Hoy “piden la cabeza” de Piñera, pero sentada sin inmutarse, tal como los reyes impostores que permitían salvar monarquías en la edad media. Y es que hay personajes que buscan que el parlamento sea la instancia que dirija el futuro político legislativo y cotidiano del país. A pocos días de aprobada, en general, la posibilidad de una nueva salida de militares a la calle (con la ley de protección de infraestructura crítica), ¿se puede confiar en los mismos que han administrado y legislado en pro de la herencia de la odiada dictadura pinochetista?
Domingo 15 de marzo de 2020
Humildad. Esa es la palabra con que sectores de la ex Nueva Mayoría buscan que Piñera, con un 6% de aprobación a nivel nacional, decenas de mutilados, cientos de heridos y miles de presos, de “un paso al costado” para darle paso al parlamento como ente “garante” de una gobernabilidad inestable y una situación política abierta.
Así lo aclaró Jaime Quintana (PPD), presidente del Senado y uno de los principales impulsores de esta iniciativa la cual dejaría anulado a Piñera para la toma de decisiones y la orientación política del conjunto del gobierno.
“Debe pasar a una segunda línea y aceptar un parlamentarismo de facto”, así lo aclaró a la prensa el legislador, quien además indicó que esto ya sería una realidad en los hechos. “Hay muchos columnistas que han señalado que, particularmente después del acuerdo constitucional, en Chile se vio un presidencialismo más atenuado y un parlamentarismo incipiente, que ha irrumpido más allá de las atribuciones que tiene, las que son muy pocas”, aseguró el líder de la Cámara Alta.
Esto se ha visto desde el mismo “acuerdo por la paz social” del 15N, donde fueron los propios parlamentarios de los distintos partidos que lo componen que llegaron a este acuerdo, tomando potestades no vistas antes en la historia del Chile reciente.
“En marzo dimos un pequeño paso, que no existía. En esta sala concurre todos los lunes ante Blumel y luego ante Ward la mesa del Senado para discutir sobre la agenda. Le digo más, el despacho de mociones ha superado las del Ejecutivo”, aseguró Quintana a una entrevista en La Tercera.
La “lucha de poderes”, representados en la disputa política entre el presidencialismo, basado en un caudillo fuerte electo democráticamente, con promesa de gobierno de 4 años, frente a un parlamento con similares características técnicas, pero con un trasfondo político que mantiene una tensión única en la administración del Estado.
Esto llevó inclusive a una disputa militar en el año 1891 durante el gobierno de Balmaceda, que terminó con un suicidio del entonces Presidente chileno y una revolución superestructural con expresiones en amplios sectores de la sociedad de aquel entonces.
Desde el 73’ en adelante, los últimos acuerdos probados por Allende también tendieron a ser mayormente discutidos en un dividido parlamento, es decir, una iniciativa parlamentaria que determinaba “qué pasos seguir” para un “equilibrio inestable”, que solo determinó la carnicería que secundaban las acciones de los sectores golpistas.
Hoy, el parlamento ha tomado una relativa fuerza en la lucha de lo que se podría denominar como “cuotas de poder”: iniciativas y urgencias a proyectos -atribución propia del Presidente- que son tomadas en segundo plano, la utilización de la “acusación constitucional” como herramienta política de presión para sostener mejores correlaciones de fuerzas al interior de los sectores en constante disputa, son solo algunas de las muestras de esta “sobre posición” del parlamento sobre la figura presidencial.
Una crisis abierta para Piñera y su gobierno derechista. Hoy buscan tildar estas palabras de Quintana como propias de un “golpista” y promotor de la ya conocida “retroexcavadora”. Solo se puede desprender esto que es una lucha con tinte de quién dirigirá el país en los próximos dos años que restan de gobierno, una iniciativa que fortalecería relativamente a la oposición, la cual hoy cuenta con mayoría parlamentaria, pero también con el peso de tan solo un 3% de aprobación al congreso de conjunto. Ninguna institución se salva del desprecio del pueblo trabajador y sectores populares.
Sin embargo, todo este problema sobre quién “detenta la dirección del país” tiene una orientación de solo entregar sobrevida a un alicaído gobierno, tal como lo fue en su momento el pacto del 15N. Mientras millones de personas en las calles gritan “fuera Piñera” o “Piñera renuncia”, esta acción -o mejor dicho recomendación- del presidente del Senado choca con las peticiones de otros sectores que exigen elecciones anticipadas o la inhabilidad -mental- de Piñera para ejercer sus funciones.
"No creo que el problema de fondo sean sus facultades físicas o mentales. Otra cosa es que con esas facultades él ha hecho el peor gobierno de los últimos 30 años. Pero inhabilitar a un Presidente en la mitad de su periodo, haría desplomar la ya alicaída imagen internacional de Chile y podría erosionar el sistema democrático con consecuencias insospechadas”, finalizó la entrevista Quintana.
La intención hoy es más profunda: no solo el gobierno es quien busca sostener para mantener una institucionalidad llena de privilegios para los parlamentarios, sino también la perpetuidad de un régimen heredado de la dictadura que permite precisamente todas estas regalías en desmedro de los millones que hoy se movilizan, donde el Chile que despertó ya no tiene confianza en este parlamento corrupto, una cocina que solo ha legislado en los últimos 30 años al servicio de los grandes empresarios del país, tal como fieles perros de guardia.