En el último periodo, el mundo atravesó fuertes convulsiones políticas con revueltas de cientos de miles en países como Francia y Estados Unidos; ¿cuáles son las tareas para los revolucionarios en este contexto? Participación en la primera charla del ciclo “El mundo en pandemia” sobre economía, política y lucha de clases, realizada desde el Movimiento de los Trabajadores Socialistas y La Izquierda Diario.
En la actualidad atravesamos un periodo político complejo a nivel internacional, donde se abren posibilidades importantes de intervención para las y los revolucionarios.
La crisis provocó en su momento una “primera oleada de lucha de clases” con movimientos como el Ocuppy Wall Street en 2011 en Estados Unidos donde se hizo famosa la frase “somos el 99%” contra el uno por ciento más rico que se apropia la riqueza que generan los trabajadores y al cual se rescataba con deuda pública. Luego se trasladó rápidamente a Europa provocando gigantescas movilizaciones en países como el Estado Español, donde se tomaron las principales plazas del país o en Grecia donde se convocaron a grandes huelgas generales entre 2010 y 2012 en contra de los ajustes de los gobiernos que priorizaban el pago de la deuda con Alemania o el FMI, y luego generó procesos muy importantes de movilizaciones de masas en países árabes, logrando que cayera incluso el dictador Hosni Mubarak en Egipto también en 2011.
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De esos años a la fecha, hemos visto emerger nuevos fenómenos políticos muy importantes, la situación de crisis y bajo crecimiento provoca un aumento en niveles de pobreza, desempleo, crisis y violencia, todo lo cual empuja la aparición de formaciones políticas, personajes o movimientos sociales que apuntan a discursos más radicales tanto a derecha como a izquierda. Por eso se habla de que estamos en un periodo donde la tendencia es la polarización, es decir que las posiciones más moderadas o de centro pierden peso.
Trump, Bolsonaro, Le Pen en Francia, Abascal de Vox en el Estado Español, son expresiones de cómo el descontento generado por la crisis puede ser capitalizado por la derecha más rancia y retrógrada, que acusa de “comunista” a cualquier gobierno o formación política que impulse medidas que no entran estrictamente en los marcos del neoliberalismo, pero también, como veremos a continuación, estamos ante el ascenso de importantes procesos de luchas populares, campesinas y obreras, procesos en los cuales participan y pueden fortalecerse organizaciones revolucionarias.
En este contexto han surgido, además, nuevas formaciones políticas por izquierda reformismos o neorreformismos que se presentan como “progresistas” como Podemos en el Estado Español, el Frente Amplio chileno, el sanderismo en Estados Unidos o Momentum de Jeremy Corbyn en Inglaterra. La política de estas organizaciones busca contener el giro a la izquierda en sectores de trabajadores y jóvenes, manteniendo un programa de reformas en los marcos del capitalismo. Formaciones que, cuando han llegado al poder, ciertamente han desilusionado por la impotencia de su programa en los marcos de la crisis.
Mención aparte merece el avance de la crisis climática y del calentamiento global, con incendios gigantescos en Australia en otros países, olas de calor que matan a cientos de personas en un país con un clima frío como Canadá, las impresionantes inundaciones en el centro de China, las lluvias torrenciales en Alemania o en menor escala en la propia Ciudad de México, además recientemente se ha reportado una bajada histórica del río Paraná en Argentina. Todos los científicos y estudiosos del tema alertan que estos son apenas los inicios de los efectos que traerá el cambio climático, mientras la derecha, como el racista de Trump, siguen negando que el calentamiento global exista.
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El momento de las revueltas
Es en este contexto en el que llegó la pandemia del covid-19, pandemia que golpea al mundo sobre la economía internacional, signada en gran medida por el enfrentamiento entre Estados Unidos y China.
Poco antes de la pandemia, vimos importantes movimientos que sacudieron Francia y Chile, revueltas donde participaron cientos de miles y millones de personas enfrentando la política de sus gobiernos. Aunque no nos vamos a detener en estos fenómenos ya que se tratarán en la próxima charla, es importante tener en cuenta que estas rebeliones se enmarcan en un cuadro más general en el que los gobiernos capitalistas están buscan hacer pagar el costo de la crisis a la clase trabajadora, a los sectores medios y a las mayorías populares.
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En Francia en 2018 los “chalecos amarillos” tomaron las calles de la capital del país y de otras ciudades con el apoyo de casi el 70 por ciento de la población, oponiéndose a una reforma que aumentaba el costo de los combustibles. Este movimiento enfrentó la represión de la policía abiertamente en las calles. El gobierno no tuvo otra opción que echar para atrás su reforma, sin embargo, las movilizaciones continuaron durante varias semanas. Vale la pena mencionar que, para algunas corrientes y organizaciones de izquierda, este movimiento era de ultraderecha dirigido por el Frente Nacional, por lo que se negaron a participar activamente de él, vincularse y dar una perspectiva anticapitalista al movimiento, ahí nuestros compañeros de nuestra organización hermana, hoy Revolución Permanente, participaron construyendo un ala izquierda en el proceso, confluyendo con trabajadores y con luchadores contra el racismo y la brutalidad policial.
A principios del año 2020 en este país, se vivió una importante lucha de los trabajadores del transporte que paralizó la capital parisina y en la que Revolución Permanente tuvo una participación destacada como veremos más adelante. Es importante contemplar que estos procesos se vivieron previo a la pandemia.
Otro país imperialista que vivió una importante revuelta recientemente, durante la pandemia, es nada menos que Estados Unidos, el centro del capitalismo mundial.
En este país, la llegada del ultraderechista Donald Trump, asesorado por Steve Bannon (un ideólogo del neofascismo) agitó enormemente el ambiente político dándole espacio y visibilidad a grupos supremacistas blancos. En este marco y ante una pandemia manejada de forma totalmente criminal, el brutal asesinato de George Floyd despertó un gigantesco movimiento. Para darnos una idea del alcance del Black Lives Matter (BLM), pensemos que desató las protestas más grandes en la historia de Estados Unidos y en algunas ciudades como Portland se registraron grandes marchas y enfrentamientos con la policía por 100 días continuos. El nivel de confrontación llevó a enfrentamientos armados entre grupos trumpistas neofascistas y “libertarios” defensores de la policía y manifestantes antirracistas.
El BLM del año 2020 fue mucho más fuerte, extendido y radical que el vivido en el año 2014 durante la presidencia de Obama. Hubo amplios sectores que cuestionaban a la policía como institución, proponiendo el desfinanciamiento e incluso la abolición de la policía, una medida que tendería al cuestionamiento del Estado capitalista. Este movimiento trascendió las fronteras nacionales: incentivó protestas en países como Alemania y Brasil, mientras que en países como Inglaterra provocó grandes manifestaciones que llevaron a tirar estatuas de figuras imperialistas y esclavistas.
Aquí es importante tomar en cuenta la política de cooptación del Partido Demócrata que intentó desviar el descontento y la movilización en clave electoral imponiendo la lógica del mal menor en el marco del ascenso de candidatas progresistas con Alexandria Ocasio-Cortés a la cabeza. Al mismo tiempo, al frente del BLM hay una dirección burocrática vinculada al Partido Demócrata que buscó no radicalizar la política de un movimiento pluriclasista sin que la clase trabajadora lograse jugar un rol activo. En este marco, sin embargo, emergieron alas izquierdas en el BLM que rompieron con su dirección o que conformaron colectivos como el “Detroit will breathe”. Hay que señalar el rol que juegan políticas identitarias como límite para el desarrollo de la lucha de clases, pues desconocen el papel de la clase obrera como sujeto clave de transformación del sistema capitalista a hacer énfasis en el reconocimiento de la diversidad en una lógica que bien se puede acomodar al pensamiento liberal burgués sin un planteamiento de independencia de clase ni de alianza entre los movimientos sociales y la clase trabajadora con sus métodos de lucha.
Otra revuelta importante la encontramos en Cataluña en octubre y noviembre del 2019, con una gran huelga general el 18 de octubre que puso en crisis al Gobierno de Pedro Sánchez. Más recientemente hemos visto revueltas más pequeñas con quemas de más de una decena de iglesias en Canadá, al darse a conocer el racismo y el genocidio con el que se movió esta institución con respecto a los pueblos originarios de la región.
Hablamos entonces de un momento de grandes revueltas que han roto el orden y la rutina capitalista en los últimos años, con quemas de edificios públicos, manifestaciones de masas, enfrentamientos violentos y apoyo de amplios sectores de la población. No obstante, hay que tomar en cuenta que la clase trabajadora ha participado en la mayoría de los casos de estas revueltas de forma diluida, es decir sin sus sindicatos y sin sus métodos, como paralizar la producción y llevar a cabo huelgas generales. Analicemos más detenidamente esta afirmación.
La necesidad de la hegemonía obrera
En Estados Unidos, en el momento más álgido de BLM, trabajadores de más de una decena de puertos decidieron hacer un paro en apoyo al reclamo contra la brutalidad policial y el racismo, también hubo sectores de sindicatos de trabajadores de líneas de camiones que decidieron apoyar el movimiento negándose a transportar policías. Sin embargo, las direcciones del movimiento obrero en este país buscaron que la clase trabajadora no interviniera con toda su fuerza.
En el caso de la poderosa clase obrera francesa, al ver la magnitud de la protesta, la burocracia sindical intentó alejarla por todas las vías de la rebelión de los chalecos amarillos justamente por el pacto que tienen las direcciones el gobierno de Macron.
En las revueltas, a diferencia de procesos similares décadas previas, se combinan con procesos muy importantes, aunque aún minoritarios de activación de trabajadores. Los socialistas, a la par de que defendemos y buscamos profundizar estos movimientos, planteamos que es crucial que estos procesos avancen en una perspectiva revolucionaria, lo cual implica superar el obstáculo central que significan direcciones políticas y sindicales reformistas que actúan todo el tiempo de forma consciente para frenar la radicalización de los procesos. El paso de la revuelta a la revolución requiere una estrategia política opuesta a la de estos sectores que buscan contener o desviar a las revueltas.
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Los gobiernos son conscientes de que, aunque la clase obrera ha sido atomizada en las últimas décadas, su potencia sigue siendo enorme. Si los trabajadores se suman a la revuelta y participan con sus métodos de lucha, como la huelga general, pueden lograr hegemonizar las demandas sociales, las reivindicaciones democráticas y constituirse como el sujeto que acaudilla a las masas explotadas y oprimidas. Ahora bien, por su poder de fuego, es decir dado que mueven los sectores estratégicos de la economía, los trabajadores pueden hacer la diferencia para enfrentar gobiernos o derrotar golpes de estado reaccionarios, miremos hace no mucho lo que ocurrió en Egipto en 2011 donde las masas se mantenía en revuelta durante días, pero al entrar en acción la clase obrera convocando a una huelga general en el canal de Suez, un área vital para el petróleo, el gobierno se vio ante la necesidad de renunciar.
Cómo avanzar de las revueltas a la revolución
En este sentido, para pensar en transformaciones sociales profundas, el rol de la clase trabajadora es central. Los trabajadores hasta el día de hoy siguen moviendo los ferrocarriles, las fábricas, las minas, los hospitales, las escuelas, las oficinas, el transporte, los bancos; por ello es clave para los capitalistas que los trabajadores compitan entre ellos y no se vean como clase, y al mismo tiempo es clave para los revolucionarios expandir la consciencia de clase, coordinar las luchas más allá de la lucha gremial y plantear la necesidad de que los trabajadores se pongan el frente de las luchas democráticas y de otros sectores como la lucha por los derechos de las mujeres, contra la opresión a la comunidad LGBT+, a los pueblos indígenas o que confluya con la juventud que lucha en contra de la destrucción ambiental capitalista.
Es la clase trabajadora la que puede hacer la diferencia. Una revuelta es muy importante, pero siempre que sirva para hacer avanzar la conciencia, porque para pensar una transformación revolucionaria de la sociedad hace falta construir coordinadoras y consejos regionales que logren nuclear a las distintas fábricas y centros de trabajo de una región para centralizar las acciones de lucha y defenderse de la represión policial o de grupos fascistas paramilitares. Es decir, construir espacios de frente único obrero.
El frente único consiste en conformar espacios que permiten unificar las filas de la clase obrera en la lucha de clases, es decir golpear juntos, más allá de las divisiones impuestas por la burguesía o la burocracia sindical que buscan dividir entre ocupados, desocupados, efectivos, precarizados. Estas divisiones, así como las divisiones gremiales (telefonistas, docentes, universitarios, metalúrgicos, mineros, bancarios, etc.) sobre las que se monta la burocracia para dividir, es fundamental enfrentarlas a partir de conformar espacios de coordinación que voten planes de acción unificados. Así se puede enfrentar con mucho mayor fuerza a la burguesía. Al mismo tiempo, los espacios de frente único permiten “marchar separados”, en el sentido de que cada organización puede expresar y pelear su programa, dado que es indispensable la construcción de un partido revolucionario con los sectores más avanzados y decididos de la clase que luche consecuentemente por el poder.
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Solo mediante el desarrollo de instituciones propias de coordinación de la vanguardia y sectores de las masas en lucha, la clase trabajadora puede concentrar fuerzas suficientes para romper el freno de las direcciones burocráticas y su colaboración con la burguesía. Era desde esta perspectiva que Trotsky sostenía que un grupo revolucionario –incluso pequeño– podía ser capaz de influir a una porción significante de la clase trabajadora para que la táctica de Frente Único obrero, aquel “golpear juntos y marchar separados”, logre no ser una exigencia impotente hacia la burocracia o hacia las direcciones de masas, sino que tenga la fuerza para imponerlo efectivamente y abrir a su vez el camino al desarrollo de soviets/consejos que preparen la autodefensa y en determinado momento pasen a la ofensiva.
En este sentido, la lucha de los revolucionarios es por construir estos espacios de coordinación, estos frentes en los momentos claves, que permitan hacer avanzar la lucha y que apunten a cuestionar realmente el poder de los capitalistas y su Estado.
Las batallas de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional
Como corriente internacional, la Fracción Trotskista- Cuarta Internacional, interviene en los procesos de revueltas actuales buscando generar estos espacios de autoorganización, como en el caso de nuestros camaradas en Francia, donde junto con activistas de la clase trabajadora impulsamos una potente coordinadora que derrotó los intentos de la burocracia de levantar la lucha contra la reforma jubilatoria en el sector.
La coordinadora entre ferrocarriles y transportes urbanos de la región parisina fue un elemento determinante para que la huelga se mantuviera en pie, a pesar del llamado más o menos abierto a una tregua durante las fiestas de fin de año de parte de la burocracia sindical. La coordinadora llegó a reunir a más de 100 representantes de hasta 14 centros de camiones (sobre un total de 21), de tres líneas del metro y de las dos líneas de trenes urbanos, y fue en cierta medida una voz alternativa a la de las direcciones sindicales durante todo el conflicto. Esta coordinadora, que paralizó la capital parisina y de donde emergió la figura obrera de Anasse Kazib, un referente de Revolution Permanente trabajador ferroviario de origen migrante, la logramos poner en pie apoyándonos en la acumulación lograda previamente a partir de la intervención en la revuelta de los chalecos amarillos y poniendo en juego también nuestro reconocido diario Revolución Permanente.
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Algo muy interesante de nuestros camaradas franceses es que bregaron por la hegemonía obrera a través de impulsar una alianza con sectores movilizados contra el gobierno levantando un programa para la lucha antirracista y también alrededor del desastre ambiental capitalista. Así, se logró forjar la unidad entre obreros de la refinería GrandPuits y activistas y organizaciones ecologistas, mientras la coordinación de justicia para Adama (víctima de violencia racista) hoy está jugando un rol en la pelea por el registro para lograr la candidatura presidencial de Anasse.
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Es en gran medida producto de estas batallas que la dirección conciliadora del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), el sector proveniente de la Liga Comunista Revolucionaria ‒corriente que renuncia a la dictadura del proletariado y apuesta por partidos amplios‒ y cuyo eje dejó de ser la lucha de clases y buscar las vías para radicalizar cada batalla de la clase trabajadora o de la juventud, decidió expulsar a nuestra organización de del NPA. Y es que esta corriente mandelista se ha concentrado en buscar espacios dentro del régimen capitalista renunciando a la independencia de la clase trabajadora, a partir de acuerdos con organizaciones como la Francia Insumisa, una organización en la que se referencian por ejemplo sectores del obradorismo mexicano la cual que tiene un programa de administración “no neoliberal” del Estado capitalista.
La Francia Insumisa, es una organización que surge en el año 2016 como una fuerza política a la izquierda del Partido Socialista tradicional que mantiene un programa social-liberal (como el PSOE en el Estado Español), su programa contempla la salida de los tratados de la Unión Europea buscando fortalecer al capital imperialista francés. Para este partido político “todas las miserias ecológicas y sociales” se deben a los tratados neoliberales de la Unión. El programa de la Francia Insumisa es fundamentalmente salir de los tratados europeos imponen una regla de un máximo de 3% del déficit proponiendo una reactivación keynesiana de la economía al tiempo que propone consolidar el peso económico de Francia a escala internacional.
Y es que, en el debate dentro de la izquierda revolucionaria actual, la disyuntiva es justamente ir detrás de mediaciones reformistas o construir una alternativa de independencia de clase revolucionaria, que apueste a que la clase trabajadora se constituya como el sujeto hegemónico, esta es la tarea que llevan adelante nuestros compañeros en Francia, la apasionante tarea de poner en pie un gran partido revolucionario en este país.
En este contexto internacional, es fundamental dar la pelea ideológica mientras se discuten ideas y emergen nuevas formas de pensar entre la juventud, una juventud donde sectores importantes muestra un renovado interés y simpatía por las ideas del socialismo. En el caso de nuestros compañeros de Left Voice en Estados Unidos, parte de nuestra red internacional de diarios de La Izquierda Diario, esta pelea ideológica les ha llevado a confluir y agrupar a activistas y militantes de izquierda que buscan construir una alternativa de independencia de clase ante los problemas centrales en este país, como el racismo, la opresión que ejerce el imperialismo sobre los países atrasados y dependientes o la crisis ambiental.
El objetivo de Left Voice es dar pasos hacia poner en pie una organización revolucionaria que logre ser una alternativa ante el mal menor hoy del imperialista Partido Demócrata hoy encarnado en Joe Biden, una fuerza política que se apueste a terminar con el poder del capital estadounidense a partir de articular las enormes fuerzas de la clase obrera multiétnica (negra, blanca, latina, asiática) estadounidense en alianza con todos los sectores oprimidos en este enorme país.
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Estas son algunas de nuestras peleas que como corriente internacional estamos llevando adelante en un contexto marcado por importantes momentos de lucha de clases, como parte de buscar las vías para la reconstrucción de la una internacional revolucionaria.
Desde nuestra perspectiva, estamos ante un escenario donde es clave que los revolucionarios actuemos y ganemos fuerza como parte de las tareas preparatorias que tenemos con el objetivo de construir una organización internacional superior a la actual FT, para así confluir con los sectores de vanguardia de la clase trabajadora y activistas de distintos movimientos sociales (como el movimiento de mujeres, el ambiental, contra el racismo, entre otros) e individuos del movimiento trotskista que giren a izquierda, con el norte de la reconstrucción de la Cuarta Internacional.
Al mismo tiempo buscamos intervenir en los grandes debates de nuestra época. Elaboramos teoría desde el marxismo revolucionario para pensar nuestra época editando libros como Estrategia socialista y arte militar, nos reapropiamos de la Teoría de la Revolución Permanente, hacemos contrapuntos entre Trotsky y Gramsci, entre otras elaboraciones.
Estamos convencidos de que el capitalismo genera crisis económicas, políticas, sociales y ambientales en las que los revolucionarios podemos intervenir para hacer la diferencia, nos preparamos para las luchas que vendrán buscando sacar las mejores lecciones del pasado. Porque la época que vivimos avizora choques cada vez más abiertos entre las potencias económicas, pero también entre las clases y confiamos en que, con una estrategia correcta y un partido revolucionario internacional, la clase trabajadora y todos los sectores oprimidos y explotados por este sistema, pueden vencer.
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