Declaración de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) frente a las elecciones presidenciales anticipadas del próximo 20 de mayo.
Miércoles 9 de mayo de 2018
La farsa de la anticipación de las elecciones presidenciales por parte del chavismo se terminó de montar. Una clara maniobra del gobierno, buscando reelegir a Maduro por un período más y así, relegitimar en alguna medida el decadente y reaccionario bonapartismo del régimen. Las elecciones fueron convocadas inicialmente a través de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente que se arroga poderes plenipotenciarios y se considera supraconstitucional, impuesta por el sostén que le brindan las FF.AA. Una Asamblea cuya elección fue manipulada por los múltiples mecanismos del régimen para garantizar una mayoría chavista dócil a la alta burocracia gubernamental, y que en los hechos terminó siendo un órgano con composición exclusiva de ese chavismo, la mentada “Constituyente” no es sino, como se le bautizó en su momento, una especie de congreso del PSUV ampliado. El chavismo, que viene de triunfos electorales sumamente cuestionados en las municipales y estadales, especuló que podría reeditarlos ahora y optó por convocar a elecciones presidenciales para el próximo 20 de mayo, aprovechando la crisis y división de la MUD. Se trata, en fin, de unas elecciones diseñadas a la medida de la reelección de Maduro.
Elecciones bajo la catástrofe económica y social
Mientras el gobierno prepara su continuidad con unas elecciones diseñadas a la medida de la reelección de Maduro, y la derecha favorece abiertamente la injerencia imperialista y de los gobiernos más cipayos de América Latina, la ya desastrosa situación que soporta el pueblo trabajador sigue empeorando. La catástrofe económica y social se cierne sobre el país, el hambre y las penurias del pueblo son agobiantes, el país está sumergido en una verdadera catástrofe económica y social, con hiperinflación que los organismos más optimistas calculan en un 14.000% en cierre para el 2018, escasez de alimentos y medicamentos y en un quinto año de recesión, el mayor período recesivo del país en su historia con una contracción que ya se acerca al 50% del Producto Interno Bruto. Se vive un fuerte retroceso económico “en caída libre”, que el gobierno busca ocultar no publicando desde hace varios años los indicadores económicos. La devaluación del bolívar es uno de los mecanismos que más duramente golpea al pueblo, y no es solo el dólar paralelo, sino la constante devaluación oficial. La consecuencia es que gobierno y empresarios imponen por esta vía un empobrecimiento generalizado del pueblo trabajador.
Continúa la alarmante crisis sanitaria y de salud, que hace resurgir epidemias y enfermedades que ya se consideraban erradicadas o completamente controladas, como la malaria, la difteria, el sarampión, entre otras. No se garantiza la vacunación de la población; las medicinas escasean o literalmente no existen, pacientes con enfermedades crónicas sufren agonía por la falta de medicinas. Los hospitales, cada vez más vacíos de insumos esenciales, se deterioran en su infraestructura. En este marco, el gobierno ha llegado al extremo de desalojar con la policía a familiares de niños que protestan la falta de medicinas que ponen en riesgo sus vidas, o que grupos afines al gobierno intenten patotear protestas de enfermos crónicos.
En la educación es la misma situación. Casi tres millones de niños en Venezuela de tres a 17 años asisten de forma intermitente a clases o se ausentan del todo, según un estudio reciente de tres de las principales universidades del país, debido a cortes de luz y agua, falta de comida o de transporte, con docentes mal pagados que se les dificulta llegar a sus lugares de trabajo.La juventud también es severamente golpeada, fundamentalmente la de origen obrero y popular, que no sólo se le dificulta estudiar sino que no encuentra trabajo. Una juventud que al serle negada toda perspectiva, no ve otra salida que emigrar masivamente a otros países.
Las invocaciones a la “guerra económica” de Maduro no pueden ocultar que el principal responsable de esta situación es el gobierno, con su política de pagar la deuda sobre el hambre del pueblo mientras empresarios y funcionarios se enriquecen con el mal manejo de divisas, la corrupción y la especulación en una escala inaudita. La oposición y el alto sector empresarial que representa participa también de este festín aunque no estén en el gobierno; en toda esta etapa jamás dejaron de hacer sus ganancias y organizar una colosal fuga de capitales, en las épocas del boom petrolero como ahora cuando la crisis se acrecienta. Pero ellos como salida pregonan más capitalismo puro y duro, más entrega a las transnacionales y neoliberalismo extremo, mayor sometimiento al imperialismo, un programa cuyos costos golpearían también, tanto o más brutalmente, al pueblo.
Y para imponer esta política y acallar el descontento entre los trabajadores y el pueblo humilde, ante las graves penurias que vive, el chavismo ha impuesto un estado de excepción permanente, que anula libertades democráticas básicas para el pueblo trabajador y la juventud, dando rienda suelta al accionar represivo y asesino contra el legítimo descontento social ante la escasez, el derrumbe de los servicios públicos, la miseria que se vive en los barrios populares. Esta creciente represión sobre el pueblo trabajador busca impedir la generalización y unificación del descontento social en una dinámica independiente tanto del chavismo como de la burguesía opositora.
El papel central de las Fuerzas Armadas y el bonapartismo de Maduro
Tanto la “sustentabilidad” del gobierno de Maduro como el montaje de la Asamblea Constituyente, así como todo este plan de elecciones anticipadas no se sostendrían sin el sostén de las Fuerzas Armadas. Las FANB han acumulado cada vez más poder en el gabinete, en la economía, la distribución de alimentos, en fin, en todos los ámbitos de la vida nacional. Sin los militares en todos estos años de crisis el gobierno de Maduro jamás se hubiese sostenido, son el pilar sobre el que mantiene a los distintos grupos de poderes en que se conforma el chavismo; y cuando las pugnas son insostenibles entre esta burocracia son las Fuerzas Armadas las que salen más entronizadas tal como lo vimos con el enfrentamiento con el grupo de poder de Rafael Ramírez, ex ministro de Petróleo y presidente de PDVSA durante doce años con Chávez, donde los militares terminaron teniendo el control de esta, la principal y prácticamente única fuente de ingreso de divisas al país. Son el verdadero árbitro de la situación y a cada paso más de la crisis, su intervención se acrecienta y se hace más palpable.
En este marco es que el gobierno de Maduro, acompañado de todas las alas de la cúpula gobernante, como la de Diosdado Cabello, ha acentuado su bonapartismo reaccionario puro y duro, reforzando los niveles de autoritarismo y represión, para poder mantenerse en el poder. El tener un Consejo Nacional Electoral que de independiente no tiene absolutamente nada a la par de un Poder Judicial completamente afín, que funcionan a su antojo, con el pilar central jugado de las Fuerzas Armadas, le han facilitado el camino a todo su plan reaccionario. Para tener una fachada “democrática” se creó la fraudulenta Asamblea Constituyente, completamente funcional a las camarillas gobernantes, votando lo que bien considere necesario el bonapartismo de Maduro, y para hacerlo “valer”, los gendarmes de las Fuerzas Armadas.
Escalada de la presión imperialista y de la derecha latinoamericana
La respuesta del imperialismo estadounidense y europeo a la convocatoria de Maduro ha sido de rechazo, nuevas sanciones y amenazas. Recientemente, en esa línea de reforzar la injerencia a favor de la oposición de derecha al interior del país, Mike Pence, vicepresidente de los EE.UU., acaba de solicitar a los países de la región la suspensión de Venezuela de la Organización de Estados Americanos (OEA) –junto a otras medidas asociadas–, algo que no pidieron nunca para las dictaduras militares que se regaron por el continente, con el aval gringo. Los gobiernos derechistas, donde personajes como Juan Manuel Santos de Colombia, Mauricio Macri de Argentina, Peña Nieto de México, Temer en Brasil, entre otros, actuando como perros falderos, hacen gala de cipayismo. Su preocupación “democrática” se desnuda ante la práctica represiva y reaccionaria en el terreno doméstico, mientras que en política internacional cierran la boca frente al golpismo de la derecha brasileña, que viene protagonizando una nueva avanzada contra los derechos democráticos de la población a partir de la intervención militar en Río de Janeiro, el asesinato de la concejala de izquierda Marielle Franco y el encarcelamiento de Lula da Silva por parte de la justicia propatronal y proimperialista, violando el derecho a su defensa y cercenando la posibilidad de que el pueblo brasileño pueda decidir a quién votar. Todos ellos impulsan también desde la OEA una mayor injerencia, tal como se ha visto en los últimos días donde el tema de Venezuela este organismo volverá a ser tema central en su próxima Asamblea General.
Desde la ONU hablan de su preocupación “humanitaria”, así como también lo hacen los gobiernos de la región, y lo hace la oposición criolla, desde los más férreos ultraderechistas hasta los que ahora buscan travestirse de oposición moderada, pero el uso de las calamidades que sufre el pueblo, que huye de la catástrofe económica hacia Colombia y otros países, no es más que una utilización política. No les interesan ni las penurias del pueblo venezolano ni sus derechos democráticos. Con el argumento de "ayuda humanitaria" o la instalación de un “canal humanitario”, el imperialismo y los gobiernos de la región, quieren disimular sus claros objetivos reaccionarios e intervencionistas y legitimarlos ante la opinión pública internacional, mientras hacen preparativos para un eventual agravamiento de la situación interna de Venezuela que, por ejemplo, pudiera detonar una mayor migración o un colapso interno.
El grueso de los partidos aglutinados en Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, entre otros, varios de ellos organizados ahora en el Frente Amplio por una Venezuela Libre, han declarado que no participarán de las elecciones presidenciales. Lo hacen apelando al imperialismo y la reacción internacional para que aumenten sus sanciones e injerencia en Venezuela, siendo que las sanciones del imperialismo tienen un claro fin político, tal como sostuviera Ramos Allup, que entre las condiciones que exige el Gobierno de Estados Unidos para levantar las sanciones económicas está el cambio de fecha de los comicios presidenciales.
Ellos encubren sus objetivos reaccionarios detrás de la demagogia de la demanda de democracia, bandera que le dejan servida en bandeja las maniobras bonapartistas de Maduro. A los partidos de la derecha les interesa un comino los derechos y libertades populares, así como tampoco y mucho menos le interesa que el pueblo trabajador pueda pesar en las decisiones ante la catastrófica situación nacional. Su propósito es imponer la dictadura del FMI y la sumisión completa al capital financiero internacional. En este camino, quieren un fracaso del plan de Maduro para volver a insistir en un pacto con los militares que les permita imponer ese programa.
Unas elecciones para elegir más de lo mismo. Por eso, abstención o voto nulo
Nada nuevo podemos esperar de la reelección de Maduro, más de lo mismo es lo que propone el chavismo, en medio de una crisis catastrófica a que ha conducido su proyecto de falso “socialismo del siglo XXI” con empresarios y transnacioanales asociadas, sobre la base del viejo capitalismo dependiente y rentista del petróleo.
Por otra parte existen varios candidatos que se presentan como “alternativa”. Entre ellos, el más importante, Henry Falcón, de Avanzada Progresista, junto al MAS, un sector de COPEI y otros grupos menores o dirigentes a nombre propio. Falcón viene del chavismo y como tal se eligió alcalde de Barquisimeto y gobernador del estado Lara, de chavista pasó a considerarse del “chavismo light”, hasta enfilarse como integrante del bloque de la MUD, de allí que se le achaca haber llegado a un acuerdo con el gobierno de Maduro para candidatearse y convertirse en lo que el chavismo estaría buscando, una “oposición” encasillada dentro de su régimen político. Promete ser el “presidente de la transición” en la búsqueda de un acuerdo con el resto de los partidos de la MUD, alas del chavismo y los militares. Para ver a qué intereses sirve, recordemos que fue quien propuso inicialmente como candidato único de la oposición a Lorenzo Mendoza –caso típico de magnate nacional que hizo su fortuna, entre otras cosas, recibiendo subsidios durante largos años de la renta petrolera pública–. Es el que aboga con encuentros con grandes representantes de la empresa privada y de lo que él llama “sector productivo” para la “transformación de nuestro país”, y entre las primeras medidas de llegar al gobierno sostiene que está la dolarización de la economía. Su programa no difiere en mayor contenido del de la MUD: “liberalización” de la economía, es decir, cero controles o regulaciones a los empresarios, más préstamos del capital financiero internacional y mayor apertura al capital transnacional, es decir, más desnacionalización de la economía.
Aunque como figura sin gran destaque no falta el fundamentalismo religioso en estas elecciones, como la del candidato evangélico y empresario Javier Bertucci. Además de sus posiciones reaccionarias hasta la médula con respecto al derecho al aborto y el matrimonio igualitario, ideas que por otra parte comparte con el propio Maduro y Falcón. Bertucci sostiene entre sus medidas está pedir ayuda a Estados Unidos, afirmando que “Yo hablé con los americanos [en alusión al gobierno de Trump], me senté con ellos, hablé con ellos y les pedí ayuda humanitaria, a ellos, a los americanos”. Sostiene la necesidad de asistir al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM) como parte de una política de “rescate” del país.
No falta el candidato del “chavismo crítico” o “chavismo disidente”, para enfrentar lo que ellos llaman ahora al “madurismo”, buscando diferenciar a Maduro de Chávez. Reinaldo Quijada, quien, como chavista, ha sido parte del movimiento Clase Media en Positivo, y es consultor en las áreas de comercio exterior, agrícola e industrial; desde el 2011 forma parte de Unidad Patriótica Popular 89. Con un discurso pro Chávez, sostiene en materia económica cuestiones como “ajustar” el precio del dólar (es decir, devaluar más aún oficialmente el bolívar), buscar financiamiento externo, refinanciar la deuda, y “racionalizar” los precios de la gasolina y demás combustibles, medidas que pagaría el pueblo trabajador y no resuelven las causas de la crisis. Es apoyado por Marea Socialista con el argumento que es un “candidato independiente”. Pero como vemos es solo “independiente” del gobierno actual y de la MUD, pero no del proyecto nacionalista burgués del chavismo que ha terminado en la actual debacle económica y política, es por tanto enemigo de la independencia política de la clase trabajadora, para que ésta pueda incidir en la crisis actual con su propio programa.
En estas elecciones no habrá ninguna opción que represente los intereses de los trabajadores y el pueblo pobre. No lo es Maduro, no lo es la derecha que las rechaza de la mano del imperialismo para engañar al pueblo que ya no aguanta la actual situación. Tampoco lo son los otros candidatos que se presentan. Por eso, desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo, llamamos a la abstención o el voto nulo para el caso de los empleados y trabajadores de instituciones estatales obligados a ir a votar. Lo hacemos al servicio de la lucha por la independencia política de la clase obrera y para fortalecer una perspectiva de movilización de los trabajadores y el pueblo pobre, con un programa de salida a la catastrófica situación actual.
Luchemos por la independencia política y de clase de los trabajadores
Ni con la derecha y el imperialismo, que llaman a desconocer las elecciones para debilitar y aislar lo más posible al gobierno de Maduro y así forzar una negociación con las FFAA o cualquier otro esquema de “transición” que se subordine a los dictados de sometimiento del FMI y el capital financiero como salida a la crisis, y para imponer en Venezuela un gobierno abiertamente obediente a las directrices del imperialismo. Ni con el bonapartismo reaccionario de Maduro, que mientras empuja a la creciente catástrofe, no hace sino regalarle argumentos para la demagogia “democrática” y “humanitaria” a la reacción. Llamamos a redoblar el combate por la organización política independiente de la clase trabajadora, porque es la única fuerza social que puede dar una salida progresiva a la monumental crisis actual, pero para ello, necesita unir sus filas conquistando la más amplia independencia respecto al gobierno, al Estado y los partidos políticos patronales.
Muchos trabajadores ya están hartos de las condiciones de miseria imperante que el gobierno y los empresarios hacen recaer sobre sus espaldas empiezan a pelear. Así hemos visto, apenas un día después del 1º de Mayo y de la burla del gobierno de Maduro con su miserable aumento del salario mínimo que incluyendo el bono alimentación no alcanza ni para un kilo de carne, han seguido luchando, tal como lo vemos con los trabajadores del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), de los obreros de la Universidad Central de Venezuela, los trabajadores de la salud del Materno Infantil Hugo Chávez. También lo han venido haciendo los trabajadores de CORPOELEC, los trabajadores de la salud, los trabajadores farmacéuticos, trabajadores de Hidrocapital; las textileras de la empresa Ovejita reclamando, y así múltiples luchas que se desarrollan en diversas partes del país. Todas ellas tienen como cuestión común los reclamos salarios, mejores condiciones laborales y por contratos colectivos.
Con estas luchas comienza a verse que existe una fuerza social potencialmente poderosa, todavía no diluida a pesar de la política nefasta del chavismo y de la estatización de los sindicatos y organizaciones de masas en que se montan las distintas burocracias, y es la fuerza latente de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Esto es lo que puede abrir el camino a una irrupción de la clase trabajadora con voz propia, que pese en la escena nacional con su movilización y demandas propias de los trabajadores y el pueblo pobre. Esa es la fuerza que si se pone en movimiento y toma en sus manos un programa propio, puede cambiar radicalmente la dinámica de la situación política y abrir la posibilidad de una salida progresiva a la crisis nacional.
Hace falta luchar con organización y un programa para que los trabajadores tomen en sus manos los problemas urgentes y vitales. Para eso, la perspectiva estratégica, difícil en las condiciones actuales pero no imposible, de que los trabajadores unan sus filas y una en su torno al pueblo pobre, está abierta. Por eso, trente frente a estas luchas en curso, más que nunca se hace necesario unificarlas, vencer el aislamiento, luchar juntos para ser más fuertes y poder conquistar nuestras demandas, por lo que es la hora de coordinar y centralizar las luchas para resistir mejor, golpear con un solo puño y conquistar nuestros derechos, levantando un programa de lucha para pelear.
RECUADRO
Una programa de emergencia obrero y popular. Un polo de independencia de clase.
Por esto, para imponer una salida obrera y popular a la crisis es imprescindible luchar por la más amplia autoorganización obrera y popular, sin tutela del PSUV ni el Estado, ni de los burócratas sindicales vinculados tanto a la dirigencia chavista como de la oposición. Pelear por la más completa independencia política y organizativa del movimiento obrero. Es preciso imponer que los sindicatos rompan con el gobierno y con los partidos patronales. Fuera la policía y los servicios de inteligencia de los barrios, empresas y sindicatos, basta de represión y persecuciones a los luchadores obreros y populares, libertad a los detenidos por denunciar la crisis y corrupción en las empresas o simplemente plantear las demandas de los trabajadores.
Ante la catástrofe económica y social, hacen falta medidas de emergencia que ni Maduro ni su fraudulenta ANC, ni la oposición de derecha quieren aplicar, como la suspensión inmediata del pago de la deuda externa para adquirir los alimentos y medicinas que el pueblo necesita urgentemente, entre otras. Sólo con la movilización obrera y popular podrá imponerse un programa obrero de emergencia a la altura de la catástrofe actual. Para eso no tienen respuesta ni el chavismo ni los partidos de la derecha.
Hace falta imponer un plan obrero y popular con medidas de emergencia para frenar el hambre y las penurias del pueblo. El cese del pago de la deuda externa y la repatriación obliga de los capitales fugados, so pena de expropiación de sus bienes y pase a control por parte de los trabajadores, para poner todos esos recursos para alimentos, medicinas y un plan de obras de viviendas, hospitales y centros educativos, todo bajo estricto y verdadero control de los trabajadores, no de burócratas del Estado ni militares, la lucha por un salario mínimo igual al costo real de la canasta básica familiar e indexado automáticamente a la par de la inflación, un verdadero control obrero y popular de precios, es decir, ejercido directamente por comités de delegados de los trabajadores y las comunidades, sin ninguna subordinación a los empresarios ni funcionarios del gobierno ni de las FFAA., son parte imprescindible de estas medidas de emergencia por las cuales luchar.
Esto es inseparable de una clara política de independencia de clase, que sin ceder ante el chavismo, tampoco ceda a la política de la derecha proimperialista. La difusión, solidaridad y coordinación de las luchas y reclamos obreros que vienen dándose en distintas empresas, las campañas contra la represión a las protestas populares y la militarización de los barrios, la persecución a luchadores de izquierda y por todas las legítimas demandas democráticas del pueblo trabajador, de la juventud, de la mujer son pasos importantes en esta lucha, junto a la denuncia de la entrega de recursos naturales al capital extranjero tanto como el pago de la usurera deuda externa, etc., son pasos iniciales para ligar a una perspectiva de movilización de los trabajadores difundiendo un programa transicional, anticapitalista y antiimperialista, a la altura de la crisis.
Hace falta forjar un gran polo de independencia de clase, que levante un programa de acción obrero ante la catástrofe, que se prepare a dar la pelea en todos los terrenos por una salida política de los trabajadores. La tarea de la izquierda que se reclama obrera y socialista, es ayudar a poner en pie un polo de trabajadores, independiente del chavismo como de los partidos empresariales, que levante un programa de salida obrera a la crisis. A su construcción queremos aportar desde la LTS, impulsando La Izquierda Diario como una herramienta abierta a los que luchan, al servicio de estos combates de los trabajadores, la juventud y las mujeres, con el norte de construir una nueva izquierda de trabajadores revolucionarios.