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Entrevista. El triunfo de Biden y la ilusión verde

Entrevistamos a Robert Belano, editor de Left Voice (parte de la Red Internacional La Izquierda Diario), para preguntarle acerca de las ilusiones que despertó en un sector del ambientalismo el triunfo de Joe Biden, futuro presidente de Estados Unidos por el imperialista partido demócrata.

Sábado 5 de diciembre de 2020 01:09

Left Voice

Robert vive en Washington, DC, donde participó de las movilizaciones climáticas. Estudia una maestría en Ciencias Ambientales y escribe regularmente en Left Voice, el sitio hermano de Izquierda Diario en Estados Unidos. En esta entrevista explica qué se puede esperar de la era Biden, repasando cuál es el legado climático de Trump, la trayectoria anterior del imperialista Partido Demócrata (y en particular de la administración de Obama) en el terreno ambiental, y polemizando con la propuesta de un Green New Deal (Nuevo Acuerdo Verde) que levantan los sectores referenciados en las figuras de Bernie Sanders y Alexandria Ocasio Cortez.

Vimos que hay quienes se entusiasman con el gobierno de Biden como mal menor, o incluso con expectativas en que lleve adelante una “agenda verde”...

Sí, el consenso en la prensa liberal es que Biden ofrecerá un respiro luego de los años oscuros de Trump y marcará el comienzo de una nueva era de políticas públicas que den prioridad al problema climático. La revista Nature llamó "revolucionario" el plan climático de Biden. El semanario The Nation, dijo que "el plan climático de Biden es el más contundente entre cualquier otro mandato presidencial en la historia". Según la revista Mother Jones, Biden tiene "los planes más ambiciosos como presidente entrante", cuando se trata de enfrentar el calentamiento global. Vale la pena examinar, por lo tanto, estas propuestas "ambiciosas", especialmente frente a uno de los mayores peligros que enfrenta la humanidad.

Antes de ir a lo que viene… ¿Qué deja la administración de Trump desde el punto de vista ambiental?

No hay duda de que la presidencia de Trump fue un gran golpe para la naturaleza y en particular, a cualquier intento global para detener el cambio climático. Trump, por supuesto, se retiró de manera típica del ya insuficiente e inaplicable Acuerdo Climático de París. Más allá de esa acción simbólica, logró erosionar muchas de las escasas protecciones climáticas y ambientales existentes en los papeles. Es particularmente importante señalar que la producción de petróleo y gas natural aumentó cada año desde que asumió, aunque es posible que veamos un descenso de dicha producción en 2020, como resultado de la pandemia mundial.
Desde el comienzo, la administración de Trump estaba llena de ejecutivos y lobbystas de combustibles fósiles. El abogado republicano Scott Pruitt, que ha recibido cientos de miles de donaciones de campaña de la industria de los combustibles fósiles y que en el pasado demandó a la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) en nombre de las empresas de servicios públicos, se convirtió en el jefe de dicha agencia. Rex Tillerson, quien fue presidente y CEO de ExxonMobile, fue el primer Secretario de Energía de Trump. Ryan Zinke, un ex congresista con un largo historial de apoyo al sector del petróleo y el gas, fue nombrado jefe del Departamento del Interior y sirvió obedientemente a la industria de los combustibles fósiles al permitir una mayor extracción por parte de corporaciones privadas en tierras fiscales.

El New York Times informa que Trump retrocedió o quitó restricciones sobre cerca de 100 regulaciones ambientales durante sus cuatro años como presidente. Las devastadoras acciones de su administración incluyeron la quita de restricciones en las emisiones de los fabricantes de automóviles, la flexibilización de las medidas destinadas a frenar la contaminación por mercurio de las centrales eléctricas de petróleo y carbón, la eliminación de las protecciones en tierras estatales -más famosas como Bears Ears- y su apertura a la futura explotación de las empresas petroleras, mineras y de gas.

No es de extrañar, entonces, que no se haya avanzado en los últimos cuatro años en la reducción de las emisiones al ritmo necesario para evitar un calentamiento climático de 1,5 grados. La caída impulsada por la recesión de este año es sólo temporal. Una vez que la economía mundial vuelva a los niveles de actividad anteriores, podemos esperar que las emisiones vuelvan a, o incluso superen, los niveles anuales anteriores.

¿Qué es lo que se puede esperar del gobierno de Biden - Harris?

Biden, por el contrario, intentó jugar a ambos lados en la campaña electoral. Por un lado, hizo intentos de apelar a los votantes preocupados, con razón, por la emergencia climática. El plan climático que esbozó en su sitio web afirma que utilizará "el marco" del llamado “Green New Deal”. Esta fue su táctica para ganarse a los votantes progresistas que apoyaron a Sanders o Warren en las primarias. Algunos progresistas, como Noam Chomsky, afirmaron que el ex vicepresidente estaba presentando el programa "más a la izquierda de todos los candidatos demócratas recientes".

Al mismo tiempo, sin embargo, tanto él como Harris insistieron en que no prohibirían el fracking y se distanciaron en sus declaraciones públicas del Green New Deal. Frente a la fanfarronería de los progresistas, Biden declaró que era necesaria una transición alejada del petróleo y el gas. Pero que "no podremos deshacernos de los combustibles fósiles por mucho tiempo". El notoriamente conservador Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (IPCC) dice que tenemos 10 años para reducir casi a la mitad las emisiones globales de CO2 (dióxido de carbono), o de lo contrario nos arriesgamos a "la pérdida irreversible de los ecosistemas más frágiles, y crisis sucesivas para las personas y sociedades más vulnerables". Más allá de su falta de voluntad para desafiar a las compañías de petróleo y gas, una presidencia de Biden plantea una serie de otras amenazas ambientales importantes. Esto incluye su apoyo entusiasta a la energía nuclear, una de las formas más peligrosas de producción de energía que existen.

Las elecciones de 2020 presentan un claro ejemplo de cómo la lógica del mal menor es tan peligrosa. Los demócratas están muy lejos de pretender desafiar a las compañías de combustibles fósiles. Figuras como Biden o Nancy Pelosi pueden apoyar el El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, respaldado por Trump, un enorme regalo para la industria de los combustibles fósiles y un golpe para los trabajadores, y seguir siendo elegidos con el apoyo de los progresistas.

¿Cuál es la trayectoria del Partido Demócrata en el gobierno en este terreno?

Podemos mirar el legado de la administración de Obama para pensar en lo que vendrá en los próximos cuatro años. Después de todo, Biden ya ha señalado que llenará su gabinete con ex funcionarios de la era de Obama. Esto incluye la esperada nominación de Ernest Moniz como Secretario de Energía. Moniz, que ocupó el mismo puesto bajo el mandato de Obama durante cuatro años, ha sido un ex asesor de British Petroleum, uno de los mayores contaminadores del planeta. Sabemos que estos funcionarios llevarán adelante una estrategia muy similar a la que implementó Obama.

Obama estaba muy lejos de ser el “abanderado por el clima”, como se lo presenta muy a menudo. Fue el propio Obama el que se jactó de construir suficientes oleoductos y gasoductos con un alcance para "rodear la Tierra y algo más". El ex presidente obtuvo altas calificaciones por parte de los grupos ambientales institucionales, pero tomó medidas extremadamente peligrosas con respecto al clima y el medio ambiente. No fueron los republicanos sino la administración Obama la que concedió a ConocoPhillips el derecho a perforar tierras previamente protegidas en Alaska, a pesar de la fuerte oposición de las comunidades nativas y los activistas ambientales. Greenpeace señala que la Oficina de Gestión de Tierras arrendó tierras que representan más de 2.200 millones de toneladas de carbón a empresas carboníferas privadas durante los dos mandatos de Obama. Una cantidad significativa de ese carbón se destinó a la exportación: el récord de exportación de carbón fue en 2012. Así que mientras él pudo reclamar reducciones en las emisiones domésticas de carbón, los Estados Unidos estaban exportando estas emisiones de CO2 de carbón al extranjero.

Las medidas más importantes adoptadas en materia de clima durante los años de Obama fueron las suspensiones de los oleoductos de Dakota Access y Keystone XL. El propio Obama fue quien las impulsó pero como resultado de la lucha popular contra estos proyectos por parte de los pueblos Sioux de Dakota, de Standing Rock y quienes los apoyaron, que lucharon contra los oleoductos y hasta enfrentaron la fuerte represión policial.

Fuera de Estados Unidos generó simpatía la propuesta del Green New Deal. ¿Quienes la idearon? ¿Cuáles son sus principales ejes y cuáles sus límites?

La propuesta original de “Green New Deal” es presentada por los grupos ecologistas como el Movimiento Amanecer y miembros del ala “progresista” del Partido Demócrata, como Bernie Sanders, Alexandria Ocasio Cortez y el resto del equipo. Su objetivo declarado era lograr el 100% de la energía de origen renovable en los Estados Unidos para el año 2030, revisar el sistema de transporte, mejorar las redes de energía, hacer inversiones públicas en energía renovable y, al mismo tiempo, garantizar los puestos de trabajo para las familias y la atención médica universal.

Como ya hemos señalado, la resolución del “Green New Deal” tiene demandas progresivas pero también muchas que no lo son. Por ejemplo, propone que la inversión pública sea destinada a la industria privada, lo que significa que los contribuyentes financiarán el plan mientras que las corporaciones "verdes" son las que cosechan los beneficios. Sólo hay una formulación ambigua que plantea que lo público recibirá "las participaciones de propiedad apropiadas y los beneficios de la inversión". El “Green New Deal” no presenta ningún desafío al poder de los mayores contaminadores del mundo. Es decir, los gigantes de los combustibles fósiles, las empresas de electricidad, las compañías de automóviles y las compañías aéreas seguirán recaudando miles de millones para sus ejecutivos y accionistas mientras adopten nuevas regulaciones sobre las emisiones. Ninguno sería responsable de manera significativa por el grave daño que ya han infligido al planeta.

¿Biden coquetea con la idea de Green New Deal?

La afirmación de Biden de que utilizará el marco del "Green New Deal" para su propio plan climático, ha generado mucho entusiasmo entre los progresistas. El plan Biden toma la base del “Green New Deal” y lo diluye sustancialmente. Mientras que Ocasio Cortez estimaba que el “Green New Deal” costaba alrededor de 10 billones de dólares, Biden estima el costo de su plan en sólo 4 billones de dólares, lo que significa una reducción importante. El plan de Biden no incluye generación de empleo ni garantías de acceso a la salud pública. En lugar de mejorar y climatizar todos los edificios existentes como exige el “Green New Deal”, Biden establece un "objetivo" del 50% de mejora de los edificios para 2035. Él planea climatizar 2 millones de hogares en todo EE.UU., que es apenas una pequeña porción de lo que sería necesario.
Más allá de las diferencias entre ambos planes, no podemos esperar que las muy pocas propuestas climáticas de Biden se conviertan en realidad sin que se desarrolle una importante lucha que logre imponerlas. Incluso, en el improbable caso de que los demócratas ganen ambos escaños en la próxima segunda vuelta de Georgia y obtengan el control del Senado, sigue habiendo grandes obstáculos para aprobar cualquier medida sobre el clima. Como vimos durante el primer mandato de Obama, el control demócrata de la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes no llevó a que se aprobaran ni siquiera medidas modestas como la opción de un seguro médico público. Joe Manchin, de Virginia Occidental, un demócrata conservador y amigo de la industria del carbón ya ha señalado que no votará por ningún “Green New Deal”. Podemos asumir, razonablemente, que las medidas más progresistas de cualquier plan climático demócrata, como un programa de obras públicas financiado por los impuestos a los ricos, no serán aprobadas por el Senado.
Los defensores de Biden se contentarán con una serie de órdenes ejecutivas que restauren más o menos el status quo previo al gobierno de Trump. “Alguna acción es mejor que ninguna”, nos dirán. Desafortunadamente para los más de mil millones de personas directamente amenazadas por un planeta que se calienta rápidamente, sin mencionar una buena parte de la biosfera existente, una acción mínima no evitará una catástrofe.

Como socialistas... ¿Cuál es la alternativa que plantean frente a la crisis climática y socioecológica?

Lo que está claro es que la respuesta a la emergencia climática no vendrá de los políticos demócratas, menos aún de aquellos con largo historial de políticas y acciones anti climáticas. Debemos basarnos en los poderosos ejemplos de los movimientos contra los oleoductos y gasoductos de Dakota Access y Keystone XL para crear un gran movimiento climático que se enfrente a los monopolios de los combustibles fósiles y a los mayores contaminadores del mundo. Para conquistar estas demandas, este movimiento deberá unirse con los sectores más avanzados del movimiento obrero - trabajadores como los de la planta de General Motors, que durante la pandemia reconvirtieron su producción para hacer equipamiento médico- Y coordinar acciones igualmente contundentes junto a los trabajadores de las industrias de combustibles fósiles, automotriz y aérea para enfrentar la profundización de la crisis climática.

La escala de la emergencia climática a la que nos enfrentamos requerirá la reorganización completa de la economía de forma planificada, una posibilidad que queda excluida bajo el modo de producción capitalista.
Sabemos que las corporaciones de petróleo, gas y carbón tienen todos los incentivos para continuar quemando combustibles fósiles. Los combustibles fósiles que se encuentran actualmente bajo tierra representan miles de millones de dólares o más en inversiones que sólo pueden recuperarse si estos combustibles se extraen y se comercializan. Mientras tanto, toda la infraestructura energética de la nación, se construye alrededor del transporte y el aprovechamiento del petróleo, el gas y el carbón. Sólo una economía planificada, bajo el control de los trabajadores y los consumidores, puede hacer funcionar estas industrias de manera racional, y hacer que dejen de depender de los combustibles fósiles rápidamente.

La mayoría de los trabajadores y sectores oprimidos no consideran la perspectiva de derrocar al capitalismo. Por lo tanto, en nuestra lucha contra el cambio climático debemos plantear medidas de transición como la exigencia de expropiación de las grandes empresas contaminadoras y su nacionalización bajo control de trabajadores, la creación de proyectos de obras públicas masivas gestionadas por los trabajadores y los consumidores para pasar lo más rápidamente posible de los combustibles fósiles y la energía nuclear a la energía renovable. La lucha por estas demandas demostrará claramente la incapacidad del capitalismo para responder a la emergencia y por qué sólo la economía planificada es la única salida. Este es un horizonte mucho más ambicioso que cualquier otro propuesto por los demócratas o sus defensores, y el único que nos mantendrá alejados del abismo al que nos lleva el calentamiento global.

Traducción: Cecilia Mancuso