Las críticas de la escritora a regímenes de izquierda y procesos como la Revolución Cubana fueron funcionales para el gobierno mexicano, en especial cuando se trataba de espiar a la intelectualidad mexicana de izquierda.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Miércoles 22 de agosto de 2018 18:40
El régimen de Díaz Ordaz, además de anticomunista, había descendido en una espiral esquizofrénica de paranoia interna. Pensaba que el movimiento estaba siendo manipulado y asistido por gobiernos extranjeros; así, los señalamientos de Elena Garro fueron un buen complemento para esta tesis: los intelectuales de izquierda y disidentes estarían coludidos con los cubanos y soviéticos y a través de ellos la juventud se habría “pervertido” de ideas “antimexicanas”.
Las críticas de la escritora a regímenes de izquierda y procesos como la Revolución Cubana fueron funcionales para el gobierno mexicano, en especial cuando se trataba de espiar a la intelectualidad mexicana de izquierda.
Durante 1968, Garro actuó como informante del gobierno a la vez que éste también la espiaba a ella; la escritora dio los nombres de varias personalidades como Luis Villoro o Carlos Fuentes como posibles instigadores de las protestas juveniles.
Hacia 1968, Elena Garro llevaba nueve años divorciada de Octavio Paz, que en aquel entonces estaba fungiendo como embajador de México en la India. Garro tuvo una ruptura fuerte, de modo tal que para el resto de su vida consideró a su exmarido como su enemigo.
Hasta el año 2000, esta información permanecía en relativo secreto, solamente confirmada por el infame exjefe de la DFS, Fernando Gutiérrez Barrios. Posteriormente, el INAI sacaría a luz más documentos que corroborarían el papel de Elena Garro como una de tantas informantes del gobierno priísta.
A 50 años del movimiento que cimbró la sociedad mexicana en la segunda mitad del siglo XX, tampoco se debe olvidar quiénes eran los que veían al estudiantado de manera favorable y quiénes eran sus enemigos declarados.
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana
