El obispo catamarqueño, cobra arriba de 100.000 mensuales. Es reconocido por maltratar a trabajadores precarios, por sostener la impunidad de tres curas abusadores y pedófilos en la provincia y por atacar al movimiento de mujeres. Difundió el pedido de dinero a través de un mensaje por video.
Sábado 18 de abril de 2020 10:04
Foto: Urbac y Jalil- elesquiu.com
Los dichos del obispo se viralizaron el día de hoy mediante redes sociales y diarios locales, a «través» de un video donde se lo observa al obispo Urbanc sentado en la catedral junto al cura local, en el marco del septenario de la Virgen del Valle.
“Yo se que todos estamos ajustados, pero evidentemente que todo lo que es la vida de la iglesia depende de la colaboración de los fieles, así nos sostenemos. Así que lo que puedan ir haciendo llegar, yo supongo que se podrá por alguna cuenta de un banco, una canasta virtual, y el que pueda podrá depositar ahí”, señaló el obispo catamarqueño, y posteriormente procede a dar la bendición.
Es de absoluta falsedad que la iglesia se sostenga con el aporte de los fieles. Si fuese así, no sería tan masivo el vigente reclamo de separación de la iglesia y el estado.
El que se incluya a la iglesia como un sujeto víctima del ajuste, es una gran mentira. Si bien al estar cerrada la catedral y por ende todas las ceremonias religiosas que cuentan como ingreso (bautismos, casamientos, comuniones), éstos son sólo una muy ínfima parte de sus jugosos ingresos.
Para comenzar, el primer “aportante” es el Estado. La iglesia vive del Estado, no de sus fieles.
El Estado es el que sostiene un culto que representa a sólo un pequeño porcentaje de las personas en el país. Subsidia a las escuelas religiosas en porcentajes que van del 75 al 100%, cuando la educación pública y laica, cada día se ve más desfinanciada.
El “sueldo” de los obispos como Urbanc radica entre los 105.000 y los 177.000 pesos mensuales: más de 3 veces el valor de la canasta familiar que deberían cobrar quienes sí trabajan de verdad.
No está demás recordar que el 30% de las tierras cultivables de la provincia, son posesión de la curia. Este dato resulta de una dimensión espantosa, cuando miles de catamarqueños y catamarqueñas no llegan a cubrir la canasta básica familiar.
Luis Urbanc además, es famoso por el maltrato a sus propios fieles, trabajadores precarios, como reflejamos anteriormente en esta nota
Una instituciòn milenariamente opresora y encubridora
La institución católica que preside Urbanc en Catamarca, viene sosteniendo en complicidad con el poder judicial de la provincia, el gravísimo encubrimiento a los tres curas pedófilos y abusadores de la provincia: Renato Rasgido, Juan de Dios Gutiérrez y Moisés Pachado.
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Tanto el movimiento de mujeres como la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina, vienen movilizando y denunciando estos hechos.
Los dichos de Urbanc en este contexto de pandemia, resultan aún más escalofriantes, cuando provienen de una institución absolutamente misógina y opuesta a los derechos de las mujeres y las diversidades sexuales.
Desde que ha comenzado la cuarentena obligatoria, ya son 25 los femicidios cometidos en este contexto de encierro obligado con el agresor.
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El estado subvenciona a la Iglesia, mientras que para las mujeres sólo destina una línea telefónica de ayuda, la 144, que en plena cuarentena ha aumentado un 40% los pedidos, y donde ni siquiera se blanquea a sus propias trabajadoras.
Ayer mismo se hallaba la terrible noticia del femicidio de Priscilla Martínez de 15 años en la vecina provincia de Santiago del Estero, quien se encontraba desaparecida desde fines de febrero. Así como también dos femicidios más en una de las localidades más pobres del conurbano bonaerense, en Moreno. Justicia por Camila, por Priscilla y por todas las mujeres asesinadas. El estado es responsable.
Queda demostrado con estas cifras del horror, que el aumento de femicidios durante cuarentena, un 40% fue por parte de una pareja, el 20% por una ex pareja, el 16% por parte del padre y el 8% por algún otro familiar. Todos vínculos familiares cercanos a la casa de las víctimas.
En este contexto, es necesario dejar de subsidiar a la iglesia católica y que ese dinero, junto a un impuesto a las grandes fortunas y dejar de pagarle al FMI, se pueda destinar a un plan nacional de emergencia contra la violencia machista, como propone la izquierda, para que de verdad haya Ni Una Menos.
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