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Red Internacional
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TRIBUNA ABIERTA / CINE. Enmienda XIII: la paradoja de las imágenes

El racismo en Estados Unidos visto a través de la lente de la cineasta Ava DuVernay.

Jueves 23 de marzo de 2017

Después de dirigir Selma (2014), cinta con la que Ava DuVernay se convirtió en la primera mujer afroamericana en competir por un Óscar en la categoría de Mejor Película, la cineasta oriunda de Los Ángeles volvió a obtener una nominación al máximo galardón de Hollywood en su edición 89 ahora en la categoría de Mejor Documental con Enmienda XIII (“13th,” | Estados Unidos | 2016 | 100 min), distribuido por Netflix.

La categoría documental estuvo dominada por películas que exploraban de una u otra manera la persistencia de actitudes y comportamientos racistas en la sociedad estadounidense a partir de un recorrido por hitos históricos del siglo XX: I am not your negro (Raoul Peck, 2016), la ganadora de la noche O. J. made in America (Ezra Edelman, 2016), y Enmienda XIII.

Película inaugural en el Festival de Cine de New York, Enmienda XIII toma su título de aquella célebre declaración constitucional que abolió y prohibió la esclavitud en 1865 pero dejó en el papel una perniciosa concesión que permitía que un negro fuese esclavizado como castigo por un crimen. Este “hueco” en la legislación se convertirá, en la mirada de DuVernay en una de las puertas que han legitimado y normalizado el trato discriminatorio y, sobre todo, la encarcelación masiva de afroamericanos durante todo el siglo XX.

El documental engarza acontecimientos, personas y empresas en apariencia desconectados, como el estreno de la pionera cinta de Griffith El nacimiento de una nación (1915) con las protestas de las Panteras Negras, la venta de armas largas en Walmart y la matanza de Ferguson en 2014. No se trata de alguna urdimbre oculta de tintes conspirativos, sino de un grito a favor de la memoria y un puño alzado que denuncia la persistencia de rencores e injusticias en contra de la población negra estadounidense por más de un siglo.

De la segregación a la guerra contra el crack y a la reciente oleada de criminalización étnica, el documental recoge datos, entrevistas, videos y fotografías que funcionan como pruebas de este perverso mutante que recorre todo Estados Unidos: el racismo.

Casos como el Trayvor Martin —asesinado en Florida en 2012 por George Zimmerman, quien fuera declarado inocente so pretexto de defensa personal— no son una anomalía en la mirada de DuVernay, sino una consecuencia más de las políticas y actitudes que han condicionado el odio hacia los afroamericanos desde que aquel violador inclemente que aparece en la cinta de Griffith se impregnara como arquetipo del “ser negro” en el imaginario blanco estadounidense.

La cadena depredadora desemboca hoy en las cárceles privadas, en la incapacidad presidencial (especialmente de Obama quien es retratado —esquivado, incluso— con bastante benevolencia), en los lobbys político-corporativos que promueven y remueven leyes a su conveniencia y en un cúmulo de empresas que se enriquecen a costa de infringir castigos. Los resultados son alertadores: 1 de cada 4 estadounidenses viven en prisión y el 40 por ciento son negros. La historia parece repetirse con aterradora frecuencia y el diagnóstico de DuVernay es poco favorable (¡aún antes de Trump!): escasez de líderes, deterioro del tejido social al interior de las comunidades negras, polarización social, proliferación del miedo, aumento de actos violentos.

En Enmienda XIII Ava Duvernay no titubea en reafirmar su compromiso político-social, ni en identificarse explícitamente con el movimiento “Black Lives Matter”, vínculo del que se desprende una alentadora solución, o al menos así lo piensa DuVernay: las imágenes.

Si la película El nacimiento de una nación es en gran parte responsable de reforzar y diseminar un estereotipo del hombre afroamericano como posible violador de la impoluta mujer blanca y los primeros “realities” policiacos reforzaron la idea del joven afroamericano como criminal violento, la única forma de combatir este enemigo es también a partir de la sobreexposición de otras imágenes, de ahí que no en vano DuVernay recupere la secuencia de 12 años de esclavo (Steve McQueen, 2013) donde es el hombre blanco el que viola a la mujer negra.

Pero la mayor esperanza en la difusión de imágenes radica en el uso del celular y las redes sociales para visibilizar en un escenario global la violencia de los ataques en contra de los afroamericanos. Precisamente a eso apunta una de las instalaciones que “Black Lives Matter” ha traído al MUAC en la Universidad Nacional Autónoma de México y que puede visitarse sin costo alguno: el celular como arma de denuncia y las redes sociales como canales de información, como medios para interpelar a la “aldea global”.

La propuesta de DuVernay puede parecer un tanto mágica, en el sentido de que aquello que causó el daño contiene el remedio. A las imágenes hay que combatirlas con más imágenes. Quizá mi pesimismo y mi desencanto (heredado de Baudrillard, de Virilio y de mi devoción por las dos primeras temporadas de Black Mirror [Charlie Brooker, 2011-]) me lleven a no entusiasmarme demasiado e incluso a dudar de la esperanza visual de DuVernay, ya que el ciberespacio se ha revelado lleno de una fauna de seres hostiles que canalizan anónimamente su odio a través de comentarios racistas, misóginos, xenófobos, homofóbicos, etcétera. También allí las alianzas y la solidaridad se han vuelto cada vez más difíciles y la tan anhelada emancipación de los espectadores parece cada vez más lejana: la paradoja de las imágenes tiende a resolverse negativamente.

Por fortuna, aunque no se enfatice demasiado, DuVernay sabe también que la lucha abarca al ámbito académico, jurídico y político. Sólo así logra una película que no deja sitio para los esencialismos y las ambigüedades, como sí ocurre en la comedia aspiracional Talentos ocultos (Theodore Melfi, 2016); y que no busca estetizar o aminorar la representación de la injusticia como pasa en el romance homosexual de Luz de luna (Barry Jenkins, 2016). No es fácil, por todo esto, salir indemnes de Enmienda XIII. Miradas como las de DuVernay siempre incomodan y remueven el corazón y las ideas. Ojalá removieran mucho más.

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