Con el aumento de la informalidad laboral a nivel mundial ha tomado relevancia teórica y práctica la cuestión del trabajo que se ha denominado precario. Un tipo de empleo sin derechos laborales, sin seguridad social, ni estabilidad, subcontratado (outsourcing) o con contrato temporal, flexibilizado, cuyos sectores más visibles son los trabajadores del sector servicios: los de Uber, call center, Amazon, por honorarios, etc., los ejemplos son variados.
La OIT estima la fuerza laboral mundial en 3.3 mil millones de trabajadores, de los cuales 2 mil millones son informales; es decir, el 60 %. Con la crisis capitalista, que ahora se cierne sobre el planeta, es muy probable que el abismo de la informalidad y el desempleo aumente, súbitamente, y modifiquen esta proporción.
En México, según el INEGI, la población económicamente activa asciende a 57.6 millones de personas, de estos 31.3 millones se encuentran en la informalidad; esto es 54.34 %. De los restantes 26.3 millones, la mayoría no están alejados de la precarización laboral como veremos a continuación, pues los empleos formales también experimentan altos niveles de precarización.
Atracción y repulsión de la fuerza de trabajo “formal”
Las estadísticas oficiales consideran que los trabajadores formales son aquellos que cotizan en el IMSS. [1] Estos son clasificados como permanentes y eventuales, empero, no usaremos esta distinción, pues debido a su comportamiento similar no se altera el nivel de abstracción de nuestro análisis.
Hasta el mes pasado (abril de 2020), el IMSS tenía registrados 19 millones 927 mil 696 trabajadores. Esto representa el 34.5 % de la fuerza de trabajo nacional. Desde 2007 a la fecha, puede apreciarse un comportamiento cíclico (ver gráfico) en cuanto a la atracción de trabajadores a las actividades económicas (el registro de nuevos empleos) y su repulsión (o despidos).
Como puede verse, por regla general, desde 2006, todos los meses de diciembre presentan despidos masivos de entre 185 mil (2009) hasta 382 mil (2019) trabajadores. Los diciembres más negros han sido los de 2018 y 2019, ya en la llamada Cuarta Transformación. No se trata de que la actual administración haya ocasionado esto, en dado caso, en lo que va de su periodo se ha profundizado esta repulsión masiva de trabajadores en este mes.
¿A qué se debe este despido masivo? Sin contar aún con los elementos demostrativos suficientes, una hipótesis sensata es que el capital logra deshacerse de una parte de los costos salariales que en estas fechas suelen aumentar con el pago de aguinaldos y beneficios que las familias mexicanas utilizan para las fiestas decembrinas. Es decir, cancela una reproducción normal de la fuerza de trabajo, pues bloquea los gastos culturales que requiere; lo cual también tiene repercusiones con los altos niveles de endeudamiento de las familias mexicanas. [2]
Al despido masivo de cada fin de año, se hace después una atracción mensual muy gradual, cuya contratación en todo el periodo analizado nunca ha rebasado los 200 mil trabajadores. Significa que, durante el resto del año, la atracción de fuerza de trabajo apenas alcanza a "recuperar” la repulsión violenta que se hace en diciembre.
Esto se aprecia con el empleo acumulado, ya que en 12 años (y lo que va de este) apenas ha crecido un poco más de 6 millones, un crecimiento promedio de 38 mil empleos por mes como se muestra en la siguiente gráfica.
La endeble generación de empleo formal ensancha la franja de la informalidad, sumado a las fluctuaciones de este tipo de empleo (un zigzag violento), se verifica su inestabilidad. Esto quiere decir que el empleo formal que se genera, es empujado a la precarización.
En poco más de 12 años, la fuerza de trabajo creció aproximadamente 12 millones, mientras que el empleo sólo lo hizo en 6 millones. Lo que en términos redondos deja fuera a otros 6 millones de trabajadores. [3] El capitalismo dependiente mexicano es una máquina hostil generadora de trabajadores superfluos, de población sobrante, de desempleados.
Por lo anteriormente mencionado, debe considerarse que la generación de empleos se cancela con la repulsión de una misma cantidad de trabajadores. Lo cual indica que, por mucho que haya atracción de la fuerza de trabajo a las actividades económicas, el capitalismo mexicano mantiene la tendencia de generar una violenta exclusión masiva.
¿Cómo se distribuye esta fuerza de trabajo?
Tan sólo son tres rubros, la Industria de la Transformación, los Servicios para Empresas, Personas y el Hogar, y el Comercio, que mes con mes han absorbido el trabajo del 70 % de los trabajadores formales.
En estos tres principales ejes de acumulación de capital se explota la fuerza de trabajo de 14 millones de mujeres, hombres y jóvenes, lo que representa el 24 % de la PEA. Para la Industria de la Transformación, a la que pertenece la industria de la maquiladora, se explota a 5.4 millones de trabajadores; las empresas de la subcontratación (outsourcing) explotan a 4.6 millones; y las grandes cadenas comerciales a 4 millones.
Ahora, si comparamos el trabajo que se denomina formal con la población ocupada en general, para el año pasado, obtenemos el siguiente gráfico.
Lo que hemos sustentado hasta aquí, en términos cuantitativos, es que el trabajo formal no necesariamente rebasa las barreras de la precarización. Por lo que este gráfico no debe conducir a identificar informalidad con precarización, sino que deja entrever las proporciones entre formalidad e informalidad, el predominio absoluto de este último en el sector servicios y la desgracia del sector primario.
La retribución salarial es un elemento más que refuerza la tesis de que el trabajo formal gira, estrepitosamente, hacia la precarización. En marzo del año pasado promedió 342 pesos diarios, lo que en términos redondos significa un ingreso mensual de 7 mil pesos. Esta cantidad, si bien casi alcanza los tres salarios mínimos, es totalmente insuficiente para cubrir con el valor de la fuerza de trabajo; sin ir más lejos, baste referir los reportes del CAM-UNAM quienes han hecho énfasis de la pérdida del poder adquisitivo del salario en 88 % a como se encontraba a principio de los ochentas y que un ingreso de 342 pesos diarios aún está muy lejos de otorgar condiciones dignas para los trabajadores. [4]
La crisis del trabajo en México
Además de los vaivenes terroríficos que mostramos al principio, también pueden ubicarse dos momentos en que se manifiestan con el desempleo masivo; uno debido a la crisis financiera de 2008-2009 y, otro, a la crisis actual.
En la crisis de 2008, tan sólo en dos años se perdieron 953 mil 792 empleos. Con la crisis actual, apenas en dos meses ya se perdieron 685 mil 840 empleos; sin embargo, y aquí hay que poner mucha atención, esta pérdida sólo cuantifica los empleos formales y para nada toma en cuenta el desempleo que está presentándose en el sector informal.
En este análisis se piensa que, si se mantuviera la misma proporción entre los empleos formales perdidos sobre el total de empleos formales, estaríamos hablando que en el sector informal ya habría un despido de más de un millón de trabajadores; pero, dado que el empleo informal es totalmente volátil, es seguro que esta cifra ya se ha rebasado por mucho. En dos meses, el desempleo total en el país, en términos sumamente moderados, ya debe alcanzar los 2 millones de personas.
Sea por la vía directa de la repulsión de la fuerza de trabajo (el despido) o por la no-absorción de ésta a las actividades económicas (la falta de trabajo), estamos en presencia de dimensiones monumentales de la tragedia del trabajo en el país, las cuales ni siquiera son cuantificadas por las instituciones públicas. Pero no por ello son “una ilusión, una sombra, una ficción”. [5]
Ante esta situación, una cuarentena como la que se requiere para combatir la pandemia del SARS-Cov-2, es una total imposibilidad si no se acompaña de medidas a favor de las y los trabajadores que les permita mantener un ingreso para acceder, dignamente, a los medios de subsistencia.
Es imposible recaudar la suma necesaria para conseguir esta cobertura sin tocar al gran capital. Las luchas obreras y populares pueden lograr que se fije un impuesto extraordinario a las grandes fortunas o cancelar la usura que hace el capital financiero mediante el pago de la deuda pública, además de conseguir que se tomen medidas de carácter coercitivo para impedir que los grandes capitalistas despidan a las y los trabajadores y otorguen licencias con goce de sueldo al 100 % durante todo el tiempo que dure la cuarentena.
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