Desde el Observatorio Social “La vida de las mujeres y disidencias en la pandemia” impulsado por estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras entrevistamos a algunas de las miles de pibas y pibes que en todo el país están impulsando una red de trabajadores precarixs, informales y desocupadxs, que se movilizaron el jueves pasado para romper el cerco mediático.
Miércoles 20 de mayo de 2020 18:36
@pat.cr2
En la mañana del pasado jueves, decenas de trabajadores y trabajadoras precarizadxs de Rappi, Glovo, Call centers, gastronomía, comercio, empleo doméstico y docencia, entre otros, ocuparon las calles del Obelisco de Buenos Aires hasta el Ministerio de Trabajo, respetando el distanciamiento social, para hacer la primer aparición pública de La Red de Trabajadorxs precarizadxs, informales y desocupadxs.
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En esta nueva fase de cuarentena las calles no aparecen vacías, frente a la presión de los empresarios que empujan a retomar las actividades económicas. Mientras, lxs trabajadorxs, muchxs de rubros considerados esenciales que nunca dejaron de trabajar, estando desde el principio expuestos al contagio y al hambre, denuncian nuevos ataques a sus condiciones laborales.
Desde este medio, el Observatorio de Despidos ya viene reflejando ésta realidad que el gobierno se empeña en ocultar, a través de datos que dejan al descubierto los más de 2 millones de trabajadores afectados por rebajas salariales, suspensiones y despidos, firmados entre el mismo gobierno y las empresas, en complicidad con los sindicatos.
Es por eso que comienzan a organizarse alrededor de una misma "Red"; que agrupe a lxs precarizadxs, tercerizadxs, informales y desocupadxs que a lo largo del país levantan las mismas demandas por el pago completo de salarios y el cese de despidos. Ellxs dicen: “la unidad hace la fuerza”.
En la "Red", la presencia de la juventud es notoria, pero no es casualidad. Un informe reciente de La izquierda Diario confirma que son un 70% las y los jóvenes entre 14 y 29 años que trabajan bajo condiciones de elevada precarización, y en las mujeres ese porcentaje asciende a un 73%. A su vez, de lxs desocupadxs las mujeres menores de 30 años representan un 22,9%.
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Desde el Observatorio Social “La vida de las mujeres y disidencias en la pandemia” impulsado por estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, entrevistamos a algunas de las presentes en la marcha del jueves. Es preciso mencionar que quienes llevan máscaras es debido a la persecución patronal. A y B son trabajadoras y estudiantes, suspendidas de un Call center para la distribución de llaves, y C era trabajadora informal en un restaurante italiano, hasta que la despidieron vía WhatsApp junto con otras compañeras. D hace Home-Office; para otro Call center, en el que ya son diez trabajadoras las que no cobran su sueldo. Y por último, E es empleada doméstica, desocupada actualmente durante la cuarentena.
Previo a la crisis pandémica, A y B ya se habían organizado con éxito frente a la informalidad: "estuvimos solo 3 meses en blanco y ahora nos hacen una propuesta: nos suspendieron un mes y dicen que podemos recuperar el trabajo si renunciamos al blanqueo, o sea, retroceder ante nuestros derechos". Para ellas, las situaciones de violencia y abuso de poder en el trabajo se multiplican por el hecho de ser mujeres. B ya había visto amenazado su trabajo por una llegada tarde y, por su parte, E también, debido a la estigmatización hacia las mujeres pobres: "en una aplicación de empleadas domésticas nos querían hacer registro de antecedentes penales, y nosotras íbamos a las casas sin tener ningún antecedente de la persona", cuenta. A su vez, A y B agregan que las enfrentan entre trabajadoras, ya que de rechazar la vuelta a la informalidad la patronal les dice: "saben que reemplazo para ustedes hay porque hay mucha gente ahora que se está quedando en la calle". "Nos lo dicen explícitamente y esa también es una manera de apretarnos", sostiene B.
Ellas cobran particular importancia no solo porque son la mayoría en algunas ramas esenciales muy precarizadas como la salud, sino también porque se encargan de las tareas del cuidado todos los días en las casas. En este contexto, la demanda por licencias pagas y un salario de cuarentena que cubra las necesidades básicas se hace urgente. En este sentido, D denuncia la situación en su Call center: "a las compañeras que son madres no les dieron ni licencia y además de obligarlas a trabajar hoy no les pagan ni el salario", y agrega que además de todas las tareas, "tu casa se transforma en tu misma oficina , por lo que "el salario de cuarentena es algo básico". Las compañeras de C, que tienen hasta tres hijos y también fueron suspendidas, están esperando un IFE que solo nos alcanza para ocho días y tenés que estar repartiendo a ver a qué hijo le das, explica.
También según A: "el IFE de $10.000, que encima no se entregó a todos, es una miseria, tienen que ser minimo $30.000 y B cuenta que sus amigas también son trabajadoras y estudiantes o tienen que estar estresadas con todo lo que conlleva hacer acceder a sus propios hijos a las clases virtuales: "La recarga que cae sobre nosotras las mujeres es tremenda", afirma.
Frente a esta situación de extrema precariedad, también se suma la creciente informalidad y, como sabemos, "no hay sindicato que aglutina a quienes no estamos registrados", como explica D. Pero la realidad a nivel nacional es que: "los sindicatos nos entregan por completo", sigue. En el caso de E, como la mayoría de trabajadoras domésticas, nunca estuvo registrada, así que "representación sindical no tuve nunca". Por eso, en varios puntos del país empezó a surgir un movimiento de jóvenes, como en Quilmes, donde los repartidores salieron a las calles a pedido de justicia de Franco Almada, denunciando la precarización laboral.
"Ahí nos dimos cuenta que estábamos básicamente en las mismas condiciones", dicen A y B. "Me parece que era lo que teníamos que hacer, salir a las calles para visibilizar nuestro conflicto, el de todos y que no se estaba viendo en ningún lado", agrega C. Por eso se sumaron a la Red, con trabajadores y trabajadoras que están en la misma situación en la Ciudad de Buenos Aires, pero también en Rosario, La Plata y provincias como Córdoba, Neuquén, Jujuy, Tucumán y Mendoza. "Es un espacio donde nos podemos encontrar un montón de pibes y pibas que tenemos una bronca terrible" cuenta D.
"Tenemos que seguir sumando a muchísima más gente (...), unirnos con el resto de trabajadores, incluso desocupados también, para cambiar las cosas de una buena vez por todas", concluyó.