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Red Internacional
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Sismo en México. El sismo que derrumbó el concepto millennial

Una generación que no vivió el terremoto del 85 da ejemplo de solidaridad.

Domingo 24 de septiembre de 2017 02:15

Los millennials tenemos entre 18 y 35 años, somos hijos de la generación del Baby Boom, pero también somos hijos de la crisis del 2008. De nosotros no se espera nada, o no se esperaba nada. Se nos caracteriza por ser nativos digitales, estudiados, emprendedores e innovadores, pero también, se nos tacha de “sólo querer vivir la vida”, de egocéntricos, apáticos, consumistas y egoístas.

Sin embargo y paradójicamente, hemos sido protagonistas de luchas en diversas partes del mundo y también en nuestro país, este México golpeado por los feminicidios, el narcotráfico, la corrupción, la explotación, la impunidad y recientemente por el sismo de magnitud 7.1 que azotó Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos y la CDMX el 19 de septiembre. Una juventud que de terremotos sólo conocía el del 85 mediante fotos y videos de youtube, lo vivió en carne propia.

Durante el sismo sacamos nuestros celulares, hicimos transmisión en vivo, grabamos, lo subimos a nuestras redes sociales y después, nos bastaron segundos para encontrarnos con la tragedia.

Entonces sucedió, no había pasado ni una hora cuando las principales colonias de la CDMX estaban llenas de jóvenes con cascos de bicicleta, junto a trabajadores, amas de casa y vecinos en una fila esperando para poder ayudar. No sabíamos de desastre hasta que nos encontramos parados frente a edificios colapsados con gente atrapada. Nos olvidamos del “yo”, de las selfies, de los likes y de la apatía. Cargamos víveres, dirigimos el tránsito, sacamos escombro y corrimos de un lado a otro buscando lugares en donde faltaran manos para apoyar.

No habían pasado ni 24 horas cuando ya habíamos convocado a brigadas en nuestras escuelas. Las redes sociales que usamos para ver memes y compartir información prescindible, las utilizamos para convocar a cientos de miles en los puntos donde la ayuda no había llegado.

Desafiando nuestro espíritu de clase media, nos subimos a trailers, camionetas, combis y hasta camiones de basura que nos “tiraban ride” para llegar a los lugares más lejanos o a donde no se podía acceder rápidamente por el congestionamiento vial. Caminamos, hicimos fila, compartimos auto, agua y comida con desconocidos. Sacamos palas, picos y cubetas de nuestras casas. Compramos botas, cascos y guantes.

Una generación que no conoció el terremoto del 85, parecía tener internamente arraigados los reflejos para actuar; rutas trazadas, mapeos de las zonas afectadas, listas de víveres, zonas de acopio y sobre todo, voluntad. Voluntad de encontrar con vida a las personas atrapadas, sin importar las jornadas extenuantes de cargar escombros por la mañana, por la tarde o en la madrugada.

Esta generación no tiene nada que perder y sí mucho por ganar

Fuimos y somos educados para competir, para consumir, para olvidarnos de lo que pasa alrededor y no tener postura ante ningún hecho. Somos la generación del subcontrato, sin derechos laborales, con más restricciones para acceder a la educación y sin derecho a la salud. Nos han repetido hasta el cansancio que lo dejemos así, que trabajemos en lo individual para conseguir lo que por derecho nos debe tocar a todos, que nos olvidemos de lo que le pasa al que tenemos a lado y luchemos únicamente por lo nuestro.

No, no lo creemos. Esta juventud que experimentó el desastre y posteriormente la solidaridad, no puede volver a pensar jamás que la salida es individual. No podremos olvidar que el escombro se saca mediante inmensas filas, no podremos olvidar que la basura se echa fuera en conjunto, no podremos olvidar que la resistencia al paso de maquinaria pesada se logra cuando le hacemos frente todos al autoritarismo de militares y policías, no podremos olvidar que encontramos vida cuando nos pusimos de acuerdo para levantar el puño y guardar silencio.

Este sismo no sólo derrumbó diversas zonas del país, también derrumbó los límites de lo que puede hacer la generación millennial organizada codo a codo con las y los trabajadores.