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Red Internacional
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[Entrevistas] Tras las huellas de Sarmiento. Elisalde: “Sarmiento es uno de los hacedores del mito de la nación argentina blanca, europea y racista”

Primera entrega de una serie de entrevistas que iniciamos con el fin debatir algunos campos poco visitados de la historia y la realidad política actual.

Miércoles 11 de septiembre de 2019 00:00

¿Qué representa Sarmiento en la historia nacional?

Roberto Elisalde: Nadie puede negar que Sarmiento es una figura relevante en la historia nacional, tanto por su labor educativa como por su activa participación política en el proceso de formación del estado nacional. Acercarnos a su figura desde la perspectiva historiográfica es central ya que lo hacemos desde un espacio privilegiado porque en torno él se debate enconadamente sobre la reconstrucción de proyectos identitarios y fundacionales.

Ahora bien, no es novedad recalcar que el tratamiento historiográfico es ciertamente polarizante a la hora de evaluar sus aportes y contribuciones a la cultura e historia nacional. Sin embargo, Sarmiento, a diferencia de otros representantes de la Argentina liberal decimonónica, ha tenido un tratamiento considerablemente benévolo por buena parte de los historiadores pertenecientes al liberalismo e incluso de amplios sectores del progresismo, aunque, sin duda, con argumentos y énfasis diferentes. Seguramente, el revisionismo popular nacionalista fue quien ejerció una mayor virulencia en la crítica a Sarmiento como representante de la “Argentina civilizada y oligárquica”.

De todos modos, más allá de estos enfoques, nadie duda de los inmensos aportes literarios de Sarmiento, así como tampoco de su contribución a la construcción de un sistema estatal de educación de raigambre liberal. Su perspectiva sobre los destinos del capitalismo argentino, sea bajo la influencia norteamericana o europea, lo convierten en el gran hacedor, junto a Mitre y otros contemporáneos, del mito de la nación argentina blanca, europea y “racista” que en nombre de la “civilización”, debía construir ese incólume legado para las futuras generaciones.

LID: En su opinión, ¿cómo es abordada la Historia en el sistema educativo actual?

Roberto Elisalde: La historia en el sistema educativo actual es abordada desde diferentes dimensiones. Cada una de ellas representa una perspectiva ciertamente diferente. Una mirada la constituyen las políticas públicas, a través de la elaboración y síntesis en clave curricular sobre la selección de contenidos y criterios formativos de los estudiantes en los distintos niveles que ustedes señalan. Allí, indudablemente, son los gobiernos los que de un modo u otro intentan instalar visiones, seleccionar y ponderar libros de textos e incluso controlar enfoques o revisiones de la historia. El rol del gobierno de Cambiemos en diferentes distritos, provincias e incluso en ciclos universitarios como el CBC-UBA, interviniendo en clases de Historia (Sociedad y Estado, por ejemplo) a través de denuncias anónimas a docentes o filmaciones en las aulas sobre las opiniones o posicionamientos de los colegas en sus clases, expresaron las versiones más burdas de control y búsqueda de disciplinamiento por parte del liberalismo conservador en los últimos años. En esas acciones se atentaba no solo contra la libertad de cátedra, sino especialmente contra las versiones críticas de la historia tradicional.

Otra mirada la constituyen la infinidad de propuestas surgidas de equipos docentes, colectivos educativos, sindicatos o simplemente de los profesores en sus aulas, que vienen realizando producciones historiográficas (textos, módulos, cuadernillos) para uso en las escuelas y en los que se aborda, desde una perspectiva comprometida e interpelante, la realidad social de la Argentina y el mundo, opuesta a la habitual naturalización de las relaciones sociales de dominación capitalista. En esas elaboraciones se evidencian los nuevos abordajes en las investigaciones históricas, entre las que se destacan con firmeza las actuales perspectivas de género, la historia reciente e incluso, la historia de la educación popular.

LID: ¿Cómo definiría esa relación entre la Historia y la realidad política en el último período?

Roberto Elisalde: Como bien afirman, en los años ´80 y ´90 las investigaciones historiográficas de mayor circulación estuvieron naturalmente moldeadas no solo por su relación con el fin de la dictadura y la recuperación de la democracia sino también por determinados énfasis en el marco de la llamada “transición democrática”. El pasado histórico y sus investigaciones fue sujeto a fuertes embates y reconstrucciones desde la matriz social-reformista expresada en su momento en la concepción binaria: “autoritarismo o democracia”. Entiendo que esta matriz academicista y cientificista dejó una huella que aún hoy perdura en nuestros espacios universitarios. Las producciones históricas fueron y son tamizadas por este enfoque. Una parte de los historiadores protagonistas de esa etapa fueron parte del establishment académico universitario durante décadas, y quienes lo sucedieron –aun respondiendo a concepciones “teóricas críticas” diferentes- no abandonaron el esquema fundante: academicismo crítico y “tacticismo institucional”. Esa visión fue también acompañada por una exacerbación de diseños formativos falsamente neutralistas que no hacían más que ocultar un fuerte rechazo a otras miradas de producción investigativa, provenientes de la izquierda y comprometida con las causas populares y revolucionarias. La historiografía de los ´70 se convirtió en referencia de “historias totalizantes” que no debían ser el modelo académico de las producciones históricas de las jóvenes generaciones. Esta etapa fue central no solo en dejar como herencia el moldeado de instituciones e investigaciones reticentes al cambio, sino sobre todo, como formadora de prácticas reproductivas en su misma clave. Felizmente, esta no es la única tendencia presente en nuestros ámbitos públicos; como contrapartida, existen infinidad de colectivos de investigación, espacios estudiantiles y de profesores que interpelan y alternativizan con producciones y prácticas que tensionan a las siempre “aggiornadas” naturalizaciones institucionalistas.

LID: ¿Cómo ve a los historiadores y los usos de la Historia en el actual escenario del país? ¿Qué rol o que intervención le parece deberían tener los historiadores?

Roberto Elisalde: Naturalmente, y en línea con las preguntas anteriores, no hay una sola respuesta sobre el rol de los historiadores. En este caso puedo responder por lo que hacemos muchos de nosotros dentro de nuestra universidad pública, en nuestras escuelas y junto a las organizaciones sociales y sindicales. Formo parte de un colectivo que desde hace décadas se dedica a la investigación, la docencia y la organización social y política. Es un colectivo como tantos otros con los que nos vinculamos en el campo de los intereses populares. Creemos que nuestras universidades y profesorados que forman historiadores deberían estar al servicio de los intereses populares, de los excluidos, de los “oprimidos” como decía Paulo Freire. Nuestras producciones históricas deben rescatar del olvido aquellas historias no complacientes con el sistema. En nuestro caso, rescatar las históricas luchas de los trabajadores en el campo de la educación, en disputa con el capital, es una perspectiva que sintetiza parte de nuestras concepciones de “historia popular y desde abajo”, como afirma nuestro colega colombiano Alfonso Torres Carrillo. Pero sabemos que no se trata solo de textos y discursos, creemos que el rol de los historiadores, al menos desde nuestra percepción, debe ser seguida por prácticas que acompañen esas concepciones. Son infinidad los jóvenes (y no tanto) historiadores y profesores que desempeñan su profesión junto a organizaciones populares: en barrios del conurbano, en sindicatos, en fábricas recuperadas por sus trabajadores, abriendo bachilleratos populares, escribiendo historias locales, aportando su formación y producciones escritas en gremios o colectivos sociales que no tienen “referato” ni computan en los formateos institucionales, pero que son muy “útiles” y “necesarios” para estas comunidades y para pensar “con otros” el sentido transformador de la historia. Nuestra perspectiva no es anti-academicista: rescatamos el compromiso con la formación, el estudio, la docencia y las investigaciones rigurosas. Pero el rol del historiador que aspiramos construir, junto a muchos/as compañeros/as historiadores/as es pensado, tal como lo señalamos, desde otra concepción que la actualmente dominante. Hoy, muchos creen que nuestra carrera universitaria como formadora de historiadores está devaluada. Sin reforma programática (hace más de 30 años que ello no ocurre), cada vez con menos estudiantes -pese a que las inscripciones en la universidad pública han aumentado- parece no tener rumbo, tenemos una carrera de historia (UBA) enredada, en muchas ocasiones, en micro-disputas más que en necesarios debates político-académicos que la vinculen a las necesidades e intereses de nuestro pueblo.

LID: ¿Quiere agregar algo más?

Roberto Elisalde: Si, me gustaría destacar, especialmente, en la línea de lo dicho hasta aquí, la reciente publicación por parte de la imprenta recuperada Cooperativa Chilavert, de una serie de libros de Historia –aunque también se editaron para todas las disciplinas- para la educación popular de jóvenes y adultos (EDJA). La mención especial se debe a que este sector del sistema educativo expresa potencialmente a más de 14 millones de jóvenes y adultos que no terminaron sus estudios en el país. Y que por ser la educación de la mayoría de los trabajadores (ocupados o desocupados) con escasos recursos como para comprar libros, las empresas (corporaciones) editoriales no desean invertir en publicaciones de esta naturaleza ya que –afirman- no les resulta redituable. Por ello no existían publicaciones para esta modalidad. Lo tuvo que hacer una cooperativa de trabajadores y un colectivo de investigadores y docentes/investigadores. Sin duda es un proceso que hay que revertir, ya que hablar de la EDJA es un eufemismo para referirnos al campo de educación en el que tratan de terminar sus estudios la mayoría de los trabajadores expulsados del sistema educativo.

Nuestras producciones históricas deben rescatar del olvido aquellas historias no complacientes con el sistema.

Acerca del entrevistado

Roberto Elisalde es Dr. en Historia (UNLP), Posdoctor en Educación (UNESP-Brasil); Profesor e investigador FFyL-UBA. Autor de numerosos artículos sobre Historia y Educación. Coordinador de la Red RIOSAL-CLACSO. Co-fundador de los Bachilleratos Populares en fábricas recuperadas y org. sindicales.