reino de Marruecos, aquel le concede la independencia y ello obliga a España a hacer lo mismo, pero los enclaves militares de Ceuta y Melilla se mantienen bajo la ocupación española. Ahora bien, en una situación precaria, porque el régimen monárquico constituido en Marruecos reivindica la marroquinidad de esas ciudades. Finalmente son los acuerdos de Madrid firmados en 1975, por los cuales España cede el territorio del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania, los que contienen una solución provisional para esas ciudades, ya que en una cláusula secreta del tratado se acuerda que Marruecos no reivindicará la soberanía de Ceuta y Melilla, durante 10 años.

En 1985, el Gobierno de Felipe González aprueba la Ley de extranjería, que permite expulsar a la comunidad originaria colonizada que vivía en las ciudades ocupadas, pero ésta comienza una lucha que acaba por derrotar al gobierno, inaplicar la Ley de extranjería y alcanzar la nacionalidad española, como vía para la igualdad de derechos con los colonos españoles de ambas ciudades. Pero indirectamente eso refuerza el carácter español de ambas ciudades, por ello la lucha de la población colonizada no fue apoyada por el régimen marroquí, que mantenía, pasivamente, la reivindicación de integración de las dos ciudades a Marruecos.

El combate contra el imperialismo español

La solución a estos profundos problemas pasa por enfrentar al imperialismo español, y en cierta medida, también al régimen marroquí que es el resultado de una independencia frustrada y escamoteada por una monarquía supeditada a las antiguas potencias colonizadoras.

La única solución posible para las ciudades de Ceuta y Melilla es la incorporación a Marruecos, pues son ciudades pertenecientes al territorio de este país, y si existe una población colona española es porque ha habido una política de asimilación de la población autóctona para justificar la ocupación española de las mismas. Por eso, la consulta a su voluntad no constituiría ningún principio democrático sino una sumisión a la política de asimilación española desplegada por la dictadura franquista, y ahora por el régimen del 78. La entrega de Ceuta y Melilla supondría reforzar la integridad nacional marroquí, lo cual es un objetivo de la descolonización, que no pudo ser alcanzado por la sumisión de la monarquía a las potencias imperiales, por ello su entrega debilita al régimen que, por su política claudicante, ha impedido esa integración.

Por todo lado, la realización de un referéndum de autodeterminación bajo los auspicios de la ONU no es una solución para la obtención de la independencia del Sahara Occidental; pues esta es la solución avalada por las potencias imperialistas, antes colonialistas, que establecen las normas internacionales para la descolonización en función de sus intereses. Es imposible que se celebre un referéndum de autodeterminación consensuado entre el ocupante y las potencias imperialistas, con intereses económicos en la zona, lo que queda demostrado con los años que han pasado desde que se pactó su celebración y el hecho de que nunca haya sido efectivamente realizado. Pero entonces, ¿cuál es la alternativa? Sólo la caída de la monarquía alauita en Marruecos por la acción conjunta de las clases trabajadoras y las capas más desfavorecidas marroquíes y de la población saharaui sometida a la ocupación puede crear las condiciones para que libremente las mismas puedan ejercer su derecho a la libre determinación, así como el resto de los derechos democráticos. Algo que bajo la monarquía es imposible, como se muestra una y otra vez. La autodeterminación solo será posible por una vía de este tipo, caminando hacía una república socialista donde todas las riquezas se pongan al servicio y bajo el control de la población trabajadora marroquí y saharaui.


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NOTAS AL PIE

[1Ambos enclaves son hasta el día de hoy considerados territorio español, pero se encuentran en el norte de África.
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Juan Carrique

Abogado laboralista