Cristina Rivera Garza, escritora mexicana, después de más de 29 años logra abrir las arcas de la memoria y escribe furiosa sobre el asesinato de su hermana, por parte de su exnovio. Crónica del camino hostil entre juzgados, expedientes y un movimiento de mujeres que excavó bajo las estructuras que parecían incuestionable. “Qué ganas de dejar de ser hadas en una tierra de hielos”.
Sábado 28 de agosto de 2021 00:06
“Andamos perras, andamos diablas”. así se titula uno de los capítulos de esta crónica ilustración de la larga experiencia rebelde que vivió la escritora mexicana en su país.
En una entrevista a tv, Cristina Rivera Garza cuenta que escribir este libro fue con mucha dificultad, por lo que significaba armar la dolorosa historia, pero también lo hizo con un gran deseo de hacer justicia por su hermana. “La capacidad de este lenguaje se lo debo a una multiplicidad de movimientos de mujeres, feministas, que han creado un lenguaje para luchar contra esta violencia” dice.
En México, 137 femicidios fueron cometidos durante el primer semestre de 2021, lo que arroja un promedio de uno cada 31 horas. Argentina reporta un feminicidio cada 26 horas en la primera mitad del año, entre enero y junio de 2021 se produjeron 133 femicidio y 7 transfemicidios (Observatorio de Femicidios "Adriana Marisel Zambrano).
Rivera Galarza cuestiona a la justicia burguesa, critica a los funcionarios públicos corruptos, denuncia a un asesino y reivindica a las mujeres que la han empujado a escribir este libro con su ejemplo de fortaleza en las calles de todo el mundo. Y ama recordar a su hermana menor.
¿Y es acaso esto la felicidad?
Liliana tenía dos pasiones: escribir y nadar. Escribía cartas, diario, mensajes, pensamientos, notas que luego la escritora recopilará para armar los días de su hermana. Nadar era distinto. “He dicho en numerosas ocasiones que uno nada para estar sola. Pero eso es cierto únicamente a medias. A veces es necesario ir una sola, avanzar por uno mismo, al lado de nadie, para luego compartir”. El agua era el lugar de juego y encuentros de las hermanas: “Recuerdo su patada poderosa…la manera en que corríamos cuando la alberca empezaba a despedir vaho tibio, las chanclas de hule, sppedo ”( Cap 11).
Rivera Garza encuentra en las cartas de su hermana imágenes de sus deseos de viajar y recibirse, sus relaciones con amigas, sus primas, con su propia madre y con quien será luego su asesino. Una buena parte del archivo de Liliana está compuesta por las cartas a sus amigas. No solo son las más numerosas sino también las que están escritas con mayor cuidado. Una carta de una amiga no solo era un pedazo de papel tachonado por letras: el medio era tan importante como el mensaje. De alguna manera, recordándonos a Emily Dickinson, las epístolas arman su imagen en un relato sensible.
Es así como su estilo literario, con abundantes lecturas y sus procesos de reconstrucción e investigación, se unen en este libro a sus propios sentimientos y confesiones de hermana. La escritura es fragmentaria, como se conforma la memoria colectiva cuando una persona ha muerto. Las secciones de cada uno de los capítulos encabezados con encapsulan nombres y sentencias que reconstruyen el caminar por una ciudad que puede ser muy hostil.
Crónica literaria y violencia de género
Hay libros que son hechos, como este. Se pueden leer como novelas, como denuncia, como llamado a la reflexión. Ya en Chicas muertas (Literatura Random House, 2015), Selva Almada reconstruye y ordena tres asesinatos entre los cientos que no alcanzan para titulares de tapa ni convocaron nunca a las cámaras de los canales de tv, casos sin resolución.
Belén López Peiró crea un relato de abuso padecido durante su adolescencia en manos de un familiar que era policía: es Por qué volvías cada verano (Madreselva, 2018) Y continúa cuando la denuncia fue elevada a juicio en Donde no hago pie (Lumen, 2021).¿Qué une a estos textos? Narraciones polifónicas que revisan los contornos difusos de los recuerdos de las protagonistas o de quién busca respuestas, acompañadas de familiares y seres queridos desesperanzados y tristes.
Parece ser la crónica una herramienta literaria filosa y justa, más penetrante que en otras épocas, pues van acompañadas de procesos históricos de los que nadie puede desentenderse. La marea verde sacudió el mundo literario (y todo alrededor) y del mismo modo que guerras y revoluciones marcaron nuevos estilos literarios, algunos aires de liberación y crítica a la opresión llegaron para quedarse.
Liliana Rivera Garza con sus compañeros de la UAM
En la ciudad de México, el 16 de julio de 1990, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (PRI) fue asesinada Liliana Rivera Garza, de 20 años, por su ex novio. No solo no se siguieron las pistas que la familia entregara sino que el asesino pudo ocultarse. Los archivos durmieron en cajones ajados y su recuerdo quedó atado a la impunidad.
La narradora menciona que hace pocos años atrás, los femicidios cometidos se llamaba públicamente “andaba en malos pasos”, “¿para qué se viste así?” o “ la chica que tomó una mala decisión”. Todavía hoy, en cualquier lugar del planeta, el cadáver de una mujer es el resultado de una vida cuestionable. ¿Pero acaso no fue así no hace muchos años con Melina Romero y Araceli Ramos en Argentina, casos que recuerda Dolores Reyes en Cometierra? “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo me vestía” cita la escritora en uno de los capítulos primeros.
Cristina Rivera Garza agradece al movimiento de mujeres que la impulsó a retomar la causa de su hermana. Este libro es una reivindicación de la lucha. Fueron las mujeres en las calles las que impusieron cambios legales y sociales enormes. Y es un inicio, porque el patriarcado no ha caído, los gobiernos de disfrazan de progresistas y defensores de derechos y pese a que exista un lenguaje nuevo y derechos conquistados, miles siguen muriendo por el solo hecho de ser mujeres. Por Liliana, Melina, Araceli, hermanas y amigas que ya no están, si tocan a una debemos organizarnos miles.
Cristina Rivera Garza nació en Matamoros, Tamaulipas, México en 1964. Se graduó en la UNAM en Sociología y doctoró en Historia Latinoamericana por la Universidad de Houston, es narradora, ensayista y poeta. Escribió Los muertos indóciles, La cresta de Ilión, La Castañeda Insane Asylum, Había mucha neblina o humo o no sé qué (Mapa de las lenguas), Nadie me verá llorar y La muerte me da, entre otros.