La serie El jardín de bronce resultó una de las ficciones más vistas de HBO. La segunda parte apostó nuevamente a la fórmula exitosa de la primera, con el equipo de directores (Hernán Goldfrib y Pablo Fendrik) y los guionistas (Gustavo Malajovich y Marcos Osorio Vidal). Ya están pensando la tercera temporada.
Jueves 15 de agosto de 2019 16:45
La serie policial que protagoniza Joaquín Furriel transita desde un primer momento los tópicos del género: una desaparición, pistas a investigar, lugares allanados, varios caminos para una misma búsqueda.
Pero también se sale del esquema con la profesión ejercida por el que investiga, en este caso un arquitecto. Ya otras series tuvieron esta modalidad, como I am the night, que protagoniza un periodista, y Castle, donde el investigador es un escritor.
La primera temporada se desarrolla en el camino de un padre en la búsqueda de su hija (Maite Lanata), periplo que le lleva varios años hasta dar con su paradero definitivo, y en el cual sufre la pérdida de su esposa.
Es magistral el despliegue del guión en esta primera parte para entablar esa investigación y las pistas que el personaje de Furriel va encontrando que, como un hilo de Ariadna, lo llevan hasta el real jardín de bronce; a la vez cuenta con la ayuda de Doberti (Luis Luque), un policía frustrado. Acompaña a esta dupla el agente Blanco (Julieta Zylberberg).
En la segunda temporada el arquitecto ayudará a una mujer (Paula Barrientos) a encontrar a su hijo, historia que se ve teñida de corrupción y muerte sobre el escenario de un club de fútbol y la actividad de los barras.
Los rubros técnicos están más que logrados, con la visión de una Buenos Aires desde el aire que se presenta como una postal viviente y despliega una fascinante fotografía. Toda la arquitectura cobra vida a lo largo de cada capítulo.
En el personaje de Furriel está esa búsqueda desde la ausencia, desde el vacío, desde lo que falta; una necesidad de cubrir su propia carencia a través de su accionar, por eso la urgencia de tomar las riendas de la situación.
La serie plasma ese caos de la sociedad; un Estado que no le interesa dar respuestas, una institución policial descompuesta, ligada a las mafias de la droga, la prostitución y la trata de personas.
Porque son jardines que se bifurcan, en una trama que se entreteje por el camino de una búsqueda imperiosa para dar con el paradero de las personas desaparecidas. Cada pista acerca y a la vez aleja, un nombre, un lugar, pueden ser la respuesta necesaria y tranquilizadora para pensar que la investigación no fue en vano.
Así avanza este arquitecto, un poco a tientas, mezclando inexperiencia con intuición, obstinación más que conocimiento de campo, con una misión que se impone para su vida mientras actúa sobre su propia carencia y que es al fin de cuentas lo que lo llena de sentido.