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Red Internacional
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Nora Ciapponi. Encuentro con una mujer con historia

Relato de una intensa charla con una militante setentista, Nora Ciapponi, feminista socialista en años de insurgencia obrera en Argentina. Ella es parte de una generación que le puso el cuerpo a la militancia, poniendo todo de sí por transformar en forma revolucionaria esta sociedad. Frente a tanto hartazgo, resignación, individualismo y de pequeños horizontes corporativos o sectoriales, les quiero compartir pequeños fragmentos de la maravillosa y apasionante vida de una militante revolucionaria.

Domingo 2 de junio de 2024 15:25

El compañero Carlos “Titín” Moreira insistió para que fuera a este encuentro. Está realizando un trabajo para reconstruir los hilos de continuidad y las rupturas del proceso de organización obrera en el noroeste argentino, específicamente en Ledesma en la provincia de Jujuy. Aunque también pretende abordar el proceso azucarero en toda la región e incluir a la combativa Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (Fotia) de los años setenta.

Nos pusimos de acuerdo para reunirnos en un bar cerca de la estación de trenes de Flores. Íbamos a encontrarnos con una mujer perteneciente a la generación setentista y que, además, fue activa militante feminista socialista. Testigo y protagonista de todo aquel proceso que tuvo epicentro en el norte de nuestro país en aquellos años convulsivos.

Nora, con sus vigorosos y lucidos 84 años, bajó del tren, atravesó la plaza y vino a nuestro encuentro. Para mí fue un encuentro conmovedor porque había escuchado nombrar muchas veces a Nora Ciapponi desde que comencé a militar en el “viejo MAS” (Movimiento al Socialismo) en La Plata, a mis 19 años. Me atraía la semblanza de una mujer con gran personalidad, una dirigente importante de aquella corriente que se referenciaba en la LIT (Liga internacional de Trabajadores) liderada por Nahuel Moreno.

Cuando la vi llegar con el paso decidido, el cabello plateado y los ojos verdes encendidos tuve la sensación de conocerla de toda la vida. Sentí la alegría de poder tratarla personalmente. Parecía no solo el encuentro de tres personas, sino el diálogo entre dos tiempos que son diferentes, pero que comparten el mismo desafío. El trato fraternal, las sonrisas cómplices, los gestos, las miradas, las pasiones con las que comenzaron a narrarse historias con, a la vez memoria y lecciones políticas.

El entorno y lugar parecían dispuestos como para darle un marco ideal: una zona concurrida, la estación de trenes, un subte muy a mano, muchas líneas de colectivos, la plaza y el bar en una esquina. Un bar amplio con muchas mesas y pocos parroquianos, dos entradas, una principal por la avenida y la otra más pequeña desde una calle secundaria.

Como no podía ser de otra manera, Titín –como se dice– “rompió el hielo” y preguntó cómo fue que Nora se involucró en el proceso azucarero de esos años. Ella comenzó su relato: “En el 73, el ’viejo’ Moreno me llama y me propone que vaya a Tucumán para colaborar con la regional del partido en la que militaban unos 30 o 40 compañeros y compañeras. Obreros rurales, estudiantes, estatales, docentes que luchaban en una provincia en la que se emplazaba uno de los sindicatos más poderosos y numerosos del país: la Fotia."

Nora había terminado una intensa campaña electoral en la que fue candidata a vicepresidenta junto a Juan Carlos Coral. En esa campaña, por primera vez se levantó contra viento y marea el derecho al aborto legal. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST) había levantado candidaturas de la izquierda trotskista, nada más y nada menos que frente al peronismo. Con un Perón proscripto, el movimiento llevó a la cabeza de sus listas a Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, que arrasaron con el 49,7 % de los votos. El PST cosechó 78.000, que fueron una base y un punto de referencia en el terreno electoral y dieron visibilidad a una corriente política que luchaba por implantarse y construir un partido revolucionario.

Nora llegó a Tucumán con su bolso, su rostro blanco casi pálido y su cabello castaño. Mientras tanto el mundo se convulsionaba, Latinoamérica vibraba al calor de procesos de lucha en todo el continente con la emergencia de una clase obrera que en nuestro país comenzaba a enfrentar al peronismo. Una clase insurgente que buscaba nuevos caminos combativos y antiburocráticos y sacudía las viejas estructuras sindicales.

En ese contexto a Nora le llega la noticia de la recuperación del sindicato del azúcar en Ledesma, en la mismísima tierra de la famosa familia Blaquier. Se plantea entonces la necesidad de ir a Jujuy, de llegar como sea a Ledesma para conocer de primera mano los acontecimientos y tratar de contribuir al desarrollo de una vanguardia obrera y, por supuesto, construir el partido en la región.

El proceso de recuperación del sindicato estaba liderado por un dirigente obrero independiente, Meliton Vazquez, que termina convirtiéndose en el Secretario General junto a Jorge Weis, quien después es despedido de Ledesma.

Nora les pidió a sus compañeros en Tucumán que la llevaran hasta una estación de servicio para buscar a alguien que pudiera trasladarla. Finalmente, un camionero que tenía como destino el ingenio de Ledesma la llevó hasta el lugar. Cuando llegó, se le acercaron algunos obreros que le preguntaron quién era. Llamaba la atención esa pequeña mujer blanca y de ojos verdes que llegaba a una asamblea obrera en plena sesión. Su carta de presentación era su candidatura a vicepresidenta por el PST de las últimas elecciones. Los obreros la recibieron de manera amable y luego de un rato le cedieron la palabra y le abrieron de esa forma la puerta para una relación política fraternal que se fortalecería al calor del proceso de lucha y organización.

Nora cuenta de sus reuniones en los lotes; de largas jornadas, de encuentros nocturnos en ranchos y en cañaverales. Relata emocionada y conmovida la dureza de las condiciones de vida de los zafreros y sus familias. Es como si estuviera de vuelta en esos campos. Recuerda la enorme inmigración de familias bolivianas que llegaban a estas tierras de manera precaria y vivían en chozas y ranchos. Se detiene en un recuerdo, se le nublan los ojos y no puede evitar que se le quiebre un poco la voz, nos cuenta que entrando a Ledesma, desde el colectivo, se veía el cementerio y a lo lejos resaltaban muchos colores esparcidos sobre el lugar. Eran juguetes de niños y niñas dejados sobre sus pequeñas tumbas siguiendo una vieja tradición. Las familias migraban con tres o cuatro infancias y siempre terminaban dejando en estas tierras a algunos de ellos. Falta de atención médica, pésimas condiciones de vida, precariedad. La cara más salvaje del capitalismo.

Aunque no era lo único que dejaban. También la clase obrera boliviana transmitía tradiciones de lucha, combatividad, organización y aprendizajes. Una clase trabajadora sin fronteras que había protagonizado levantamientos, insurgencias y hasta revoluciones.

En Ledesma, el proceso de organización era enorme: alrededor de 15 mil obreros entre la fábrica y el campo. Por esa razón, el PST reforzó la delegación con la llegada del “Pelado” Matosas y el “Cabezón” Silva, apodos de militancia de Juan Carlos López Osornio y Alfredo Silva respectivamente, dos experimentados militantes obreros despedidos de la industria automotriz (de Peugeot y Citroën) que tenían “oficio”, experiencia como laburantes y se las sabían rebuscar.

La emergencia de procesos de reorganización obrera que enfrentaban al peronismo se extendía en varias regiones del país. Otro gran epicentro era la fábrica Acindar en Villa Constitución, en la que se destacaban liderazgos como el de Alberto Piccinini, secretario general de la UOM, también influenciado por la izquierda. (Proceso relatado en Villazo: la gran gesta obrera en Villa Constitución, de Octavio Crivaro, editado por Ediciones IPS).

Como era previsible, surgió la respuesta represiva del gobierno peronista que buscó aplacar y liquidar la insurgencia obrera. La represión no era solo “legal”, también era ilegal. La Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), una organización paraestatal nacida del corazón del gobierno de Perón, liderada por su ministro de Bienestar Social José López Rega. Estas bandas estaban integradas por policías, matones, barras y sectores de la burocracia sindical encargadas de la represión ilegal. (Una buena descripción de todo este periodo puede leerse en el libro Insurgencia Obrera de Ruth Werner y Facundo Aguirre, en el apartado de Andrea Robles sobre la Triple A.)

Luego de importantes huelgas en las que los sindicatos combativos superaban a la burocracia sindical y desbordaban las fronteras del sindicalismo tradicional, vino la política de las intervenciones en los sindicatos.

Con la excusa de combatir a grupos armados, en Noviembre del 74 el gobierno de Isabel Perón decreta el estado de sitio en todo el país. En febrero del 75 pone en marcha el “operativo independencia” en Tucumán encarcelando centenares de dirigentes azucareros, desplegando una fuerte política represiva.

Nora relata que se pusieron en alerta cuando intervinieron la seccional de la UOM de Villa Constitución, y efectivamente en Ledesma y Tucumán lo harían el mismo día.

Apenas enterada, viaja en un Citroën que habían adquirido para facilitar la tarea que se llevaba adelante entre Tucumán y Jujuy. Llega a Ledesma en pleno operativo. La Policía Caminera, que estaba a la entrada del pueblo la detuvo y le pidió los papeles; aunque detectaron algunos problemas, la dejaron pasar. Ella nos relata que es ese momento se dio cuenta que al llegar la iban a estar esperando (en el pueblo todos conocían su auto), entonces desenganchó los cables del arranque y fingió que el auto estaba roto. Le pidió al mismo policía que la ayude a conseguir a alguien que la lleve y el hombre accedió, cosas de “policía de pueblo”. Así entra a Ledesma en una camioneta con gente del lugar. Ni bien llega, se entera de la detención de sus compañeros (el “Pelado” Matosas y el “Cabezón” Silva) y de varias detenciones más, pero le avisan que Melitón Vázquez, el secretario general del Sindicato, había podido salir en un carro cargado de caña de azúcar para luego huir, primero a caballo y después en mula, hasta Bolivia. A Nora la metieron en una ambulancia y fingiendo llevar una emergencia la sacaron de Ledesma y la trasladaron a San Salvador para que pudiera escaparse desde allí. Nos cuenta con una sonrisa pícara, que en medio de semejante tensión, esa misma tarde, compra un par de atados de cigarrillos y se acerca a una comisaría de San Salvador donde se suponía estaban detenidos sus compañeros, le habla al vigilante que estaba de guardia y le pide entrar para darles los cigarrillos, cosa que logra, ante la sorpresa de sus compañeros que le piden que se vaya de inmediato, que avise y se esconda. Esa visita audaz, fue muy importante para dar cuenta que sus compañeros estaban vivos y en manos de la policía provincial.

Con el devenir de la dictadura militar, Nora Ciapponi fue designada en el PST como responsable, junto al abogado y dirigente del PST Enrique Broquen, para tomar las causas de presos políticos, las desapariciones de compañeros y compañeras, y la política democrática en general.
Como era dirigente partidaria y feminista socialista muy respetada, ese fue el lugar desde el que se plantó para desarrollar su militancia “pública” hasta el año 79. En esos tiempos ásperos –y ya con serios “avisos” de que la tenían “marcada”– Nora se vio obligada a exiliarse. Y ¿qué hizo? Se alistó en la Brigada “Simón Bolívar”, esa delegación internacionalista organizada por el morenismo que viajó a la Nicaragua insurgente para colaborar con el proceso revolucionario. Pero esta historia será motivo, seguramente, para un próximo encuentro.

Salí de la reunión con unas ganas incontenibles de contarla, con la intención de transmitir en unas líneas, un trazo, un pedacito al azar de nuestra historia y de nuestra tradición. También para hacer un reconocimiento a mujeres y hombres que han aportado a la construcción de una subjetividad revolucionaria en nuestra clase obrera. Muchos ya no están, pero nos dejaron un legado.

Nora Ciapponi hoy mantiene una militancia activa en la “Fundación Pluma”, un colectivo que trabaja para preservar, difundir y colectivizar el patrimonio en la Argentina de la corriente política fundada por Nahuel Moreno. Desde su lugar, a su manera, sigue aportando al objetivo revolucionario de terminar con la explotación y la opresión en Argentina, América Latina y en todo el mundo. Una tarea más que acuciante en estos tiempos de crisis, guerras y revoluciones.