Durante el período kirchnerista el periodismo militante estuvo asociado a la práctica de quienes se pusieron la camiseta para bancar el modelo. La transición actual reaviva la necesidad de discutir este concepto, ante los futuros reacomodamientos en el mundo periodístico.
Juana Galarraga @Juana_Galarraga
Jueves 3 de diciembre de 2015
En el escenario que se impuso luego del balotaje muchas incógnitas se encuentran abiertas, abordadas desde diferentes perspectivas de análisis, discutidas en programas televisivos y una infinidad de mesas familiares politizadas como nunca se vio en Argentina. Una de aquellas incógnitas es qué sucederá en el universo mediático, qué ubicaciones tomarán ciertas figuras del periodismo y cómo atravesará al mapa de los medios de ahora en adelante la distribución de la pauta oficial.
¿Qué lealtades y qué hostilidades al macrismo se sostendrán y cuáles se revertirán? Esta es una cuestión que hasta quien ayer prometía irse del país si ganaba Macri, no sabría responder con firmeza en este momento.
En el marco del fin de ciclo kirchnerista, coronado próximamente por la transición del poder al macrismo, muchas categorías y conceptos del "relato" decantan como eso que son: parte de un cuento que a esta altura solo puede convencer a los desahuciados que se empeñan en sostener que lo mejor para la Argentina, es la miseria posible del mal menor que acaba de perder su chance.
Entre otros, el sentido del concepto "periodismo militante", utilizado insistentemente por el kirchnerismo en su relato, para muchos ha estado en disputa a lo largo de esta década. Hoy, ante la evidente derrota de la "batalla cultural" y ante los posibles reacomodamientos que se avizoran en el mundo de los medios, es necesario rediscutirlo.
Saldos de la batalla
La batalla cultural que el kirchnerismo se jactó de librar durante sus mandatos, se desató al calor de la disputa contra el Grupo Clarín. La lucha por los sentidos, por la construcción de la realidad, tomó a grandes rasgos, la forma de la construcción de un relato progresista que enarbolaba banderas setentistas, en contraposición a la construcción de la "cadena del desánimo" que se afanaba en tergiversar la historia para favorecer a las corporaciones empresarias. En este torbellino quedó sumergida la categoría de periodismo militante, como elemento de discusión en el enfrentamiento de los periodistas que se rasgaban las vestiduras por el modelo, contra sus detractores.
Se ha discutido hasta el hartazgo sobre el asunto, pero sin salir de la misma encrucijada: ¿Periodismo militante es el que banca a un gobierno o partido político? ¿El que se pone la camiseta de un partido se puede considerar periodismo o deja de serlo? Y así se giró sobre lo mismo hasta forjar un nuevo concepto que se instaló con fuerza en el discurso periodístico: la "grieta", una supuesta herida que parece insondable, que divide a los argentinos, que ubica a periodistas de un lado o del otro y que, según muchos ánimos exaltados por el cambio, el presidente electo estaría en condiciones de soldar.
Si hay que elegir personajes que se ubiquen de un lado y otro de la "grieta", se puede poner como ejemplo a Diego Brancatelli y Paulo Vilouta. Ambos miembros del panel de Intratables, sus acaloradas discusiones diarias han tenido como eje en innumerables oportunidades la tarea del periodismo y el alcance de la militancia en el oficio.
Brancatelli y su obsecuencia sin límites para defender cada medida del oficialismo, enfureció más de una vez a Vilouta, periodista que presume "neutralidad", detractor del gobierno tanto como del periodismo militante. "Lo que vos hacés no es periodismo, es fanatismo", le gritó más de una vez desde el panel contrario, a lo que "Branca" respondía con muletillas clásicas del relato como "no sé por qué los mueve tanto odio".
Hoy, luego de unas elecciones en las que todas las variantes con posibilidades de ganar fueron de derecha, es posible constatar la nula profundidad de la afamada "batalla cultural". Resulta significativo que el espacio que permite a millones de argentinos acceder al debate sobre periodismo y militancia, sea un programa como Intratables. Allí el periodismo militante representa nada más que el fanatismo obsecuente, denunciado por la moral neutral de los que quieren hacer "periodismo en serio".
¿De qué lado de la grieta te encontrás?
Como decíamos, el sentido otorgado al concepto de periodismo militante ha sido el de ponerse la camiseta de algún color, bancar a tal o cual modelo o político. Si esta es la variable que convierte a un periodista en militante, podríamos decir que la militancia de muchos carece de cierta coherencia.
En este 2015 que termina hemos visto ejemplos de la poca consistencia de las convicciones militantes de algunos. Emblemática fue la "panquequeada" del panel de 6,7,8 ante la candidatura de Daniel Scioli. Los periodistas "militantes por excelencia" que tanto repudiaban al gobernador de la provincia, de pronto se encontraron sonriendo ante sus promesas de continuidad del modelo.
¿Pero ésta es la única forma que el periodismo militante puede adquirir? Precisamente, este es otro límite que la batalla cultural no tuvo interés en superar al respecto. Ser periodista militante para muchos no se trata de bancar o no bancar a un gobierno. Se trata de defender los intereses de los sectores populares, de la clase trabajadora contra los poderosos, contra sus opresores y explotadores.
Esto es lo que jamás diría Vilouta. Jamás reconocería que detrás de sus aires de neutralidad y de su defensa de la práctica periodística "seria" lo que se esconde son sus compromisos con los dueños de tal o cual canal, con tal o cual candidato opositor. Brancatelli y el staff de 6,7,8 tampoco dirían jamás que su militancia a favor del modelo, "militancia" muy bien paga dicho sea de paso, implica silenciar entre muchas cosas, lo que pasa con Chevron, la Brrick Gold o Monsanto.
Es decir, desde una posición y la otra, en realidad se callan muchas cosas y en lo que menos se piensa es en los intereses de los trabajadores, las mujeres y los jóvenes. ¿Esto es periodismo militante?
Pero hay más. Ninguno de ellos, ubicados a un lado y otro de la grieta mediática, tienen como práctica cotidiana defender los intereses de los trabajadores de prensa. Los vemos callar en la pantalla, en los diarios y en las radios cada vez que trabajadores de este sector reclaman y pelean contra sus patronales. De hecho, a algunos los hemos visto carnerear las luchas, como sucedió con Cynthia García y otros periodistas K, en el conflicto de los trabajadores de Radio Nacional. Insistimos, ¿se puede considerar a esto periodismo militante?
Macri quizás achique la grieta que separa a muchos comunicadores y logre que se alineen tras de sí para bancar sus políticas de ajuste. Pero hay una grieta que ninguno de estos periodistas están dispuestos a saltar y es la que los separa de la clase trabajadora, del pueblo que padece las consecuencias de lo que los poderosos hacen y ellos callan.
Nosotros, para pensar el periodismo militante nos quedamos con la definición de un compañero de la redacción que escribió sobre el tema en una nota titulada "¿Para qué sirve un periodista?". Bregamos por "un periodismo convencido de dar la batalla por dar vuelta la historia, aportando lo que sabe. Que cuente lo mejor posible, cada vez a más personas, la verdad que va construyendo el pueblo trabajador en su lucha cotidiana por dejar de, solamente, subsistir. Un periodismo asociado estratégicamente a las mayorías acalladas. Un periodismo que, en la inevitable hora de elegir y tomar partido, lo haga por los trabajadores y los sectores populares".
Es desde esta perspectiva que La Izquierda Diario desarrolla la apasionante tarea de informar y ejercer el oficio que grandes militantes como Lenin, Marx y mucho más cercano en el tiempo, Rodolfo Walsh y Raymundo Gleyzer, escogieron para contar la historia de los oprimidos y explotados. Con esta perspectiva nos preparamos para seguir contando desde esta redacción, de cara a los ajustados tiempos que se vienen.