La región produce cada vez menos energía. Un declive geológico que escribe el epitafio al modelo capitalista de crecimiento permanente que prosperó desde la Revolución Industrial. Artículo publicado originalmente en The Oil Crash y reeditado por el autor.
Jueves 13 de octubre de 2022 11:51
En el año 2014 sucede un hecho inédito, por primera y única vez, cuatro mujeres al mismo tiempo estuvieron ejerciendo la presidencia de países latinoamericanos. Esto durará menos de un mes, entre marzo y mayo asume Michelle Bachelet en Chile y termina su mandato Laura Chinchilla en Costa Rica mientras continúan sus mandatos Cristina Fernández en Argentina y Dilma Rousseff en Brasil. Más de la mitad de sudamericanos están gobernados por una mujer.
En 2014 también sucedió el hecho histórico del pico de producción energética en la región.
Si bien el vínculo entre ambos hechos es pura casualidad sirve para reparar en que dentro del capitalismo industrial hay momentos de abundancia donde la sociedad se libera de muchos aspectos de la economía (especialmente los que requieren el uso de su energía convertida en fuerza física) y se permite generar profundos cambios y darse tiempo para debates estructurales.
Todos los años desde 2015 venimos llevando una revisión de las estadísticas anuales de energía (basadas en el BP Statistical Review of World Energy) [1], desde ese mismo año Latinoamérica produce cada vez menos energía. Creemos que aún no hay demasiada preocupación ni análisis al respecto, el aumento o declive de energía define todo el accionar de nuestras economías. Estos recursos energéticos decrecientes mecánicamente podemos percibirlos como “volver al pasado” (paso a paso volvemos a tener una cantidad de energía disponible como la que tuvimos en años anteriores) pero en realidad es un cambio mucho más profundo desde lo cultural y político porque significa pasar de vivir en crecimiento económico (con algunas recesiones) a vivir en decrecimiento continuo (con pequeños rebotes positivos como el de este año).
Es interesante señalar que en Latinoamérica y Caribe (LAyC), a grandes razgos, no se formula el concepto "decrecimiento" ni en términos ecologistas ni en términos economicistas. No ha existido el objetivo desde los movimientos ambientalistas de decrecer ni luego se ha nombrado esta palabra al comenzar a descender en todos los índices económicos.
Hago una salvedad, el PBI a precios constantes está "estancado" (a precios corrientes tuvo su pico en 2013) pero con un aumento galopante de la deuda externa (del 27% del PBI en 2013 al 44% en 2021). Ya ha descendido el PBI per cápita desde su pico en 2014 y ha aumentado la pobreza y la indigencia [2].
Todavía, economistas y políticos (de gobiernos y oposiciones) utilizan el término "recesión", lo que implica que esta "crisis" económica se estaría dando pero sólo sería un intervalo en un periodo más largo de crecimiento al que todavía le quedan algunos años. La observación de los datos nos demuestra lo contrario, estamos en un decrecimiento y este rebote postpandemia sería un receso en la caída.
Volviendo a las presidencias, el efecto es que de 2015 en adelante casi ningún gobierno logró mantenerse en el poder, no pudieron satisfacer las demandas crecientes de la población (que aún no ha parado de crecer) con recursos energéticos decrecientes. Hoy nos encontramos con cambios importantes en los dos países modelos del neoliberalismo en la región, Chile y Colombia, sin embargo estas fuerzas progresistas, si no logran romper con las desigualdades estructurales de sus países, tendrán que enfrentarse a los molinos de este ciclo adverso.
El Petróleo
Lo primero que se ve en esta gráfica es que si excluimos a Venezuela (cuyo colapso económico y energético tiene su particularidad) parecería que la región se mantiene en una meseta productiva donde el declive mexicano se compensa con el aumento de la producción en Brasil. Pero…
... es necesario tener en cuenta que el offshore en aguas profundas en Brasil no sólo es mucho más costoso de extraer que la del gran complejo Cantarell (que dio a México 50 años de energía barata) sino que mucha de la energía producida en esos cuencas PreSal se gasta en el mismo proceso de extracción. La cantidad que luego se podrá refinar para transporte e industria es por ende mucho menor. Algo similar sucede en Argentina que pudo aumentar, después de muchos años, su producción pero la misma utilización de energía para el fracking le obliga a descargar gran parte de lo obtenido en ese complejo entramado productivo.
Ya anunciamos que las estadísticas de 2022 vendrán con algunas sorpresas. Guyana ya en 2021 extrajo 117 mil b/d (casi lo que produce Perú o un cuarto de lo que produce Ecuador) y para 2022 los valores se podrían estar triplicando, Venezuela también podría estar sumando cerca de 200 mil b/d más y Surinam hará su aparición. La crisis energético global tras la guerra en Ucrania explican en parte la subida de precios y este “buen momento” para las inversiones petroleras. Sin embargo cada vez las poblaciones son más conscientes de los efectos ambientales y en muchos territorios no importa el valor de este u otro commodity, las poblaciones están logrando poner a debate o detener numerosos emprendimientos.
Paralelamente las más grandes revueltas se han ido dando por el aumento de los precios de la energía para los sectores más empobrecidos, este año resonó el caso de Ecuador que es uno de los pocos exportadores netos de la región donde las empresas presionan para vender todo lo que pueden en el mercado global mientras amplios sectores de la población trabajadora y consumidora reclama por mantener los subsidios al consumo.
El consumo de petróleo ha ido cayendo de manera general en casi todos los países y es interesante ver cómo el rebote postpandemia nos devolvió a esa línea descendente en que veníamos desde 2013 (casi 200 mil b/d de caída anual) que, de todos modos, es muy lento para los requerimientos ambientales que exige nuestra crisis climática.
El gas
Defasaje entre un consumo estancado y una producción en declive.
La curva de declive está llevando a la importación por fuera de la región, el principal importador es México que compra a relativo bajo costo vía gasoducto a Estados Unidos pero también ha aumentado la llegada de barcos con Gas Natural Licuado a toda la región, de 13,7 a 25,3 mil millones de m3 entre 2019 y 2021 cuyos valores para 2022 se han disparado por la guerra. La solución en Argentina es comenzar un gasoducto desde Vaca Muerta hacia el noreste del país que podría tardar dos años y demuestra como el cambio de la producción convencional al fracking implica otros costos que en la gráfica no se perciben.
El carbón
Si bien la producción de carbón en la región es insignificante en el concierto global y tampoco es muy importante en el consumo local, no deja de ser más que importante para Colombia y los países consumidores.
Estamos viendo que la caída en la producción es más veloz que la del consumo, esto para Colombia significará un fin de ciclo de país que exporta a ultramar. Las causas ambientales explican en parte la caída en el consumo global en relación a otras fuentes de energía.
Energías no fósiles
Las denominadas "renovables" siguen en crecimiento con dos cambios históricos: la energía eólica ha superado al mix biomasa - geotermia y las solares han superado a las nucleares.
Sin embargo la energía hidráulica sigue siendo la más importante en la región, Brasil es el segundo país después de China con mayor capacidad instalada en 256 represas (30 de más de 1GW). En los últimos diez años los conflictos relacionados con los megaproyectos hidráulicos han crecido y si bien sigue siendo la energía más económica una vez instalada, los costos ambientales y sociales están cada vez más documentados. Desde el asesinato de Beta Cáceres en Honduras en 2016 y con cada vez menos ríos para embalsar, este tipo de energía puede haber llegado a su techo.
Y si es por conflictos, las otras energías no se quedan atrás pero en la fase previa. Nos referimos a la minería de sus materiales estratégicos: el triángulo del litio que produce el 30% del total mundial tiene conflictos abiertos especialmente en Chile, el segundo productor mundial, como también en Argentina, Bolivia y Perú; la lucha contra proyectos para extraer níquel están abiertos en Brasil, Venezuela, Colombia y Guatemala; y para el más importante de todos, el cobre, no sólo en los dos grandes productores, Chile y Perú sino también en Ecuador, Argentina y Panamá hay grandes resistencias.
Casi la totalidad de proyectos megamineros se están desarrollando con oposición de amplios sectores de las poblaciones de sus territorios, la región es líder no sólo en producción de cobre y plata sino también en conflictos sociales relacionados con la actividad. La ruptura del dique de contención del agua de la mina de Brumadinho en 2019 con 272 muertos muy poco tiempo después de la catástrofe ambiental de Bento Rodrigues que contaminó 800 km de cauce de ríos en 2015 motivan u obligan a dar batalla contra estos megaproyectos. Estos movimientos son tan fuertes que explican la llegada a la vicepresidencia de Colombia de una activista ambiental contra la minería aurífera.
Paralelamente, la instalación de megaproyectos eólicos y solares por parte de empresas extranjeras está comenzando a ser debatida en los términos de pérdida de soberanía del estado que históricamente supo ser el gran actor en la puesta en marcha y control de las energías tradicionales.
Consumo total y emisiones
En general se da una relación entre el consumo de energía y el PBI de una región, donde a un incremento en el consumo de energía suele sucederle un incremento en el PBI.
La región, a pesar de aumentar sus ingresos por créditos internacionales no ha podido mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La pobreza que había caído bruscamente (llegaba al 42,3% en 2002) [3], según un reciente informe de la CEPAL [4] estaría aumentando de 29,8% en 2018 a 33,7% en 2022 y la pobreza extrema se incrementaría de 10,4% en 2018 a 14,9% este año. La transferencia de ese PBI que se mantiene estanco está cambiando de destino.
Lo claro es que a medida que caiga la producción cada vez será más difícil mantener los niveles de consumo que ya dependen de la importación de productos en crisis.
El efecto del declive en el consumo (y especialmente en los combustibles fósiles) también se puede ver positivamente en la caída de las emisiones de CO2 y metano derivadas del sistema energético.
La región contribuye un 5,4% si sumamos las emisiones de CO2 y las de metano (medidas en Toneladas equivalentes de CO2), teniendo un 8,3% de la población mundial se puede decir que no somos los responsables de la crisis climática. Sin embargo es nuestra región una de las más afectadas por la crisis y una de las que tiene las mayores tasas de pérdida de biodiversidad. El encuentro entre la conciencia de la tendencia climática catastrófica y el declive energético delinean la crisis civilizatoria que implica el fin del modelo de acumulación capitalista (basado en el crecimiento económico constante) y el fin del desarrollo industrial basado en el consumo de energía siempre creciente.
Esperamos contribuir a trazar ese mapa.
Referencias:
[1] BP (2022). BP Statistical Review of World Energy. En:
https://www.bp.com/en/global/corporate/energy-economics/statistical-review-of-
world-energy.html
[2] CEPAL Stats: https://statistics.cepal.org/portal/cepalstat/index.html?lang=es
[3] Banco Mundial (2020). La crisis de la desigualdad. América Latina y el Caribe en la
encrucijada. En: https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/La-
crisis-de-la-desigualdad-America-Latina-y-el-Caribe-en-la-encrucijada.pdf
[4] CEPAL (2022). Menor crecimiento, mayor inflación y aumento de la pobreza en
América Latina y el Caribe: ¿Cómo enfrentar los efectos de la guerra en Ucrania? En:
https://www.cepal.org/es/notas/menor-crecimiento-mayor-inflacion-aumento-la-
pobreza-america-latina-caribe-como-enfrentar