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El relanzamiento de la CMI: ¿giro a la izquierda o continuidad oportunista?

La Corriente Marxista Internacional, liderada por Alan Woods, relanza algunas de sus secciones. ¿Significa esto un giro político a la izquierda? Más o menos. Sin embargo, las décadas de posiciones oportunistas no desaparecen de la noche a la mañana.

Lunes 25 de marzo 10:34

Traducción del inglés realizada por Pedro Vantas. Artículo originalmente publicado en Left Voice

Este mes, la Corriente Marxista Internacional (IMT por sus siglas en inglés), liderada por Alan Woods, está relanzando algunas de sus secciones más importantes. Plantean la fundación de partidos revolucionarios comunistas en Reino Unido, Suiza y Canadá. Además, anunciaron que se van a renombrar como Internacional Comunista Revolucionaria. Además, este último año, sus miembros estuvieron distribuyendo una misma pegatina en varios países con el lema: "¿Eres comunista? Entonces organízate" Que lleva a un código QR que permite apuntarse a la CMI y empezar a mandarles dinero. Por otro lado, aunque la CMI ha existido en su forma actual durante 30 años, no ha usado las clásicas hoces ni martillos hasta hace muy poco. ¿Qué hay detrás de todo este cambio de imagen? Echemos un vistazo a la historia de la CMI para entender su trayectoria actual.

División de la CIT/CWI

La CMI se funda en 1992 (aunque solo adopta el nombre de CMI una década después) como una fracción del Comité por una Internacional de los Trabajadores (CIT/CWI). El CIT era el grupo trotskista fundado en 1974 por Ted Grant, organizado alrededor de la tendencia "Militante" (Militant en inglés) en el Partido Laborista Británico.

Grant fue un dirigente de la Cuarta Internacional, la organización revolucionaria fundada por León Trotsky, cuando colapsó hacia el centrismo en el periodo de posguerra. Tras 1945, cuando el movimiento trotskista estaba desolado y desorientado, varios dirigentes pensaron que su mayor esperanza era hibernar dentro de los partidos socialdemócratas, convirtiendo la táctica a corto plazo del "entrismo" en una estrategia a largo plazo. Aunque al principio dudó de este entrismo sui generis (también llamado "entrismo a largo plazo" o "entrismo sin salidismo"), Grant pronto se convirtió en un adherente acérrimo [1]

Cuando se produjo un fenómeno de radicalización en la juventud, en torno a 1968, la mayor parte de facciones del movimiento trotskista rompió las cadenas que les ataban a la socialdemocracia y fundaron nuevas organizaciones revolucionarias independientes. Grant, en cambio, redobló su orientación al Partido Laborista, promulgando una "ley histórica" por la cual, en tiempos de crisis, las masas siempre volverían a sus "organizaciones de masas de siempre" y obligarían así a los marxistas a volver tarde o temprano a los partidos reformistas si querían tener un diálogo con estos sectores.

Pasar varias décadas de militancia dentro del Partido Laborista era, naturalmente, incompatible con defender un programa abiertamente bolchevique. Bajo el liderazgo de Grant, Militant defendió un programa centrista, que intentaba acabar con las diferencias entre posiciones revolucionarias y reformistas apostando solo por aquellas demandas que no "asustaran" al trabajador promedio. Militant defendía, por ejemplo, que el socialismo se podría instalar pacíficamente si el Partido Laborista ganara la mayoría parlamentaria y llevase a cabo un decidido programa socialista. También sostuvo que los policías eran "trabajadores con uniforme" y que debían organizarse en sindicatos. Cuando el gobierno de Margaret Tatcher lanzó una ofensiva imperialista contra Argentina, Grant rechazó cualquier tipo de resistencia antimperialista porque eso "pondría a parir a los marxistas a ojos de los trabajadores".

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Hacia mediados de los años 80, Militant había alcanzado cierta influencia (aunque su estimación de 8.000 miembros era una exageración). Finalmente, la burocracia del Partido Laborista decidió deshacerse de los trotskistas que dirigían a la juventud laborista. Militant, entregado a su perpetua orientación hacia los laboristas, no luchó contra la medida, sino que se subordinó todavía más a su dirección, lo cual llevó a una desmoralización y a la caída drástica en números de su militancia. A principios de los 90, la mayor parte del agonizante aparato bajo la dirección de Peter Taaffe (¡con más de 250 militantes liberados!) decidió que necesitaban volver con el laborismo para salvar lo que quedaba de la organización. Esta política, conocida como "giro escocés" supuso que la mayoría del CIT, después de décadas, abandonaba el seno de la socialdemocracia.

Lo que más tarde se conoció como Corriente Marxista Internacional se trató de la facción minoritaria del CIT, liderada por Ted Grant y Alan Woods, que se oponían a este giro. Grant afirmó que salir del Partido Laborista implicaba desperdiciar décadas de paciente trabajo. La única razón de ser de la CMI era, por tanto, su mantenimiento dentro del Partido Laborista, de la SPD alemana y de otros partidos obreros reformistas.

El CIT y, más tarde, la CMI, llevaron a cabo este entrismo a largo plazo, ya no solo en los partidos obreros burgueses, sino también en partidos puramente burgueses como el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Morena en México o el Partido Popular Pakistaní (PPP), del clan hipercorrupto Buttho. Desde entonces, la CMI solo ha conseguido un miembro en un parlamento nacional, un candidato del PPP que, según el propio testimonio de la CMI, era tan corrupto como el partido.

Hacia una nueva orientación

Después de fraccionarse del CIT, la CMI continuó considerándose "la voz marxista en la socialdemocracia" unas cuantas décadas más. Sin embargo, se enfrentaba al mismo problema objetivo que los seguidores de Taafe: mientras el laborismo, la SPD alemana y los partidos similares implementaran políticas neoliberales brutales, atraían cada vez a menos trabajadores y jóvenes afines al socialismo. La CMI, mientras se aferraba formalmente a sus principios entristas, debía buscar nuevos entornos.

Encontró así un tema que entusiasmaba a la juventud de izquierdas a principios y mediados de la década de los 2000: los gobiernos de la "marea rosa" o "vuelta hacia la izquierda" de Latinoamérica. Woods se convirtió, así, en un cheerleader del presidente venezolano Hugo Chávez. Tras la derrota del intento de golpe de Estado en 2002 por las movilizaciones masivas, Chávez cambió de retórica y proclamó que su meta era conseguir "el socialismo del siglo XXI".

Como ya explicamos en otro artículo, el gobierno de Chávez representó lo que el marxismo denomina "bonapartismo sui generis": esperando poder ganar mayor autonomía respecto del imperialismo, una parte de la burguesía de un país semicolonial necesita movilizar a las masas con reivindicaciones progresivas. Así analizó Trotsky al gobierno de Lázaro Cárdenas en México en los años 30, por ejemplo. Woods se negaba a aplicar categorías marxistas a Venezuela y declaró que Chávez estaba liderando una revolución socialista, a pesar de que Chávez era la cabeza de un estado burgués y que siempre defendió la propiedad privada de los medios de producción. Chávez ni siquiera dejó de pagar la deuda externa del país al imperialismo. Woods justificó el oportunismo de Grant escribiendo que un análisis marxista ortodoxo del gobierno venezolano sería "sectario" y "les alejaría inmediatamente de las masas".

La estrategia de Woods se basaba en la idea de que el gobierno bolivariano, con la suficiente presión de las masas, podría verse forzado a romper con el capitalismo. Esta es una estrategia clásicamente centrista, formulada a comienzos de los 50 por Michel Pablo, como justificación para su apoyo político al gobierno argelino de Ben Bela.

Cabe destacar que la CMI rompió, sin comentario alguno, con la tradición de Grant. En los 60, Grant criticó a Pablo y a otros dirigentes trotskistas por su adaptación al estado obrero degenerado de Cuba bajo el gobierno de Fidel Castro y el Che Guevara. Grant insistió en que era necesaria una revolución proletaria en Cuba, una que estableciese un gobierno independiente al de los estalinistas. Sin embargo, Woods estaba ahora argumentando que el socialismo podía alcanzarse en Venezuela bajo el liderazgo de Chávez, la cabeza de un estado burgués; una creencia antigua y antimarxista de Militant de que podía existir tal cosa como una transición pacífica al socialismo.

Y esto no era solo una ruptura con el legado de Grant; era ante todo una ruptura con todo lo que Trotsky escribió sobre Latinoamérica durante su exilio en México. Donde Trotsky llamaba a los trabajadores a rechazar a los "partidos del frente popular", la CMI hacía campaña para que los trabajadores se uniesen al partido de Chávez, el PSUV, es decir, a un ala progresista de la burguesía.

Mientras el proyecto bonapartista de izquierda de Chávez entraba en decadencia con su sucesor, Nicolás Maduro, adoptando medidas cada vez más autoritarias y neoliberales, la CMI finalmente rompió con el PSUV. Sin embargo, eso no supuso ninguna ruptura con la ideología nacionalburguesa del chavismo. La CMI formó una alianza con el partido estalinista que estaba demandando una vuelta al chavismo de Chávez [2]. Esta subordinación no era la única alternativa, en ese mismo momento, la Liga de Trabajadores por el Socialismo, luchaba por una posición de independencia política de la clase trabajadora.

Esta política oportunista no se limitó a Venezuela. Woods declaro, de forma similar, su apoyo al gobierno burgués de Evo Morales en Bolivia. Y durante varias décadas, la CMI en México ha apoyado a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que fue primero alcalde de la capital y ahora presidente del país.

En Estados Unidos, la CMI argumenta correctamente que los socialistas nunca deberían apoyar a Bernie Sanders porque es un político burgués. Al sur del Río Grande, sin embargo, la Corriente parece no haber oído hablar del principio de independencia de clase. A base de maquillar el chavismo y a otros gobiernos burgueses, la CMI hace que resulte más difícil explicarle a la juventud qué es y qué no es el comunismo.

Acercamiento a la izquierda

Durante la década del 2010, mientras la CMI mantenía su ortodoxia grantista en teoría, se arrastraba hacia la izquierda y rompía, silenciosamente, con su estrategia entrista. En Reino Unido, dejó de ser parte de la juventud laborista y formó sus propios grupos de estudio marxistas. Cuando el Partido de los Trabajadores Socialistas de Reino Unido (SWP) entró en crisis en 2013, perdiendo su lugar hegemónico como el grupo de extrema izquierda más grande en las universidades británicas, la CMI llenó parcialmente el vacío que dejaron.

Hoy, nuevas capas de jóvenes que se politizaron durante o tras la crisis capitalista de 2008 están mucho más cerca de identificarse con el comunismo. La radicalización, facilitada por las redes sociales, ha posicionado a amplios sectores de la juventud a la izquierda de las posiciones tradicionales de la CMI. Por ejemplo, la CMI siempre ha defendido los sindicatos policiales diciendo que atraerían a los policías al movimiento obrero y "debilitarían la capacidad del estado capitalista de reprimir a la clase trabajadora". Sin embargo, los millones de jóvenes que salieron a las calles en el movimiento Black Lives Matter de 2020 entendían que los sindicatos de la policía eran instituciones completamente reaccionarias que deben ser expulsadas del movimiento obrero.

Buscando adaptarse a esta nueva conciencia sin renunciar sus viejas posiciones, la CMI ha acabado teniendo políticas incomprensibles e increíbles en relación con la policía. Afirman "oponerse a las acciones de los sindicatos de policía que van en detrimento de la clase trabajadora en general, pero apoyando aquellas acciones que beneficien a los trabajadores y acerquen a los policías de base al movimiento obrero". Se trata de una mezcla típicamente centrista, que puede significar apoyo completo o rechazo absoluto a estos sindicatos. Desde la Fracción Trotskista, no necesitamos revisar ninguna de nuestras posiciones de 2020, porque siempre hemos sostenido que los policías no son trabajadores. La CMI, al contrario, dice en Estados Unidos que los sindicatos policiales son inherentemente reaccionarios, pero en Canadá y otros lugares, que son potencialmente progresivos.

Contradicciones más grandes han salido a la luz con la situación en Palestina. Durante décadas, la CMI ha defendido la "solución de los dos estados socialistas", diciendo que una "Israel socialista" y una "Palestina socialista" debían coexistir. En nuestra opinión, la posición de la CMI representa una concesión al chovinismo. Cada vez más jóvenes apoyan la propuesta marxista de un solo estado palestino, socialista y democrático, como parte de una federación socialista en Oriente Medio. Debido a esto, la CMI ha ido cambiando su posición y limpiando su página web de algunos de los contenidos más terribles y antipalestinos de mediados de los 2000.

En varios puntos, la CMI se está moviendo hacia la izquierda y más cerca de las correctas posiciones trotskistas. O al menos, no son tan evidentes su apoyo a los sindicatos policiales o a una "Israel socialista". Pero en ningún lado reconoce estos cambios y, mucho menos, los explica.

Falta de teoría

Todo esto nos lleva al actual cambio de look "comunista revolucionario" de la CMI. En solo unas semanas, la CMI va a romper con unos 70 años de trabajo dentro de partidos reformistas. Cuando Taaffe llevó a la mayor parte de la CMI fuera de los partidos socialdemócratas hace 30 años, buscaba una consistencia teórica. Taaffe seguía defendiendo la "ley histórica" de Grant según la cual los marxistas debían mantenerse "en el seno de las organizaciones de masas tradicionales" de la clase trabajadora. Sin embargo, consideraba que el laborismo y otros partidos reformistas habían dejado de ser partidos obreros burgueses para ser solo burgueses. La teoría no tenía en cuenta el hecho de que, en muchos países, esos partidos reformistas seguían cimentándose sobre la burocracia sindical y, por tanto, indirectamente en la clase trabajadora. Esto, por otra parte, nunca ha obligado a que los marxistas tuvieran que adaptarse a tales partidos y trabajar en su seno durante décadas, en nuestra opinión. Todo ello era, al menos, un intento de proporcionar una teoría para un notable cambio estratégico.

Ahora, Woods y la CMI están girando en la misma dirección en que Taaffe y el CIT giraron hace tres décadas, pero Woods, que pretende jugar un papel a nivel teórico, no ha dicho una sola palabra para justificar este giro más allá de generalismos acerca del comunismo. Si, como señala, fue una aventura sectaria salir del Partido Laborista y fundar un partido que le hiciera la competencia tanto en los 90 como hace tan solo 15 años, ¿qué ha cambiado ahora? ¿Es el Partido Laborista bajo el mando de Starmer tan distinto de lo que fue bajo el mando de Blair?

Es bienvenido que la CMI se haya puesto como meta construir partidos comunistas revolucionarios. Pero esto no puede hacerse a través de grupos de propaganda sin dirigentes forjados por las luchas obreras que se limiten a emitir proclamas. Y, a pesar de haber pasado a denominarse a sí mismo como un "comunista revolucionario", no vemos que Woods haya dejado de apoyar al gobierno burgués de México.

Sin una base programática seria, el deslizamiento de la CMI hacia la izquierda no será duradero y volverá a donde estaba con el próximo cambio de tendencia. De tal "zig" se sigue, inevitablemente, un "zag" igual de salvaje. Los compañeros de la CMI rompen con una estrategia de adaptación al reformismo muy duradera, pero esta ruptura debe ser una ruptura política, y no solo organizativa. El ejemplo perfecto lo encontramos en sus antiguos camaradas de la CIT: cuando miramos sus políticas desde que dejaron el laborismo vemos que, a pesar de no formar más parte de un partido reformista, continuaron creyendo que se necesitaba alguna formación de este tipo como forma intermedia para una organización revolucionaria. Esto llevó al CIT a apoyar a los "nuevos" partidos reformistas alrededor de todo el mundo. Un buen ejemplo ejemplo es el apoyo de Izquierda Revolucionaria – el Sindicato de Estudiantes a Podemos.

Verdadera independencia de clase

En muchos sentidos, la CMI ha desechado las posiciones tradicionales de Grant. En cierto sentido, Woods se muestra como el discípulo más leal de Grant: ambos fueron los maestros de lo autoproclamatorio. La CMI no se cansa de repetir que Militant fue la organización trotskista más grande del mundo tras 1945. Probablemente esto sea falso, incluso en su mejor momento, Militant no se podía comparar con la LCR francesa, el MAS argentino y ni hablar del trotskismo en Vietnam o Bolivia.

Woods ahora dice que la CMI es "la única organización que tiene por tarea reestablecer el comunismo". Las demás organizaciones son "sectas" solo por no ser la CMI. Mientras que los dirigentes de la CMI se acercan políticamente a otras tendencias trotskistas, aumentan su bilis. Woods dice, por ejemplo, que cualquier propuesta de colaboración entre diferentes grupos socialistas debe ir "directa a la papelera".

Podemos poner un ejemplo de intervención política en el sentido diametralmente puesto mirando a las que sí son las organizaciones trotskistas más grandes del mundo actual. Los trotskistas en Argentina se hallan organizados en torno al Frente de Izquierda de los Trabajadores – Unidad (FIT–U), entre los que está su integrante más grande, el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), partido hermano de quien escribe este artículo. El FIT–U ha conseguido cinco escaños en el Congreso argentino, cuatro de los cuales pertenecen al PTS, con más de 700.000 votos. Además, la izquierda trotskista en Argentina puede movilizar a unas 25.000 personas en Buenos Aires. Pero lo fundamental es que la izquierda trotskista se estructura en cientos lugares de trabajo y estudio y han formado parte de luchas importantes como la que el pueblo trabajador argentino está poniendo en pie contra los ataques del ultraderechista Milei.

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Con apenas un puñado de miembros en Argentina, la CMI plantea vagas críticas al FIT–U, acusándolo de "deriva parlamentarista". Sin embargo, los compañeros del PTS tienen el orgulloso historial de utilizar la tribuna parlamentaria para la agitación revolucionaria. Como vimos, la CMI nunca ha tenido la oportunidad de mostrar en la práctica cómo actuarían sus representantes en un parlamento burgués.

Tan solo hace una década, Woods llamaba a los marxistas argentinos a unirse a la coalición progresista burguesa de Néstor y Cristina Kirchner, algo que está totalmente en línea con su apoyo a Chávez, Morales, López Obrador y otros gobiernos de la Marea Rosa. Afortunadamente, la mayor parte de los trotskistas en Argentina rechazaron el consejo de Woods y fundaron un frente propio basado en el principio de la independencia de clase, mostrando que pueden actuar de forma conjunta sobre la base de un programa de lucha de clases mientras debaten abiertamente sus diferencias.

Es lamentable que Woods apostara por formar un frente con Chávez, Morales o cualquiera de los muchos gobiernos burgueses mientras rechaza cualquier colaboración entre socialistas. Creemos que, especialmente en el contexto de genocidio de Israel sobre Gaza, es necesario que los socialistas trabajemos más unidos que nunca, sin ocultar nuestras diferencias. Estamos convencidos de que, aunque Woods rechace esta idea, otros miembros de la CMI al menos la considerarán.

Los compañeros que integramos Left Voice, medio en el que inicialmente se publicó este artículo, tenemos un manifiesto por la construcción de un partido socialista de la clase trabajadora, que proponemos como una posibilidad para unir a los socialistas organizados, los trabajadores y la juventud en Estados Unidos. En Argentina, el PTS y el FIT–U representan el proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo, pero sería absurdo proclamar que son los únicos revolucionarios. Más bien, sus experiencias sirven como base para construir partidos revolucionarios y reconstruir la IV Internacional, algo que solo puede ser el resultado de la lucha y colaboración entre las diferentes tendencias del movimiento socialista revolucionario.


[1Para un análisis más extenso del colapso político de la Cuarta Internacional en los tempranos años 50, véase En los límites de la restauración burguesa.

[2Para una crítica de la Alianza Popular Revolucionaria (APR) en Venezuela, formada por estalinistas, socialdemócratas y la CMI, véase nuestro diario hermano en Venezuela. Ángel Arias, Sobre la APR y los ataques del gobierno/PSUV: Se necesita un balance histórico y lecciones estratégicas, Ideas de Izquierda Venezuela. 27 de septiembre de 2022.

Nathaniel Flakin

Periodista freelance e historiador. Escribe en Left Voice, EE. UU. y Klasse gegen Klasse, Alemania. También ha escrito bajo el seudónimo de Wladek.