Después de tres meses de rosca, este jueves la cúpula de la CGT elige autoridades. La crisis del sindicalismo peronista se alimenta con otras dos: la del Gobierno y la económica y social. ¿Qué pasará con los gremios kirchneristas?
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Martes 9 de noviembre de 2021 13:07
Si uno le pregunta a una cajera de supermercado, a un playero de Shell o a una enfermera del Sanatorio Güemes qué hecho importante ocurrirá este jueves 11 es casi imposible que adivinen que ese día se elegirá “la conducción del movimiento obrero organizado”. Porque este jueves, aunque ningún trabajador haya sido invitado, se votará el consejo directivo de la principal central obrera del país. Será el día de la famosa “reunificación”.
El congreso estará lejos de las bases de sus sindicatos pero le tocan muy cerca de tres crisis: la de la propia CGT, la crisis del gobierno peronista y la crisis económica y social.
Hagamos un repaso por lo que sabemos hasta hoy y lo que está en juego.
1. Una rosca interminable
En agosto pusieron el 11 de noviembre como fecha del Congreso. Apenas 3 días antes de las elecciones legislativas. En estos tres meses se sucedieron un sinfín de reuniones, operaciones de prensa, alianzas atadas con alambre. Hasta hicieron un plenario de secretarios generales donde promocionaron que la CGT iba a cumplir el “cupo femenino”, aunque sus colegas sindicalistas insisten que las quieren usar de florero.
¿Y cómo estamos hoy, a 48 horas del evento? Nicolás Balinotti, periodista de La Nación con llegada al mundo gremial, le adelanta a La Izquierda Diario que “sin consenso ni una única figura capaz de alinear a toda la tropa, se impondrá nuevamente una conducción de tres cabezas, con Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano al frente”. Jorge Duarte, director de Infogremiales, deja abierta una incógnita: “no está claro si habrá tres o cuatro secretarios generales, si se arrima una silla más para Caló y los gremios de la industria”.
Para ayudar a la confusión general, la UOM y el SMATA hicieron este lunes un plenario con 30 gremios industriales e insistieron con esa silla. Lejísimos quedó aquel pedido de Alberto Fernández de integrar a la CTA y los movimientos sociales oficialistas.
Quedan dos días de rosca y nadie pierde el tiempo. Por eso en las últimas horas el Presidente recibió a Daer y Acuña, lo que puede leerse como un apoyo a la continuidad de los actuales secretarios generales. Muchos dicen que se terminará cocinando en los mismos rincones de Parque Norte. Allí se reunirán desde las 9:30 los 2000 congresales que responden a las cúpulas de 230 gremios. Ni sueñes que te van a preguntar a quien votar. O si querés proponer a otros, otras.
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2. Una crisis que no se resuelve ni con 3 ni con 4 jefes
Todo indica que entre el actual consejo y el moyanismo estaría “todo” acordado. El acto del “Día de la Lealtad” y las reuniones de Pablo Moyano con Héctor Daer y Andrés Rodríguez fueron las señales. En cambio nadie sabe qué pasará con otros gremios con juego propio (La Fraternidad, UTA) o el kirchnerismo nucleado en la Corriente Federal de Sergio Palazzo, que al acto por el 17 de octubre llevó los militantes justos para sostener los palos de las banderas. Ni uno más.
Según Duarte, “se viene una CGT con los mismos problemas que el triunvirato de 2016. Una unidad de convivencia pero sin unidad de concepción. Esa vez se pagó con una ruptura. Veo una CGT con problemas para posicionarse respecto del gobierno y de casi cualquier situación”.
Es que es imposible desligar la crisis de la CGT de otras dos: la del Frente de Todos y la social y económica.
Por eso la decisión de hacer el congreso antes de las legislativas “para que los resultados partidarios no influyan en la vida sindical”, que parecía una jugada magistral, ahora se parece a un salvavidas de plomo. Para Balinotti “hubo un quiebre entre los gremios y el kirchnerismo el miércoles negro después de las PASO. Sirvió para acercar posiciones entre la cúpula de la CGT y el moyanismo, que también salió a bancar a Alberto”. Sin embargo, eso no es garantía de éxito. “La CGT que nace – sigue Balinotti – está más alineada al PJ clásico. Pero si no supera las diferencias históricas entre las tribus sindicales seguirán las tensiones y podría ser una reunificación con fecha de vencimiento”.
La cuestión parece estar abierta. Esta semana Antonio Caló hizo un plenario de la UOM junto a Axel Kicillof y otro progre, Leandro Santoro, se reunió con Sergio Sasia. El líder de la Unión Ferroviaria es el nuevo peso pesado de la Confederación de Trabajadores del Transporte, pero además el sucesor de José Pedraza que acaba de proscribir a la oposición antiburocrática en su gremio.
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Duarte agrega que “es difícil pensar que haya una CGT que pueda plantarse por ejemplo ante una reforma laboral o una eliminación hipotética de las indemnizaciones, discusión que se viene después de noviembre, por esa incapacidad que tiene para articular casi cualquier medida de acción directa”.
Lo cierto es que la derrota de las PASO golpeó a todo el aparato peronista, incluido el sindical. Nadie sabe cómo impactará en la coalición de Gobierno si el resultado negativo se repite el domingo, tampoco cómo golpeará a la "nueva" conducción. Camioneros y el SMATA por las dudas ya empezaron a despegarse, como si un comunicado alcanzara.
3. ¿Reunificación para qué?
Lo que vamos a ver este jueves en Parque Norte parece una foto sepia, repetida, es cierto. Que no despierta ningún entusiasmo en esos playeros o cajeras que hacen funcionar el país, es lógico. Pero es un hecho político importante. Por eso lo siguen con atención sectores empresarios, de todas las alas del peronismo e incluso de la oposición de derecha. Como reconoce Balinotti, “hay preocupación por un desborde social y ellos oficiarán de contención”. Es lo que todos esperan.
Por eso en las últimas semanas se sucedieron las reuniones de todos los jefes cegetistas con Juan Manzur, el gobernador tucumano convertido en "hombre fuerte” del Gobierno.
Es que más allá de las diferencias, en Azopardo y en Casa Rosada, hay una coincidencia. Uno de los mensajes claros de las PASO fue la desilusión de buena parte de la clase trabajadora con el gobierno que les había prometido “recuperar lo perdido”. Ese rechazo fue todavía más importante entre las y los precarios que entre quienes están sindicalizados y venían con un poco más de "resto". Pero cada vez menos.
Si a pesar de la pandemia y el rol cómplice de la CGT (y la CTA), en estos dos años vimos luchas por salario, contra los despidos y la tercerización, nadie sabe qué puede pasar después de noviembre.
De un lado, el Gobierno busca un acuerdo con el FMI que implicará más ajuste y discute con la oposición si la reforma laboral tiene que ser por ley o convenio. La cúpula cegetista es parte de ese debate. El SMATA ya aceptó la flexibilización en Toyota. Del otro, crece la bronca contra los ataques al salario, el empleo y las condiciones laborales. Dentro de esa crisis tendrá que moverse la “nueva” CGT.
Por eso, los que gobiernan buscan que la "reunificación" les deje una burocracia más fuerte para contener a los sectores que más tarde o más temprano saldrán a pelear por lo suyo. También para atacarlos, como ya adelantan las proscripciones y fraudes en ferroviarios, la alimentación, tercerizados aeronáuticos y otros gremios.
El Frente de Izquierda, que se convirtió en tercera fuerza nacional y es parte del sindicalismo combativo, viene denunciando la complicidad de las cúpulas sindicales con el ajuste. Pero también exigiéndoles que rompan con el gobierno y los empresarios y convoquen asambleas y medidas de lucha por los reclamos obreros y populares. Hay que transformar esa decepción y la simpatía con la izquierda para poner en pie una alternativa a la burocracia sindical. Porque al calor de la crisis volverán aquellos cantos que aturdieron al anterior triunvirato: “poneele fecha…”
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.