Sole Andreu y Toni Secilla han trabajado cerca de cincuenta años en la industria del calzado en Menorca. Con ellos hablamos de la evolución del sector del zapato durante las últimas décadas, así como sus inicios o la relación social que se acababa generando entre las mismas trabajadoras y el ocaso del zapato en la isla.
Miércoles 21 de septiembre de 2022
Nacidos en Ciutadella de Menorca, los dos llevan casi siete años prejubilados, pero conocen el sector del calzado a la perfección, después de casi cincuenta años trabajando en él.
Con Sole Andreu y Toni Secilla hablamos de la evolución de la industria del zapato en la isla durante las últimas décadas, atravesadas por diferentes crisis, tanto las propias del sector como las orgánicas capitalistas.
No obstante, también nos explicarán y profundizaremos en la comunión que hubo durante muchos años entre las trabajadoras, y con los trabajadores; así como también la mimetización del sector con los municipios de la isla, entre otras muchas cuestiones como son la entrada al mundo laboral de la mujer como ajuntadora, la brecha salarial que se ha mantenido durante décadas, las cargas de trabajo inacabables o la relación antagónica con el sector turístico.
Por último, conoceremos también el poso de las vivencias que guardan después de compartir tantos años en un sector que llegó a ser eje vertebrador y social de los pueblos de Menorca.
¿Cómo fueron vuestros inicios en el sector del zapato?
S: Yo empecé a trabajar con trece años cuando mis padres creyeron que era el momento de aprender un oficio. Primero fui a una casa que enseñaban a ajuntar y poco después, cuando acabé la escuela, fui a trabajar a mi primera fábrica donde buscaban una muchacha para hacer de ajuntadora. Hasta que no tuve dieciséis años no me dieron de alta en la seguridad social, y hasta aquel momento, cuando venía alguna inspección nos hacían salir para que no nos vieran. Siempre he trabajado del calzado y he estado en cuatro o cinco fábricas.
T: Empecé a los catorce años porque mi madre así lo decidió y un día me dijo “te he encontrado trabajo”, y así empecé en el calzado, donde he trabajado 47 años. Empecé en una fábrica de mozo. Mientras te iban enseñando el oficio muy despacio, hacías los recados de la empresa, ir a correos, enviar paquetes y telegramas. El primer sueldo que tuve fue de dos pesetes y me pareció que era muchísimo. Después pasé a otra fábrica y ya hasta que me prejubilé.
¿Cómo era antes el aprendizaje del oficio del calzado?
T: Hay que decir que antes uno empezaba desde abajo del todo y te iban enseñando muy cuidadosamente durante dos o tres años. Hoy no te enseñan como se trata un zapato. No hay un lugar donde te enseñen el oficio y el primer día te dan unas pautas y te las tienes que apañar.
¿En el sector del calzado ha habido mucho trabajo sumergido?
S: Sí, como yo misma. Siempre ha habido mucho trabajo en negro. Actualmente no tanto, porque muchas fábricas han tenido que cerrar y el trabajo ha disminuido mucho. Y si trabajabas en un taller para una empresa de zapatos o en casa, no estabas dada de alta y no cotizábamos. Hoy ya casi no hay talleres, pero las mujeres que trabajan en casa todavía siguen en la misma situación.
En los talleres estaba la mayoría de las mujeres, algunas con máquina, y nos llevaban los parells. Cerraban la puerta y nadie se daba cuenta. Hoy en día todavía se puede encontrar algún taller. Y lo mismo pasa con las ajuntadores que trabajan en sus casas. Quedan muy pocas.
Muchas trabajabamos solas en casa mientras llevábamos la casa, pero las había también quienes se juntaban en un grupo de mujeres en casa de una de ellas. En familias enteras que se dedicaban al calzado, las madres enseñaban a las hijas, y después estas se juntaban en casa de una de ellas para seguir el oficio. Normalmente otras mujeres que no eran de la familia también trabajaban en estas casas. Por supuesto, todas sin estar regularizadas.
T: Cada empresa de calzado tenía su propia furgoneta con la que iba repartiendo el trabajo por las casas y los talleres, no solo para las mujeres. Muchos cortadores también trabajaban en casa y recibían las pieles en sus domicilios. Años después, las inspecciones de trabajo fueron incrementándose y lo que hicieron los empresarios fue sacar los nombres de las furgonetas para no poder identificarlas.
¿En aquel tiempo el calzado era un sector feminizado?
S: Sí, un poco sí. Dentro de las fábricas podríamos ser más o menos un cantidad igual a la de los hombres. Pero entre el trabajo en los talleres y los propios domicilios, la mujer era más numerosa. En aquel tiempo, además, en las fábricas querían la contratación de más mujeres porque les salíamos más baratas. A las mujeres nos especializaron en ajuntar.
En aquel tiempo las chicas no teníamos opción de seguir estudiando, al menos en Menorca. Nuestros hermanos varones podían estudiar. Pero las mujeres “estábamos” para llevar la casa y cuidar de la familia, y sino a trabajar y al final de la semana entregabas el sueldo a tu padre hasta que te casabas y te independizabas. Entonces, cuando tenías el primer hijo, seguías trabajando desde casa, pero te rescindían el contrato y te pagaban en negro.
L¿a brecha salarial era muy profunda en este sector?
T: En los últimos años, por ejemplo, un chico que empezaba a trabajar en una fábrica podía cobrar 7.25€ y una mujer que ya llevara tiempo trabajando en la misma empresa cobraba 6€ la hora. Y lo mismo pasaba, o pasa, si los dos entran a trabajar en el mismo momento. Después, tanto hombres como mujeres, durante años, tuvimos una serie de pluses y primas por pares hechos, que mantenían esta desigualdad en los sueldos.
S: Es así, desde mi primer trabajo hasta que me prejubilé, siempre hemos cobrado menos. Después, en 1974 fui de las primeras a las que nos pusieron en el paro cuando empezó una crisis en el calzado.
¿Qué suponía para las mujeres trabajar todas juntas, ya sea en una casa o taller?
S: A pesar de que siempre había una responsable de la empresa, aquello nos creaba mucha unión entre todas. En los talleres hacíamos incluso berenetes, había mucha comunión, mucha vida juntas. Hay que saber que, antiguamente, cuando las mujeres empezaron a acceder al mundo laboral, estaban mal vistas. Y pasábamos más tiempo en la fábrica que en nuestra casa, estos dos factores hizo que hubiera un compañerismo de dalt de tot y tanto nos explicábamos las penas entre las más jóvenes, como con las más mayores y experimentadas. Al final, en nuestra época en las fábricas, llegamos a tener una relación de mucha franqueza también con los zapateros. Había mucha unión.
¿Antes se hacía más vida social en el entorno del calzado?
T: Sí, mucha más. En las fábricas antiguas siempre estaban los zapateros con los cántaros y algunos llevaban siempre sus canarios para que cantaran, y había mucha armonía y compañerismo.
¿Sobre qué años las fábricas de Menorca empezaron a pasar de estar dentro del casco urbano hacia las zonas industriales y polígonos?
T: A partir de medios de los años ochenta. Hasta el momento, toda la industria del calzado y de la bisutería era de pueblo adentro. Antes el pueblo respiraba el ambiente del zapato, había una comunión entre el sector y la gente.
S: Todo esto se perdió porque se empezó a incrementar la producción y necesitaron fábricas más grandes y nos desplazaron al polígono industrial. También el pueblo se fue haciendo más grande.
T: La llegada del sector del turismo también acabó por hacer perder la identidad del calzado de pueblo adentro.
Por otro lado, a partir de que empezó a subir la demanda y a incrementarse la producción, toda esta vida social de la que hablábamos antes empezó a desaparecer. Hay que tener en cuenta que a partir de los ochenta entre temporada de verano y temporada de invierno nos tenían que poner al paro, pero con las reposiciones casi no parábamos nunca de trabajar. Con el querer aumentar el volumen de trabajo nos fueron privando de aquel compañerismo que había porque tenías el tiempo contado. Cada equis tiempo te pasaba un carro de la manovia y no podías perder tiempo. Por las necesidades del empresario se perdió todo aquel ambiente.
¿Cuáles son las primeras crisis del calzado que vivisteis vosotros?
T: A finales de los ochenta hubo una crisis muy grande que afectó a todas las fábricas de Menorca que trabajaban para el mercado de Estados Unidos. Este mercado quebró y todas estas fábricas tuvieron que cerrar. Recuerdo muchas, Can’n Lluiset, Novus, Leo y otras. Y antes de la crisis de 2008 empezó a ocurrir lo mismo con el mercado de China. La industria de Menorca sufrió una crisis de la que ya no se ha recuperado, porque los talleres en China hacen el mismo trabajo a mitad de precio.
S: Allí trabajan las veinticuatro horas del día en diferentes turnos, están totalmente controlados y tienen un sueldo pequeñísimo que permite tener un zapato mucho más barato. Un mismo zapato allí la pueden hacer por ocho euros y aquí por setenta. Por eso aquí se ha perdido mucho de mercado.
T: Y por otro lado, el trabajo que se hacía aquí para el mercado chino “estaba mirado con lupa”. El zapato bueno lo llevaban aquí, con mejor mano de obra, y el zapato corriente lo hacían allí con estas condiciones laborales.
¿Y como fue la década de los noventa para los que trabajaban en el sector del calzado?
T: Los primeros años hubo mucho trabajo y esto nos permitía llevar trabajo a casa y al anochecer hacíamos un plus y así los sábados podías salir a cenar. Pero todo esto a cambio de trabajar muchas horas. A Can’n Mayans trabajábamos por las tardes, pero como que ya habíamos sobrepasado la jornada, nos pagaban en negro también. El zapato ha sido así siempre.
¿Que supuso para vuestra generación la crisis del 2008 dentro del sector del zapato?
T: En la fábrica que trabajaba yo llegó un momento en que no se pudieron pagar los sueldos, primero fue un mes, y después fue cada mes. Hacíamos muchas horas y no sabíamos cuando las cobraríamos. Llegamos a permanecer entre tres y cuatro meses sin cobrar. Trabajábamos una temporada y no sabías cuando la cobrarías. Tenían muchas deudas y lo iban salvando con nuestros sueldos. En mi caso me vi obligado a prejubilarme, era esto o lo perdíamos todo.
S: En mi caso la fábrica fue perdiendo mucho trabajo, fue perdiendo clientes, y el que ponía el dinero dijo "basta". Todas estábamos en el paro en aquel momento, y vimos que no nos llamaban para empezar la temporada. Hacíamos trabajo para Muxart, Bottier, Loewe, y todos estos van desaparecieron con la crisis. Hacíamos 25.000 pares solo para Muxart durante una temporada, y cuando estos desaparecen, las deudas se mantienen.
T: En el caso del zapato, las decisiones de diez o quince años atrás de introducir la manovia y la maquinaria moderna influyó en la crisis de 2008. Todas estas decisiones hicieron que tuviéramos que hacer muchos más pares, pasamos de hacer quinientos a hacer mil a la semana. Y después, en 2008, nadie quiso comprar tanto zapato. Esta fue la gran pérdida de la industria del calzado. Y nunca hubo ningún tipo de ayuda por parte de las administraciones.
¿Hay alguna relación entre la crisis del zapato y el aumento del sector turístico en Menorca?
T: Sí. Para empezar, el turismo si tuvo ayudas durante la crisis de 2008, y antes y después también. Hubo una decisión política de apostar por el turismo y dejar morir el zapato. Con la bisutería pasó lo mismo. También la dejaron morir. Muchos jóvenes tuvieron que pasar del sector del calzado al turismo forzosamente.
¿La crisis del Covid ha podido mermar todavía más el sector?
T: En aquellas pocas fábricas que quedan, sí. Me parece que directamente no ha afectado al nivel de tener que cerrar empresas, pero justo antes de la pandemia todavía había fábricas que cerraban.
S: Con el coronavirus lo que ha habido es una carencia muy grande de mercado que ha dificultado mantener puestos de trabajo, como en todos los otros sectores.
¿Mantenéis algún tipo de afección sentimental con tantos años y vivencias?
S: Sí, mucha. Todavía lo echo de menos. El trabajo, tantas horas pasadas con las compañeras.
T: Yo también, pero no tanto. Porque llegamos a pasarlo muy mal. Pero antes de que llegaran los años más difíciles, yo era muy feliz trabajando, me gustaba mucho este trabajo.
S: A mí también me gustó mucho. Estar con las compañeras, ir a merendar con ellas,…
¿Qué futuro le veis al calzado en Menorca?
T: Le veo un futuro muy negro. Pero me gustaría que se mantuviera la tradición y que se pudieran crear los puestos de trabajo que se han perdido.