Mientras Cristina Kirchner sigue sin pronunciarse, otros referentes piden “una salida negociada” y no llaman a combatir la avanzada imperialista que encabeza EE. UU.
Jueves 31 de enero de 2019 14:44
“Hay que encontrar una salida dialogada”. La frase suena bien, agradable al oído. Simpática para el oyente. Agustín Rossi, jefe político de los diputados kirchneristas, la pronuncia en una entrevista radial, mientras habla de lo que ocurre en Venezuela.
En ese espacio también hay lugar para voces un poco más duras. Como la del diputado Andrés Larroque, que propone "tener una postura firme y clara con respecto a lo que está pasando en Venezuela", al tiempo que pide “respetar la voluntad popular” y hacer los “esfuerzos para lograr instancias de acuerdo”.
Los hechos, obstinados, se encargan de poner límites a la propuesta que enarbolan Rossi, Larroque y el bloque de diputados del FpV.
Este jueves por la mañana, a 72 horas de que EE.UU. decretara un brutal embargo petrolero, el Parlamento Europeo decidió reconocer a Juan Guaidó como presidente de Venezuela.
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Ante la situación en curso, la “salida negociada” –que impulsan países como México y Uruguay- carece de realidad material. Por un lado, porque la avanzada golpista se desarrolla apostando al colapso económico de Venezuela y al quiebre al interior de sus Fuerzas Armadas. Por otro, porque una "salida negociada" implicaría concesiones a los sectores que hoy impulsan esa salida golpista.
A la ofensiva imperialista se la debe enfrentar activamente, con la denuncia permanente, pero también con la acción en las calles. El martes pasado el Frente de Izquierda se movilizó a la Cancillería argentina. Lo hizo para denunciar la política del imperialismo norteamericano y el apoyo a la misma que dan gobiernos como el de Macri y Bolsonaro.
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En sentido contrario, ante la avanzada golpista, el kirchnerismo repite el modus operandi utilizado frente al ajuste macrista. Palabras fuertes, calles vacías y acciones esencialmente simbólicas. Este jueves se llamó a una Vigilia Antiimperialista en la Embajada de Venezuela, pero no hay ningún nombre y/o corriente de peso entre sus convocantes.
Sin embargo el kirchnerismo podría actuar con una potencia mucho mayor. Tiene, como se sabe, lugar central en dirección de gremios como Suteba, Foetra, Subte o ATE Capital. Esa fuerza, junto a las sus agrupaciones juveniles como La Cámpora, podría ser puesta en las calles para rechazar el intento golpista. Sin embargo, lo que prima es la moderación.
El silencio y las urnas
El comunicado y las declaraciones de los diputados kirchneristas contrastan vivamente con el silencio ensordecedor que -ante la avanzada golpista- transita Cristina Kirchner.
La ex mandataria prefiere omitir el tema. Su mutismo se explica por simple cálculo electoral. Aquel relato de la “patria grande” está guardado bajo siete llaves, en aras de no incomodar a eventuales votantes. Los discursos (tibiamente) anticolonialistas pertenecen a un pasado remoto que, en tiempos de elecciones, es mejor no sacar a relucir.
Esa mecánica del silencio no es nueva. Durante la discusión por el derecho al aborto que cruzó al Congreso y al país en 2018, CFK prolongó por meses su definición sobre un tema que compromete la vida de las mujeres. Luego vendría el pedido de “no enojarse” con la Iglesia y el llamado a “unir pañuelos celestes y verdes”. Es decir, a poner límites al reclamo por el aborto legal para no espantar votos “pro-vida”.
La actual ausencia de pronunciamientos acompaña las negociaciones internas que recorren al peronismo. Entre esas filas surgieron a velocidad luz los pronunciamientos de apoyo a Guaidó y la avanzada imperialista. Massa, Urtubey y Pichetto fueron las caras más visibles del trumperonismo . Los llamados a la unidad que brotan desde las filas kirchneristas se encuentran con ese obstáculo, nada menor.
Aquella olvidada “patria grande”
Latinoamérica presenció un veloz avanzada de la derecha en los últimos años. Si la vía electoral fue una de sus variantes, los golpes institucionales fueron otro. Ahí están Macri y Bolsonaro como ejemplos patentes para ilustrarlo.
Pero esa avanzada dejó al desnudo los límites de las transformaciones proclamadas por los gobiernos posneoliberales, también llamados populistas. La “unidad” latinoamericana se limitó a la construcción de espacio políticos como la Unasur y la producción de múltiples declaraciones de solidaridad.
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Bajo gestiones como las de Lula, CFK o Chávez, las naciones del Cono Sur no se sustrajeron a la dominación del gran capital imperialista. La avanzada de la derecha en Brasil, Argentina y Venezuela tiene el aval de un poder económico, judicial y mediático que pisa en terreno firme dentro de las fronteras nacionales. La “lucha contra las corporaciones” tuvo un alto grado de retórica.
Allí también habrá que buscar una cuota de las razones que explican el silencio de la ex presidenta. En la Argentina, el kirchnerismo se postula como fuerza gobernante nuevamente. Esa postulación supone y obliga a una moderación que evapore los temores empresarios ante el “retorno del populismo”. Temores que siempre es preciso relativizar porqué, como ya fue dicho, entre 2003 y 2015, el gran capital “se la llevó en pala”.
Eso y no otra cosa es lo que buscan los mensajes conciliadores del ex ministro Kicillof y de la ex presidenta hacia el gran capital y el FMI.
Así las cosas, el kirchnerismo se debate entre un llamado impotente “al diálogo” y un silencio basado en el puro cálculo electoral. Mientras tanto, en la “patria grande”, el imperialismo norteamericano avanza con su ofensiva golpista.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.