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Red Internacional
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CORONAVIRUS EN FRANCIA. El plan de vacunación de Macron se convirtió en un gran escándalo sanitario

La estrategia de vacunación del Gobierno francés se destaca por su incapacidad para romper las cadenas de contagio y para resolver la crisis sanitaria. El 2021 comienza así con un nuevo gran escándalo en la gestión de la pandemia.

Martes 5 de enero de 2021 15:09

El número de muertos en Francia desde el inicio de la pandemia ha superado la marca de 65.000 este domingo, y la situación sanitaria está dando señales muy preocupantes cuando aún no se han contabilizado los impactos de Navidad y Año Nuevo en la curva de hospitalizaciones.

Ante esta epidemia que parece no tener fin, la llegada de la vacuna -que sabemos que se desarrolló en un tiempo récord pero cuyas diversas fases de pruebas han acabado siendo altamente efectivas a pesar de las incógnitas a largo plazo- parecen ser un componente esencial de cualquier estrategia de salud eficaz.

Por ello, el Gobierno de Macron puso el tema de la vacuna en el centro de su estrategia de salud para 2021, abandonando efectivamente la estrategia de “testear-alertar-proteger”, cuyo objetivo era romper las cadenas de contagio, privilegiando en su lugar una gestión autoritaria mediante la alternancia entre la semicontención y el toque de queda para evitar el desbordamiento de hospitales y un colapso de la economía.

En este sentido, en materia de salud, el Gobierno ha adoptado una estrategia de vacunación que incluyó tres fases: en enero, vacunar a los residentes de los hogares de ancianos y su personal; en febrero, personas con patologías y adultos mayores; y en primavera al resto de la población. Una estrategia que revela la total falta de preparación del Gobierno. El año 2021 se abre con un nuevo escándalo de salud en torno a la estrategia de vacunación.

Hasta el 1 de enero, solo 516 personas habían sido vacunadas. En comparación con otros países europeos, Francia se estancó desde el principio: en Italia, 85.000 personas recibieron su vacuna, 200.000 en Alemania y un millón en el Reino Unido.

Mientras que la estrategia británica se destaca por una gestión aventurera que no tiene en cuenta las sugerencias de expertos como la duración recomendada entre la primera dosis y la segunda dosis, la estrategia del gobierno francés demuestra gráficamente su incapacidad para llevar a cabo una campaña de vacunación eficaz, sumado a los problemas logísticos y de procedimiento.

Si bien se obtuvieron 500.000 dosis de vacunas Pfizer, la cantidad de dosis aplicadas es baja dada la gravedad de la situación sanitaria. Para justificar este nuevo escándalo, el hombre de las vacunas Alain Fischer declaró hace unos días que, a diferencia de Alemania, donde se han instalado “vacunódromos”, la estrategia del Gobierno francés era “llevar la vacuna a la gente”, lo que “leva tiempo” y es “complicado”. Macron trata de sacarse responsabilidad en vistas de las elecciones 2021, pero es el Jefe de Estado en el seno del Consejo de Defensa, o sea el principal responsable de esta caótica aplicación de la vacuna.

Por otra parte, la lentitud de la campaña de detección es más preocupante ya que la nueva cepa británica se ha detectado nuevamente en Francia. Como recordó Arnaud Fontanet, miembro del Consejo Científico, a Radiofrance, “La preocupación del momento es saber si esta variante se extenderá y a qué velocidad, sabiendo que en Gran Bretaña esta variante tiene una transmisibilidad un 50% superior a las demás variantes del virus y que, por tanto, realmente puede arrojarnos a una situación de extrema complejidad”. En un contexto en el que la cepa británica puede multiplicarse en cualquier momento, la cuestión de la vacuna se vuelve aún más esencial.

Ante el riesgo de una crisis política, el Gobierno intenta acelerar la campaña

Ignorando críticas el Gobierno anunció la aceleración de la campaña. Tras intentar justificar la lentitud de la campaña, explicando que habían "elegido un camino diferente" al de otros países europeos, Gabriel Attal, portavoz del Gobierno, dijo a Le Parisien que "la aceleración solicitada por el presidente ya está en marcha".

La aceleración de última hora ilustra la total falta de preparación del Gobierno, advertido desde hace varios meses de las limitaciones ligadas a este tipo de vacunación. Hoy, a un año del inicio de la epidemia, Macron continúa mostrándonos su incapacidad para manejar el nivel de crisis que enfrentan nuestras vidas.

La fuerza de los trabajadores puede enfrentar la crisis sanitaria

Detrás de esta gestión catastrófica y errática, es el propio Macron quien está alimentando la desconfianza hacia las vacunas dentro de la población, la última encuesta de Odoxa revela que el 58% de la población es reacia a vacunarse. Una desconfianza que el Gobierno alimentó por medio de su gestión autoritaria intentando hacer la vacunación obligatoria, lo que generó más rechazo. Mediante un proyecto de ley en la noche de navidad habría la puerta a que el Primer Ministro hiciera obligatoria la vacunación. Así el Gobierno jugó un peligroso juego y aumentó la desconfianza existente.

Por otra parte, el ministro de Salud francés, Olivier Véran, anunció que estaba convencido "de que se logrará un buen nivel de inmunidad colectiva sin la vacunación obligatoria", por lo que no se puede descartar que este proyecto de ley, que destruye la libertad, se deje de lado para dar más prerrogativas al Ejecutivo, en la continuidad del giro autoritario que ha tomado el Gobierno de Macron desde hace varios meses.

Si las vacunas forman parte de la solución de la crisis, entonces no hay que hacerse ilusiones en este Gobierno, que, mientras que habla de las vacunas como el nuevo Grial, ni siquiera ha establecido hasta ahora centros de vacunación en el Ehpad (hogar de ancianos), ni ha proporcionado suficientes contenedores para almacenarlas.

Es cada vez es más urgente poner en práctica un verdadero plan de salud, acorde con lo que está en juego, en los hospitales, las escuelas, los transportes y los lugares de trabajo, para que no se sacrifique la vida y la salud de la población. Un verdadero plan de salud que ponga en el centro de la cuestión la contratación masiva de personal sanitario o educativo, para aliviar la congestión en hospitales y escuelas.

Más allá de la responsabilidad del Gobierno, la forma en la que se lleva adelante la investigación, producción y distribución de la vacuna ha demostrado la imposibilidad de resolver crisis de la magnitud del coronavirus bajo el sistema capitalista. Los capitalistas a la cabeza de las empresas farmacéuticas se niegan a compartir la investigación científica y a ser transparentes sobre el progreso de los trabajos. En este sentido, es imperativo exigir que las patentes de las vacunas se distribuyan a todo el mundo, de forma gratuita, para que los países más pobres también tengan acceso a ellas.

Como la responsabilidad recae en las grandes empresas farmacéuticas que organizan la escasez y en los gobiernos nacionales que son sus principales aliados, sólo pueden ser los trabajadores de esta industria, y los trabajadores sanitarios en los hospitales, los que se encarguen de gestionar la crisis sanitaria.