Leé el editorial de Fernando Rosso en el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los domingos por Radio Con Vos.

Fernando Rosso @RossoFer
Lunes 18 de junio de 2018 08:38
Sin muchas vueltas y apenas comenzada la reunión, Elisa Carrió miró fijo al presidente Mauricio Macri y le pidió... o le ordenó: “Tenés que cortar cabezas porque si no rueda la tuya”.
Luego, con una sonrisa forzada, Macri estiró el único brazo que tenía arremangado y permitió que la diputada pose una mano sobre la suya para que salga la foto pública de rigor.
Esa es la versión que dieron desde algunos sectores del radicalismo en relación a lo que sucedió, puertas adentro, en la cumbre de los dos referentes más importantes de Cambiemos, esta semana.
Un mes antes, un legislador peronista aseguró que, en una reunión con senadores del oficialismo y la oposición, descubrió al presidente un tanto “ausente, sin participación, como si no precisara del acuerdo o, directamente, se desligara de la realidad.”
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Son versiones transmitidas a los periodistas -con entusiasmada imprudencia- por parte de los llamados “garganta profunda” o los correveidiles que brotan como hongos cuando los representantes del Palacio se esconden en demasiados secretos, o cuando el relato público se distancia generosamente del discurso privado.
Sucede, en general, en tiempos de crisis. Y el Gobierno, la coalición Cambiemos y el líder que los conduce, atraviesan una grave crisis.
El macrismo se encierra cada vez más en su laberinto: las movilizaciones de diciembre contra la reforma provisional impusieron el retorno a cierto gradualismo. Pero la corrida de mayo -que nunca se detuvo- obligó al plan aceleración y a la huida desesperada hacia el padre de todos los prestamistas: el Fondo Monetario Internacional.
Hoy a Macri lo rechaza cada vez más la calle y le creen cada vez menos los mercados.
El descenso que comenzó a fines del año pasado nunca paró su marcha, el retroceso económico alimentó la crisis política y la debilidad política alentó el desorden económico. El círculo rojo percibe el círculo vicioso y el mejor equipo de los últimos 50 años no logra ni un empate indigno como el de Argentina contra Islandia.
Esta jarra loca de desaciertos terminó en repentinas renuncias, como la de Sturzenegger, Cabrera o el cada vez más odiado “Juanjo” Aranguren.
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En ese contexto, el macrismo colocó en la escena el debate sobre el aborto legal que consiguió media sanción en Diputados.
El primer triunfo parcial se logró, más históricamente, por la persistencia del movimiento de mujeres que viene reclamando ese derecho, entre muchos otros, desde hace décadas.
Pero en el caso del Gobierno, el giro también fue motorizado por un factor oportunista. Fue un intento de maniobra distractiva o un cambio de agenda cuando la economía comenzó a detonarse e irrumpió con fuerza el grito de la calle.
Pero quizá, como sucede en muchas ocasiones, falló aquello de exigir de la maniobra mucho más de lo que la maniobra por naturaleza puede dar.
Estuvo a punto de suceder una derrota en la trasnochada votación de la media sanción en Diputados: Cambiemos casi se la autoinflinge por haber impulsado el debate y que finalmente no fuera aprobado por responsabilidad mayoritaria de los votos de su bloque.
Por suerte, un tridente desconocido de peronistas que supieron hacer buenos negocios con su indecisión en ese mercado persa que es la política tradicional, lo “salvaron” casi en el tiempo de descuento.
Por esta mismas razones, la media sanción no fue el producto de la “maduración democrática” de un régimen político o de sus legisladores tradicionales, que ayer nomás habían votado el saqueo a los haberes jubilatorios. O que encubrieron y hasta justificaron los crímenes de Estado de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel (por nombrar sólo dos casos). Sin hablar del aval que hoy otorgan al saqueo en curso.
O de otros y otras que durante años se negaron a abrir el debate sobre un derecho tan elemental como la abolición del aborto clandestino (porque así debe ser llamado), para que las mujeres puedan decidir sobre su propio cuerpo.
La media sanción fue producto de una crisis y de una oportunidad, hasta ahora aprovechada por la multitudinaria movilización. Pero donde también se derrochó oportunismo para todos y todas.
En las conclusiones político-estratégicas es importante discernir cada uno de los tres componentes en su justa medida y armoniosamente.
Están fuera de lugar, para quienes realmente quieren enfrentar al Gobierno, los elogios desmedidos a la diputada Silvia Lospennato que alguna vez, para defender la baja del impuesto a las ganancias a las empresas, calificó de “tiranos” a los opositores.
O hacia los tres mosqueteros pampeanos que a horas del cierre de la sesión todavía estaban indecisos, como si tratara de un pedido de empanadas y no de una cuestión crucial que incumbe a la vida o la muerte de miles de mujeres y sobre todo de las más pobres.
No fue una “fiesta” o un avance de la democracia y esto queda demostrado en otros ámbitos donde el álgebra entre crisis, movilización y oportunidad es dramáticamente diferente.
Por ejemplo, frente a la carta de intenciones o el pacto con el FMI -cuya letra chica se conoció esta semana- el pedido de una consulta popular -un reclamo que plantean los legisladores y legisladoras del Frente de Izquierda- es negado, con plena consciencia de que sería rechazado mayoritariamente.
Un pacto que afecta a millones, merecería un debate nacional y el derecho a decidir de las grandes mayorías.
Pero la “democracia” siempre se detiene en la puerta de la propiedad privada y más cuando se trata de intereses fundamentales.
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La movilización o la contención de la misma, también juega un rol esencial en este punto. La CGT y la mayoría de la dirigencia sindical ven en cada crisis, una oportunidad… pero no de imponer un freno al plan del Gobierno, sino de colaborar para que no se desarrolle.
Pese a esto, el malestar se impuso y además del importante paro camionero y de las dos CTA de esta semana, se vieron obligados a poner la fecha a un paro general.
Más allá de esto de la forma en que fue convocado, es muy probable la huelga del 25 de junio haga oír un nuevo escarmiento para el oficialismo y en todo caso habrá que trabajar para eso.
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Hoy conversamos con nuestros entrevistados sobre cómo algunos de los empresarios más importantes del país tienen como principio convertir cada crisis en una oportunidad, una oportunidad de negocios. El fantasma de la crisis también es agitado siempre por los gobiernos, para la oportunidad de ajuste.
Leopoldo Marechal dijo alguna vez que de todo laberinto se sale por arriba, una fina sentencia que puede funcionar para la literatura.
Pero lo que está en juego en la realidad argentina, una vez más, es si la crisis laberíntica que atraviesa el país será aprovechada por arriba y por los sospechosos de siempre o encontrará una salida entre los que la sufren, la padecen y la enfrentan cotidianamente desde abajo.

Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.