En una jornada cargada de protestas, personas con discapacidad, trabajadoras y trabajadores de ese sector se movilizaron a Plaza de Mayo. Exigieron un aumento del 40 % en los aranceles de las prestaciones, el pago de pensiones por discapacidad atrasadas y trabadas desde hace meses, entre otras cosas. ¿Cómo empeoró la pandemia y el aislamiento su situación?

Celeste Vazquez @celvazquez1
Jueves 3 de diciembre de 2020 19:03
Discapacidad en emergencia fue el lema con el que se movilizaron miles de personas este jueves 3 de diciembre, día internacional de las personas con discapacidad, en un jornada promovida por el Foro Permanente de Discapacidad, Promoción y Derechos.
La protesta exigió el 40% de aumento arancelario de las prestaciones, hay que aclarar que en 13 meses el aumento otorgado fue de apenas un 10 %, la aceleración de todos los trámites pendientes para el cobro de las pensiones por discapacidad, la restitución inmediata del sistema de transporte para que los pacientes puedan asistir a sus terapias y tratamientos, y para que los transportistas, que hoy se han quedado sin ingresos, puedan volver a trabajar, y la restitución de todos las prestaciones del programa Inclir Salud, que otorga el Estado.
Derechos vulnerados en un año de pandemia
En febrero de este año, la muerte de Yan Cheng en China, un joven con discapacidad de apenas 17 años, conmovió al mundo. Yan tenía una discapacidad motora cerebral y vivía con su papá quien fue puesto en cuarentena en el marco del brote del coronavirus. Yan murió porque no podía hablar, caminar, ni comer solo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial hay más de mil millones de personas con discapacidad, lo que equivale a un 15 % de la población, de las cuales más de la mitad no cuentan con los recursos necesarios como para pagar una cobertura de salud adecuada a sus necesidades. A su vez, registran los índices de pobreza más altos que el resto de la población por no tener acceso a una vivienda, servicios públicos y educación adecuados.
Teniendo en cuenta esta situación, no es de extrañar que en Argentina, pero también en todo el mundo, las personas con discapacidad formen parte de quienes más sufrieron los efectos de la pandemia y las medidas de aislamiento. Veamos algunas razones:
En primer lugar, porque en muchos casos, por su condición de salud, son consideradas personas de riesgo.
En segundo lugar, porque la presencialidad de los tratamientos fue interrumpida y el desarrollo los mismos se dio de manera virtual. ¿Alguien se puede imaginar la efectividad de las sesiones de kinesiología por internet? o ¿de psicopedagogía para niñas y niños con problemas de habla o sociabilización? Estamos hablando de personas, tanto adultos como menores de edad, para quienes, sus terapias son vitales.
Y en tercer lugar, porque una parte importante de las personas que padecen discapacidad, no pueden manejarse de manera autónoma, por lo que dependen sí o sí de la asistencia de otras personas, familiares, centros terapéuticos, instituciones educativas y personal de salud. Y todo eso fue alterado por las medidas de aislamiento que se tomaron aquí y en el mundo. Además de que fue limitado el transporte que obras sociales y prepagas deben poner al servicio de los pacientes.
Al día de hoy, un gran número de centros ambulatorios donde miles de personas con discapacidad hacían sus tratamientos continúan cerrados. Decenas de oficinas donde sus familiares hacían sus trámites para, por ejemplo entre otras cosas cobrar miserables pensiones, también están cerradas. Y ni hablar de las deficientes coberturas de las obras sociales, que le niegan traslados a sus pacientes, tratamientos en domicilios particulares y traban, en los laberintos de su burocracia infernal, pedidos sencillos y vitales para las personas con discapacidad.