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China. El nuevo timonel Xi Jinping en aguas turbulentas

El XX Congreso del Partido Comunista Chino finalizó con la confirmación del tercer mandato sin precedentes de Xi Jinping como máximo líder del aparato burocrático del partido. Los cambios en el Comité Permanente del Politburó y en general, hacen que el PCCh sea el alcance del propio poder de Xi. Debatimos con el economista marxista Michael Roberts sobre las conclusiones del Congreso y las tareas de los trabajadores a nivel internacional frente a la disputa entre el imperialismo estadounidense y la burocracia bonapartista china.

André Barbieri

André Barbieri @AcierAndy

Domingo 23 de octubre de 2022 15:25

El XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) finalizó con la confirmación del tercer mandato sin precedentes de Xi Jinping como máximo líder del aparato burocrático del partido. Su reelección a la presidencia de la República Popular China será ratificada en marzo por la Asamblea Popular Nacional. Al asumir un tercer mandato, Xi elimina efectivamente el sistema acreditado por las transiciones de liderazgo ordenadas de 2002 y 2012. En 2002, Hu Jintao sucedió a Jiang Zemin como secretario general del partido. En 2012, Xi sucedió a Hu Jintao.

El colapso del sistema de sucesión es un precedente potencialmente desestabilizador para el horizonte cercano del PCCh y desmorona el tejido de la lucha de clases de China. La transición del poder de Hu Jintao a Xi en 2012, después de completar diez años en el cargo, fue la primera transición ordenada de liderazgo desde la Revolución China de 1949. Sin embargo, una década después, Xi cumplirá un tercer mandato de cinco años, rompiendo las normas que Hu ayudó a establecer.

Los paralelos inevitables surgen cuando hablamos de una sociedad millenaria. El emperador Qin Shi Huang es célebre por unificar China, iniciar su Gran Muralla y construir él mismo un gran mausoleo, custodiado por un ejército de guerreros de terracota. Menos conocido es lo que sucedió tras su muerte en el año 210 antes de la era actual, en un viaje por el este de China. Según el historiador Sima Qian, los asesores ocultaron la muerte de Qin Shi Huang hasta que el séquito imperial llegó a la capital, para evitar que su hijo mayor tomara el poder. Enviaron comida al carruaje real y se ocuparon de los negocios allí, como antes. La treta funcionó al principio. El hijo mayor se suicidó y un menor, apoyado por los asesores en la artimaña, subió al trono. Pero demostró ser débil. En cuatro años, estaba muerto, y las revueltas campesinas habían puesto de rodillas a la dinastía Qin.

Cuanto más tiempo se aferre Xi Jinping al poder, más difícil será diseñar una transición ordenada. Esto se debe a que el partido intenta gobernar China en un momento de inestabilidad, desaceleración económica, descontento social con la política “Covid-cero” y la política agresiva del imperialismo estadounidense para interrumpir el desarrollo tecnológico endógeno. Inscripto en el contexto de la volátil situación mundial, con la pandemia y la guerra de Ucrania como reactualización de las características de la época señalada por Lenin (de crisis, guerras y revoluciones), el régimen interno de China puede sufrir importantes sobresaltos, no solo por crisis y guerras, sino de procesos sociales de lucha que escapan al control del “líder incuestionable” y configuran posibles revoluciones.

La nueva corte de Xi

Xi se apresuró a retirar a dos altos funcionarios de un elenco político más moderado y posicionó aliados para dominar el nuevo liderazgo. Mantuvo en el cargo a los oficiales militares que promovieron su enfoque agresivo hacia la diplomacia y las Fuerzas Armadas.

Uno de los resultados más esperados del Congreso era conocer la composición de la nueva dirección. Dos imágenes han ocupado el centro del escenario: el retiro prematuro del primer ministro Li Keqiang de su puesto en la cima del partido y la sorprendente visión del predecesor de Xi, el anciano Hu Jintao, siendo escoltado fuera del escenario principal.

La imagen de Hu, aparentemente inconsciente de lo que estaba pasando, siendo removida de la mesa ceremonial es un símbolo de la retirada del poder de los “ancianos” partidistas. Como mencionamos en el último artículo, desde la muerte de Mao en 1976, esta capa de exlíderes ha ejercido una poderosa presión sobre los sucesores al frente del PCCh, y Xi ha hecho todo lo posible para eliminar este atributo, evitando el destino de su predecesor, Hu Jintao, que sufrió constantes interferencias de su predecesor inmediato, Jiang Zemin. Perseguir, retirar o encarcelar a la mayoría de los seguidores de Jiang y Hu por cargos de corrupción ha sido el método permanente durante la última década para eliminar la competencia y dar paso a los veteranos leales al nuevo poder. Las vacantes ganadas a los aliados por la campaña anticorrupción, sumadas a las derivadas de la jubilación de los empleados a los 68 años, le han dado a Xi un amplio margen de acción: el 65% de los 270 miembros del Comité Central han sido reemplazados desde 2017, y también el 66% de los 25 miembros del Comité Permanente del Politburó.

Siguiendo ese patrón, el dominio de Xi quedó claro cuando señaló el retiro de dos pesos pesados ​​del partido, Li Keqiang y Wang Yang, ex miembros del órgano más poderoso del partido, el Comité Permanente del Politburó. Ninguno figuraba como miembro del nuevo Comité Central de 205 miembros del PCCh, según una lista publicada por la agencia de noticias Xinhua. Li y Wang eran lo suficientemente jóvenes para ser reelegidos en el Comité Permanente del Politburó, que ahora tiene siete miembros. Otros dos miembros de los Comités Permanentes fueron jubilados, habiendo alcanzado la marca de 68 años o más: el presidente de la Asamblea Popular Nacional, Li Zhanshu y el viceprimer ministro Han Zheng.

Sus salidas permitieron a Xi aumentar el número de políticos leales a sí mismo en el Comité Permanente del Politburó, junto con 13 nuevos nombramientos para el Politburó de 25 miembros del partido. Los cuatro nuevos miembros del Comité Permanente del Politburó son todos aliados de Xi e incluyen, en orden de rango: Li Qiang, jefe del partido de Shanghái; Cai Qi, jefe del partido en Beijing; Ding Xuexiang y Li Xi, el funcionario de más alto rango del partido en la provincia de Guangdong. El "ranking" sugiere que Li Qiang, el jefe del partido de Shanghái que supervisó el cierre de la megaciudad a principios de este año por la política de cero Covid, sucederá a Li Keqiang como primer ministro, aunque las posiciones del gobierno no se confirmarán hasta que el parlamento chino convoque su sesión anual en marzo. Wang Huning, que recientemente cumplió 67 años, permaneció en el Comité Central y probablemente seguirá siendo un lugarteniente político clave para Xi.

Li Qiang, nacido en 1959 en Zhejiang y ex trabajador de una estación de riego y drenaje en su juventud, trabajó directamente bajo las órdenes de Xi mientras gobernó la provincia de 2004 a 2007. En 2013, él mismo se convirtió en gobernador de Zhejiang antes de asumir el cargo de secretario del partido de la provincia de Jiangsu, y más tarde fue jefe del centro financiero de Shanghái, un nombramiento hecho en el último congreso del partido en 2017. Reemplazará al protegido de Hu Jintao como primer ministro y eliminará al antiguo rival de Xi Jinping de la alta dirección. Tiene una buena reputación entre el capital privado industrial y financiero y es la luz verde de Xi para la inversión extranjera, siendo Shanghái la capital tecnológica y financiera del país.

El nuevo Comité Central también indicó una revisión de los puestos clave que gobiernan la segunda economía más grande del mundo. Además de Li Keqiang, la lista también excluyó al zar económico de Xi, Liu He, y al principal regulador bancario del partido, Guo Shuqing , así como a Yi Gang. El jefe diplomático del gobierno hasta entonces, Yang Jieshi, quien representó a Beijing en la primera reunión de la administración Xi con la administración Biden, también quedó fuera del Comité Central. El jefe del partido de la región de Xinjiang, Chen Guanguo, también quedó fuera. En todos estos casos, el no estar en la lista del Comité Central implica el retiro forzoso de los miembros de la antigua dirección, quienes no recibirán ningún cargo importante en el Estado.

“La generación de tecnócratas financieros con formación profesional y profundas conexiones con la comunidad financiera mundial está desapareciendo”, dijo Victor Shih, experto en política y finanzas de China en la Universidad de California. Estos tecnócratas estaban siendo "reemplazados por banqueros provinciales de carrera que tienen un historial de ejecución de políticas del partido".

Estas figuras que rechazan el anonimato del retiro político tienen rasgos en común. La mayoría se erigieron durante la era de Hu Jintao y expresaron posiciones menos asertivas hacia el imperialismo estadounidense y Occidente, un sello distintivo de la administración china durante la década de 2000. En los escalones inferiores, la represión fue aún más fuerte contra los aliados de los “ancianos”. Las sentencias de muerte, que pueden conmutarse por cadena perpetua después de dos años, se dictaron la semana pasada a Fu Zhenghua, exministro de justicia de Xi; Sun Lijun, ex viceministra de seguridad pública; y Wang Like, ex funcionario de alto rango en Jiangsu. También se dictaron sentencias de prisión de más de 10 años para otros tres exjefes de policía y seguridad. Entre ellos se encuentra Liu Yanping, exjefe anticorrupción, acusado de participar en el grupo de Sun Lijun.

Zhang Youxia, vicepresidente de la Comisión Militar Central, el organismo presidido por Xi y encargado de dirigir el Ejército Popular de Liberación, permaneció en el Comité Central pese a cumplir 72 años. Zhang estuvo a la vanguardia de la modernización de las Fuerzas Armadas y tiene experiencia de combate en el conflicto fronterizo entre China y Vietnam en 1979. El enfoque especial de Xi Jinping está en las Fuerzas Armadas, en las que buscó generar un apoyo leal para su tercer mandato, con el apoyo del ministro de Defensa Wei Fenghe.

“No hay centros de poder alternativos en el Comité Permanente, si es que alguna vez los hubo, ni siquiera simbólicamente”, dijo Richard McGregor, experto en política china del Instituto Lowy en Sydney. Cheng Li, un experto en política china de la Institución Brookings, tenía una opinión similar. "Xi Jinping ha consolidado aún más un poder casi absoluto al promover a sus protegidos a un liderazgo superior".

La política del nuevo gran timonel es construir una dirección política a su imagen y semejanza. Sin polos de poder alternativos, el liderazgo monolítico atrae toda la atención hacia Xi Jinping, el patrón del PCCh. Si esta elección fortalece inmediatamente sus posiciones internas, la deja más vulnerable a procesos de lucha de clases en los que los trabajadores chinos identifican al “gran timonel” como la figura responsable de sus miserias.

Mensajes del nuevo timonel

Los congresos del PCCh rara vez son ocasiones para anuncios políticos dramáticos. Para mostrar consistencia en la línea del partido, los líderes envían informes que generalmente elogian los logros del partido y reafirman objetivos amplios, usando frases familiares. Al comienzo del 20° congreso del partido, Xi Jinping se unió a la convención. Pero solo en parte. En términos estratégicos, el discurso de dos horas del nuevo “líder del pueblo” rompió paradigmas establecidos por congresos anteriores.

El mensaje central del 20º Congreso es que bajo Xi Jinping, desde la economía hasta las relaciones exteriores, la definición de seguridad nacional ha reemplazado a la economía como el enfoque central de China para el futuro. Hasta ahora, los herederos de Deng Xiaoping (sus sucesores: Jiang Zemin y Hu Jintao) consideraban que un entorno externo benigno era la clave para que China se centrara exclusivamente en el desarrollo económico. Los informes del Congreso hasta 2012 también sostenían que “China estaba experimentando un período de oportunidad estratégica”, enfatizando la necesidad de enriquecerse evitando problemas internacionales. El énfasis de Xi es muy diferente. Las frases estándar sobre la calma externa se han eliminado. El partido parece no descartar ya la posibilidad de una gran guerra en un futuro próximo. Xi describe una "situación internacional grave y compleja". El partido, dice, debe estar "preparado para los peligros en tiempos de paz" así como "preparado para la tormenta". Y al hacerlo, Xi insta al PCCh a seguir adhiriéndose al “espíritu de lucha”, los próximos cinco años, que serían “críticos” para la construcción continua de una poderosa nación china. Xi pide “mayor capacidad para que el ejército gane”; una “mayor proporción de nuevas fuerzas combatientes” y la promoción del “entrenamiento de combate real para militares”. Todo sucedería virtuosamente con la concentración de todos los poderes del Estado en la figura de Xi.

La mitomanía del PCCh es tanto más necesaria cuando su líder supremo necesita justificar liberarse de los controles del liderazgo colectivo. “Nuestro partido se ha dedicado a lograr la grandeza duradera de la nación china y se ha comprometido con la noble causa de la paz y el desarrollo de la humanidad. Nuestra responsabilidad no tiene paralelo en importancia y nuestra misión es gloriosa sin comparación. Es imperativo que todos nosotros en el Partido nunca olvidemos nuestra aspiración original y nuestra misión fundacional”. Filosóficamente, era necesario establecer un puente entre la gloria de China y el mantenimiento del poder indiscutible de la burocracia bonapartista encabezada por Xi. La idea de evitar sucumbir como la Unión Soviética en 1991 se hizo una con la transformación del PCCh según los designios de Xi, la forma de eludir el riesgo de “ascenso y caída” de cualquier imperio. “A través de arduos esfuerzos, el Partido ha encontrado una segunda respuesta a la pregunta de cómo escapar del ciclo histórico de ascenso y caída. La respuesta es la auto reforma. Les aseguramos que el Partido nunca cambiará su naturaleza, su convicción o su carácter”.

Ni el regreso al aislamiento de la era maoísta, ni la occidentalización del capitalismo chino, deseada por muchos partidarios dengistas: Xi quiere imponer la marca de un capitalismo en rápido ascenso que desafía ciertos nichos de la hegemonía estadounidense, adoptando un discurso de libre comercio y relaciones acuerdos bilaterales de beneficio mutuo que mejoran las posiciones de China en el sistema estatal capitalista. La autorreforma, indispensable para mantener al PCCh en el poder, es la identificación de Xi con el Estado mismo. No hay lugar para la disidencia.

Los grandes objetivos necesitan un gran adversario para generar consenso en torno al poder de una sola persona. La cosmovisión de Xi Jinping es la de un mundo inquieto, cuyo poder hegemónico está tratando desesperadamente de frenar su propia decadencia relativa, impidiendo que China participe en el marco de un nuevo orden global. En su discurso, la inestabilidad en el orden mundial fue enfatizada por un político que quiere inclinar la balanza a favor de China. En el panorama internacional, “se estarían produciendo cambios drásticos, especialmente intentos externos de chantaje, contención, bloqueo y máxima presión sobre China”. El informe también dice que “Las incertidumbres y los factores impredecibles están aumentando. Debemos estar preparados para soportar fuertes vientos, aguas turbulentas e incluso tormentas peligrosas”.

Xi Jinping no pudo escapar a la publicación del primer documento de estrategia de seguridad nacional de la administración de Joe Biden, días antes de la apertura del Congreso del PCCh. En el documento, China fue señalada como el principal rival estratégico de Estados Unidos, albergando “la intención y, cada vez más, la capacidad de remodelar el orden internacional a favor de uno que incline el campo de juego global a su favor”. Los intentos de “contener, bloquear y ejercer la máxima presión” sobre China son el principal objetivo de la administración Biden, a un nivel superior al ejercido por Trump, como admite Edward Luce del Financial Times. Solo hay que mirar los draconianos controles de exportación de alta tecnología impuestos por la Casa Blanca, una guerra económica total contra China al bloquear la venta de semiconductores fabricados con tecnología estadounidense para su uso en inteligencia artificial, computación de alto rendimiento y supercomputadoras.

Las palabras utilizadas en el informe que guió a todo el Congreso responden a este cerco del imperialismo sobre la burocracia china. El análisis de los términos es instructivo: algunas palabras se han utilizado con mayor frecuencia, de congreso en congreso. Una de estas palabras es anquan (seguridad). Aparece 91 veces en el documento, en comparación con 35 veces en el informe de despedida entregado por Hu Jintao en 2012. Otra palabra que recibió abuso de mención fue junshi (militar). Esta vez, hubo 79 menciones, mientras que en 1982, en el primer congreso de la era Deng Xiaoping, pasó por el informe de apertura solo cuatro veces. la palabra douzheng (combatir) aparece 22 veces en el informe ("Mostramos un espíritu de lucha y una firme determinación de nunca ceder ante el poder coercitivo", dice Xi, en una clara mención de Occidente). Hu Jintao había utilizado douzheng solo cinco veces en 2012. La expresión zhengzhi tizhi gaige (reforma política estructural), que recibió 12 menciones en el congreso de 1987, se omitió por primera vez en 35 años. Después de una campaña anticorrupción de una década, el informe menciona fu (corrupción) 29 veces, un récord para los congresos de la era posterior a Mao Zedong. La campaña anticorrupción, de hecho, fue aclamada como un ejemplo único de la virtud de la autoreforma del partido. “La corrupción es un cáncer para la vitalidad y la capacidad del Partido y la lucha contra la corrupción es el tipo de autorreforma más completo que existe. Mientras existan las bases y condiciones para la corrupción, debemos seguir dando la voz de alarma y nunca descansar, ni un minuto, en nuestra lucha contra ella”.

Respecto a la carrera tecnológica, la idea clave del gobierno chino es zixin (autoconfianza): apostar por la tortuosa superación de la dependencia occidental. Washington quiere dificultar que las empresas chinas obtengan o fabriquen microchips informáticos avanzados, desarrollen supercomputadoras con aplicaciones militares y frenen su progreso en el campo de la inteligencia artificial. Ante esto, el lema en Pekín es aprovechar las sanciones y el bloqueo comercial de Washington para centrar las energías en el salto tecnológico endógeno. Según Xi, la modernización china está enraizada en la propia China y la atención se centra en la economía nacional para mejorar la seguridad de las cadenas de suministro y valor chinas.

El Congreso ratificó el mensaje oficial de que China acelerará la creación de un nuevo estándar de desarrollo que buscará que sea de alta calidad. “Debemos aplicar plena y fielmente la nueva filosofía de desarrollo en todos los frentes, continuar las reformas para desarrollar la economía de mercado socialista, promover la apertura de alto nivel y acelerar los esfuerzos para fomentar un nuevo patrón de desarrollo que se centre en la economía nacional y presente una interacción positiva entre los flujos económicos nacionales e internacionales”, dijo Xi Jinping.

Centrarse en el avance tecnológico nacional no implica desvincularse de la economía mundial. El discurso oficial del PCCh busca dejar el peso de la guerra económico-tecnológica al imperialismo estadounidense. Tanto es así que el equipo económico se vio obligado a aclarar dudas. Zhao Chenxin, subdirector de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, aclaró en una conferencia de prensa al margen del 20° Congreso que “es erróneo pensar que al enfocarse en la economía interna, China reducirá sus esfuerzos de apertura o incluso recurrirá hacia una economía autosuficiente”. A la imposibilidad de autosuficiencia en la realidad superior de la economía mundial se suma la difícil coyuntura de la economía china. En otro nivel, como Kevin Rudd, la preocupación del gobierno es sobre la necesidad de una “creciente internacionalización del renminbi (N.E.: moneda de curso legal de la República Popular china”, parte de una estrategia más general para reducir la dependencia de los mercados financieros globales del país, que siguen estando denominados en dólares estadounidenses. China es consciente de las sanciones aplicadas contra Rusia tras la invasión de Ucrania y de lo que podría ocurrir en el futuro si produce una acción militar sobre Taiwán.

Contrariamente a los analistas liberales que observan una supuesta regresión de la propiedad privada en China, Xi anunció que el Partido Comunista se adhiere estrictamente a la continuidad de la política de reforma y apertura de Deng Xiaoping, y que el desarrollo de la República Popular, en su opinión, pasa a través de la recepción de inversiones privadas nacionales y extranjeras. En los últimos años, "China ha seguido ampliando el acceso al mercado y acortando la lista negativa para la inversión extranjera. Ha promulgado leyes y reglamentos, incluida la Ley de Inversiones Extranjeras, para proteger los derechos e intereses legítimos de los inversores extranjeros”, expuso Xinhua.

Michael Roberts, un destacado economista marxista que alberga ilusiones en la burocracia de Beijing, se ve obligado a señalar que la "prosperidad común" fue solo un reconocimiento de que el sector capitalista fomentado por los líderes chinos (que se benefician mutuamente con el gran capital) está tan fuera de control que amenaza la estabilidad del Partido Comunista, agregando que la participación de la riqueza personal de los multimillonarios chinos se ha duplicado del 7% en 2019 al 15% del PIB en 2021. Según Roberts, si la desigualdad continuara, “comenzarían a abrirse cismas en el PCCh y el apoyo al partido entre la población se deterioraría. Xi quiere evitar otra protesta como la de la plaza de Tiananmen en 1989, que siguió a un enorme aumento de la desigualdad y la inflación bajo las reformas del mercado social de Deng".

El aspecto militar (junshi) del Congreso fue uno de los más destacados. Según Xi, el Ejército Popular de Liberación (EPL) necesita "acelerar el entrenamiento de tropas, las estrategias y el logro de nuevos sistemas técnicos de disuasión para convertirse en un ejército de clase mundial". La alineación previamente acordada mostró la ascendencia de Xi sobre el ejército. Los principales militares de China juraron en el Congreso estar en "alerta máxima y listos para la guerra", promesas menos simbólicas después de que estalló la conflagración militar en Ucrania. El ministro de Defensa, general Wei Fenghe, dijo que China se enfrentaba a "condiciones de seguridad nacional severas y graves" y que era importante que los militares se adhirieran a las directivas de Xi Jinping. "Los militares deben implementar el pensamiento de Xi sobre cómo fortalecer el ejército y mejorar su capacidad para ganar. Los militares deben mantener un alto grado de vigilancia, prepararse siempre para la guerra y defender resueltamente los intereses de soberanía, seguridad y desarrollo del país”. Li Zuocheng, jefe del Estado Mayor Conjunto de la Comisión Militar Central, dijo que las fuerzas armadas deben apoyar el desarrollo de la nación, lo que incluye aumentar la preparación para el combate y mejorar el equipo militar.

Las fricciones entre China y Estados Unidos se intensificaron después de la visita de la portavoz de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán en agosto. Beijing interpretó el viaje como el respaldo de Estados Unidos a la agenda independentista del Partido Democrático Progresista y orquestó una represalia con ejercicios militares sin precedentes en la isla. Xi dijo que Beijing haría todo lo posible para recuperar a Taiwán por medios pacíficos, pero que no renunciaría al uso de la fuerza si fuera necesario. “Seguiremos luchando por la reunificación pacífica con la mayor sinceridad y el mayor esfuerzo, pero nunca prometemos renunciar al uso de la fuerza, y nos reservamos la opción de tomar todas las medidas necesarias. Las ruedas de la historia están rodando hacia la reunificación de China y el rejuvenecimiento de la nación china. ¡La reunificación completa de nuestro país debe lograrse y puede, sin duda, lograrse!”. Detalle: buscaba separar a las “pequeñas fuerzas separatistas y de intervención extranjera” de la mayoría de la población taiwanesa, para atajar la creciente animosidad con los taiwaneses. Beijing y Washington también se pelean por el Mar de China Meridional, cuya soberanía es disputada entre Beijing y sus vecinos del Sudeste Asiático, y por el Mar de China Oriental, que también es reclamado por Japón.

En todos los ámbitos prima la seguridad nacional sobre el mero enriquecimiento y el crecimiento económico, lema de las últimas administraciones. Esta es la nueva marca de la administración Xi y su papel es más que una coyuntura. Mao ayudó al pueblo chino a “ponerse de pie” después de un siglo de humillación por parte de las potencias extranjeras. Deng puso a China en el camino de "hacerse rico" después de siglos de pobreza. Ahora, Xi está ayudando a China a “volverse fuerte”. Pero los desafíos son enormes.

Aguas turbulentas

Michael Roberts, en sus comentarios sobre el Congreso, muestra cierta simpatía (aunque crítica) con el camino tomado por Xi. Esta opinión se hace explícita, por ejemplo, en la discusión de la política de prosperidad común, que sería un índice de la política de mayor control estatal sobre el sector privado. O, en términos del problema inmobiliario, que involucra políticas diferenciales pero complementarias entre el gobierno central y los gobiernos locales (“Beijing quería casas y las autoridades locales querían ingresos”). Esta opinión se vuelve más explícita cuando sugiere un itinerario específico para Xi, argumentando que el régimen bonapartista chino “no debería” buscar resolver sus “pequeñas crisis” con la liberalización de la economía, sino para revertir la expansión del sector privado e introducir nuevos planes de inversión estatales, que siempre han sido una base de inversión más estable que el sector privado. La excesiva confianza en los mecanismos estatales de control de la economía parece derivarse de esta misma visión. “El gobierno puede ordenar a los cuatro grandes bancos que intercambien préstamos a morosos por acciones y olvidarse de ellos. Puede decirle al banco central, al Banco Popular de China, que haga lo que sea necesario. Puede decirles a los administradores de activos estatales y a los fondos de pensiones que compren acciones y bonos para respaldar los precios y financiar empresas. Puede decirles a las compañías de activos estatales que compren deudas incobrables de los bancos comerciales. Por lo tanto, se excluye una crisis financiera porque el Estado controla el sistema bancario.”

Sin embargo, depender del régimen bonapartista de Xi es injustificado, ya que es un componente de los enormes desequilibrios que el orden capitalista impone a la clase trabajadora en todo el mundo. Internamente, como mostré en un anterior artículo, la política de prosperidad común se lanzó como complemento a la adhesión a las reformas liberalizadoras, no como un instrumento para contener el peso del sector privado en la economía (más del 60% del PIB, y el 80% del empleo urbano), aún menos un ataque a la propiedad privada en general. El Estado capitalista chino promulgó la política de prosperidad común junto con numerosos tranquilizantes de la burocracia del PCCh para las grandes empresas, enfatizando la seguridad de la inversión privada nacional y extranjera, que continuará disfrutando del mejor clima de negocios en territorio chino.

Esquemáticamente, los objetivos de la política de “prosperidad común” son cuatro: evitar explosiones sociales que socaven la estabilidad política en un momento delicado del conflicto entre Pekín y Washington; ampliar la capacidad de consumo de la nueva clase media y el potencial mercado interno chino; dividir las filas de los trabajadores, registrando ciertos salarios y derechos laborales para un sector en detrimento de los demás; disciplinar ciertos grandes monopolios a los designios políticos del gobierno central.

La persecución de ciertos magnates se hace para asegurar la reciprocidad de favores entre el gran capital y el PCCh, con la aquiescencia del primero sobre el poder indiscutido del segundo. La preocupación por la desigualdad está en consonancia con el capital, pero especialmente con las posiciones privilegiadas del PCCh. Como explica el diario británico The Economist: “El PCCh ha aclarado lo que no implica la ’prosperidad común’: no ​​significa que todos terminarán disfrutando de la misma prosperidad. Debe alentarse a los empresarios que crean su propia riqueza, ’trabajan duro con integridad y tienen el coraje de iniciar sus propios negocios’. El giro igualitario tampoco será abrupto. Debe llevarse a cabo ’paso a paso’ de manera ’gradual’, reiteró la Comisión este mes. “Estamos lidiando con ajustes dentro de las reformas capitalistas en la economía china, no en detrimento de ella". El diario oficial Global Times, que responde a las estrictas directrices de Pekín, aseguró al capital extranjero que las medidas no perjudicarán sus negocios. El propio documento del Consejo de Estado de 2021 establece que “se mejorará aún más el entorno para los negocios corporativos, se promoverá la reforma administrativa y se construirá un entorno empresarial orientado al mercado y basado en la ley. Se alentará a diferentes grupos a iniciar negocios y se actualizarán los sistemas y plataformas de servicios empresariales”.

Por otro lado, los mecanismos estatales de control económico, si bien aseguran al PCCh un mayor margen de acción frente al modelo de gestión capitalista occidental, no están a salvo de las crisis. La falta de control sobre las finanzas en la crisis de 2015 es un recordatorio muy vívido en la mente de la propia burocracia. La economía china no es una isla rodeada por el océano de la crisis capitalista: es una parte integral del orden capitalista global, que se ve afectada por los impactos de la pandemia y la guerra. La desaceleración estructural del país llevó al Banco Mundial a pronosticar que la tasa de crecimiento del PBI de China este año será inferior a la del resto de Asia por primera vez desde 1990. Esta es la razón probable del retraso en la publicación del tercer trimestre del PBI. Una tasa de crecimiento anual del 3% se está convirtiendo en la nueva normalidad. Como asegura el mismo Roberts: “Las exportaciones cayeron en términos de dólares un 1% en 2020, y luego aumentaron considerablemente en el año de la recuperación global de 2021 en un 21%. Pero en los primeros ocho meses de este año (2022), las exportaciones cayeron un 7,1% interanual. Como resultado, la producción industrial aumentó solo un 3,6% y las ventas minoristas aumentaron solo un 0,5%. La inversión en activos fijos se mantuvo más fuerte, casi un 6% a tasas anuales, basada en una mayor inversión en infraestructura (carreteras, vías férreas, puentes y servicios públicos)”. Al no adherirse a los simples argumentos keynesianos de los economistas occidentales, también es necesario comprender el alto impacto social de la desaceleración china en el marco de la crisis capitalista global.

Así, no se trata de determinar si la inversión estatal va o no a las áreas productivas, este es un producto subordinado de la orientación pro-capitalista central. Xi Jinping ya ha comenzado a aumentar las asociaciones con capital privado para desarrollar tecnología endógena en los campos de los semiconductores, la inteligencia artificial y la robótica. Miles de nuevas empresas privadas de alta tecnología están remodelando el panorama económico de China, trayendo sus empresas y mano de obra a China continental. Es erróneo considerar al “capital privado” chino de manera homogénea, sin distinguir las áreas de inversión en las que opera.

El segmento de alta tecnología está siendo ampliamente beneficiado por el Estado, y el sector industrial-manufacturero ha recibido nuevas atribuciones vinculadas no sólo al ensamblaje de componentes de bajo valor agregado orientados a la exportación, sino también a la producción de bienes de capital que sirven como un sustrato para esta cadena de valor. Disciplinar el segmento de comercio electrónico(Alibaba, Tencent, Pinduoduo, Meituan, JD.com, etc.) busca reorientar el parque económico chino, y quitar a ciertos magnates la ansiada primacía sobre el sector financiero, fuertemente controlado por el Estado.

Tan cierto como el delineamiento de una mayor disciplina interna sobre Jack Ma (empresario chino, fundador de Alibaba Group) y el capital digital-especulativo, es el plan para favorecer al segmento capitalista tecnológico-industrial en la nueva etapa del gobierno de Xi. Roberts no hará una buena apuesta confiando en el sector privado para disminuir el peso del estado capitalista chino.

La oposición del verdadero enemigo de Xi Jinping y la burocracia del PCCh, la clase obrera china, es más decisiva en esta agitación global. Contra el sector capitalista de las empresas de comercio electrónico, la lucha de clases fue muy eficaz para dar la voz de alarma en Pekín. El modelo de trabajo 996 (de 9 de la mañana a 9 de la noche, seis días a la semana), difundido por Jack Ma, ya estaba provocando la ira de los trabajadores del sector tecnológico y de una juventud que se opone férreamente a la ideología neoliberal de Alibaba y de los grandes gigantes tecnológicos. Huelgas y conflictos laborales tienen lugar en algunas de las provincias más ricas, donde la industria y la construcción son fuertes: de las 1.082 protestas de trabajadores registradas por el China Labor Bulletin (CLB por sus siglas en inglés) desde julio de 2020, 120 (11%) tuvieron lugar en la provincia Henan, seguida de Guangdong con 95 (8,6%) y Shandong (7%). La novedad es que las provincias del interior, como Henan, Xi’an y Chongqing, empiezan a tener un mayor número de conflictos obreros, al convertirse en bastiones del impulso del parque tecnológico chino.

Según el mapa de huelgas de trabajadores de CLB, solo en los últimos tres meses, la provincia de Xi’an ha visto 51 huelgas, seguida por Henan y Hunan con 15 conflictos de trabajadores cada una. Estos conflictos se extienden por todo el país aun cuando el aparato de seguridad y la represión se intensificaron durante la preparación para el XX Congreso. Docentes en numerosas provincias están en huelga por aumentos salariales. Los retrasos en el pago de salarios en las fábricas textiles de Guangzhou, o en la construcción civil en Shandong y Sichuan, son motivos de las incesantes huelgas en estos segmentos.

El nuevo gobierno no cuenta con la “paz social” a pesar del peso de la burocracia sindical de la Federación Nacional de Sindicatos de China. La colaboración política parece estar en cuestión también. En un ejemplo de protesta pública dirigida contra Xi Jinping, un hombre identificado como Peng Lifa, que mantuvo una presencia disidente en las redes sociales, durante el Congreso colgó consignas contra el Secretario General y su política Covid-cero, en un paso elevado de Beijing. Los mensajes se eliminaron rápidamente, Peng desapareció bajo custodia y se inició la censura en línea. Pero el incidente muestra el malestar interno inseparable de un régimen que intensifica la dureza de su política.

La tendencia política represiva, asertiva y beligerante de China, a la luz de la competencia con el agresivo imperialismo estadounidense, aumentará en el tercer mandato de Xi. Tanto más importante es elevar la voz del marxismo entre los trabajadores y la intelectualidad, para que la lucha contra las campañas imperialistas vaya acompañada de la lucha contra la política bonapartista del Partido Comunista Chino.

*Traducción del artículo original publicado en Ideias de Esquerda. Publicación teórico política del semanario de Esquerda Diário de Brasil, integrante de la Red de diarios internacional de La Izquierda Diario.


André Barbieri

Nacido en 1988. Licenciado en Ciencia Política (Unicamp), actualmente cursa una maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Río Grande el Norte. Integrante del Movimiento de Trabajadores Revolucionario de Brasil, escribe sobre problemas de política internacional y teoría marxista.

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