Reporte de la Organización Meteorológica Mundial da cuenta de que 2019 fue el año más seco y caluroso en la historia de Australia.
Valeria Foglia @valeriafgl
Miércoles 8 de enero de 2020 19:04
Foto: incendio en East Gippsland, Victoria, 2/1/2020 / EPA-EFE
La Organización Meteorológica Mundial (OMM), dependiente de Naciones Unidas, es categórica al vincular los incendios forestales sin precedentes que tienen lugar en Australia desde septiembre con las altas temperaturas a causa de la crisis climática. La propia Oficina de Meteorología australiana reportó que 2019 fue el año más caluroso y más seco que se haya registrado, con una temperatura media nacional anual 1,52 °C por encima del promedio.
La agencia meteorológica australiana añade que en los últimos años ha habido en gran parte del país un "aumento en el clima extremo de incendios y en la duración de la temporada de los mismos”, que además comenzaron a llegar más temprano de lo esperado. El clima de Australia se ha calentado poco más de 1 °C desde 1910, lo que lleva a un aumento en la frecuencia de los eventos de calor extremo, como sucedió el pasado 19 de diciembre, cuando la temperatura en el sur de Australia alcanzó los 49,9 ºC en Nullarbor, un verdadero infierno del que decenas de miles de camellos se vieron forzados a huir en busca de agua y comida. Quien tuvo mejor suerte que los camélidos es el primer ministro Scott Morrison, que por esos días voló a Hawai de vacaciones. Aquel 19 de diciembre fue el día más caliente de la historia de Australia.
Los incendios en #Australia han causado una devastación "muy masiva" de la vida silvestre, los ecosistemas y el medio ambiente.
El humo ha atravesado el Pacífico y llegado hasta #Chile y #Argentina.
El rol del #CambioClimático no está en duda.@WMO
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— Noticias ONU (@NoticiasONU) January 7, 2020
Las olas de calor extremo, la prolongada sequía y los fuertes vientos se combinaron para extender y aumentar la temporada de incendios en el sureste de Australia, especialmente en los estados de Nueva Gales del Sur y Victoria. A su vez, desde 2017 las deficiencias en la lluvia han afectado a Queensland y el sur de Australia. Eventos que marcarán una constante en el futuro del país oceánico.
El humo provocado por los incendios derivó en un empeoramiento de la calidad del aire en importantes ciudades australianas y de Nueva Zelanda, viajando miles de kilómetros para impactar en Chile y Argentina el 6 de enero, aunque sin consecuencias para la salud de poblaciones locales.
Como un ciclo perverso, si los incendios en Australia se basan en el cambio climático antropogénico, todo el proceso no hace más que contribuir a que la crisis siga su curso. Como señala el reporte de la OMM, “los incendios forestales liberan a la atmósfera contaminantes nocivos, que incluyen partículas y gases tóxicos como el monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos no metánicos”. En Australia se emitieron cuatrocientas megatoneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, según el Servicio de Monitoreo Atmosférico (CAMS) de la Unión Europea. El foco de concentración de emisiones en Nueva Gales del Sur es mucho más alto que el promedio de 2003-2018. Además, la propia destrucción de vegetación y bosques significará un impacto negativo en la absorción de dióxido de carbono.
Los expertos climáticos de la ONU proyectan que Australia experimentará:
• Aumentos adicionales en las temperaturas del mar y el aire, con más días calurosos y olas de calor marinas, y menos fríos extremos.
• Disminución de las precipitaciones en el sur de Australia (la zona más afectada por los incendios), con más tiempo de sequía, pero un aumento de fuertes lluvias en todo el país.
Sobre este último aspecto es que basan las advertencias científicos como Neville Nicholls, que asegura que, debido al suelo pelado, la ausencia de vegetación, árboles y pastizales, el agua de las fuertes lluvias no encontrará demasiada resistencia y provocará graves inundaciones.
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Lo que no destaca el reporte de la OMM es el origen socioeconómico de la crisis climática global. Claro que ese nivel intolerable de emisiones de gases de efecto invernadero (responsables del calentamiento global) no se genera solo ni los incendios que lo provocan son naturales, a diferencia de otros cambios climáticos en la historia terrestre. ¡Tampoco es responsabilidad de los camellos!, como algunos quieren convencer.
Según el Global Carbon Project, las emisiones globales de carbono récord de 2018 se basaron en carbón (40 %), petróleo (34 %), gas (20 %), cemento (4 %) y quema (1 %). China, Estados Unidos y la Unión Europea son los más contaminantes. Australia, en tanto, es el principal exportador de carbón del mundo. Sus autoridades se destacan por el burdo negacionismo, la hipocresía de comprometerse en reuniones interestatales a “reducir emisiones” y por alentar la dependencia de combustibles fósiles, tan dañina para el planeta.
La ciencia en Australia propuso educar a la comunidad, eficiencia energética e impuestos al carbono, además de alentar la investigación sobre energías limpias y renovables. El lobby de los combustibles fósiles pudo más. El caso australiano es la nueva muestra de cómo el capitalismo amenaza la vida en el planeta y nuestra propia supervivencia.
Hace más de cuatro meses que Australia está siendo devastada por incendios forestales de una dimensión nunca antes vista, con el saldo de decenas de muertos, miles de hogares destruidos y personas evacuadas, millones de hectáreas quemadas (cuatro millones solo en Nueva Gales del Sur) y un daño irreparable a la vida silvestre, los ecosistemas y el medioambiente. Especialistas en ecología de la Universidad de Sydney estiman que cerca de quinientos millones de animales resultaron muertos. Al final de esta crisis, algunas especies quedarán al borde de la extinción. Tras un breve respiro, en los próximos días puede haber novedades, y no precisamente favorables, con un nuevo pico en la ola de calor para el 10 de enero, según la Oficina de Meteorología australiana.