Entre la bronca por los tarifazos, la corrida cambiaria, la caída en las encuestas y una posible derrota en el Congreso Nacional, el oficialismo atraviesa una coyuntura adversa. El rol de los sindicatos y el peronismo sosteniendo la "gobernabilidad". El planteo de la izquierda.

Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Jueves 3 de mayo de 2018
Después de la relativa calma que siguió a la crisis de diciembre pasado, cuando el Congreso Nacional votó el saqueo a los jubilados que fue resistido en las calles, aparecen ahora nuevamente signos de tormenta en el horizonte de Cambiemos.
El difícil plan de administrar y dosificar los planes de ajuste, para intentar hacerlos compatibles con las exigencias del gran capital y a la vez con el objetivo de conseguir la reelección de Macri en 2019, atraviesa por un otoño lluvioso pero caliente, de final aún incierto.
Un error de cálculo en la administración de estas dosis de ataques (o bien la realidad de un margen más acotado para tomar opciones), combinado con un escenario económico en el que no tienen todas las cartas bajo control, ha originado una nueva y crítica coyuntura.
Por primera vez desde diciembre, toda la bronca de oposición al Gobierno se ha unificado en un solo punto, que es la inflación, y en su símbolo más odiado, los tarifazos que dispone el macrismo.
El oficialismo está expuesto en estos días a un importante desgaste por su defensa inflexible de los aumentos, y, más aún, a pagar un alto costo político que lo consolide en el imaginario popular como el “Gobierno de los ricos”, un mote que no reditúa nada bien de cara al plan electoral de 2019.
El descontento social con el oficialismo también crece porque el malestar no empieza cada vez de cero, sino que se acumula. El mismo Gobierno que viene de saquear en diciembre a los jubilados (con votos del peronismo en el Congreso Nacional), no solo no pudo contener la inflación en los últimos meses, sino que además contribuyó a una mayor irritación social al prometer una suba de precios del 15 % anual que no cree nadie en todo el país, y al anunciar en el medio de la crisis el envío de la reforma laboral al Congreso.
Al ataque al bolsillo, se suma entonces también la sensación de estar frente a una verdadera burla. Contra lo que prometía la propaganda oficial, el mes de abril terminó con la inflación más alta del año, estimada en un 2,4 %, llegando a un 9 % acumulado en los primeros cuatro meses de 2018.
Por si fuera poco, las boletas con los aumentos aún no han llegado todas (como las facturas de gas del invierno) y aún restan otros incrementos en los próximos meses.
En la última semana, a todo lo anterior cabe agregar que la impotencia del Banco Central para frenar la corrida contra el peso no solo derivó en una suba del dólar, cuyo techo aún no se conoce, sino que también agrega más presión a los precios, en el momento en el que el Gobierno menos lo necesitaba. El “mundo” al que Cambiemos quiso volver, y el capital financiero, le están jugando una mala pasada al oficialismo.
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Desde el lado del gran capital, en un escenario internacional más adverso para la economía argentina, también comienzan a surgir mayores inquietudes respecto de la capacidad de Cambiemos para llevar adelante su programa.
Con un ojo en el ajuste y otro en las encuestas
Sin embargo, el panorama sería menos crítico para el oficialismo si todo lo anterior no se combinara con una fuerte caída en las encuestas y con una posible derrota política en el Congreso Nacional.
La presencia de Jaime Durán Barba en la Casa Rosada no pasó desapercibida la semana pasada. Las discusiones existentes dentro del PRO y de la coalición Cambiemos sobre los caminos a seguir tienen la base real de que el ajuste que demanda el gran capital, para el cual gobiernan, está causándoles un alto costo político cuando falta cada vez menos para el año de las elecciones presidenciales.
Lo ratifican así todas las encuestas, que indican una importante caída en la imagen del presidente Macri, e incluso de figuras como María Eugenia Vidal.
Como consuelo, algunas voces oficialistas resaltan que la división del peronismo les es funcional a mejorar sus posibilidades de ganar en primera vuelta el año que viene, y apuestan a que las malas noticias terminen después del mundial. Hay que pasar el otoño.
Los mismos sondeos se manejan entre las distintas alas del peronismo, que buscan aprovechar la situación para capitalizar políticamente, sin que eso les impida seguir siendo dadoras indispensables de gobernabilidad para el macrismo, como lo fueron durante los últimos dos años.
El doble juego del peronismo no impide, por ejemplo, que mientras en el Congreso denuncian los tarifazos (aunque sin cuestionar a las privatizadas), sus gobernadores sigan aplicando el ajuste en sus provincias, lo cual es válido tanto para Juan Manuel Urtubey como para Juan Schiaretti o Alicia Kirchner.
En la coyuntura, el próximo miércoles, 9 de mayo, es posible que el oficialismo sufra un importante revés cuando se traten los tarifazos en la Cámara de Diputados.
Si ése fuera el camino en diputados, y lo mismo se ratificara en el Senado, ya Marcos Peña adelantó que el presidente Macri vetaría lo resuelto en el Congreso Nacional.
En una actitud bastante poco “republicana”, el macrismo se prepara entonces, en caso de que fallen las negociaciones, para resolver de forma antidemocrática sobre un tema que concita el repudio de la enorme mayoría del pueblo trabajador.
Si bien tiene un antecedente, el veto a la llamada “ley antidespidos” en 2016, mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces. Un Gobierno con más desgaste, y con mucha más bronca social acumulada, pagaría un gran costo político de seguir este camino.
Las cúpulas sindicales y la alternativa de la izquierda
El plan de ajuste del Gobierno ya hubiera sido derrotado si no fuera porque además del peronismo, el oficialismo aún cuenta con otro importante aliado, que son las cúpulas sindicales.
Un paro nacional y plan de lucha con continuidad contra los tarifazos, los despidos y los techos a las paritarias, como exigen la izquierda y el sindicalismo combativo, contaría en estos momentos, sin dudas, con una enorme adhesión de toda la clase trabajadora. Solo lo impiden los arreglos de los jefes de las centrales sindicales con los empresarios y el Gobierno.
Incluso los dirigentes de gremios que dicen rechazar los techos a las paritarias, como en docentes, metalúrgicos o el subte, no se proponen aprovechar la mayor debilidad del Gobierno para coordinar y pegar más fuerte todos juntos los que están luchando, sino que en su mayoría hacen medidas aisladas y espaciadas. En el caso de CTERA, incluso deja aislada a una dura huelga como la de Neuquén.
Desde la tribuna montada en Plaza de Mayo este Día Internacional de los Trabajadores, el Frente de Izquierda planteó otra perspectiva.
Nicolás del Caño, en el discurso de cierre, les planteó a los miles de asistentes al acto la necesidad de llegar hasta cada lugar de estudio, de trabajo, cada barrio, con una gran campaña que plantee la exigencia de un paro nacional y plan de lucha contra el ajuste, que también tome en sus manos las demandas del movimiento de mujeres y de la juventud en lucha; con las propuestas de lucha para anular los tarifazos pero también para pelear por un programa de fondo para acabar con las privatizadas (a las que el macrismo y el peronismo defienden) y estatizar los servicios públicos bajo gestión de trabajadores y control de los usuarios populares; y con la pelea por una alternativa política de clase, para que no sea el peronismo ajustador la opción al macrismo, sino un gobierno de los trabajadores con un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.

Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.