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19 y 20 de diciembre 2001. En defensa de la rebelión popular

El 19 y 20 de diciembre se cumplen 20 años de la rebelión popular que terminó con el gobierno de Fernando De la Rúa. La burguesía busca desterrar la idea de la rebelión popular de la conciencia social.

Facundo Aguirre

Facundo Aguirre @facuaguirre1917

Sábado 18 de diciembre de 2021 13:30

Fotos de Contraimgen

La rebelión del 19 y 20 de diciembre del 2001 marcó un hito en la historia nacional: se trató del primer levantamiento popular que puso fin a un gobierno elegido por el sufragio universal; asestó un golpe a los programas neoliberales en nuestro país y abrió un nuevo ciclo político y social, que explica muchas de las contradicciones presentes de la política argentina.

La rebelión popular presenta muchos elementos de balance histórico y estratégico. La burguesía, sus políticos del Frente de Todos y Juntos, los medios hegemónicos, discuten los ritmos y las condiciones del sometimiento del país a los dictados del FMI y el imperialismo. Quieren retrotraer a la Argentina 20 años atrás en el camino del saqueo nacional. Leandro Santoro -FdT-, sostuvo que la alternativa era “acuerdo con el FMI o colapso social”, copia casi textual de los argumentos de la Alianza en defensa de la convertibilidad y el plan del FMI.
En la primera etapa del kirchnerismo, el relato progresista sirvió para contener y cooptar a les dirigentes sociales y de derechos humanos y desviar la bronca contra el régimen político. Hoy, en cambio, necesitan borrar de la memoria social la idea de rebelión popular y demonizar aquel diciembre.

Los relatos

Cuando arreciaba la rebelión en Chile a fines del 2019, CFK lanzó un tuit comparando las movilizaciones populares contra el gobierno derechista de Sebastián Piñeira, con el golpe cívico, clerical, militar de la ultraderecha boliviana contra Evo Morales: “Si queremos vivir en paz, es hora de que haya pronunciamientos y, sobre todo, acciones claras en defensa de la democracia, independientemente de cuál sea la orientación política de los gobiernos que surgen de la voluntad popular”. Alberto Fernández, recién electo presidente, acompañaba diciendo: “Hay que ayudar a bajar la locura de que se volteen a los presidentes”.

Pasando en limpio, se pone un signo igual entre la movilización del pueblo chileno contra un gobierno que reivindica la herencia neoliberal del pinochetismo, con un golpe de estado. Así, la rebelión popular no es una forma legítima de lucha para terminar con el abuso y el saqueo del imperialismo y las clases dominantes y la defensa de las instituciones que garantizan el saqueo y la degradación de la vida popular, es el único camino “democrático” posible. Fernando Iglesias -Juntos-, para quien el 19 y 20 de diciembre fue un golpe de estado, no tiene nada que envidiarles.

Restauración

El intento kirchnerista de mostrarse como garante de la continuidad institucional, clarifica su balance. Néstor Kirchner no fue el intérprete de las demandas del 2001, como pretenden vender sus apologistas. Por el contrario, fue quien sacó la política de las calles y llevó adelante un desvío de la movilización social, cooptando y corrompiendo a dirigentes populares y de derechos humanos, estatizando las organizaciones sociales. Su política rescato al peronismo que había sido la vanguardia neoliberal durante el menemismo, le dio un barnizado progresista y transformando la capitulación al imperialismo en relato, le lleno la cara de billetes al FMI y los acreedores externos.

Las jornadas del 19 y 20 establecieron una relación de fuerzas a favor de las grandes masas que no podía ser obviada por quienes tomaron las riendas del poder estatal. El peronismo entonces emergió como partido del orden llamado a salvar al régimen del embate popular. El duhaldismo primero rescató a la burguesía argentina endeudada en dólares, pesificando sus deudas y, con una devaluación brutal mediante, pulverizó los ingresos del pueblo trabajador. Intentó contener el descontento con represión y planes sociales. La Masacre de Puente Pueyrredón, con los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, obligó al reparto de dos millones de planes para paliar la situación y el abandono anticipado del poder de Eduardo Duhalde, quien vio frustrado su plan de perpetuarse en el poder.

El kirchnerismo, que surge de las entrañas del partido del orden duhaldista, una vez en el poder y con el viento a favor de las commodities, reforzó la contención con la burocracia sindical, con la formación de una nueva burocracia de los movimientos sociales, con los barones territoriales del peronismo bonaerense y el aporte de los dirigentes populares para hacer creíble el relato progresista. El "Estado ampliado" no fue una forma de empoderamiento de los movimientos sociales, sino la subordinación de los mismos a la política de restauración de los políticos y el régimen que el pueblo movilizado enfrentaba al grito de “que se vayan todos”.

Jornadas revolucionarias

Las del 19 y 20 de diciembre fueron jornadas revolucionarias que pusieron de manifiesto la insubordinación de las masas que derrotaron la represión y el Estado de sitio en la batalla de Plaza de Mayo del 20 de diciembre. La legitimidad de la rebelión popular chocó con la legalidad democrático burguesa cuyo régimen representaba los intereses antipopulares. Un nuevo poder constituyente se expresaba soberanamente con el pueblo movilizado, mientras que la dictadura del capital y sus representantes políticos se refugiaba en las instituciones valladas y custodiada por las fuerzas policiales.

Con el anuncio del corralito todo comienza a estallar. Previo a las jornadas del 19 y 20 los saqueos a los supermercados, una auténtica rebelión plebeya del hambre, en el interior del país y el conurbano bonaerense, marcaban el pulso de la situación. El 19 marcó la irrupción de las clases medias con el cacerolazo. La represión no se hizo esperar y los enfrentamientos en Plaza de Mayo y Congreso, anticiparon lo que vendría el 20. Desde la mañana grupos de manifestantes intentaban ocupar la Plaza de Mayo y eran salvajemente reprimidos por la Federal. La rebelión se hizo imparable y la juventud plebeya y trabajadora y los partidos de izquierda protagonizaron la batalla de Plaza de Mayo que terminó con el gobierno de De la Rúa, quien huyó en helicóptero. En el camino quedaron 39 muertos, 5 de ellos en los combates de la Plaza.

La amenaza insurgente de las calles llevó a las conspiraciones de palacio para evitar un colapso mayor del régimen político, arrebatando al pueblo movilizado su victoria. El movimiento no logró imponer una salida propia. La clase obrera estaba ausente para torcer el fiel de la balanza a favor de las masas. Por este motivo, la conspiración de las camarillas capitalistas se impuso expropiando lo logrado por la rebelión popular, primero con Rodríguez Saá y luego con Duhalde (en el medio se sucedieron otros tres presidentes). La burocracia sindical de la CGT que militaba activamente en el frente devaluacionistas de la UIA se cuidó de llamar a la huelga general para impedir la intervención de la clase obrera ocupada durante el 19 y 20 de diciembre, y posteriormente mantuvo a los trabajadores atenazados en las fábricas y empresas. Lo mismo hizo la CTA y la cúpula piquetera encabezada por D’Elia y Alderete.

La crisis de dirección de la clase trabajadora, la ausencia de un partido revolucionario de clase, fue el factor central por el cual diciembre del 2001 no avanzó mucho más en el camino de la autoorganización de las masas y no dio origen a un doble poder que se erigiera como alternativa frente al gobierno de la burguesía.

Revuelta o revolución

El debate de estrategias para desarrollar un segundo embate de masas contra el régimen político, pasaba por el eje de revuelta o revolución.

Diciembre de 2001 conformó un bloque de fuerzas sociales, que se dio a llamar la alianza “del piquete y la cacerola”, al que se sumó el de las fábricas recuperadas encabezadas por Zanon y Brukman. Estas fuerzas se mostraron insuficientes para llevar adelante la lucha contra el gobierno duhaldista y profundizar la rebelión popular, pero dieron lugar a experiencias de democracia directa, como las asambleas populares y la gestión obrera, de organización social de los trabajadores desocupados y de autogestión de los asuntos comunales. Estas formas embrionarias de democracia directa e intervención popular, plantearon una perspectiva opuesta a la del régimen político imperante.

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Para quebrar al peronismo y su aparato de control sindical y territorial, hacía falta poner en movimiento a la clase obrera ocupada y luchar por constituir el frente único de toda la clase obrera y el pueblo pobre. La existencia de un gobierno peronista que actuaba como partido del orden, obligaba a retomar las lecciones históricas de la lucha de clases en nuestro país para recrear en las nuevas condiciones una fuerza social poderosa que permitiera hacer real las demandas del pueblo movilizado. En junio y julio de 1975, la clase obrera se levantó contra el gobierno peronista de Isabel Perón y José López Rega, derrotando el plan de saqueo nacional del ministro Celestino Rodrigo. Los trabajadores derrotan al gobierno peronista con la huelga general política y la puesta en pie de las coordinadoras interfabriles, que expresaban una forma embrionaria de doble poder fabril.

En el movimiento desatado a partir de la rebelión de diciembre, estaba planteado ir por los trabajadores ocupados, replegados por la burocracia y sus métodos y el temor a la pérdida del trabajo. Era necesario plantear el horizonte de la huelga general política, con cortes de rutas y ocupación de los grandes centros políticos de las ciudades, planteando la unidad de clase a través de coordinadoras que unieran a ocupados y desocupados, junto a los asambleístas, que fuera tras la conquista de los sindicatos, en un gran frente único de todo el pueblo pobre y trabajador. Se trataba de elevar la rebelión popular, a la revolución.

Pero esta no fue la perspectiva de las direcciones que intervinieron en el proceso en curso. En las asambleas populares y un sector autogestionario del movimiento piquetero, imperaba un espíritu de época autonomista, que negaba la lucha por el derrocamiento revolucionario del régimen político y social y planteaba la construcción de una economía alternativa que no disputará ni a los capitalistas los medios de producción, ni a la burocracia sindical la dirección del movimiento obrero.

Desde el ala izquierda de los movimientos piqueteros, consideraban suficiente a la alianza del piquete y cacerola y daban por muerta a la burocracia sindical. Centraban las movilizaciones en las demandas de planes de trabajo y bolsones de comida, combinado con una denuncia en general al régimen y la apelación a organizar el "Argetinazo", sin a tener política para ganar a la clase obrera ocupada.

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Hubo intentos de coordinación como la Coordinadora del Alto Valle impulsada a instancias de Zanon y el PTS que unió asambleístas, las fábricas recuperadas, el activismo regional y al MTD provincial y fue fundamental para la defensa de Zanon contra los intentos de desalojo, incluyendo la imposición a la burocracia de la CTA neuquina de un paro general en defensa de los ceramistas. Intentos parecidos se dieron alrededor de la defensa de Brukman donde las asambleas populares jugaron un papel de primer orden en la organización de la solidaridad con las trabajadoras textiles.

Pasado y presente

Mauricio Macri condujo el país al infierno del FMI y el gobierno de Alberto Fernández y CFK se erige en su garante buscando cerrar un acuerdo con el organismo internacional, plan de ajuste mediante contra el pueblo trabajador. El relato kirchnerista muere cuando el mismo régimen que estalló en el 2001 es presentado por oficialismo y oposición como la única salida posible para el país.

La pueblada del pueblo chubutense contra la megaminería y la votación a espaldas del pueblo del parlamento provincial, trae aires del 2001. La discusión sobre el presupuesto de entrega al FMI muestra al conjunto de los partidos patronales como un agente del saqueo nacional.

Hace falta sacar lecciones militantes del 2001. Luchar por la independencia política del gobierno y el Estado es fundamental para la etapa presente. La multitudinaria marcha contra el FMI convocada por el FIT y más de 100 organizaciones marcan el inicio de la resistencia y la existencia de una alternativa política independiente que es tercera fuerza nacional, decidida a ganar las calles, disputar la dirección de los trabajadores a la burocracia sindical y luchar por el frente único de les trabajadores ocupados, desocupados, precarizados, las mujeres, los movimientos ambientalistas, la juventud y las disidencias. La única fuerza que rescata el sentido insurgente de la rebelión popular y lucha por darle una salida definitiva a la crisis nacional mediante el gobierno de les trabajadores autoorganizados.

Foto de Enfoque Rojo


Facundo Aguirre

Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.

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