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Emiliano Zapata desde Chihuahua

Julián Contreras Álvarez

ISSN : 2344-9454

Emiliano Zapata desde Chihuahua

Julián Contreras Álvarez

Ideas de Izquierda

En el marco del natalicio de Emiliano Zapata, republicamos la entrevista que el profesor Julián Contreras Álvarez, realizó al historiador Dr. Pedro Siller de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez en México, quien lamentablemente falleciera en Septiembre del año pasado.

Dr. Pedro Siller, en el marco del natalicio del General Emiliano Zapata y partiendo de su condición de historiador chihuahuense, nos gustaría realizarle algunas preguntas: ¿Cómo ha sido valorado el legado y la figura de Emiliano Zapata aquí en Chihuahua?

Mira, la valoración de Emiliano Zapata en Chihuahua pasó por diferentes épocas. Durante la época de la Revolución, digamos entre 1910 y hasta 1930, la figura de Zapata fue muy mal valorada, esto debido a que la prensa de la capital, del Distrito Federal, “El Imparcial” y todos ellos, hablaban de Zapata como el “Atila del Sur”, un agente que cometía muchos atropellos y asesinatos; entonces, lo que se leía aquí era lo que se producía en el D.F. Hubo algunos personajes (en Chihuahua) que se dijeron del zapatismo: Máximo Castillo y algunos otros, y realizaron algún reparto de tierras pequeño, pero simbólico. Sin embargo, no fueron bien vistos. En Chihuahua, el problema no era agrario en el sentido de reparto de tierras, era agrario en el sentido de la extensión norteamericana, de la compra que estaban haciendo los norteamericanos de tierra en Chihuahua, expulsando a los mexicanos tal como lo habían hecho en la guerra de 1848. Pero los chihuahuenses no querían un reparto agrario, querían una justicia agraria, de detener la invasión norteamericana que se estaba dando sobre todo en la zona de Casas Grandes con los mormones; en esta zona de Juárez, con las compañías deslindadoras. La idea del zapatismo no les era atractiva, por todo esto. Fue hasta después de los años 30, y después del cardenismo, cuando la figura de Zapata comenzó a ser mejor comprendida, pero hasta el cardenismo, la imagen zapatista era bastante negativa, el “Atila del sur”.

¿Qué nos puede decir de la relación de Emiliano Zapata con el villismo?

Fue mala, bastante mala; a pesar de los intentos que se hicieron para reunir a la División del Norte con el Ejército del Sur, había problemas de fondo. Por ejemplo, la División del Norte nunca vio bien a los zapatistas, que consideraba indígenas, huarachudos; les llamaba mucho la atención la imagen de la Virgen de Guadalupe en los sombreros zapatistas. Nunca hubo un entendimiento. Además, el ejército villista era un ejército de jornaleros agrícolas del Norte, de las grandes haciendas de la Laguna y de Chihuahua, y la composición del ejército zapatista era muy diferente desde el punto de vista étnico, cultural, etc. Nunca hubo una comprensión, y eso fue claro en el año 1914, cuando los dos ejércitos se encuentran en la Ciudad de México, que no pueden llegar a un programa común.

¿Qué nos puede decir de la relación de Emiliano Zapata con los magonistas?

En un principio hubo una interesante relación entre los magonistas; hasta —digamos— 1910, había algunas posibilidades de trabajar conjuntamente, y algunos grupos lo hicieron trabajando con magonistas y trabajando con zapatistas, pero el hecho de que Magón hubiera insistido en el carácter anarquista [del PLM] chocó con el zapatismo y también chocó en el momento en que los Flores Magón comenzaron a hacer muy duras críticas a la Iglesia Católica. Los zapatistas fueron muy católicos. Entonces en algún momento, los grupos magonistas, por ejemplo, dinamitaron Iglesias y eso enfureció a los zapatistas. No hubo a partir de entonces ninguna posibilidad de diálogo. Magón se fue aislando solo por su radicalismo y eso fue lo que determinó al final el fracaso del magonismo. Al principio hubo algún magonista que estuvo con los zapatistas, pero cuando los magonistas empezaron a hacer propaganda antirreligiosa, Zapata los expulsa.

¿Dónde podemos corroborar esto último?

Hay un personaje, entre otros, que a mí me tocó entrevistar a sus hijas: Juana Belén Gutiérrez de Mendoza. Juana Belén era una de las grandes periodistas de “Regeneración” en la Cd. de México. Ella, su esposo y sus hijos se aliaron al zapatismo. Al principio hablaron con Zapata muchas veces. Trataron de conseguir armas en el norte para mandárselas, pero Juana Belén y todos ellos eran anarquistas, ellos fueron los que dinamitaron Iglesias en Morelos. Zapata emitió una orden de fusilamiento para todos. Los zapatistas no tuvieron influencia de la Iglesia Católica, pero sí permanecían muy fieles a sus santos patrones, etc., a toda una cultura campesina; eso los hizo también diferentes del villismo. Tú nunca verás en los villistas la imagen de la Virgen de Guadalupe en el sombrero, pero si era común entre los zapatistas.

¿Y cómo se explica que a principios del S. XX en el noroeste de Chihuahua las lecturas de anarquistas, como Kropotkin y Proudhon, fueran ampliamente leídas y discutidas y en el sur mexicano no?

Tú tienes en Chihuahua una migración europea, sobre todo española, muy fuerte, por algo es la Nueva Vizcaya: vienen del País Vasco como mineros, cómo trabajadores, de donde ya traen una lectura del anarquismo.

¿No llegó del norte, de los sindicalistas mineros y ferrocarrileros de EEUU?

No, viene de ideas españolas.

¿Cómo concluye esto?

Por los personajes que tenemos aquí [en Chihuahua]: son mineros asturianos, vascos, que vienen de una lucha política en Europa, que se establecen en la Sierra de Chihuahua, ya traen una idea del anarquismo que no es la idea anglosajona, que también [incorporan]. Llegan a los Estados Unidos, a California, como mineros, como buscadores, pero vienen de Europa, vienen de España, de Italia, muchísimos italianos. Y los españoles, por ejemplo, traen un periódico anarquista a California, el periódico se llamaba “Tierra y Libertad”. La idea Tierra y Libertad es magonista. Esto lo que nos hace ver es que la historia del proletariado, sobre todo es una historia mundial; no puede ser comprendida aquí nomás, en los límites de. No. Es una historia mundial. La gran crisis es europea, es expulsora de mano de obra a partir de 1880, cuando la Revolución Industrial expulsa la mano de obra europea y empiezan a buscar a dónde ir, a EE.UU., a México, básicamente a Argentina. Con la expulsión vienen las ideas. Después ya viene la crisis aquí [de 1906], pero ya ellos ya están aquí, traen libros, traen las revistas. Entonces los Flores Magón se contactan en California con todo ese grupo de migrantes europeos y con los que llegan a Chihuahua a buscar trabajo en las minas. Esto es un problema de migrantes. En Morelos no hay migrantes, en el sentido de mano de obra para Minas o el mundo industrial. El inmigrante europeo trae una mentalidad industrial, no va a ir a cortar caña a Morelos ni a recolectar café a Chiapas. Esa migración también una migración de ideas.

¿Qué representa el zapatismo en el México actual?

El zapatismo dejó como gran herencia el sentido de la dignidad, de la honestidad, de la rectitud, y a diferencia de otros movimientos sociales, por más que se haya querido, el zapatismo ha permanecido, digámoslo así, inmaculado. […] Zapata sigue siendo para América Latina el campesino íntegro. De ahí qué movimientos como el de Chiapas se reclamen del zapatismo, como la apropiación de un movimiento campesino íntegro, honesto. Pancho Villa puede ser todo lo que quieras, pero es combatido (los asesinatos, las violaciones), Zapata no. Tú puedes decir algo de Pancho Villa, pero yo te puedo decir lo contrario: “La cabeza está allá, no es cierto la cabeza está aquí. El cuerpo está en Parral, no es cierto está en el Monumento a la Revolución.” De Zapata no. De Zapata: nació aquí, sí. Aquí murió, sí. Eran sus papás, sí. Tiene una idea agraria, sí, ahí está el Plan de Ayala. Es decir, la vida de Zapata no lo puedes convertir en mito, es algo tangible.

Sin embargo en el 2006, en un articulo de El Universal [1] donde se pone en cuestión las circunstancias en que murió Zapata, de que no haya muerto en la Hacienda de Chinameca, sino en un pleito de cantina. ¿Es esto un intento de desarticular las características que usted le atribuye al Zapatismo?

Sí. Pero volvemos a lo mismo; por ejemplo, Obregón mandó fotógrafos para la muerte de Zapata. Está muy filmada la muerte, está el cadáver, está la gente llorando, y va a pasar lo mismo con Villa: Obregón mandó fotógrafos para grabar la muerte de Villa. Obregón decía que la foto no miente. Lo que sucede, y esto es maravilloso, es que los personajes terminan en la mitología popular, cuando el pueblo no los quiere dar por muertos.

¿Qué opinión le merece el trabajo de John Womack Jr. "Zapata y la Revolución Mexicana"?

Mira, es el mejor que se ha escrito. Sin duda no es el primero, hubo otros libros anteriores pero fueron demasiado anecdóticos, más bien recogieron las historias locales. El de John Womack ha sido, hasta ahora, el mejor. Algunas cosas anecdóticas: el libro de Womack apareció en 1969. Entre 1969 hasta 1980, nadie hizo una reseña del libro de Womack. A los historiadores no les gustaba el libro de Womack, les parecía demasiado literario, que más bien era literatura y no historia, y los literatos decían que era demasiado histórico. De tal manera que el único que hizo un comentario, muy bueno, excelente, el mejor que se ha hecho, fue Carlos Fuentes, y decía que justamente en el aspecto literario residía su fuerza, en cómo Womack había combinado el aspecto literario con el espíritu histórico, que esa era su gran fuerza. Pero algunas gentes dijeron que era un libro que más de 3 años no iba a durar en librerías antes de que lo lanzaron a la basura. (Ríe) Y se convirtió en un clásico. Yo sigo pensando que es el mejor, que es el modelo de cómo hacer historia de un movimiento, de cómo rescatar la parte literaria y la parte histórica. Es un libro maravillosamente bien escrito. Y en esto hay que decir algo que se nos olvida: Es el traductor. El traductor el señor Francisco González Arámburu, un gran literato, es capaz de agarrar un libro en inglés y convertirlo en un maravilloso libro en español. Womack nunca volvió a tener esa suerte, de tal manera que los otros libros de Womack son muy feos.

¿Qué bibliografía actual considera usted relevante para entender el zapatismo?

Maravillosos libros los de Samuel Brunk de la Universidad de Texas en El Paso. Él se ha dedicado sobre todo a ver a Zapata después de Zapata, es decir, esa imagen que tenemos de Zapata después de su muerte. El de Womack es hasta la muerte de Zapata. Los libros de Brunk son indispensables, tiene un par de libros sobre Zapata, son maravillosos, de cómo nos hemos imaginado, reinventado a Zapata, de cómo la historia oficial se ha apropiado de Zapata y del neozapatismo.

Una última pregunta: usted señalaba que es importante entender los movimientos sociales desde una perspectiva global. En el marco del centenario de la revolución bolchevique, vimos publicada una carta de Emiliano Zapata sobre Revolución Rusa publicada originalmente en La Habana, Cuba. ¿Qué nos puede comentar al respecto, sobre la lectura del escenario internacional que tenía Emiliano Zapata?

Zapata va a tener una idea de todo esto a partir de las gentes que están alrededor suyo que le cuentan lo que saben. Siento que Zapata se interesa en Cuba por el conflicto con Madero, en 1911, cuando aparece el Plan de Ayala. Madero lo amenaza con que lo va a mandar a Cuba, Zapata le responde que lo va a ahorcar en el encino más grande que haya en Chapultepec. Madero le dice que le va a perdonar todo pero que se largue a Cuba. Y Zapata se pregunta: ¿y por qué Cuba? ¿Qué es Cuba? Y empieza a tener una panorámica del mundo y yo creo que ahí sus asesores, varios, no me atrevería ahorita decir algún nombre, tal vez Magaña, no sé, le platican sobre la Revolución Rusa. Pero el hecho de que Madero lo amenazara con mandarlo a Cuba es como una pregunta: ¿qué hay en el resto del mundo? ¿Qué hay más allá de México? ¿Qué está pasando ahí? Esto, claro, sucede en el caudillo del Sur, en tanto que los campesinos zapatistas tienen una visión más parroquial. Los asesores de Zapata, Magaña, Soto y Gama, etc., ellos sí tenían una visión global que les permite intentar hacer alianzas con el villismo, con el magonismo. Pero Zapata entiende maravillosamente bien a su pueblo. Incluso su final, cuando él dice: “para que el Zapatismo viva lo que yo tengo que hacer es morirme”. Es la única forma de que los demás negocien, yo no puedo negociar, porque yo si negocio pierdo esa pureza (y el zapatismo con él). La única forma es que yo me muera ahorita, antes, para que mis compañeros puedan negociar. Y eso es maravilloso, Yo no puedo negociar, no puedo rebajarme, como si yo fuera un mercader del Plan de Ayala, como si el Plan de Ayala fuera una mercancía que se puede comprar o vender como lo hizo Madero queriendo negociarlo, y Zapata no, no puedo hacerlo, lo que sí puedo hacer es morirme y ahí ustedes negocien, entonces ya el que negocia no soy yo, porque yo ya estoy muerto.


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NOTAS AL PIE

[1Teresa, Tomoo. “Zapata en puntos suspensivos”. Artículo en El Universal, 2006
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Julián Contreras Álvarez

Profesor de bachillerato en Casas Grandes, Chihuahua, México.