La CUP trabaja por un nuevo govern procesista que tendrá a la plantilla de Nissan, sanitarias o docentes enfrente. Es urgente que la izquierda que rechaza este curso gobernista unamos fuerzas en apoyo y solidaridad a estas luchas y las que vendrán.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 13 de mayo de 2021
Un día después que la CUP hiciera el mayor ejercicio de “responsabilidad de Estado” de su historia, los trabajadores y trabajadoras de Nissan volverán a manifestarse por las calles de Barcelona. Dos noticias aparentemente inconexas, pero que muestran en donde tiene puesta su tensión a día de hoy la dirección cupaire.
Lo que las y los trabajadores de Nissan exigirán esta tarde a las puertas del Departament de Industria y la Delegación del Gobierno, no será ningún programa radical o anticapitalista. Lamentablemente, no hablarán de “nacionalización” de la empresa ni nada por el estilo. Simplemente pedirán que el acuerdo de la vergüenza que firmaron el conjunto de la representación sindical de la matriz – dejando tiradas a las plantillas de las subcontratas – se cumpla, y que se garantice una recolocación en empresas industriales con proyecto de continuidad para la plantilla de la matriz.
Pero es que ni siquiera esta demanda de ultramínimos, que queda a años luz de la defensa de los 25 mil puestos de trabajo con los que se iniciaron las movilizaciones de Nissan hace ahora un año, está siendo atendida por la Generalitat presidida hoy por Pere Aragonés, el Molt Honorable “Presidenciable” de ERC y la CUP. En el acuerdo de legislatura firmado por ambas formaciones, ni siquiera hay garantías de que se cumplirá eso. Mucho menos de que se revertirá el “acuerdo de la vergüenza” que deja en la calle a más de 20 mil familias de subcontratas y auxiliares.
Los incumplimientos de la Generalitat y el gobierno central nada tienen de sorprendentes. En Nissan, la empresa, las diferentes administraciones y las direcciones sindicales de todas las centrales con presencia en el Comité de Empresa – incluida la CGT que sumó su firma al acuerdo – lograron imponer un pacto que separaba a la plantilla de la matriz del resto, prometiendo indemnizaciones e hipotéticas recolocaciones a los primeros e imponiendo la paz social y despidos a los segundos.
Esto reventó el proceso de lucha, dejó en la cuneta a los más débiles, y a la larga también a los supuestos “ganadores”, que hoy ven como esas promesas se convierten en papel mojado y su “capacidad de fuego” para revertir la situación ha quedado debilitada por la política coorporativa de sus direcciones.
Dicho esto ¿cuál ha sido y es la política de la CUP ante la principal crisis industrial? Durante el conflicto llegó a presentar un proyecto de nacionalización de la empresa para llevar adelante una reconversión de la planta y se mantuvieran el conjunto de los puestos de trabajo. Un proyecto que contaba con el apoyo, aún incluso con algunas críticas, de sindicatos como la CGT y buena parte de los sectores de la izquierda política y social que daban apoyo a la lucha de Nissan y las subcontratas.
El proyecto quedó sin embargo encajonado cuando las direcciones sindicales firmaron el “acuerdo de la vergüenza”, quedando por lo tanto como un simple “saludo al sol”. La CUP, como en otras muchas luchas obreras de los últimos años, se negó a poner todas sus posiciones institucionales y recursos militantes a disposición de que la lucha de Nissan pudiera tener otra vía alternativa a la de sus direcciones burocráticas y permitir que, esta lucha testigo de la actual crisis, pudiera pelear por una verdadera victoria.
Hoy, su política es aún más claudicante. Su acuerdo de legislatura con Pere Aragonés - el sector más neoliberal de ERC, a la cabeza justamente de la Conselleria d’Economía que junto a Industria han actuado como abogados de la patronal en todos los conflictos – y sus esfuerzos por que haya gobierno, la dejan del lado contrario. Mientras las y los trabajadores de Nissan se movilizan, igual que lo van a hacer los interinos y personal precario de la educación el 27 de mayo, lo hicieron los y las sanitarias en marzo y lo están haciendo decenas de plantillas luchando contra EREs y despidos, la CUP pone todos sus esfuerzos en que haya un gobierno independentista sostenido en los mismos partidos que llevan gobernando la Generalitat desde la crisis anterior.
Si el acuerdo de legislatura con ERC ya era una auténtica declaración de renuncias, los cuatro puntos propuestos para garantizar la investidura de Aragonés, son generalidades dignas de un jefe de campaña electoral de cualquier partido del régimen. Este rumbo de moderación e integración en el régimen catalán, deja a la CUP de la mano de quienes han llevado adelante unas de las políticas de ajuste y privatizaciones más agresivas de todo el Estado, quienes han realizado una gestión criminal de la pandemia; quienes seguirán trabajando para las grandes empresas y familias... y quienes serán los responsables políticos del despido de más de 20 mil trabajadores de la industria del automóvil.
Esta deriva no es compartida por el conjunto de la izquierda independentista. Cerca de un 40% de la militancia de la CUP votó en contra del acuerdo, y desde organizaciones de base del independentismo anticapitalista, así como desde grupos de la izquierda que le siguen dando apoyo, como Lluita Internacionalista, se ha criticado con distinto énfasis. Sin embargo estas críticas se quedan en un nivel meramente declamativo, en tanto y en cuanto no se transformen en decisiones e iniciativas políticas que permitan poner en pie una alternativa política a esta hoja de ruta de abierta colaboración de clases.
Convertir ese rechazo y malestar en una fuerza material que pueda construir una alternativa es hoy la clave para combatir la desmoralización que esta claudicación sin precedentes puede generar. Desde la CRT venimos planteándoles a estos sectores la necesidad de construir un agrupamiento en base a un programa anticapitalista y de independencia de clases. Lamentablemente hasta el momento esta perspectiva no es compartida.
A pesar de estas diferencias, consideramos que estas no pueden ser ningún obstáculo para avanzar en acuerdos concretos en el terreno de la lucha de clases que hagan carne en la realidad la existencia de una izquierda completamente diferente a la que hoy actúa de mediadora entre los partidos de la burguesía independentista. La lucha de Nissan, como otros muchos conflictos que comienzan a extenderse por el territorio, son el terreno de juego para empezar a confluir en una lucha común por rodearlas de solidaridad y pelear por un programa que realmente dé salida a la crisis de despidos y cierres que comienza a tomar fuerza.
Por eso desde la CRT hemos hecho un llamamiento a todos aquellos sectores de la CUP y la izquierda independentista que no quieren quedar atrapados en “Palau” y quieren estar junto a todas estas luchas, a organizaciones de la izquierda como Anticapitalistes, Corrent Roig, Lluita Internacionalista o el grupo Trinchera, a impulsar una campaña unitaria, junto a los sectores de la izquierda sindical que no apoyen el “acuerdo de la vergüenza”, en solidaridad con la lucha de Nissan y por la nacionalización, reconversión y puesta bajo control de sus trabajadores de la planta central y las subcontratas, la única salida realista contra la destrucción de 25 mil puestos de trabajo.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.