Este jueves, Sarkozy anunció a través de su cuenta de Facebook su “regreso” a la política francesa.
En esta decisión, a diferencia de la vuelta de De Gaulle en 1958, la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa
Sábado 20 de septiembre de 2014
Sarkozy espera aparecer como el salvador de Francia, tal como había sucedido con la vuelta del General de Gaulle en 1958 frente a la crisis política y estatal generada por la guerra de Argelia y los cortocircuitos que generaba en las instituciones y sistema de partidos. Sin embargo, su retorno se hace por la puerta chica.
El ex presidente de la República francesa (2007-2012) se vio obligado a volver peleando por las primarias de la UMP (Unión por un Movimiento Popular, partido de centro derecha) que se realizaran el próximo 29 de noviembre para elegir a su líder.
No era el escenario esperado por Sarko (como se lo conoce popularmente) que se imaginaba a sí mismo como la última carta de Francia frente al deterioro de la crisis económica, la crisis política abierta en el gobierno de Hollande y en la V República. También frente al avance de la extrema derecha de Marine Le Pen, actualmente el primer partido en Francia.
La carrera de obstáculos del ex presidente es enorme.
Acorralado en los tribunales por casos de corrupción, no sorprende que haya nombrado como director de campaña a Frédéric Péchenard, un “grand flic” (“flic” es como se nombra a la policía en Francia, un rati diríamos en Argentina). Péchenard fue director general de la Policía Nacional (DGPN) bajo su presidencia y tiene una larga carrera en la policía judicial. Ya había nombrado a otro “flic”, Michel Gaudin (antiguo prefecto de la policía de Paris y ex DGPN) como director de su gabinete, tras su derrota en 2012.
Con esta “guardia pretoriana” busca estar protegido e informado de la evolución de aquel frente tormentoso en los tribunales.
A nivel interno recibe un partido de centroderecha en bancarrota económica y cruzado por una guerra intestina por saber quién va a ser su jefe. También hay divisiones sobre las orientaciones políticas fundamentales, ya sea en relación a Europa como en relación al cuadro de alianzas para frenar el avance del Frente Nacional de Le Pen.
No por casualidad en el largo comunicado dado a conocer en Facebook no nombra jamás a su partido con nombre y apellido, afirmando sólo postularse como candidato a la presidencia de su familia política.
“Voy a proponer transformarla a fondo”, agrega, “para crear, en un plazo de tres meses, las condiciones para un nuevo y vasto reencuentro de todos los franceses, sin espíritu partidario”.
Si gana las primarias, posteriormente deberá salir al encuentro de su principal adversario interno, el ex primer ministro Alain Juppé, que ya se ha adelantado como candidato de la formación conservadora a las presidenciales de 2017.
El candidato a las presidenciales será designado, también mediante primarias, en 2016. Las últimas encuestas indican que solo Sarkozy o Juppé serían capaces de frenar el acceso de la ultraderechista Marine Le Pen a la presidencia de la República en la segunda vuelta si las elecciones se celebraran ahora.
Este retorno anticipado de Nicolas Sarkozy es una expresión más del clima deletéreo de la vida política francesa: Hollande ayer brindó una Conferencia de prensa que daba pena por las muestras de impotencia y debilidad. A esto se suma la crisis de la derecha tradicional y el avance de la extrema derecha.
Sarkozy pensaba volver a la política en la primavera de 2016, para lanzar una campaña presencial fulgurante. Según informa el diario Le Monde, según sus consejeros el ex presidente tenía todos los motivos para permanecer el mayor tiempo posible retirado y así poder “reconstruir su virginidad” en la opinión pública.
Pero estando tan presente entre la población el antisarkozismo (las políticas de Hollande son vistas por la mayor parte de la clase obrera y sectores populares como iguales o peor a la presidencia de Sarkozy), arriesgaba a convertirse en el objetivo ideal de todos sus opositores.
En los pasillos en el Palacio del Eliseo (sede de la Presidencia) se vio como un respiro la vuelta del ex presidente. Éste puede ser un blanco fácil que le sirva a la desvalida centroizquierda del PS para decir que ellos no son la austeridad, que la austeridad es Sarko y que si vuelve en 2017 va a liquidar el llamado “modelo social” francés.
Más bien unos y otros vienen alternándose en el poder y destruyendo ese “modelo social” en la últimas décadas.
De estas maniobras politiqueras solo puede sacar provecho Marine Le Pen, por lo cual es urgente avanzar en crear una alternativa obrera y popular a los distintos partidos de la burguesía francesa.

Juan Chingo
Integrante del Comité de Redacción de Révolution Permanente (Francia) y de la Revista Estrategia Internacional. Autor de múltiples artículos y ensayos sobre problemas de economía internacional, geopolítica y luchas sociales desde la teoría marxista. Es coautor junto con Emmanuel Barot del ensayo La clase obrera en Francia: mitos y realidades. Por una cartografía objetiva y subjetiva de las fuerzas proletarias contemporáneas (2014) y autor del libro Gilets jaunes. Le soulèvement (Communard e.s, 2019).