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Red Internacional
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Asia del sur. El movimiento estudiantil sale a la conquista de Bangladesh

Los estudiantes de Bangladesh han salido a las calles a enfrentar el sistema de cupos del gobierno que restringe el mercado laboral. Miles han tomado las calles y enfrentan la feroz represión.

Santiago Montag

Santiago Montag @salvadorsoler10

Martes 16 de julio 16:51

Fuente: AFP

Los campus universitarios de Dhaka suelen ser espacios pacíficos, alejados de la locura del tránsito típico de los tuk tuks y sus bocinas. Los edificios de la Universidad de Jahangirnagar están inmersos en los bosques selváticos del golfo de Bengala donde la juventud puede gozar de intercambiar ideas en los locales de té y formarse para su futuro. Los de la Univeridad de Dhaka, también tienen grandes parques que buscan generar la misma tranquilidad y aislamiento.

Hasta hace algunos días nadie habría afirmado que la juventud de esos campus inundaría las calles bangladesíes dando comienzo a un estallido de gran magnitud poniendo contra las cuerdas al gobierno de la Liga Awami.

¿Cómo comenzó?

La chispa fue una sentencia del Tribunal Supremo, el gobierno de la primera ministra Sheik Hasina restableció el sistema de cuotas en los empleos públicos, que había estado en suspenso desde 2018 tras una oleada de protestas en su contra. Este sistema indica que el 30 % de los cupos limitados están reservados para los familiares de los héroes de la Guerra de Independencia de Pakistán en 1971. Según los estudiantes el ingreso debería ser por mérito, es decir a partir de los mejores resultados en exámenes de concurso. Tras la determinación del gobierno, la ira no se hizo esperar.

De forma espontánea miles de estudiantes de todas las universidades inundaron las calles de Dhaka, Chittagong y otras ciudades. Desde la Universidad de Dhaka, Jahangirnagar, Rangpur y Cumilla lo jóvenes realizan sentadas en las principales avenidas de la capital de 30 millones de personas. El movimiento se expandió rápidamente hacia otras ciudades, se fueron sumando universidades del interior del país así como los estudiantes secundarios.

La respuesta del gobierno fue una represión de gran escala. Hasina activó a su aparato represivo que lanzó gases lacrimógenos y golpeó a los estudiante con palos en cada punto de protesta. Pero también envió matones de su agrupación estudiantil, la Liga Chhatra, armados con machetes y algunos de ellos con armas de fuego para golpear a los estudiantes, entre ellos muchas mujeres.

Un punto de quiebre fue el último lunes donde hubo al menos 6 muertos y 500 heridos en enfrentamientos callejeros. Las protestas se intensificaron luego de que Hasina dijera a los estudiantes que se movilizan como “Razakars”, denominación que se utiliza para llamar a criminales de guerra y colaboradores de Pakistán durante la independencia. En cierta manera intenta blindar su discurso contra el movimiento identificándolo con la oposición usando una acusación muy grave (que prácticamente los llamó “genocidas”).

Sin embargo, el movimiento no se identifica con ningún partido aunque actúan todas las agrupaciones estudiantiles existentes. En respuesta a la represión las protestas crecieron. También se unieron más sectores al reclamo estudiantil como el sindicato de médicos y algunos del sector textil que es estratégico para el país como la Central Sindical de Trabajadores de la Confección de Bangladesh (GWTUC por sus siglas en inglés).

Más allá de los cupos

El reclamo estudiantil es profundo porque ataca el núcleo del poder estatal de Sheik Hasina y su partido, la Liga Awami. Un tercio de los puestos están reservados para los hijos de quienes lucharon por la independencia del país en 1971. Algunos también están reservados para mujeres, minorías étnicas y personas discapacitadas. Pero la denuncia apunta a que el gobierno está construyendo, en palabras de los estudiantes, “una dictadura” al acaparar gran parte de los puestos del servicio público.

Según ellos, el sistema beneficia injustamente a los hijos de los partidos pro gubernamentales que apoyan a la Primera Ministra Sheikh Hasina, quien ganó su cuarta elección consecutiva en enero del 2024. La primer ministra es la hija del líder que Bangladesh considera como su fundador tras la independencia, Sheik Mujibur Rahman, asesinado por el golpe militar de 1975 que obtuvo el apoyo de la otra gran familia, los Zia quienes dirigen el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP). Hasina se ha escudado tras ese paraguas de reivinicación extrema de los héroes de la independencia para enfrentar a la oposición política, tanto de derecha como izquierda.

Aunque Bangladesh gozó de un fuerte crecimiento sostenido (6% anual) en las últimas décadas, de la mano del sector textil, la inversión inmobiliaria y obra pública, se han profundizado los problemas estructurales como el desempleo y la pobreza extrema de la mayoría de sus 170 millones de habitantes. Desde el 2022, tras la pandemia, el país enfrenta una fuerte desaceleración económica.

Bajo este panorama el reclamo estudiantil apunta a la crisis de acceso al empleo para la juventud. Un bangladesí al terminar sus estudios debe enfrentarse atravesar un estrecho cuello de botella para obtener un trabajo: según la Oficina de Estadísticas de Bangladesh (BBS), cada año entre 1,8 y 1,9 millones de jóvenes se incorporan al mercado laboral.

La competencia es salvaje. Muchos viajan al exterior a trabajar para enviar remesas a sus familias. Mientras que una gran parte de los jóvenes se dedican a trabajos por cuenta propia, como vendedores ambulantes en las calles, vendiendo paan, cigarrillos, o comida callejera como alu poori, beguni y té.

Además muchos deben pagarle a la policía una “soborno” para que “cuiden” sus negocios. Según la Federación de Vendedores Ambulantes de Bangladesh, cada vendedor ambulante tiene que pagar un “soborno” al que llaman “peaje” de 300 takas al día, lo que significa que se recaudan unos 30.000 millones de takas en “peajes” por año.

Por otro lado, muchos se ven obligados a aceptar empleos por salarios mensuales de apenas 10.000 a 12.000 takas después de graduarse de la universidad en el sector privado. En parte es el caso de las textiles que vienen luchando por un salario mínimo de 23,000 takas (70 dólares mensuales) además de trabajar en condiciones de higiene aberrantes.

Por otro lado, en Bangladesh estudiar en cualquier institución educativa es una cuestión de medios materiales. Cada año, cientos de miles de estudiantes abandonan la educación primaria, secundaria y secundaria superior debido a la pobreza. Las familias trabajadoras no tienen las oportunidades adecuadas para brindarle una salida alternativa mejor a sus hijos.

Hasta el momento el gobierno de Sheik Hasina ha cortado la señal de internet y de comunicaciones. Está desplegando al ejército para controlar las protestas que no cesan en todo el país. Está allanando las oficinas de partidos de la oposición y ha cerrado todo el sistema educativo. En los hechos hay un estado de emergencia.

Desde el GWTUC han expresado su solidaridad y que “es probable que llamemos a la huelga del sector textil para enfrentar a la dictadura”. Si bien existe una enorme fragmentación sindical del sector textil, ha tenido un rol relevante en las últimas décadas por mejoras en sus condiciones laborales. Su participación activa podría torcer rápidamente el brazo del gobierno

Entre el distrito Savar y el centro de Dhaka hay inumerables fábricas textiles. En su recorrido diario en bus, Kais un estudiante de la universidad de Jahangirnagar cuenta percibe que “La clase trabajadora está cansada, se unirán muy pronto al movimiento de protesta” para él si esto ocurriera, “es probable que este sea inicio del fin de Hasina y la Liga Awami.”


Santiago Montag

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

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