El domingo 25 se realizaron las elecciones presidenciales en Argentina. El candidato oficialista, Daniel Scioli, del peronista Frente para la Victoria, triunfó por un escaso margen (36.86 %) frente a Mauricio Macri (34.33 %), de la coalición derechista Cambiemos.
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Martes 27 de octubre de 2015
En estas elecciones se presentaron 6 candidatos, que lograron pasar las elecciones primarias (PASO - Primarias abiertas Simultaneas y obligatorias), pero, como plantea la nota de Josefina Martinez, en realidad sólo había dos políticas.
Por una parte la de aquellos que representaban los intereses de los capitalistas -cinco de las seis fórmulas presidenciales-, que ante los vientos de crisis que impactan en Latinoamérica y Argentina sostuvieron programas cuyo común objetivo es que la crisis nuevamente la paguen los trabajadores y el pueblo de aquel país.
La otra política que se presentaba a las elecciones es la de la izquierda, representada por el Frente de Izquierda y los Trabajadores, cuya fórmula presidencial la encabezaron Nicolás del Caño y Myriam Bregman, del Partido de los Trabajadores Socialistas, organización hermana del Movimiento de los Trabajadores Socialistas.
Dentro del programa que levantaban, estaba, por ejemplo, atacar los intereses de los capitalistas para conquistar un aumento de salario básico igual a la canasta familiar, la prohibición de suspensiones y despidos, entre las medidas elementales, a la vez que se planteaba que el capitalismo “no va más”, para que la crisis la paguen los patrones, y por un gobierno de los trabajadores y el pueblo y una sociedad sin explotadores ni explotados.
Un terremoto político
El resultado de las elecciones representó un terremoto político en el sureño país. Cuando muchos esperaban un triunfo por amplio margen del candidato oficialista -que podría incluso permitirle ser consagrado en la primera vuelta- el resultado fue muy apretado y el final, que se dirimirá en una segunda vuelta (ballotage) el 22 de noviembre entre los dos candidatos más votados, está más que abierto.
Además, el oficialismo perdió en su territorio clave y que parecía cautivo: la Provincia de Buenos Aires, el distrito más importante del país, tanto por su peso poblacional y con importantes concentraciones obreras, como por su peso político y económico. Allí desde 1987 que no perdía el peronismo; ahora será gobernado por María Eugenia Vidal, integrante del partido de Mauricio Macri. Todo esto representa una crisis política de grandes proporciones para el peronismo en el gobierno.
En las elecciones se mostró un panorama que tampoco es el más favorable para las coaliciones tradicionales. El peronismo viene de una división -el tercer candidato, que obtuvo un 21,56%, Sergio Massa, es un ex kirchnerista- y esta escisión le restó un número importante de votos. Por su parte la coalición de Macri, en caso de ganar en el ballotage, no tiene la estructura política nacional que le brinde la mejor fortaleza para la aplicación de los planes contra el pueblo.
El resultado es la evidencia de un giro a derecha en el panorama político, y es también el resultado de la propia evolución del oficialismo kirchnerista. En sus primeras declaraciones, Nicolas del Caño planteaba que ““El kirchnerismo, con un candidato derechista, le abrió el camino a Macri”.
Como desarrolla el artículo de Fernando Rosso, en un escenario político signado por el corrimiento al centro de los distintos candidatos y en particular del oficialista Daniel Scioli, “Frente esta disposición de las principales fuerzas políticas, una gran parte del electorado se desplazó hacia el representante más genuino del “centro” (derecha)”. En este panorama, la pérdida de votos de Scioli respecto a las expectativas previas (y a lo obtenido en las PASO), es un resultado del desgaste que arrastra el gobierno nacional, lo cual se mostró tambien en los principales distritos gobernados por el peronismo.
El fin de ciclo kirchnerista
Este resultado es consecuencia -en gran medida- de la dinámica que adoptó el kirchnerismo. Muchos lectores de La Izquierda Diario tendrán presentes que el gobierno que inauguró Néstor Kirchner en el 2003 -sucedido por su esposa Cristina Fernández en el 2007- asumió un discurso centrado en los “derechos humanos”, en tanto que sostuvo algunas medidas de redistribución de la renta hacia sectores populares, lo cual le permitió ampliar su base social.
Como planteamos en otras notas en La Izquierda Diario el kirchnerismo fue parte de una oleada de gobiernos “progresistas” en América Latina que, bajo una retórica “nacionalista” o posneoliberal, según el caso, se caracterizaron por continuar pagando la deuda externa y garantizando los negocios de las empresas trasnacionales, por ejemplo en el rubro de la extracción de materias primas, como fue no sólo en Argentina, sino en Brasil, Chile, Bolivia, Venezuela, entre otros países. Además, en relación al movimiento obrero, el kirchnerismo argentino se basó en el apoyo de distintas alas de la burocracia sindical, agentes del estado en las organizaciones obreras.
La dinámica económica internacional, que viene golpeando a los países proveedores de materias primas y a América Latina en particular, puso límites claros a los gobiernos posneoliberales, abriendo lo que se ha dado en llamar el “fin de ciclo” y un panorama caracterizado por el anuncio de nuevos ajustes. En Argentina el oficialismo pretendía -como en otros gobiernos progresistas- encabezar la transición, esto es, mantenerse al frente del timón y descargar ese ataque sobre los trabajadores y el pueblo.
El desgaste político del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se hizo presente y pesó en la elección, poniendo en duda esto. El resultado del ballotage es incierto; pero gane Scioli o Macri, el discurso y posicionamiento “progresista” que el kirchnerismo había adoptado en los años previos ante la región está en una dinámica de agotamiento.
Una izquierda socialista y de los trabajadores
En este contexto, el Frente de Izquierda y los Trabajadores, encabezado por la fórmula de Nicolás Del Caño y Miriam Bregman obtuvo un 3.27%, alrededor de 1 millón de votos en distintas categorías, convirtiendose en la cuarta fuerza a nivel nacional.
Un importante resultado que muestra la incidencia de la influencia del Frente de Izquierda entre las clases explotadas y oprimidas. Y es que, como dijo en el acto de cierre de campaña Nicolás del Caño “somos la única fuerza que planteó la agenda de las mujeres, de los trabajadores y de la juventud frente al ajuste y la impunidad que defienden Scioli, Macri y Massa”.
El FIT está integrado por tres partidos trotskistas (PTS, PO y el más pequeño IS), y ya en las elecciones al Congreso del 2013 había alcanzado un millón doscientos mil votos, y conquistado tres diputados nacionales y varios provinciales.
Y, lo que es muy importante: ante quienes sostienen que la única vía posible es construir organizaciones que se limiten a reformar el capitalismo -como son “ejemplo” Syriza y Podemos en Europa o el Morena en México), la emergencia de la izquierda obrera y anticapitalista expresada en el surgimiento y consolidación del FIT muestra otra perspectiva. Las bancas conquistadas en el terreno electoral son puestas al servicio de las y los trabajadores y la juventud, como tribunas del pueblo para defender y hacer conocidas las luchas obreras y populares. Pero no se quedan allí: Nicolás del Caño y los demás candidatas y candidatos han participado de los cortes de la carretera Panamericana junto a las y los trabajadores de Lear y la exDonnelley, hoy MadyGraf, en el corazón industrial de la Provincia de Buenos Aires, enfrentando la represión y los gases de la gendarmería. Y esto es una práctica que se hace extensiva a nivel nacional.
Durante las semanas previas, la figura de Nicolás del Caño se consolidó como la figura más importante de la izquierda Argentina. En la conferencia de prensa dada el mismo domingo, planteó:“La elección consolidó al FIT como una fuerza política nacional para enfrentar a la derecha, al ajuste que preparan tanto Scioli como Macri, y para defender los derechos de las mujeres, los trabajadores y la juventud”.
El Frente de Izquierda y los Trabajadores ya anunció que ante el ballotage, llamará al voto en blanco. Gane quien gane en el ballotage, se viene un nuevo ataque contra las conquistas obreras y populares, y nuevas luchas de los trabajadores. Para eso, las posiciones conquistadas en los últimos años -en particular por el PTS en centros de trabajo y fábricas- será fundamental, así como la influencia política lograda por el FIT como referente para cientos de miles de trabajadores y jóvenes.
Nuestra organización hermana, el Partido de los Trabajadores Socialistas, se prepara para poner todas sus fuerzas al servicio de las luchas y las demandas de la clase obrera y la juventud combativa.