En la primera vuelta de las elecciones se observó que los partidos de derecha y de extrema derecha fueron los grandes ganadores. La segunda vuelta confirmó esta tendencia.
Lunes 28 de octubre 21:13
También se confirmó la tendencia a la reelección. Con un amplio control sobre el presupuesto, los partidos llamados Centrão (los partidos que desde las gobernaciones y sus bancas en el Congreso colaboran con el oficialismo de turno) prevalecieron en la campaña electoral. El PSD (Partido Social Democrático) y el MDB (Movimiento Democrático Brasileño) se convirtieron en los partidos con mayor número de alcaldías, controlando aproximadamente el 38% del presupuesto municipal del país: 254 mil millones de reales para el MDB y 234 mil millones de reales para el PSD.
El expresidente Jair Bolsonaro no obtuvo los mejores resultados en la segunda vuelta. Muchos de los candidatos que apoyó no resultaron ganadores. La derrota más amarga se produjo en Goiânia, donde se enfrentó a Ronaldo Caiado, su nuevo oponente.
Sólo uno de los 11 candidatos más cercanos a Bolsonaro logró ser elegido en la primera o segunda etapa de votación: Abilio Brunini del Partido Liberal (PL), en Cuiabá.
Desde este punto de vista, es posible afirmar que las alas más radicalizadas del bolsonarismo no tuvieron un buen desempeño.
Sin embargo, es importante no tomar una parte por el todo. Aunque muchos bolsonaroistas de perfil radical fueron derrotados, el PL fue uno de los partidos que más creció proporcionalmente -aunque menos de lo previsto por Valdemar Costa Neto y Bolsonaro-, además de tener una importante bancada legislativa.
Con diferencias regionales, Jair Bolsonaro y su clan se involucraron en campañas, buscando fortalecer su peso institucional para revertir decisiones recientes del Poder Judicial, como la inelegibilidad del expresidente en las próximas elecciones.
El PT (Partido de Trabajadores) volvió a ganar en una capital después de ocho años, con una feroz disputa en Fortaleza. Pero incluso esta victoria se produjo en coalición con partidos de centro derecha y derecha como el PP (Partido Progresista), los Republicanos, el PSD y el MDB.
También venció en otras ciudades importantes, aunque no sean capitales, como Camaçari y Mauá.
En otras disputas, el PT fue derrotado, destacando la actuación de su candidato en Cuiabá, que adoptó un discurso más alineado con el bolsonarismo, con declaraciones contra la "ideología de género", entre otras afirmaciones sacadas del discurso de la derecha.
Las elecciones en San Pablo revelaron puntos importantes. A pesar de las concesiones y señales hechas al Pablo Marçal (candidato derechista con un discurso similar al de Bolsonaro) para atraer a sus bases, con especial énfasis en la audiencia a la que se presentó vergonzosamente el candidato del PSOL (Partido Socialismo y Libertad), Guilherme Boulos obtuvo exactamente los mismos votos que en 2020. La diferencia es que ahora Boulos era el candidato apoyado por el PT, con un fondo electoral ocho veces mayor.
El derechista Ricardo Nunes, poco después de ser elegido para gobernar la ciudad de San Pablo, afirmó que Tarcísio de Freitas, gobernador del estado de San Pablo, era su “mayor líder”, enviando un mensaje directo a Jair Bolsonaro y dejando claro que las disputas para 2026 ya están en marcha.
El gobernador de San Pablo no ocultó sus credenciales de extrema derecha y, el día de las elecciones, difundió la noticia falsa de que el PCC (Primer Comando Criminal, una de las bandas criminales más importantes del país, había indicado su voto por Guillerme Boulos.
El PSOL quedó debilitado. Vio una reducción en el número de concejales - de 93 a 80 - y perdió la alcaldía de Belém, con una de las mayores tasas de rechazo, contrariamente a la tendencia a la reelección que beneficiaba a la mayoría de los alcaldes. San Pablo que era la gran esperanza del PSOL, se convirtió en una gran decepción. Repetir el resultado electoral de hace cuatro años supuso un duro golpe para los planes de Boulos.
En otras palabras, el partido dio conscientemente un giro electoral pragmático hacia la derecha, pasó a formar parte del oficialismo y el Frente Amplio, formó una Federación con un partido burgués como Rede, asumió programas y discursos de derecha con Guillerme Boulos a la cabeza del partido, y perdió peso electoral y sobre todo militante, siendo hoy un partido impulsado en gran medida por la militancia pagada por el Fondo Electoral de 126 millones de reales y por mandatos parlamentarios.
La prensa dominante, al insistir en que hay espacio para una “tercera vía”, intenta mostrar que Lula y Bolsonaro fueron los grandes perdedores. Celebra el avance de partidos como el PSD, que ocupa el espacio dejado por el PSDB, ahora sólo una sombra de lo que alguna vez fue. Se basan en este discurso para presionar por más ataques contra los derechos y más austeridad fiscal, lo que el gobierno del presidente Lula da Silva ha indicado que puede hacer.
Es cierto que tanto Lula como Bolsonaro enfrentaron reveses. Ninguno de ellos tiene plena capacidad para garantizar el éxito electoral de los candidatos que apoyaron. En particular, Lula está viendo al gobernador paulista, Tarcísio, surgir como quizás uno de sus principales oponentes en 2026 con su propia ayuda después de tantos pactos y acuerdos como las privatizaciones en San Pablo y el ministerio que otorgó a los Republicanos.
Sin embargo, las disputas municipales difieren de las presidenciales, y sería apresurado anunciar el fin de la polarización. Lo cierto es que, a medida que la conciliación se expande y trae más ataques, las variantes de derecha y extrema derecha se fortalecen. En el balance del oficialista Frente Amplio, la tendencia es que el peso de la derecha, ya predominante, siga creciendo.
En relación con este giro a la derecha, el gobierno de Lula ya está discutiendo la realización de una reforma ministerial tras la elección de las presidencias de las cámaras en el Congreso, para intentar contemplar mejor a los principales ganadores de las elecciones.
La principal conclusión para la clase trabajadora es que se necesita una política independiente.