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Literatura. Entrevista: Bernabé de Vinsenci, poemarios desde un hospital público

"La trama de los padecientes" y "La verdad según el shock", libros donde habitan zonas oscuras y luminosas sobre la experiencia en el hospital. El escritor nacido en Saladillo ubica en sus versos los ojos de quienes se codean con la salud pública por necesidad. "Hay una idea pochoclera de la locura que no tiene nada que ver con la locura".

Martes 26 de noviembre 08:00

"Mamá anduve siempre de loquero
en loquero y en algún punto
me enloqueció a mí
pero me enseñó que no todos
los corazones son de cristal
y ella en el alma tenía un cristalero"

( Poema 18, "La verdad según el shock")

Bernabé de Vinsenci vive en Saladillo, a 170 kilómetros de Capital Federal. Tiene treinta y un años, su escritura se desplaza tranquila por distintos géneros literarios. La voz, o las voces, brotan de experiencias personales, de influencias literarias y sensibilidad por lo que ocurre alrededor. "Lo último que edité es La pasión según el shock. Es un librito de poesía con una voz poética arrasada por el mileinato. Básicamente la experiencia del vaciamiento simbólico, material e institucional. Qué efecto genera eso. Y como digo en un poema (perdón por esto) “hasta la cursilería nos quitaron”. Nos quitaron la posibilidad de preguntarle a tu pareja qué querés comer hoy, nos quitaron el ánimo de encontrarnos, de abrazarnos. Pero es así y lo saben: el propósito es el alma. Y una vez que poseen el alma, nos quitan la posibilidad de soñar. Y alguien que no sueña está un poco muerto. Respira sí, pero muerto".

La trama de los padecientes fue escrita al compás de su experiencia en un hospital Zonal Dr. Alejandro Posadas, al que defiende del desfinanciamiento: "Me da bronca tener que vivir políticas retrógradas, políticas que ya se hicieron en los 90. Políticas que terminaron con muertes, un pueblo hambreado y saliendo a buscar qué comer".

En estos momentos donde está en el tapete el desfinanciamiento de unidades de salud psiquiátricas y el intento de cierre del hospital Bonaparte, parece oportuna tu poesía ¿Qué opinás al respecto?

  •  Soy hijo de la escuela pública, pasé por universidades públicas, voy a bibliotecas públicas. Sé leer y escribir, sé amar y equivocarme y volver a empezar gracias a políticas públicas. ¿Qué puedo decir? La gente que defiende lo privado o el desfinanciamiento son un popurrí: un grueso de pendejos narcisistas hijos del Estado de Derechos, que juegan a la Play Station, un grupo que odia y nada los sacia y otros que les gusta la figura rockstar de Milei. Lo único que pienso es que donde se come no se caga. Hoy sos un privilegiado, pero a veces el afán de soberbia es como un boomerang. Cuando abusás del privilegio y te creés todopoderoso, hay que tener cuidado. Este gobierno enseña que hay que defender lo que se conquistó. Que nada es perecedero. ¿Qué quiero decir con esto? Que hay que frenar la mezquindad. Que hay que frenar la idea narcisista y autosuficiente de que “yo lo hice todo laburando, con mi esfuerzo”. Yo sí creo en un Estado de Derecho con políticas públicas y las milito. Me da bronca tener que vivir políticas retrógradas, políticas que ya se hicieron en los 90. Políticas que terminaron con muertes, un pueblo hambreado y saliendo a buscar qué comer. Los argentinos hablamos de Europa y la globalización de Europa, cuando se está viviendo un retraimiento a los nacionalismos.

    En Manifiesto Antilocura definís que “Un hospital, por regla, no suple problemas habitacionales”.

  •  Los hospitales en sus inicios atendían a locos, desempleados, alcohólicos. Era clave la hospitalidad. La trama de los parecientes es un libro de poesía, arma un mundo y lo ficcionaliza y tal vez el yo poético bucea en eso, en la falta de hospitalidad que recae en personas con afecciones mentales. No puede haber hospitalidad en la convivencia entre un paciente mental y otro oncológico. Marisa Wagner citaba a Alfredo Mofatt que decía “la locura empobrece, y la pobreza enloquece”. Hay una parte de los hospitales públicos que alojan a los locos pobres, a los que no tienen mutual ni recursos, y a veces hay algo que recompone hacia la vida como un gesto, un plato de comida. Sin embargo un hospital no es provechoso a la hora de alojar a una persona que rompió contacto con la realidad y la espacialidad. La idea “habitacional” se ancla a la idea de “reenlace”, de volver a vincular desde un espacio amoroso en pos de la proyección de un futuro. Desde ese lugar es que pienso al problema habitacional, alguien que queda desvinculado del entorno y se le problematiza el espacio físico, como una política federal, es decir: que cada localidad borroneada del mapa tenga un lugarcito donde los locos pobres puedan dormir, bañarse, vestirse y recomenzar la vida, una vida que se fisura por un sistema subjetivo colonial que presiona a la normalidad, a estándares de pensar, de vincularse, de poseer y ser poseído. Por eso en La trama de los padecientes contrasto al DSM y el cariño, el amor. Porque una hecho es pensarse loco como postura, militancia política (donde hay un vacío en las agendas de los partidos políticos) y otra muy distinta es ser depositario, un container de la locura que producen y reproducen desde el discurso patológico, de los que prescriben, ante todo, diagnósticos a la singularidad. Me atrevería a decir que hay algo también de la Historia Clínica que tiraniza al cuerpo y al deseo, hay algo que queda asentado, notificado y que funciona a lo largo del tiempo como un historial determinista, como un lugar a veces de la insania y la sanidad. Yo defino a la locura como el deseo voraz de no infringir daños a terceros, por supuesto, en pos de alcanzar lo que el mundo aparente no ofrece. Por eso leemos, ¿no? Lo que ofrece bajo cierta opresión y que se cristaliza, por ejemplo, en la represión a los jubilados. Opresión que desde la vida cotidiana puede ser el engaño de una felicidad, de una felicidad que nace de los patrones culturales capitalistas. Por eso insisto en la intensidad del presente, de experimentarlo como una aventura. Puede que el futuro sea prender la parrilla y comer choripán, y no delirar con un sacrificio (lo que dice la gente de Milei, ¿no?) donde se vive en la estrechez de comer un plato de comida al día.

    ¿Cómo es tu relación con la salud pública?

    Hay una dirección específica en el libro, es decir, está en situación, en la situación especifíca de un hospital público. Me parece que tendríamos que ir un poco más allá. Estamos en un contexto en que las subjetividades empaquetadas acortan caminos, donde lo new age es proclive a ser la nueva derecha. Hay que pregonar la fisura en detrimento de los prejuicios. Despertar la curiosidad y no lo que hollywood nos enseñó. Pero retomo, “no creer” no es sinónimo de “irreponsabilidad” o “mal trabajo”, es más bien, contra una paidea de formación cuerdista. Hablo de algo que no se ve pero que está en los vínculos de poder. Hay algo que se llama efecto expectativa y es que en un vinculo de poder y los supuestos de expectativas de ese poder. Hacer que el otro (digamos, el paciente, el que no tiene el poder) termine comportándose en base los supuestos patológicos, en base a los prejuicios de la idea de locura, prejuicios personales, políticos, culturales. Es como una hipnosis entre el saber y el lugar de falta que ocupa el paciente, el lugar de afectado, que “no sabe lo que tiene” y que va al médico, al psiquiatra, al psicólogo a “curarse”. Supongamos, un docente escribe sobre su práctica, lo mismo pasa con los usuarios de salud mental. Por eso también intento escribir artículos en Made in Argentina que dirige Alan Robinson. Porque entiendo que puedo pensar desde mi afección, desde mi deseo. Necesito pensar y equivocarme. O equivocarme y pensar. Pensar desde un discurso que busca la liberación. Primero tal vez la liberación personal, y después quizás para otros, para otros que habitan la locura y son tratados como depósitos de patologías. Donde se los culpabiliza de vivir de un modo desalineado al patrón cuerdista.

    El hijo de la loca: la voz refiere a una madre esquizofrénica. ¿Por qué escribir sobre esta enfermedad y la relación madre e hijo/a?

  •  Porque así como los grandes dueños de las industrias farmacológicas (¿ubicás quién?) pueden publicar su mediocridad y contratar a Santiago del Moro. O así como se puede hacer un lugar común de la villa miseria (¿ubicás quién?) para ser bufón de la clase media, yo hablé de mi historia personal o lo que creí personal. Inventé y reescribí. Vi a mamá en condiciones muy malas, imágenes que hoy son como postales. Mamá fue y es una loca pobre. Tuvo su casa en terrenos fiscales, sin luz, fue abandonada por el Estado. Yo puedo pensarme como loco porque alguien un día me dijo “¿por qué no leés?” y la lectura me salvó. Soy un loco que cada día se reconoce más como loco y que puede poner una o más palabras donde hay una desigualdad contra alguien que no puede. Es decir, no soy portavoz, soy parte de los que viven en la calle, de los que viven en asilos, pero que puede leer un libro e intentar escribir poesía, intentar decir “che, no ves que te están subestimando”. Mamá para mí es el claro ejemplo de lo que es haber nacido loco y pobre y fui testigo de eso, y también padecí una vorágine en mi infancia producto de la locura de mamá. Pero siempre entendía que mamá no era responsable de esa vorágine. Gracias a mamá pude vivir experiencias de inframundo y conocer desde adentro las malas prácticas y los abusos de instituciones. No lo digo desde un pedestal. Digo que no viví en una familia tipo y eso fue malo por un lado y bueno por el otro. ( por eso la cita del inicio de la nota)

    ¿Qué rol tienen los amigos en esta relación con la salud mental?

  •  Creo que los amigos, primero, son amigos porque no piensan en enfermedades mentales. Básicamente reconocen una singularidad. Una cosa es el Joker y otra la locura. Hay una idea pochoclera de la locura que no tiene nada que ver con la locura. Por ejemplo en Magnetizado Carlos Busqued entrevista a un asesino de taxistas. Al final una psiquiatra le dice a Busqued. “Usted o yo podemos ser más asesinos que este hombre”. De modo que “enfermedad mental” es una categoría de ingeniería social de higiene para decir que un homicida es un enfermo mental, un abusador es un enfermo mental. Obviamente, ideas de diarios amarillistas. Sin ir más lejos, ¿qué es Macri? ¿Qué es Caputo? ¿Qué es Milei? Además de mounstruos y “gente de bien”, rubios, de ojos celestes, arios, son exponentes de la normalidad. Son exponentes de que en clave de figura de tonto o disruptivo se puede llegar a una sociedad que digiere rápido y odia más rápido de lo que digiere. De Macri se decía “es rico, no va a robar”. De Milei que venía por la casta. A veces me pregunto si es la idiotez de la gente, la soberbia, el orgullo, o el odio que puede más. No sé. Retomo tu pregunta, los enfermos mentales no son los locos son los que sistematizan la degradación masiva de la calidad de millones de personas. ¿O una persona con diabetes es peligrosa? No. Se tiene que cuidar porque el daño recae en él. Esa idea de “peligro” es un modo de ficcionalizar un tipo de barbarie para justificar otras atrocidades.

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    Recomiendanos tres escritores o libros de tu gusto.

    Bueno, estar loco es tatuarse a Robert Walser. Así que lo recomiendo. Hay algo de su escritura que nos invita a recorrer el mundo en punta de pies, haciendo silencio y disfrutando las maravillas de la naturaleza, una conversación o una caminata, algo que es sencillo y a la vez incomensurable. Después recomiendo a Michel Nieva, aunque leí un solo libro, pero Michel Nieva irrumpió desde Santiago Arcos Editor con una novelita que vive y ahora llegó a Anagrama con un tipo de literatura que parecía caduca. Un escritor que pone a trabajar la imaginación. Me parece que Miguel Villafañe, el primer editor de Michel, ya vio algo en él. Y creo Michel marca un antes y un después de una seguidilla de libros al menos en Argentina que hablaban sobre el duelo, la muerte y la autorreferencialidad como tópico. Y por último a Gabriela Cabezón Cámara, lo poco que leí, me pareció que no lo había leído en ningún lado, me resonó a un tipo de escritura propio. No desde el lugar de lo novedoso. Desde el lugar del lenguaje y cómo presenta los universos, me parece que tiene un modo muy particular.

    Bernabé De Vinsenci (IG aquí) nació en Saladillo, Provincia de Buenos Aires, en 1993. En 2018 publicó Éntomos: Mutación (cuentos) y Trueno de furia (novela), ambas por ediciones Árbol Animal. Lo siguieron el libro de relato Hígado (Orden de Dagón, 2018), la novela Ciégate para siempre (Capuchas Ediciones/Orden de Dagón, 2019) y en poesía La trama de los padecientes (Engaña Pichanga, 2020). Obtuvo una mención en el Concurso Felipe Aldaba Categoría Sub-20 por el libro de poesías La trama esquizode, publicada n 2014. "La verdad según el shock" es el más reciente. Sus textos se pueden adquirir por mail: [email protected] .

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