Desde La Izquierda Diario realizamos una breve entrevista a Vicente Mellado, uno de los directores de la Revista Ideas de Izquierda acerca del centenario de la revolución rusa.
Lunes 16 de octubre de 2017 06:23

Vicente Mellado, historiador de la Universidad de Chile, afirma que la construcción de un proyecto socialista en el siglo XXI es viable y necesario para la humanidad, y que una de las principales lecciones de la revolución rusa fue construir una gran fuerza material de trabajadores contra el capitalismo.
Desde La Izquierda Diario quisimos profundizar en algunos de estos planteamientos.
LID: Hace algunos días El Ciudadano publicó una breve entrevista al historiador y académico de la Universidad de Chile, Luis Thielmann, acerca de la revolución rusa y el presente. En esta, el docente universitario estableció algunas afirmaciones que llaman la atención: que el elemento más rescatable de la revolución rusa para el presente es la convicción por querer cambiar el mundo, que Trotsky creyó que el modelo ruso era exportable y que el bolchevismo no era replicable a la realidad europea occidental. ¿Qué tienes que decir al respecto?
VM: Primero debo decir que leí la entrevista de El Ciudadano. Me pareció interesante que un docente de la Universidad de Chile planteara lo positivo de pensar la revolución rusa para el presente en el mundo, y en particular en Chile. Sin embargo, cuando se le preguntaron por temas claves de la discusión en torno a la revolución rusa, las respuestas fueron enunciados que no dieron en el clavo.
Afirmar que lo más importante de la revolución rusa es la convicción por la revolución, me parece una generalidad que no orienta hacia ninguna parte. Como marxista creo que más que “elementos” de la revolución rusa, existen lecciones. La gran lección es construir y organizar una enorme fuerza material de trabajadores en contra de la explotación y un estado incapaz de responder a sus demandas, que en el caso ruso fue el zarismo. Esa lección tiene plena vigencia en el presente para Chile. Luchar por eliminar las AFP, nacionalizar el cobre y terminar con el negocio educativo implica enfrentarse con una enorme fuerza material: los grandes empresarios ¿Qué oponer ante eso? se deben articular amplios volúmenes de fuerza en los lugares de trabajo, de estudio y poblaciones para imponer las demandas de los movimientos sociales de hoy. Y para eso se requiere una estrategia anti capitalista, es decir, revolucionaria, que oriente la acción política de dichos movimientos. Eso constituye una de las lecciones más importantes de la revolución rusa para que los actores sociales en la actualidad puedan vencer en sus demandas.
Respecto a que Trotsky creyó exportable el modelo ruso, Thielmann no aclaró que entiende por eso. Lo que puedo decir es que Trotsky jamás planteó en sus escritos que el “modelo ruso” de la conquista del poder era “exportable”. Lo que siempre sostuvo es que la toma del poder implica organizar el momento insurreccional. Pero que la toma del poder por los obreros de Europa occidental sería un proceso más lento, que requería aplicar otras tácticas preparatorias, como las del frente único de trabajadores, y donde no tendrían por qué formarse soviets como en Rusia, sino que podían surgir otros organismos de trabajadores en la lucha por el poder, en vista de la diferente y particular tradición política y sindical de las formaciones sociales occidentales. Sus informes al respecto durante el III y IV congresos de la Internacional Comunista, así como sus escritos acerca de Alemania, Inglaterra, España y Francia, constituyen la muestra fehaciente de un intento por orientar a los movimientos obreros de occidente en la realización de la insurrección, aprovechando las situaciones revolucionarias que se abrieron en Europa central y occidental durante el periodo de entreguerras.
Hay que recordar que Gramsci intentó traducir al lenguaje de la realidad política italiana el bolchevismo de Lenin, y eso no implicó desechar el momento de la insurrección, más allá de que en sus Cuadernos de la Cárcel lo haya omitido por completo, y constituya la fuente de las tergiversaciones reformistas y socialdemócratas de su pensamiento político.
LID: A 100 años de la revolución rusa, se están realizando desde múltiples vertientes políticas y académicas una serie de charlas, talleres, cursos y publicaciones acerca de la revolución de 1917. Como director de la Revista Ideas de Izquierda Chile, ¿has pensado en realizar algo al respecto?
VM: Claro que sí. Estamos a punto de sacar en formato digital e impreso un número especial de la revolución rusa, que trata precisamente temas tales como el bolchevismo y su relación con el presente; el Arte en la revolución rusa; el sistema educacional soviético, y el debate en torno a si la revolución de octubre fue un golpe de estado o una insurrección proletaria, por nombrar algunos.
Este número especial constituye el Nº 2 de Ideas de Izquierda Chile y estará pronto a disponibilidad para el lector. Esperamos contribuya a abrir y profundizar algunos debates estratégicos. Pensamos realizar una actividad de lanzamiento al respecto con algunos intelectuales del mundo académico con el fin de dialogar y abrir debate con otros sectores.
LID: Luego de la ofensiva del neoliberalismo a partir de la década de 1980, la caída del muro de Berlín en 1989 y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, se impuso el consenso ideológico de que la única alternativa económica y social viable en la humanidad es el capitalismo, y en su versión más salvaje: el neoliberalismo. ¿Qué piensas de la viabilidad del socialismo en el siglo XXI?
VM: Creo que eso es precisamente lo que convirtió a la mayoría de la izquierda chilena, y también del mundo, en fuerzas políticas cuya única opción estratégica la constituye “profundizar la democracia”, dejando de lado la construcción de un proyecto histórico socialista viable y necesario para la humanidad en el siglo XXI. El creer que solo es posible un mundo mejor dentro de los límites del capitalismo, es condenar a la izquierda a ser una fuerza material adaptada a los marcos que impone la democracia liberal, es decir, reformista. En Chile tenemos el caso del Frente Amplio, cuyos integrantes rechazan la dicotomía reforma y revolución y se orientan hacia la superación del neoliberalismo pero no del capitalismo. Han desplazado la opción por el socialismo.
Los inicios del siglo XXI ya han dejado claro que el capitalismo como modo de producción posee un estrecho vínculo con el calentamiento global y el deterioro del medio ambiente. A esto se agrega que la mitad de la humanidad vive en la pobreza, con menos de 2 dólares diarios. Por esto, creo que la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y su apropiación social por los trabajadores y la comunidad local resulta ser la única alternativa que tiene la humanidad para superar la pobreza y atenuar los efectos irreversibles del daño al medio ambiente.
Eso implica construir un proyecto socialista y articular una gran fuerza material con centro en la clase trabajadora y los actores sociales subalternos para enfrentar a los responsables de la pobreza, los bajos salarios, la explotación y la contaminación del medio ambiente: los capitalistas y sus gobiernos. Lo que quiero decir es que una alternativa al capitalismo no solo es viable, constituye una necesidad urgente para salvar al conjunto de la humanidad.