La “utopía” de Alberto Fernández y la realidad de un país desigual. “Luche y vuelve”, la consigna kirchnerista que recupera una historia de luchas en clave electoral. Crisis estructural del sistema energético: así es el país conducido por sus actuales dueños, los capitalistas.

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo
Sábado 4 de marzo de 2023 01:54

Foto: Enfoque Rojo.
“Les propongo que nuestra utopía hoy sea la igualdad”. La frase presidencial llegó casi tras dos horas de discurso. A esa altura, solo quedaba el eco de los silbidos que Juntos por el Cambio desplegó en lastimosa defensa de la casta judicial.
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El mensaje de Alberto Fernández eludía lo esencial, esquivaba la realidad que ven millones de ojos en todo el país: el Frente de Todos se acerca al final de su mandato. Proponer una “utopía” tras 40 meses del gobierno es denigrar ese noble concepto, que supo acompañar múltiples combates emancipatorios. Es, también, insultar la inteligencia de la población.
En la dramática realidad cotidiana, la igualdad se aleja progresivamente. El crecimiento económico -que pareciera encontrar un techo- “derrama” poco y nada. Los bolsillos obreros y populares sienten el vacío cuando el mes apenas inicia. Desde las góndolas, los precios en constante alza agreden la dignidad de la clase trabajadora.
Los números son tajantes. Se estima que, en menos de un año, más de USD 20 mil millones pasaron del bolsillo de la clase obrera al del gran capital. Un robo obsceno que el Frente de Todos valida desde la cúpula del poder estatal y calla en cada discurso.
La hipocresía del relato oficial se devela en otros indicadores. Un reciente estudio del centro Cifra consigna que las políticas oficiales destinadas a “paliar los efectos de la pandemia e impulsar la recuperación de la economía” no lograron traducirse “en una mejoría significativa en los ingresos reales de la mayoría de la población, agravando la regresividad de la distribución del ingreso”.
Graficando el drama que habitan millones de jubilados y jubiladas, el informe repasa la evolución de sus haberes en años recientes. Haciendo referencia al cálculo de la movilidad, afirma que “la fórmula actual garantiza una recomposición (…) siempre y cuando mejoren los salarios y la recaudación de la seguridad social, pero no logra preservar el poder adquisitivo en contextos de alta inflación”.
¿Hay, acaso, algún otro “contexto” en la Argentina de los últimos años? Breve flashback. En diciembre de 2020, Nicolás del Caño (PTS-FIT) propuso una cláusula para garantizar que las jubilaciones no perdieran ante la inflación. El Frente de Todos la rechazó. El cínico argumento fue la “garantía” que otorgaba el supuesto “gobierno popular”. El garante, en este caso, resultó un estafador nato.
El conjunto del Frente de Todos cargó su propia utopía. La desplegó en campaña electoral, cuando eligió prometer la compatibilidad entre la satisfacción de las demandas populares y el acuerdo con el FMI. La realidad se encargó de demolerla. Aquel tratado hoy condiciona la política económica oficial. El informe citado indica que la “recomposición real de los haberes jubilatorios y la mejora de la equidad del sistema choca con los límites fiscales que impone el ‘Programa de Facilidades Extendidas’ firmada con el FMI”.
Aquel albertista “entre los jubilados y los bancos” debiera actualizarse: “Entre los jubilados y los bancos, me quedo con Kristalina Georgieva …y los bancos”.
La ascendente inequidad social no atañe solo a la gestión frentetodista. La verdadera utopía radica en lograr igualdad en los estrechos marcos del sistema capitalista. En estas tierras y a escala global. Un reciente informe de la ONG Oxfam estima que el 1 % más rico de la población mundial se quedó con casi dos tercios de toda la nueva riqueza creada desde 2020. Casi el doble de lo que recibió el 99 % de la población mundial.
Llamarlo “irracional” es un halago.
La “moderación” como estrategia discursiva
En su discurso de este miércoles, Alberto Fernández apostó a su propia empresa utópica: la recuperación de una centralidad que el peronismo insiste en negarle.
En esa labor se apropió de la “moderación” como significante vacío, buscando separarse de una ficticia intransigencia kirchnerista. Sin embargo, hizo propias las batallas del espacio que encabeza la vicepresidenta. Buscando corporizar algo cercano a la unidad del peronismo, eligió los antagonistas clásicos: oposición, grandes medios y Poder Judicial.
Desplegando una inusitada dureza retórica contra la Corte Suprema, vino a crear la ilusión de una figura fuerte y decidida. No dejemos a la apariencia imponerse a la esencia. La realidad es menos épica. La “ventaja comparativa” del actual presidente radica, en gran medida, en la debilidad de todo el peronismo. En la crisis de una coalición que está obligada a inspirar confianza electoral mientras empuja el ajuste al servicio del FMI.
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Precisamente, en el largo enredo de palabras y de números que constituyó el discurso, hubo lugar para ensayar algo cercano a su renuncia a la reelección. Falta, aún, la certeza de las confirmaciones. De ocurrir, sin embargo, podría limpiar el sendero para cierto orden en el enrarecido mundo oficialista.
Tragedia y farsa
La consigna “Luche y vuelve” acompañó la vida política del peronismo en tiempos de proscripción. Fue bandera de combate por largos 18 años, transcurridos entre dictaduras y gobiernos constitucionales fraudulentos. En aquel extenso periplo se localizan la desaparición de Felipe Vallese y los fusilamientos de José León Suárez, que Rodolfo Walsh inmortalizó en Operación Masacre.
Los tiempos electorales traen de vuelta la consigna, convertida en bandera de reclamo contra la casta judicial. Ayer los “caños”, los sabotajes y las huelgas salvajes; hoy declaraciones fuertes, algunos tuits y no mucho más más. Dándole la razón a Marx, la historia se repite: primero como tragedia, luego como farsa.
En un exceso de la simbología política, el sábado 11 de marzo el kirchnerismo lanzará la lucha “contra la proscripción” de Cristina Kirchner. Ocurrirá en Avellaneda, a 50 años del triunfo electoral que consagró presidente a Héctor Cámpora. Las preguntas resultan obligadas: ¿cómo enfrentará el kirchnerismo la ofensiva judicial? ¿Cómo derrotará a esa poderosa casta entrelazada al poder económico y a la oposición de derecha? ¿Apelará a una pelea seria en las calles o todo se reducirá a un largo “operativo clamor” que habilite a la vicepresidenta a revisar su decisión?
A esa pelea “contra la casta judicial” le falta el heroísmo de los grandes combates sociales. Le sobra el aroma de las roscas en el Consejo de la Magistratura. Nadie debería sorprenderse. En los doce años que gestionó directamente el Estado nacional, el kirchnerismo negoció con jueces, fiscales y espías. Los nombres de Antonio Stiuso y Alberto Nisman están ahí para recordarlo: funcionaron como “funcionarios leales” hasta 2013. Y en las casi cuatro décadas que lleva como mayorías en el Senado nacional, aprobó los pliegos de infinidad de jueces. El actual Partido Judicial es un hijo pródigo de esa práctica.
Bronca a oscuras
Asfixiando el cuerpo y la cabeza, el calor sofocante volvió a convertir la Ciudad de Buenos Aires en una caldera este viernes. No fue la excepción: el infierno veraniego inundó el país. Consecuencias de ese “invento del socialismo” (Milei dixit) que viene a ser el cambio climático.
A la asfixia se sumó la furia. A las 21.28 h, más de 60 mil usuarios seguían sin energía eléctrica. En algunos barrios, ese castigo se extendía por tercer día consecutivo. En Lugano y en Flores, la bronca se hizo piquete una vez más. El daño a la población quedó patentizado. "Los bomberos bajaron a mi mamá en silla de ruedas para ir al hospital", relató una mujer a La Izquierda Diario. “Esto es realmente inhumano, nos acostumbramos a vivir mal, estamos cansados, estamos hartos”, completó.
Las privatizaciones volvieron a desnudar su carácter de estafa. El Estado solo atinó a las excusas. Las acompañó con la presencia policial y de Gendarmería contra quienes reclamaban en las calles sin iluminación. Combate a la oscuridad a fuerza de gases y palos.
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El miércoles pasado, a horas del discurso presidencial, le “saltó la térmica” a medio país. Ilustrando la distancia sideral entre palabras y cosas, Alberto Fernández había ofrecido “la energía argentina al mundo”. Aunque el presidente se había enfocado en la producción gasífera, las palabras quedaron para el ridículo. Sin embargo, eso solo condensa los problemas estructurales existentes en el área energética. Según reseñó el sitio EconoJournal: “Entre 1992 y 2013 la capacidad acumulada de transporte se amplió un 99%, pero desde esa fecha hasta la actualidad solo trepó otros 5 puntos porcentuales para totalizar una ampliación de 104%. Es decir, en los últimos diez años no se hizo prácticamente nada para robustecer el sistema”.
Una década perdida en inversiones. Responsabilidades compartidas: 4 años macristas; 6 años peronistas. La declinación nacional en materia de infraestructura no tiene color político. El respeto sagrado a la estafa privatista recorre por igual a las dos coaliciones mayoritarias.
Formulando una salida de fondo, el Frente de Izquierda propuso la expropiación y estatización de las empresas de energía, bajo control de trabajadores y usuarios. ¿Cómo seguir dejando en manos privadas un servicio esencial para millones? ¿Por qué permitir que el lucro capitalista siga imponiéndose sobre las necesidades urgentes de grandes mayorías populares?
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Los cortes masivos de luz patentizan la decadencia del país dirigido por la gran burguesía. En cada apagón emergen los límites de la conducción -económica, política y social- que ejerce una clase capitalista experta en fugar capitales y vivir de los subsidios estatales. Una clase social que ha sabido perpetuar el atraso nacional y que imagina -cada vez más- un horizonte ligado al extractivismo y al agronegocio. Esa promesa luminosa del litio como “salvador” de un país de 45 millones de habitantes. Por el momento, demostrando los mismos vicios de todo el empresariado, ya recurren al método tradicional de la subfacturación. Y recién están arrancando.
#Litio: Alerta de Saqueo en Argentina. Los precios de venta de las empresas no se corresponden con el precio de referencia fijado por la Aduana, ni con el que surge de las exportaciones declaradas. (sigue) pic.twitter.com/dGsVQqO5Pf
— Gastón Remy (@RemyGaston1) March 4, 2023

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.