En una semana en que las miradas se dirigen hacia la economía, los nuevos funcionarios del equipo económico adelantaron los lineamientos de las primeras medidas de su plan de ajuste.
Lucía Ortega @OrtegaLu_
Jueves 26 de noviembre de 2015
Quitar (o suspender) las retenciones a los productos agrarios, levantar la restricción a las importaciones, tomar nuevo endeudamiento y “controlar” la inflación. Las medidas anunciadas no sorprenden a nadie, sin embargo, la intensidad exacta y el ritmo que tendrán los cambios estipulados por el nuevo “equipo” económico de Mauricio Macri sigue siendo una incógnita. Especialmente sigue sin determinarse cuál será la profundidad de la devaluación, no obstante el futuro presidente garantizó que será un tipo de cambio unificado.
A decir del recientemente designado ministro de Producción, Francisco Cabrera, lo que se viene es “otra relación con las empresas”. Para calmar la ansiedad de los sectores patronales, los principales referentes económicos del gobierno electo salieron ayer a exponer algunos lineamientos de la política inmediata que regirá los primeros días luego del 10 de diciembre. Entretanto, no se privaron de “adelantar” hacia dónde va el esquema planteado más allá de diciembre, si es que las designaciones del nuevo gabinete dejaron algún rastro de duda.
Moderación y búsqueda de dólares
La campaña de Daniel Scioli hacia el balotaje aseguraba que con Macri se vendría un “ajuste fuerte” y una devaluación de la moneda del 50 %, avivando al mismo tiempo el recuerdo cercano en los sectores populares de la desocupación masiva del 2001.
Ese era “el límite”, bastante mediocre por cierto, debajo del cual cabe un ajuste “aceptable”. Ahora el ingeniero puede darse el lujo de proponer una elevación del tipo de cambio no tan drástica pero igualmente fuerte, en torno al 35 %, junto a otras medidas más moderadas como un abandono paulatino (no abrupto) de los programas como Precios Cuidados o el Plan Ahora 12 de compra en cuotas, y mostrarse como el gestor de un ajuste administrado. Hacia los trabajadores y los sectores populares, intentando evitar un golpe en el bolsillo fácilmente perceptible que genere un rechazo repentino de su plan. Hacia el empresariado, esperanzando que podrá imponer el ajuste y recuperar la rentabilidad sin mayores sobresaltos. Pero una cosa es clara: sin dólares en el corto plazo, cualquier plan presentado es insostenible.
Esta relativa moderación, junto a medidas concretas que alivien los reclamos patronales como la liberación de las importaciones y la quita de las retenciones, ya había sido manifestada en las últimas semanas de campaña de Cambiemos y fue ratificada “el día después”, cuando el mismo lunes Macri negó que esté garantizado inmediatamente el levantamiento del “cepo” cambiario bajo el argumento de que en el gabinete deberán analizar las condiciones para hacerlo.
Sin embargo, lejos de convertirse en un sello de origen, sólo se trata de culminar el período de “transición ordenada” de gobierno, una tarea que habían comenzado sus antecesores kirchneristas y que fue condición sine qua non exigida por la burguesía para el nuevo período, a sabiendas de que la actual correlación de fuerzas con los trabajadores dificulta el despliegue de ataques directos al bolsillo sin una resistencia en sentido opuesto. Por ello se escuchan declaraciones como las del entrante ministro de Producción, que aseguró ayer que “No vamos a abrir la economía y perjudicar el empleo argentino. (…) Que no haya miedo con eso porque no va a ocurrir”.
Obligado a negociar
El equipo de Macri sabe que la urgencia es conseguir dólares, aunque para ello debe someterse a varios frentes de negociación. En primer lugar, con el agropower. Una entrada de 8.000 millones de dólares frescos está al alcance de la mano para el nuevo gobierno, si cede antes los ingresos fiscales por derechos de exportación, sacando las retenciones al maíz y el trigo (junto con las de las economías regionales que también esperan su parte en el “combo”) y disminuyendo o suspendiendo hasta marzo, posiblemente, las retenciones a la soja. El acuerdo alcanzado para estas últimas es el que define en gran parte el asunto por su peso mayoritario en las exportaciones.
Según el designado ministro del Interior, Rogelio Frigerio, el levantamiento del cepo es también un factor de exigencia por las patronales agrarias, "hay entre seis mil y ocho mil millones de dólares de exportaciones (del sector agropecuario) que no se liquidan a la espera de que abramos el cepo", afirmó ayer. Por lo que el gobierno deberá pensar cómo administrar la tasa de interés (al alza) para evitar que los ingresos se preserven en el Banco Central y no se dolaricen. Prat Gay, el nuevo ministro de Hacienda y Finanzas, volvió a asegurar ayer que la intención será levantar el cepo cambiario y remarcó que "la promesa del presidente electo es hacerlo lo antes posible". La pregunta es cuándo y cómo sostenerlo.
Por ello el segundo frente de negociaciones vinculado con la entrada de dólares es el ya anunciado endeudamiento externo, al que espera salir airoso el gobierno de Macri en el marco de un redireccionamiento de la política exterior. Así lo admitió Francisco Cabrera al afirmar que "obviamente" el costo fiscal que tendrá las primeras medidas económicas del futuro gobierno, como la quita de las retenciones a los productos del agro y el levantamiento del cepo cambiario, se va a financiar "con deuda". Y por si fuera poco, deberá proveerse de dólares suficientes para tener espalda ante la eliminación la Declaración Jurada Anticipada de Importación (DJAI) que, afirmó Cabrera, dejará de existir a partir del 11 de diciembre. Pero el éxito del endeudamiento no corre sólo por un arreglo con los holdouts, el posicionamiento argentino para lograrlo es favorable por el reducido peso de la deuda como porcentaje del PBI, otro de los “legados” que el macrismo debe agradecer a la política de “pagadores seriales” del kirchnerismo: la vuelta a los “mercados” internacionales de crédito.
Resignar parte de la recaudación fiscal por la quita de retenciones es parte del tercer frente de negociaciones del gobierno. Si bien el peso de este impuesto en la recaudación total no supera el 10 % del presupuesto, significa un fuerte condicionamiento al gasto del Estado, con el agravante de las buenas nuevas en materia de coparticipación, avizorando no buenos augurios en materia de ajuste fiscal.
Así, la modificación del esquema tributario deberá ser otro de los capítulos a abordar, en el que además se incluyen cambios en el Impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría y en el Monotributo, buscando con ello aminorar el descontento de los trabajadores afectados por dichos gravámenes. Uno de los anticipos realizados por futuro ministro de Hacienda para su primera semana de gobierno es justamente el envío al Congreso de un “paquete de leyes” económicas, entre las que se proponen dichos cambios en Ganancias y el Monotributo. El único detalle es que el FpV tiene mayoría en ambas Cámaras, lo que implicaría fricciones pero no necesariamente trabas reales a sus proyectos macristas habido el antecedente de los favores mutuos en la legislatura porteña.
La “vara de medida”
Para Alfonso Prat Gay la “vara de medida” para la gestión de Cambiemos será "si se logra reducir la pobreza a cero, y ojala podamos hacerlo en un mandato". Para Frigerio, el problema más acuciante es “la situación social, la pobreza”, ya que “uno de cada tres argentinos es pobre y uno de cada 10 se va a dormir con hambre”. Pero sacando a luz los problemas estructurales que afectan a los trabajadores como la pobreza, y que el kirchnerismo niega, intentan ocultar sus verdaderos objetivos.
"Hay que sumar las inversiones que vendrán si logramos recuperar la confianza y buscar el financiamiento que la Argentina necesita", sentenció ayer Frigerio, dando cuenta cual es la verdadera “vara de medida” que tienen entre manos. Así, el esquema al que apostarían arribar a mediano plazo va a tono con el perfil ortodoxo de Alfonso Prat Gay. Tender a construir en un año un marco favorable para la llegada irrestricta de inversiones extranjeras con expansión de los negocios financieros y asistir a la recuperación de la tasa de ganancia capitalista (aunque con desigualdades). En este esquema jugaría un papel importante la apertura externa, condimentada con ribetes de “competitividad” que implican arrancar más producto por menos o igual salario, es decir, bajar los costos salariales. Y por último, una traslación de ingresos favorables al agropower y un conjunto de ramas prioritarias como las automotrices, el petróleo, la minería y la siderurgia, al tiempo que garantizar mecanismos internos para favorecer a los empresarios locales (especialmente a los amigos), que se regocijan en la expectativa de negocios de que con el plan macrista el valor accionario de sus empresas se disparará por las nubes.
Para quienes se entusiasmaron y luego desilusionaron con la idea de que la “restricción externa” era un problema del pasado, vale irse desayunando con la idea de que las bases de la mal llamada “valorización financiera” nunca desaparecieron.
Lucía Ortega
Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.