Un debate con el periodista de Radio Con Vos acerca de los sucesos del lunes en Congreso. El intento mediático y oficialista de invisibilizar la multitudinaria movilización contra la reforma jubilatoria y el rol de la izquierda.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Jueves 21 de diciembre de 2017
Foto: Lucas Martelli - Una de las fotografías con la que el documentalista reconstruye los sucesos del lunes y cómo se desata la represión - Ver galería completa
Una gran parte del periodismo serio, como Ernesto Tenembaum, Marcelo Zlotogwiazda y María O’Donnell, se ubican ante los grandes hechos nacionales o internacionales desde el “centro político”. En esta línea, Tenembaum comienza su editorial de la mañana del lunes 18, en el programa “Y ahora quién podrá ayudarnos”, haciendo el chiste de que muchos llaman a Radio Con Vos, “Corea del Centro”. Para Tenembaum, ubicarse en el centro te convierte en una persona más neutral, moderada y crítica acerca de los dos bandos que se enfrentan en una situación dada.
Con este criterio, Tenembaum divide la editorial en dos partes de igual longitud. En la primera, critica al gobierno y su discurso de que hay “un golpe de estado” para justificar una represión que, a criterio del periodista, fue absolutamente desmedida y excesiva el jueves pasado. La segunda parte de la editorial la dedica a criticar a los manifestantes, por el tema de las pedradas, y exige a los líderes de la izquierda condenar a los chicos que tiran piedras. Tenembaum lo decía en la mañana del lunes, antes de la represión. Ahora lo dicen todos los medios. Obviamente, Tenembaum ni por asomo llega tan lejos como periodistas de la talla (¿?) de los Leuco, pero de todas maneras se suma a las críticas a la izquierda.
Para Tenembaum está mal la violencia en sí, excepto claro está, la violencia en tanto monopolio del Estado. Por eso dice en su editorial, “la policía está para cuidar el orden” (o sea que algo de violencia se espera de ella, sí o sí) pero “los manifestantes no están para tirar piedras”. La contienda ya arranca en desventaja: unos tienen las vallas, los escudos, las armas y tienen permiso para usarlas, otros solo tienen la plaza y no tienen permiso para usar sus baldosas. Igual, tirar piedras está mal, dice Tenembaum, y además no era conveniente -según indicaría el 19, en entrevista con Myriam Bregman-, porque empañó una movilización masiva. Por eso el Frente de Izquierda debería repudiarlo, ya que, si no, deja que se siga empañando esa movilización.
Esta es la visión que nos ofrece Tenembaum y “Corea del Centro” para describir lo que pasó el lunes. El problema es que, desde la caída de Lehman Brothers, el “centro político” está en crisis, tal como analizó Tariq Alí. Son tiempos de polarizaciones. Tiempos en los que no solo no existe Corea del Centro sino en los que ni siquiera importa Corea del Sur. Ahora es Trump Vs Corea del Norte. Son tiempos de polarizaciones agudas. Tiempos de lucha de clases. Y Argentina no existe fuera del tiempo.
¿Qué bandos se enfrentan actualmente en Argentina?
Las polarizaciones políticas, como la famosa “grieta” o como la oposición entre el “campo y el gobierno”, no siempre son una expresión fiel de la lucha de clases. Sin embargo, a veces las polarizaciones se asemejan también en su forma a su contenido, o, para decirlo con otras palabras, se presentan de una forma más clásica: una lucha entre una minoría que tiene todo, el poder, el dinero, y una mayoría que no tienen nada, los jubilados, los trabajadores, los chicos que cobran la asignación por hijo.
Este es el caso de la reforma previsional, que enfrenta actualmente a dos bandos.
De un lado, un gobierno que quiere saquear a los jubilados, para poder perdonar impuestos a los más ricos, pagar la deuda externa y “atraer inversiones” (que con el Congreso cercado por cacerolazos un 19 de diciembre no estarían llegando). O sea, un gobierno que saquea a los jubilados para además no resolver ningún problema económico de fondo, simplemente está regalando ese dinero a los más ricos, sin siquiera poder garantizar que no habrá un nuevo 2001 económico. Para hacer esto, el gobierno recorta libertades democráticas, como aquella tan elemental de poder llegar a pie al Congreso o como aquella otra de no tener que elegir entre ir a una protesta y perder un ojo (tres personas perdieron un ojo el lunes, porque la policía tiraba a la cara).
Del otro lado, enfrentada al gobierno, hay una mayoría social aplastante que se opone al saqueo a los jubilados, con un sector de cientos de miles en todo el país que se movilizaron activamente para frenar la ley y que se sigue movilizando al día de hoy.
Estos son los dos bandos que se enfrentan. Como suele pasar en Argentina, el peronismo está formalmente de los dos lados al mismo tiempo. Como suele pasar en Argentina: Tenembaun está formalmente en el centro.
¿Cómo se llegó al lunes?: con militarización, represión y una falsa mayoría.
El lunes por la mañana comenzó a concentrarse una movilización mucho más grande que la del jueves. Una parte de la movilización del lunes estaba integrada por las personas que atestiguaron o sufrieron directamente la cacería brutal que la Gendarmería había lanzado hacía tan solo tres días atrás. Había bronca: ¿cómo no iba a haber? Había, también, infiltrados, que, como dice Sergio Berni, siempre están, aunque “nadie los ve” ni “puede probar” que están. Incluso, el documentalista Lucas Martelli, que estuvo en el lugar, logró reconstruir fotográficamente el inicio de los mal llamados incidentes, demostrando que la que inició la escalada de violencia fue la policía. Pero más allá de eso, el contenido fundamental del asunto es que había una movilización multitudinaria y mucha bronca.
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El responsable de generar esa bronca es el gobierno y su insistencia de hacer votar, a como dé lugar, una ley a la que se opone -como indican las encuestas- el 80% de la población. ¿Acaso no prometieron ellos “representar” a los que los votaron y a los que no? Ahora no están representando a nadie salvo a un 20% de la sociedad. ¿En nombre de ese 20% vallan el Congreso? Sí.
El gobierno construye, represión mediante, una mayoría falsa: los diputados que fueron votados justamente para “resistir” cosas como el robo a los jubilados se dieron vuelta hace rato. Macri, que ocultó en la campaña electoral lo que iba a hacer, presionó a los gobernadores, los gobernadores a los diputados. Scioli, el que hubiera sido presidente, faltó con otros tantos diputados kirchneristas que, sumados a las abstenciones, hubieran sido suficientes para derrotar la reforma. Cristina no llamó a movilizar. Rossi tampoco. Unas pocas decenas de tipos votan robarle a 17 millones de personas. Ante esto, la CGT hizo todo al revés y ya se fracturó. Un gobierno derechista más una armada Brancaleone de la “resistencia peronista” juntaron una mayoría falsa: el país estaba afuera, repudiando la reforma.
La trampa de “los violentos”
Para ocultar, entonces, la masividad de la movilización, que desnuda de pies a cabeza la falsa mayoría parlamentaria, los canales hacen eje en los piedrazos que un pequeño sector de manifestantes (y posiblemente varios infiltrados) arrojó a la policía, individualizando incluso al Frente de Izquierda y exigiéndole que condene como la CGT, para, de esa manera, tratar de desprestigiar a la única fuerza política que se opuso en bloque al robo a los jubilados. Pedirle al Frente de Izquierda que entre en esta discusión es pedirle que entre en una trampa para invisibilizar que el robo a los jubilados es un ajuste votado por una minoría social y política contra las grandes mayorías populares.
Por eso, lejos de condenar la “violencia en sí”, la mayoría de los canales condenan solamente la violencia de un lado. No se individualizan a los policías que le sacaron ojos a varios manifestantes, ni a los que atropellaron a un jubilado y a un joven. No se indica quienes fueron los que gasearon las estaciones de la línea A y la línea C con cientos de pasajeros adentro. Y mucho menos se reconoce quiénes dieron las ordenes de reprimir el jueves y el lunes, para no hablar de que siguen impunes la muerte de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel, ambas en el marco de represiones. No, la violencia estatal, en el 95% de los medios no está en discusión. Solo se discute la violencia de los manifestantes, exagerándola de la misma manera que se construye a la RAM como un enemigo interno parecido al ISIS. Y todo esto se hace como si fuera una novedad en Argentina, de la dictadura en adelante, que la lucha de clases muchas veces implica enfrentamientos violentos generados fundamentalmente por un Estado que ataca derechos o quiere impedir por la violencia que se conquisten derechos (Mariano Ferreyra, Carlos Fuentealba, Julio López, todos los asesinados del 19 y 20, Kosteki y Santillán, entre tantos otros). Como si fuera una novedad en Argentina que todas las libertades democráticas que hoy gozamos -y las que gozamos cada vez menos- son conquistas que se obtuvieron con la lucha de las pasadas generaciones.
Radio con Vos, en este sentido, es una honrosa excepción que en innumerables oportunidades ha puesto la lupa en la violencia estatal. Pero al sumarse a poner el eje de los eventos del lunes en la cuestión de las pedradas y al sumarse al pedido de explicaciones a la izquierda, termina inclinando la cancha en favor del gobierno y sus medios afines que, de otro modo, gozarían de muchísimo menos prestigio para imponer su agenda distractiva y ganar tiempo para capear esta crisis, en la perspectiva de seguir avanzando con una agenda de ajuste. Veremos si pueden.
Le exigen a la Izquierda lo que debería hacer la CGT: organizar la movilización masiva
La CGT actuó concienzudamente para vaciar las calles y convocar a un paro a medias, casi un no-paro. En este sentido, fue la tercera pata para construir esa falsa mayoría parlamentaria que votó el robo a los jubilados. Solamente una movilización en el marco de un paro de la CGT podría haber reunido a cientos de miles más e impedido, por la fuerza de los números, que la policía y luego la gendarmería actuaran del modo que lo hicieron.
Incluso del lado de los manifestantes las cosas hubieran marchado de otro modo. Solamente mediante un paro real se podía garantizar la presencia de miles de trabajadores, muchos de los cuales (como los de Pepsico y los de decenas de fábricas de la zona norte de Buenos Aires, que fueron reprimidos sobre Panamericana durante el ciclo K) tienen experiencia en situaciones represivas, saben cómo responder a los estallidos de bronca, cómo organizar, como darle orden a una movilización y como responder organizadamente cuando la policía ataca, para poder defenderse, porque no es justo que por protestar te saquen un ojo o impidan que el único diputado obrero de Neuquén, Raúl Godoy, asuma su banca porque le volaron el peroné de un balazo de goma a corta distancia.
Ni hablar si en vez de cúpulas sindicales vendidas, al frente de esos grandes organismos de masas hubiera direcciones democráticas, del sindicalismo clasista y de la izquierda, que garantizaran asambleas y otras formas de democracia de bases, en donde se discutan concienzudamente criterios comunes a la hora de movilizarse, haciendo prevalecer sobre cada grupo o individuo la voluntad de la mayoría y respondiendo de forma organizada a las provocaciones de la policía y sus infiltrados.
La CGT más bien se empeña en dividir las luchas entre sí y, además, defecciona ella misma como conducción o, cuando se ofrece como tal (para no prenderse fuego), termina dividida y generando su violencia propia, la de las internas sindicales.
En este marco, la izquierda fue la única organización política que se propuso movilizar y logró, aún con el vacío de los sindicatos, poner en la calle una fuerza social contundente. Por eso hay tanto interés del gobierno y de los medios oficialistas en correr el eje y "disparar" contra la izquierda (en sentido figurado y literal).
Cuando al centro lo corren a derecha
Tenembaum, al criticar por igual al gobierno y a la izquierda, se envuelve en un círculo vicioso y termina por ceder a la construcción de un ambiente político represivo por parte del gobierno y los medios oficialistas. Es lo que suele ocurrir con el “centro político” en momentos de lucha de clases y giros bruscos.
Uno de los dos bandos, el del gobierno, se corrió demasiado a derecha y se llevó el “centro político” consigo. El gobierno tensó tanto las cosas como para llevar al país a un estallido de bronca -los cacerolazos son eso- y luego puso a todo su aparato represivo -literalmente- a reprimir esa bronca. Fue tan terrible la represión del jueves que la del lunes se la presentó como una cosa “razonable” y el propio Tenembaum cae en ese discurso, culpabilizando de la violencia del lunes a un “grupo de energúmenos”, como dijo en una entrevista posterior a Myriam Bregman, en un raro homenaje a Perón y sus “estúpidos imberbes”.
(No sabemos en homenaje a quién, Martín Lousteu usó la misma palabra, "energúmenos", para referirse al estallido de bronca que provocó él mismo al meterse de carteludo en una huelga bancaria, entre gente que lo odia porque fue presidente del Banco y gente que lo odia porque permitió el quorum para votar el saqueo)
El corrimiento a derecha del gobierno y del centro dejó a cientos de miles huérfanos de referencia política: aparecieron las cacerolas. La defección de los sindicatos impidió que la movilización fuera más masiva y contundente aún, relativizando así el peso de la represión. Después de liquidar el paro antes de empezarlo, la CGT sale a coro a denunciar a “los violentos”.
La bronca que los sindicatos se niegan a organizar, por sí misma es suficiente para gritar una idea y para abrirle una importante crisis al gobierno; pero no es suficiente para derrotar al aparato estatal: se votó, entonces, el robo a 17 millones de personas y otras tantas que vendrán, cuando estaban dadas las condiciones para derrotarla. Si sacamos esta conclusión, en vez de la distracción con el discurso de las piedras, y actuamos en pos de superar la desorganización que imponen la CGT y el kirchnerismo, para ofrecer una resistencia seria al ajuste y la represión, quizá tengamos futuro.
Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)