La conmemoración del “Día de la lealtad” es una oportunidad para repasar aspectos del papel cumplido por el peronismo en la historia de la clase obrera.
Alicia Rojo @alicia_rojo25
Miércoles 16 de octubre 21:54
Plaza de Mayo el 17 de octubre, pies en el agua (Archivo General de la Nación).
Octubre de 1935
Empecemos una década antes. En octubre de 1935 los trabajadores de la construcción iniciaban una huelga que marcaría un hito de la historia de la clase obrera argentina. Exigían el reconocimiento del sindicato, mejoras salariales, de condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral, descanso dominical y seguro por accidentes laborales. Asambleas, movilizaciones, comités de obra y piquetes de huelga garantizaron un paro sostenido por los comités de mujeres sobre la amplia solidaridad de los barrios obreros. Esta solidaridad se amplió hasta transformarse en una huelga general que se concretó a comienzos del año siguiente; la huelga del 7 y 8 de enero de 1936 se desenvolvió con movilizaciones de masas, enfrentamientos con las fuerzas represivas y el despliegue de una gran solidaridad obrera y popular.
Finalmente, la lucha de los trabajadores de la construcción y la huelga general obligaron al Estado a intervenir a favor de los huelguistas y se logró fracturar la unidad patronal; las empresas debieron pagar los salarios reclamados y se impusieron la jornada de 8 horas, la formación de comisiones internas por obra y la convocatoria a paritarias para discutir salarios y condiciones de trabajo. Se reconoció el derecho de los dirigentes sindicales a ingresar a las obras para organizar a sus trabajadores y se otorgó el reconocimiento a la Federación Obrera de la Construcción. Un gran triunfo obrero.
Perón y la “justicia social”
En otro octubre, una década después, los trabajadores se movilizarían en reclamo de la libertad del Coronel Perón, había sido encarcelado después de desarrollar una política social hacia la clase trabajadora e impulsar la organización de las masas obreras. Hemos escrito extensamente sobre el carácter del peronismo y los objetivos de la política desplegada por Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión del gobierno militar inaugurado en 1943 y sobre el significado de la movilización del 17 de octubre de 1945 que dio impulso a la construcción de su movimiento.
Mucho se ha escrito y debatido acerca de la política de “justicia social” del peronismo y su relación con el movimiento obrero; es importante conocer cómo esa política se propuso contener la potencialidad revolucionaria de la clase trabajadora argentina y ocultar que las conquistas sociales que se obtuvieron en aquellos años no fueron regalos de un Estado benefactor sino que fueron impuestas por los propios trabajadores y sus luchas.
Para la década del 40 al recuerdo de la conflictividad social de los años 30 se sumó el temor de la perspectiva de ascenso de la clase obrera al final de la Segunda Guerra Mundial. El entonces Coronel, secretario de Trabajo y Previsión, no ocultó sus preocupaciones y objetivos, en el conocido discurso en la Bolsa de Comercio de agosto de 1944 le habló directamente a las patronales:
“Pienso que el problema social se resuelve de una sola manera: obrando conscientemente para buscar una perfecta regulación entre las clases trabajadoras, medias y capitalistas, procurando una armonización perfecta de fuerzas, donde la riqueza no se vea perjudicada, propendiendo por todos los medios a crear un bienestar social (…) Las masas obreras que no han sido organizadas presentan un panorama peligroso, porque la masa más peligrosa, sin duda, es la inorgánica. (…) un medio de cultivo para esos agitadores profesionales extranjeros. (…) Hay una sola forma de resolver el problema de la agitación de las masas, y ella es la verdadera justicia social en la medida de todo aquello que sea posible a la riqueza de su país y a su propia economía.”
No está de más aclarar que los “agitadores profesionales extranjeros” a los que se refiere el coronel Perón eran los dirigentes obreros que, como en la huelga de la construcción, se ponían a la cabeza de la lucha y la organización de los trabajadores, anarquistas, comunistas y por qué no imaginar que quizás estuviera en su cabeza el nombre del dirigente del gremio de la madera que se puso al frente del Comité de solidaridad con la lucha de los albañiles, Mateo Fossa, quien se transformará en dirigente del trotskismo argentino.
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En su diálogo con los patrones Perón los llama a la reflexión, advierte del peligro de una clase obrera sin nada que perder, se ofrece como garante de la propiedad de los dueños de todo y propone un plan para contener a los desposeídos frente a los convulsivos tiempos de posguerra:
“Yo invitaría a los señores a que reflexionen –como ya lo he hecho anteanoche, cuando se susurraba que iban a producirse desórdenes en la calle– acerca de cuál habría sido el espectáculo de estos días, si hace ocho meses no hubiéramos pensado en buscar una solución a esa desorbitación natural de las masas. Probablemente habría sido otro (…) Pueden venir días de agitación. La Argentina es un país que no está en la estratosfera (…) las ideologías que aquí se discuten, no se decidirán en la República Argentina, sino que ya se están decidiendo en los campos europeos (…) Está en manos de nosotros hacer que la situación termine antes de llegar a ese extremo, en el cual todos los argentinos tendrán algo que perder, pérdida que será directamente proporcional con lo que cada uno posea: el que tenga mucho lo perderá todo, y el que no tenga nada, no perderá. Y como los que no tienen nada son muchos más que los que tienen mucho, el problema presenta en este momento un punto de crisis tan grave como pocos pueden concebir.”
Con estos objetivos Perón retomará muchas de las demandas pendientes de la clase trabajadora y esta será la base del masivo apoyo social que obtendrá del movimiento obrero. Sin embargo, cuando para las clases dominantes la política social de contención ya sea suficiente procurará deshacerse de Perón y este no opondrá resistencia.
Octubre de 1945
El 10 de octubre de 1945 Perón se despedía de los trabajadores desde la Secretaría de Trabajo y Previsión reivindicando su política con un discurso a los dirigentes sindicales y llamando a defenderla. Sin embargo, advierte de los límites de esa defensa de las conquistas obtenidas y pronunciará la frase que ha sintetizado buena parte de la política del peronismo hacia el movimiento obrero, lema peronista de la desmovilización de los trabajadores “del trabajo a casa y de casa al trabajo”:
“Al dejar el gobierno, pido una vez más a ustedes que se despojen de todo otro sentimiento que no sea el de servir directamente a la clase trabajadora. Desde anoche, con motivo de mi alejamiento de la función pública ha corrido en algunos círculos la versión de que los obreros estaban agitados. Yo les pido que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence con inteligencia y organización. Por ello les pido también que conserven una calma absoluta y cumplir con lo que es nuestro lema de siempre, del trabajo a casa y de casa al trabajo.”
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Como sabemos, los trabajadores y las trabajadoras no respondieron a esta orden y salieron a las calles. El diálogo que establece Perón ahora con las masas congregadas en la Plaza de Mayo es una muestra de la redefinición que debe hacer, frente a la enorme movilización, el dirigente que había dado un paso al costado. Ante el grito “¿Dónde estuvo? ¿Dónde estuvo?” con que el pueblo reunido en la Plaza quería conocer las maniobras con que las clases dominantes ocultan a las masas sus objetivos, Perón no responde y ensaya retóricas de unidad patriota; las masas insisten:
“Señores: ante tanta insistencia, les pido que no me pregunten ni me recuerden cuestiones que yo ya he olvidado. Porque los hombres que no son capaces de olvidar no merecen ser queridos ni respetados por sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo. Ha llegado el momento del consejo. Trabajadores: únanse; sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos. Diariamente iremos incorporando a esta enorme masa en movimiento a todos los díscolos y descontentos, para que, junto con nosotros, se confundan en esta masa hermosa y patriota que constituyen ustedes.”
Todavía no tiene claro Perón el camino que seguirá (como sabemos, los sindicatos organizarán después del 17 de octubre un partido para sostener su candidatura a la presidencia en las elecciones que se celebrarán al año siguiente), pero lo que sí tiene claro es su objetivo de contener toda movilización de las masas trabajadoras:
“Confiemos en que los días que vengan sean de paz y de construcción para el país. Mantengan la tranquilidad con que siempre han esperado aún las mejoras que nunca llegaban. Tengamos fe en el porvenir y en que las nuevas autoridades han de encaminar la nave del Estado hacia los destinos que aspiramos todos nosotros, simples ciudadanos a su servicio. Sé que se han anunciado movimientos obreros. En este momento ya no existe ninguna causa para ello. Por eso les pido, como un hermano mayor, que retornen tranquilos a su trabajo.”
El gobierno peronista: contra la lucha obrera y la independencia de clase
Hemos recorrido en las propias palabras de Perón la construcción del rol histórico de su movimiento, la contención de la movilización y la lucha obrera y la eliminación de toda tendencia a la independencia de clase. Ya en la presidencia, el gobierno peronista despliega un conjunto de instrumentos para afirmar la conciliación de clases, en especial el fortalecimiento de las dirigencias sindicales, ligándolas cada vez más al Estado y consolidando la burocratización de las organizaciones.
Así, la lucha como herramienta de logro de conquistas fue desplazada progresivamente hasta excluir el derecho de huelga entre los derechos de los trabajadores y penar a los sindicatos que lo utilizaran por fuera del consentimiento de la CGT y el gobierno. Es que el derecho de huelga negaba un principio clave de la ideología peronista, las relaciones armónicas entre las clases. Por eso, este derecho fue el único que no obtuvo jerarquía legal, no fue incluido en la Ley de Asociaciones Profesionales y tampoco formará parte de los derechos de los trabajadores en la nueva Constitución de 1949.
Para ese año los conflictos obreros retomaban el protagonismo; los trabajadores enfrentarán los inicios de una crisis económica que se pretenderá descargar sobre sus espaldas. El presidente llama nuevamente al movimiento sindical a reforzar su cooperación. Para continuar con las propias palabras del ahora General Perón, en 1949 el periódico de la CGT publicará su advertencia sobre,
“ir a la lucha por la lucha misma y terminar envueltos en una confrontación egoísta de posiciones con los empresarios. Llegó el momento de armonizar los intereses comunes de los trabajadores y de los empresarios, dejando de lado la lucha estéril por prevalecer unos contra otros. Nuestro objetivo es lograr condiciones que sean justas tanto para los obreros que asumen la agotadora tarea del trabajo físico como para los empresarios que se arriesgan a perder su capital. De esta armonía básica de intereses nace la paz social que lleva al bienestar de todos.”
No solo el bienestar no terminará de llegar sino que el golpe que derrocará a Perón en 1955 pondrá fin con aún mayor claridad a las pretensiones de armonía y paz social; el ajuste y la represión serán respondidos por la clase trabajadora retomando sus mejores tradiciones durante la llamada Resistencia. No podemos más que terminar recurriendo nuevamente a las propias palabras de Perón cuando quiso allanarle el camino al radical Arturo Frondizi en 1958 y pacificar a los trabajadores: “Hasta el 1° de Mayo, mi consigna a los trabajadores es la misma que en 1946: ‘De casa al trabajo y del trabajo a casa’. Es la forma de evitar provocaciones, último recurso que le queda al continuismo para generar el caos e invalidar por la fuerza el pronunciamiento ciudadano”.
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Recordar ciertas fechas y conmemoraciones, conocer desde las fuentes hechos y discursos, recuperar tradiciones de lucha y organización y reflexionar acerca de batallas ganadas y perdidas, resulta fundamental en tanto nos permite reconocernos en las experiencias y tradiciones de la clase trabajadora, a la vez que conocer la forma en que las clases dominantes y sus representantes preparan ataques y traiciones.
Para la clase trabajadora argentina es clave conocer el papel jugado por el peronismo; parte de su rol ha sido ocultar la larga y combativa historia del movimiento obrero previa al 17 de octubre de 1945. Los trabajadores habían enfrentado al Estado y las patronales mucho antes de que el peronismo impusiera sus postulados de conciliación de clases y desmovilización, como demostró, por ejemplo, la lucha de los obreros de la construcción que hemos referido aquí.
Hoy se atacan muchas de las conquistas que los trabajadores y trabajadoras han logrado y que aún permanecen, desde los más elementales derechos laborales de los trabajadores en actividad y de los jubilados y jubiladas hasta la salud y la educación públicas. Por eso, lejos de “quedarnos en casa” o “esperar a las próximas elecciones”, hay que enfrentarlos en las calles, desde ahora, junto a los estudiantes y trabajadores. No partimos de cero, recuperar lo mejor de nuestras tradiciones y experiencias es una herramienta para enfrentar los ataques y engaños.
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Alicia Rojo
Historiadora, docente en la Universidad de Buenos Aires. Autora de diversos trabajos sobre los orígenes del trotskismo argentino, de numerosos artículos de historia argentina en La Izquierda Diario y coautora del libro Cien años de historia obrera, de 1870 a 1969. De los orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS-CEIP.