“Sensación térmica” es la última novela de la escritora mexicana. Dos vidas, dos mujeres, la fortaleza de la amistad entre ellas y las luchas por los derechos que faltan.
Viernes 25 de noviembre de 2022 12:52
Abro el grupo de whatsapp y leo que alguien había compartido una imagen la noche anterior. La amplío, era pequeña, y leo Sensación térmica. Los comentarios debajo superaban la decena y no pude resistirme. Así llegué a esta amistad entre Lucía y Juliana, las dos mujeres principales ( y esenciales) de la historia creada por Mayte López. Compañeras de vivienda en un principio, cómplices y aliadas, aunque a veces chocan.
Lucía es una joven mexicana, ha dejado atrás un hogar violento para mudarse a un departamento de mala muerte ( su poder adquisitivo es mínimo) en East Village de Nueva York. Ahí conoce a Juliana, colombiana, alegre, con esas características que se le adjudican generalmente a las mujeres de ese país. Pero ese estereotipo cae rápidamente cuando inicia una tormentosa relación con un profesor mayor que ella.
“La unión de las mujeres no era posible dentro del patriarcado, era un acto de traición, pero el movimiento feminista creó el contexto para que esta unión fuera posible. No nos unimos en contra de los hombres, nos unimos para proteger nuestros intereses como mujeres”, escribió bell hooks en El feminismo es para todo el mundo (Traficantes de Sueños).
“Una historia sobre múltiples vulnerabilidades”
LID: Sensación térmica, tu novela, habla directamente a América Latina y cuestiona las formas de las relaciones sexoafectivas que en una parte de la sociedad y se reproducen (idealizan) en canciones, música, telenovelas. ¿Crees que luego de la Marea Verde de los últimos años los contenidos de tv, la música, los ritmos musicales, han variado? ¿Se canta solo al amor romántico posesivo o ves otras manifestaciones de amor distintas?
Mayte: Es cierto que la novela le habla a Latinoamérica, pero no diría que le habla solo a Latinoamérica ni solo a una parte de la sociedad. De hecho, una de las cosas que me interesaba subrayar es que esas relaciones, esas sutilezas del maltrato psicológico –marcadas por la violencia disfrazada de amor– están en todas partes y en todas las clases sociales, aunque sea con distintos matices y distintas intensidades. Las canciones y las telenovelas que aparecen en Sensación térmica, y que sin duda romantizan la violencia contra las mujeres, forman parte de mi propia educación sentimental y por eso la novela está construida a partir de esos referentes, de esas letras, de esos recuerdos. Pero creo que ocurre exactamente lo mismo con otros productos culturales en otras latitudes y en otras culturas: al final son objetos que surgen de una sociedad heteropatriarcal y que, por lo tanto, de manera directa o indirecta terminan reproduciendo e idealizando los valores y los esquemas de esa sociedad que no quiere nadita a las mujeres, ni en Latinoamérica ni en ninguna otra parte del planeta. Sí creo que los contenidos están cambiando, que poco a poco empieza a haber espacio para presentar otras formas del amor y, sobre todo, para cuestionar las cosas tal y como son ahora. Pero creo también que todavía falta mucho, muchísimo, para que podamos hablar de cambios estructurales.
Uno de los tópicos que más me gustan de esta novela es la amistad entre dos mujeres. En la sociedad se intenta imponer la idea de que las mujeres nos envidiamos, competimos, y que cuando estamos juntas “brujeamos” (en sentido despectivo). La amistad en Sensación térmica muestra que no es así.
Creo que en la sociedad se intentan imponer muchas ideas negativas con respecto a las mujeres en general, ¿no es cierto? Las amistades entre mujeres son muy complejas: nos socializan para que seamos enemigas y luego nos responsabilizan por ello. A los hombres hay que justificarlos, porque pobrecitos, y a las mujeres hay que culparlas y antagonizarlas, porque qué desequilibradas, qué brujas, qué traicioneras. Perdonamos muy rápido la violencia machista, pero envilecen a quienes la señalan, a quienes alzan la voz. Es pavoroso lo que estamos dispuestas y dispuestos a perdonarle a un hombre y lo que, sin embargo, resulta imperdonable en una mujer. Es una trampa. La amistad en Sensación térmica intenta mostrar esa misma complejidad: está por un lado esa tensión donde alguien que intenta ayudar a su amiga ante una situación de maltrato termina convirtiéndose en antagonista (como resultado de esa socialización patriarcal), pero, por otro lado, está la idea de la amistad como tabla de salvación. Las protagonistas de Sensación térmica son vulnerables en muchos sentidos (es, al final, una historia sobre múltiples vulnerabilidades) y de algún modo solo se tienen unas a otras.
¿Cómo ves los cambios y los derechos que mujeres y diversidades hemos conquistado con largas luchas durante décadas y han avanzado más en los últimos años? Ha avanzado el derecho al aborto pero todavía falta para que sea garantizado por la salud pública.
Creo que la lucha sigue y creo también que no hay que bajar la guardia. Por supuesto que festejo todos los avances, todos los triunfos (grandes y chiquitos), todo lo que se ha ido conquistando tras muchísimos años de lucha como dices. Pero también vemos que nada está garantizado, que los derechos (al aborto o al matrimonio igualitario o simplemente a existir en el espacio público) avanzan en unos lugares, pero retroceden en otros (lo cual es escalofriante). Vemos que algunos países están a años luz de la igualdad, que sigue existiendo muchísimo miedo y muchísimo rechazo a la diversidad, a cualquier cosa, persona o idea que cuestione “la norma”. El patriarcado se va a caer, cómo no. Pero todavía no se cae, así que hay que seguir haciendo todo lo posible para tumbarlo.
El feminicidio de Ariadna, joven de 27 años, ha generado gran indignación e incluso movilizaciones en la ciudad de México. ¿Cómo ves que actúa la sociedad frente a estos casos?
Depende de qué parte de la sociedad. Ese es uno de los problemas. Una parte, la que sale a tomar las calles y a pedir que dejen de matarnos, actúa desde la más legítima rabia, la indignación, el hartazgo, la impotencia. En México asesinan a diez mujeres al día, ¿cómo no va a haber manifestaciones? Es lo mínimo, ¿no? Pero también hay una parte de la sociedad que se encoge de hombros, que dice “ni machismo ni feminismo”, que asegura que las feministas estamos todas locas o que el feminismo ya no es necesario, que piensa que “esas no son las formas” y que –y esto es lo peor de todo– termina por culpar a las víctimas. Que por qué andaba sola, que qué estaba haciendo ahí, que qué traía puesto. Otra vez: mientras vivamos en un mundo que le da tan poca importancia a la vida de las mujeres, nada cambia. Y por eso, aunque suene a tópico, la lucha sigue y seguirá.
¿Qué hay de estos sucesos de la realidad en tu literatura, a la hora de escribir, a la hora de imaginar a tus personajes?
En Sensación térmica hay mucha de esa rabia, de esa indignación. Sabemos que el feminicidio es la punta del iceberg de un montón de violencias soterradas. Precisamente lo que quise hacer en la novela fue escribir sobre esas “violencias sutiles”, que en realidad de sutiles no tienen nada, pero parece que pasan fácilmente desapercibidas en una sociedad como la nuestra, donde un montón de conductas de abuso se justifican en nombre del amor romántico. Mi primera novela no trata sobre esto, pero en general creo que la realidad siempre encuentra la manera de colarse en la literatura. Construyó a los personajes a partir de lo que conozco, de lo que me preocupa o me interesa, de lo que veo y lo que siento, de mi manera de percibir el mundo.
Podés escuchar: "Ella" de Bereiz, joven cantante mexicana.
Podés escuchar: "Ella" de Bereiz, joven cantante mexicana.
Rabia, indignación y escritura
Escritora y traductora mexicana, Mayte López nació en Nueva York en 1983. Se licenció en Literatura Latinoamericana por la Universidad Iberoamericana, obteniendo también un máster en Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Su doctorado, que realiza en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, está centrado en las culturas latinoamericanas. Escribe cuentos y crónicas para medios como Temporales, Letras Libres o ViceVersa. Participante del programa PEN/Faulkner Writers in Schools, también ejerce la docencia en Columbia. Publicó las novelas De la Catrina y la flaca (2016) y Sensación térmica (2021)
Tres países: México, Colombia, Estados Unidos están en tu novela. ¿Por qué elegiste estos tres países para narrar tu novela?
Igual que ocurre con los referentes culturales de la novela, estos son países que me atraviesan. Crecí en México y ahora vivo en Estados Unidos, donde he tenido la suerte de tejer redes con personas de muchos países. Quería que el personaje de Juliana fuera pura vida, pura alegría y fuerza, porque me interesaba mostrar cómo esa luz podía ir apagándose. Y el Caribe representa para mí esa vida. Por otro lado, México y Colombia (pero no solamente, desde luego) son países donde la violencia machista está a la orden del día, así que quería reflejar eso también.
Estás haciendo una investigación sobre la transmisión de la memoria traumática en las segundas y terceras generaciones de descendientes de la guerra civil española en México. ¿De qué va este proyecto, por qué lo encaraste?
Mis abuelos paternos fueron refugiados de la guerra civil española en México, o sea que yo formo parte de esa tercera generación. Me interesa explorar los puntos de contacto entre los hechos, la ficción y la transmisión de la memoria y pensar de qué manera los recuerdos heredados se resignifican en la literatura y el cine de las generaciones posteriores.
¿Por qué escribís?
No tengo una única respuesta para esto. Lo primero que se me ocurre, así a vuelapluma, es: escribo porque me gusta y también porque puedo. Aunque es cierto que a veces escribir es también un proceso tortuoso, para mí tiene más de disfrute que de sufrimiento (o quizás haya algo de disfrute en ese sufrimiento). Soy tímida, le huyo a las multitudes y en general me pone bastante nerviosa hablar en público. Ante una situación en la que me siento expuesta o vulnerable, tiendo a paralizarme y solo días después doy con la respuesta perfecta, la frase definitiva con la que habría desarmado o deslumbrado a mi interlocutor. Nada de eso me pasa en el papel: ahí encuentro mi voz, la voy puliendo y ajustando sin pena, ahí me siento libre de crear y de decir todo lo que quiero. La escritura se convierte en refugio, en el espacio seguro donde puedo encontrarme conmigo y también, ojalá, encontrarme con las personas que me lean.
Tres escritoras/es que nos recomiendes
Brenda Navarro, Carmen Maria Machado, Almudena Sánchez
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