Tres intendentes de Unidad Ciudadana con el xenófobo Pichetto. El peronismo y un kirchnerismo que se niega a sí mismo. Una “herencia” de precarización que explica, en parte, el techo electoral.
Domingo 8 de octubre de 2017 00:00
“Se acercaron a la cabina de Torito. Antes de subir, Juan miró el sol y tuvo que cerrar los ojos.
—Va a ser un lindo día, sargento.
García se dio vuelta en dirección al pueblo y se quedó con la vista clavada en el horizonte. Tenía el rostro fatigado, pero la voz le salió alegre, limpia.
—Un día peronista —dijo”.
No habrá más penas ni olvidos. Osvaldo Soriano.
El video se filmó con un celular. Fue en un bar el pasado 2 de setiembre. Quienes aparecen sonríen y hacen chistes. Son tres los protagonistas. Vale detenerse en dos de ellos. Uno es Gustavo Menéndez, intendente de Merlo. La otra es Cristina Fernández, primera candidata a senadora por Unidad Ciudadana y ex presidenta. Bromean y se filman.
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El lugar es el despacho del senador Miguel Ángel Pichetto, figura emblemática de la “traición” para el sector del peronismo que se referencia con la expresidenta. A su lado, entre otros, sonríe Gustavo Menéndez. Es, apenas, el 4 de octubre.
Traidor vos, traidores todos
La traición es el significante vacío por excelencia dentro del mundo peronista. Todos pueden convertiste en traidores y dejar de serlo en poco tiempo. El término funciona como una suerte de ordenador del campo político interno. En el peronismo, traidores hubo siempre. Incluso, cuando dejaron de serlo.
La foto de intendentes de Unidad Ciudadana con Pichetto golpea duramente uno de los pilares de la campaña kirchnerista. Aquel que decía que alinearse con Cristina Fernández garantizaba un polo político para enfrentar el ajuste que vendrá después del 22 de octubre.
Pone al desnudo que un componente esencial de quienes integraron Unidad Ciudadana podría pasarse, como si nada, al espacio del peronismo que garantizará ese “GRAN ajuste”, al que se refirió la expresidenta en una reciente carta. Es el peronismo de los Pichetto, pero también de los Bossio. Los futuros “nuevos traidores” ya anidan en las listas actuales del espacio que encabeza Cristina Fernández.
Intendentismo
Demasiado grandes para ser ignorados en el juego político, demasiados pequeños para imponer, de manera directa, un candidato propio, los barones del Conurbano juegan su propia partida. La foto con Pichetto también debe entenderse en ese cruce de intereses.
El periodista Agustín Cesio fue uno de los primeros en hablar del “intendentismo”, ese espacio político-geográfico que integra tendencialmente a los líderes comunales del Conurbano. Hace ya más de un año, escribía en Panamá Revista que “la derrota del FpV provocó en suelo bonaerense un reagrupamiento de sus intendentes (…) fueron pasando de la defensiva a la proyección política de un espacio que parecería desafiar las leyes de la gravedad y del justicialismo (…) comenzaron a adquirir relevancia aquellos que supieron conseguir poder propio (léase votos o ejecutivos) en el marco de una reconfiguración del tablero de ajedrez político de PBA”.
Consultado por este medio, Cesio relata que los nombres de Menéndez y Nardini suenan fuerte en ese espacio. “Ganaron una guerra”, señala en relación a los resultados electorales de 2015. “Hay que hablar de actualización, no de renovación del peronismo”, corrige a este cronista.
Las elecciones del 22 de octubre dejarán, todo parece indicarlo, una mayor crisis al interior del espacio fundado por un coronel hace ya décadas. Será un lunes sin triunfadores, con CFK perdiendo o “empatando” en el mejor de los casos; un Massa releado en sus votos y un peronismo provincial donde el único ganador destacado podría ser el salteño Urtubey. Una provincia demasiada lejana al centro político del país. Una figura demasiado reaccionaria para el escenario político actual. En este marco de crisis de los liderazgos nacionales, el “intendentismo” tiene campo para desarrollarse.
"Yo soy peronista”
“Al kirchnerismo siempre lo vi como una manera de bajarnos el precio a los peronistas".
La frase le pertenece a la líder del kirchnerismo. ¿El kirchnerismo ha muerto entonces? ¿O solo se niega a sí mismo?
El movimiento político que encabeza la expresidenta asoma la nariz al escenario que se abrirá el 23 de octubre. Con un universo de encuestas que parecen no sonreírle, se abre el debate sobre su futuro. Miguel Ángel Pichetto ya recomendó un bloque propio de Unidad Ciudadana.
La Izquierda Diario habla con Marcelo Leiras, politólogo amigo de la casa. “El kirchnerismo tiene posibilidades de armar algo separado en la medida en que logre hacer pie en alguna otra provincia, además de la provincia de Buenos Aires”, afirma.
El análisis de lo ocurrido en las PASO ya muestra otra cosa. Los kirchnerismos que acompañaron a CFK en provincias como Mendoza o Santa Fe “fueron por dentro del peronismo. Me parece bastante difícil que al kirchnerismo le dé para armar algo separado del PJ. Los aliados en esas listas, entre armar algo tipo Frepaso o quedarse en el peronismo, están dando la señal de que se quedan en el PJ”.
Así las cosas, las imágenes del futuro presentan a un kirchnerismo (¡con perdón del término!) negociando espacios en el peronismo de los Pichetto, Bossio, Oscar Romero, Urtubey y ¿Massa? Para el tigrense las cosas tampoco están pintadas con colores alegres.
Herencias y construcciones
Hace poco escribíamos que “el kirchnerismo, en condiciones de crecimiento más que envidiables, no llegó a adquirir carta de ‘movimiento histórico’. La votación del domingo pasado muestra el techo de su relato”.
El kirchnerismo, a pesar de sus roces y tensiones con el gran empresariado, evidenció infinitos límites a la hora de realizar cualquier transformación más o menos sería de la estructura social del país.
En el terreno económico y social la “herencia” de precarización laboral y trabajo en negro explica, en parte, los también altos niveles de pobreza después de años de fuerte crecimiento.
Señalando la enorme brecha existente entre diversos sectores de la clase trabajadora y dando cuenta de la informalidad laboral, la investigadora Paula Abal Medina hablaba recientemente de una “restitución que no alcanzó” (¿Existe la clase obrera?. Capital Intelectual, 2017).
La larga herencia de informalidad solo podía ser revertida tomando medidas de índole anticapitalista. El kirchnerismo, por su propio carácter de clase, no podía llevarlas a cabo. Su horizonte se limitaba a reconstruir “una burguesía nacional”. Esa tarea implicaba la continuidad de la precarización laboral. La ganancia de la burguesía, como ya lo explicó Carlos Marx hace siglo y medio, radica en la explotación del trabajo asalariado.
La experiencia política kirchnerista vuelve a ratificar los límites históricos de cualquier corriente política de carácter capitalista. Evidencia que una solución profunda a los problemas estructurales del país solo puede surgir del desarrollo de una perspectiva anticapitalista y revolucionaria.
La construcción de una fuerza política independiente de la clase trabajadora y los sectores populares sigue siendo, entonces, una tarea imperiosa. El fortalecimiento del Frente de Izquierda hacia las elecciones del 22 de octubre es una apuesta en ese camino. En el escenario político actual es la única variante que expresa una perspectiva independiente de las fracciones que representan políticamente al empresariado.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.