La hegemonía cultural, el discurso antipopular del macrismo y los desafíos de los trabajadores y el campo popular
Lunes 8 de agosto de 2016 17:27
Cambiemos es una coalición de derecha, no hay que ser politólogo para darse cuenta de ello, pero lo particular del proyecto que encarna este espacio, es que haya accedido al poder en base a elecciones en un periodo democrático (antes se lastimaban los nudillos golpeando las puertas de los cuarteles).
Y eso se debe, entre otras cosas, al trabajo comunicacional que ejerció durante años con el guiño complaciente del kirchnerismo, que primero negoció con los grandes grupos concentrados de la comunicación y luego intentó frenarlo con una ley de medios que no funcionó. Esa opinión pública que moldeó gracias a la utilización de la matriz “miente, miente, que algo quedará”, es la que sustenta hoy entre los ciudadanos el discurso anti-popular que cala tan hondo en nuestra sociedad.
Porque el hecho de que ciertas declaraciones o ciertos actos de miembros del gobierno caigan pésimos no oscurece el hecho de que son esperables, son su opinión y la de toda la lacra oligárquica que los precedió y los continuará; ahora lo que no tenemos que descuidar, es que ese discurso está avalado desde un gran sector de la población. ¿Cómo puede ser? Me pregunto entre anonadado y curioso.
Y eso me lleva indefectiblemente a Gramsci. Antonio Gramsci fue un pensador adelantado a su tiempo, allá por los albores del siglo XX habló sobre un concepto particular: la hegemonía cultural. Básicamente, y pedimos perdón a Antonio y a todo aquel que lo estudia, la idea que presenta es que, en esta sociedad supuestamente libre y diversa, las percepciones, valores y creencias de una clase dominante llegan a ser pensadas por el resto como la norma, como algo que es bueno para todos, pero en realidad solo es bueno para esa clase. Por eso pienso en él, porque el campo popular debe dar la lucha en lo político, pero también la debe dar en lo cultural. Y dentro de lo cultural está lo discursivo.
Hay que dar la lucha política pero también estamos obligados a construir una contra-hegemonía para contrarrestar el poder mediático que tiene la derecha hoy en día. Esto que llamé patoterismo simbólico es el triunfo cabal de la derecha, porque quien es patotero, lo es porque tiene como respaldarlo, nadie es patotero sino no tiene alguna cobertura, y ahí hay que poner atención: en la cobertura, ya no mediática, sino la cobertura social. En criollo: hay gente (trabajadores) que están de acuerdo con el discurso macrista. Y esto les permite develar su verdadero pensamiento, su cosmovisión.
Esa cobertura es la que, de manera totalmente canallesca, permite que genocidas desfilen como héroes por las calles, que el mejor equipo de los últimos cuarenta años este aprendiendo, que la oposición ¿oposición? otorgue gobernabilidad o que las burocracias sindicales no hagan absolutamente nada al respecto.
Y en lo cultural está lo discursivo, decía. Y en los actos también hay discurso. Hoy el juez Martínez de Giorgi ordenó la detención de Hebe de Bonafini por considerarla en rebeldía por no presentarse en la causa “Sueños compartidos”. Y estimo que no es casual, hoy es jueves, y las Madres, esas mujeres a las cuales le doy el título de institución democrática, porque son un pilar de la defensa de la democracia tanto –o más, me atrevo- que muchas de las instituciones republicanas que estos tilingos dicen venir a defender, y de la consagración de la memoria histórica como un deber ciudadano, hacen su tradicional ronda en la Plaza de Mayo y de las Madres.
Y no es casual, no es un error técnico, vienen por todo, y no solo la ganancia económica, vienen a instaurar un nuevo momento histórico, el momento de la derecha. Esta es una vileza más a la cual podemos sumar el discurso de Macri en la empresa Cresta Roja, donde nos dijo, a nosotros, los trabajadores, que "Sabemos que no es de hoy para mañana, que hemos heredado una situación difícil, que pasaron cinco años sin generarse empleo de calidad, pero lo bueno es que comenzamos a regar esa plantita de la confianza". Nosotros, como trabajadores, no solo regamos todos los días la “planta de la confianza”, es más, abonamos toda la “tierra de la confianza” con nuestras manos, pero no la confianza en el neoliberalismo y sus planes vaciadores, sino la confianza en los trabajadores y en la construcción que permita identificarnos y lidiar contra esta “mirada empresaria de la realidad” que tanto daño nos hace.
El discurso antipopular se les escurre lentamente. Muy lentamente. Quieren disimular su odio de clase con alegatos de derecha moderna y progre (un concepto extraño que no puedo comprender: la derecha progresista, la visión oximorónica de la vida) pero como los granitos de arena en un reloj van cayendo uno tras otro, toda su verdadera visión se desnuda, resquebrajando su guión.
Sino tomemos la frase del economista liberal Javier González Fraga, uno de los cuadros económicos del macrismo diciendo: “donde le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”. Si ya sé, no me digan nada, van a darlo vuelta y argumentar que se estaba refiriendo a un asunto económico, que es muy difícil de explicar y que afecta directamente al crecimiento, bla, bla, bla. Nada más que agregar señor juez, a confesión de partes, relevo de pruebas. Sigo escribiendo porque me gusta; o porque es un dia gris y frio y no hay nada en la televisión que me interese, porque no hay más nada que agregar, el odio de clase que destilan estos señores en por lo menos preocupante.
Nosotros, los que, aparentemente, nos creímos el cuento de que podíamos comprarnos teléfonos celulares, autos, electrodomésticos y hasta viajar al exterior, somos los mismos que nos creemos el cuento de que los empresarios ya tienen demasiado dinero así que no van a robar plata del Estado, los mismo que nos comimos el chamuyo de que la crisis energética es culpa nuestra porque estábamos con el aire acondicionado prendido todo el día o la calefacción a pleno en invierno (teniendo en cuenta que son muchísimas las personas que no pueden acceder a estos lujos), los mismo tipos que, de buena onda, vamos aceptar que nos rebajen el sueldo así ayudamos a las empresas que, si todo marcha bien, porque también tenemos que creer que todo va a salir bien, el próximo semestre, o el primer trimestre del año que viene, o no se cuando (lo más parecido a la promesa del paraíso que escuché en un discurso no religioso) será el de la bonanza o los mismos que debemos aceptar que en realidad nos quedamos sin trabajo porque “estamos en la mala” pero debemos aceptar mansamente que “ellos”, alias “los honestos”, ahora puedan blanquear todo el capital que sacaron del país, condonándole el castigo y que al traer esos capitales fugados nos van a ayudar a todos. Claro, ahora entiendo todo, debemos agradecerles el gesto. Ojo, no es porque el año que viene todos los países van a estar obligados a informar los movimientos económicos y, por ende, se les vienen más Panamá papers, no, para nada, es para ayudar al país.
Es por eso que recomiendo volver a Jauretche, porque si estas no son zonceras (modernas y pro) no sé qué demonios son. No importa, hay que seguir luchando y dejarlos hablar, solos van a pisar el palito, porque más allá de que este discurso de cambio y unión les sirvió para ganar una elección –algo relativamente fácil de hacer en las democracias de audiencia, como decía Guillermo O´donnell, siempre y cuando cuentes con el dinero y la ayuda de medios monopólicos, obviamente- no van a contar con nuestra pasividad para seguir mintiendo. Lo que no podemos permitir es que la salida sea Massa o el kirchnerismo, y en la construcción de la contra-hegemonía también está la de una opción política propia de los trabajadores.