El 21 de junio se celebra el Año Nuevo Aymara que, este año, se llevó a cabo en medio de la crisis socio política y la pandemia por el COVID-19.
Martes 30 de junio de 2020
Estos meses se realizaron diversas expresiones religiosas, por un lado, las actividades autorizadas desde el Estado que son acciones religioso católicas y de índole cristiano, estas fueron promocionadas y difundidas por el autoproclamado gobierno transitorio de manera privilegiada, brindando cobertura de medios y contando con la venia por parte de autoridades. Además, durante la cuarentena dinámica el ejército y la policía por órdenes del gobierno facilitaron liturgias y unidades móviles entre vehículos y aeronaves.
Este comportamiento inició a partir de la toma del gobierno en noviembre del 2019 cuando Fernando Camacho en compañía del Abogado Eduardo León entraron al palacio de gobierno escoltados por un contingente policial, llegando a poner en medio del hemiciclo una Biblia indicando que Dios volvió al palacio de gobierno. Esta acción aplaudida por muchos, encerró una conducta políticamente útil del uso de los ritos para sus propios fines, que no fueron vistas por la población en su momento como la manipulación que encierran.
La Constitución advierte e indica que la religión y la libertad de culto en Bolivia esta oficializada por el llamado “Estado laico”, fue una lucha histórica desde la colonia que durante el gobierno de Evo Morales se concretó por la presión social, logrando tener ceremonias multireligiosas aunque a la larga también se convertirían en instrumento político para fines de manipulación social, y que nos muestran el largo camino que falta andar en este contexto para que se reconozcan y respeten las formas de vida de los pueblos indígenas originarios.
La semana pasada para celebrar el año nuevo aymara tuvimos un evento importante donde varios espacios culturales y colectivos rendimos importancia a nuestras costumbres culturales, esto en un contexto donde el Gobierno minimiza, como expresión de su racismo, la importancia de nuestra diversidad cultural. A este contexto se suma la paulatina invisibilización de las luchas sociales ante la mala administración de la pandemia, pasa pues que el movimiento cultural, que tiene la auto gestión como método de sobrevivencia, queda indefensa ante este fatal contexto.
El recibimiento del año nuevo aymara, el 21 de junio de cada año, desde diferentes espacios de cultura ligados al arte y a espacios religiosos andinos, celebramos el momento del cambio del ciclo agrícola que para un ser andino marca un momento de cambio.
Para todos fue una "sorpresa" que Áñez y su gabinete decidiera dictar un encapsulamiento en medio de la cuarentena dinámica y coincidiendo con la celebración del año nuevo aymara. Esta acción sin embargo, a pesar de las restricciones, no tuvo un efecto de desplome de la ritualidad y el arte. En esta festividad, que hace unos años y hasta hace poco, los medios de comunicación realizaban trasmisiones en vivo y se realizaban notas previas como posteriores hoy no hay quien le entregue la cobertura correspondiente. Es así que desde la resistencia hermanos y hermanas del ámbito cultural como desde la espiritualidad andina, buscaron sus propios medios para reivindicar el derecho a la libertad de expresión y de pensamiento, costumbres y arte, que son presas de la manipulación del Estado.
Estos días, como en la colonia, la espiritualidad de nuestros andes está proscrita de los lugares oficiales y volvió a los cerros y pampas desde donde hace más de 500 años resistió. Nos damos cuenta que esta acciones buscan desestructurar la rebeldía y las esperanzas de un pueblo que ya pasó por tantas pruebas.