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Red Internacional
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Opinión. Enzo Fernández y la polémica por el cantito: racista por donde se lo vea

Traducción e interpretación política de un cantito de cancha en el que en realidad subyacen prejuicios colonialistas.

Miércoles 24 de julio 16:11

Enzo Fernández pidió disculpas por haber transmitido u cantito racista en el festejo de la Selección.

Que escándalo que se le armó a Enzo Fernández, joven jugador de la selección argentina y del Chelsea inglés. Injustamente en cierto modo. Pero no tanto en realidad. En medio de la euforia por la victoria de la selección argentina en la Copa América, salió en su “live” de Instagram un fragmento de un cantito horrendamente racista y reaccionario contra la selección francesa que se popularizó durante el Mundial de Qatar. Enzo Fernández concentró las críticas porque el video salió en su cuenta, pero varios (tal vez todos) jugadores argentinos entonaron jovialmente el cantito nefasto. Ese es el aspecto injusto. Dicho más claramente, esto no se trata de la responsabilidad exclusiva de Enzo Fernández (de hecho el jugador se disculpó públicamente) sino del conjunto de los jugadores y hasta de las máximas autoridades del futbol argentino. El seleccionado argentino es hoy en día el elenco nacional más importante del futbol mundial y todo lo que sus representantes hagan dentro como fuera de las canchas tiene repercusiones. Millones de personas “consumen” estos contenidos y de una forma u otra son influenciadas por éstos.

El carácter racista, transfóbico y reaccionario en general del cantito es indiscutible. Pero no se trata de cualquier tipo de racismo que se vehicula, más si se tiene en cuenta cual está siendo la “línea de defensa”. Según algunos de los defensores del cantito, éste sería casi una manifestación popular “anticolonialista”. El ejemplo más sobresaliente de esto fue la defensa de Enzo Fernández que expresó la reaccionaria vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel. En un post en Twitter, entre otras cosas, escribe que “ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de chancha”. Claro que a esta acérrima defensora de la última dictadura en Argentina no parece molestarle mucho que ese mismo “país colonialista” haya formado y aconsejado a los militares argentinos en sus técnicas de “contrainsurgencia” que implicaba detenciones ilegales, desapariciones, “vuelos de la muerte”, entre tantas otras cosas.

La realidad es que ese cantito nefasto es todo lo contrario de una manifestación contra el colonialismo ya que el racismo que se expresa en él es profundamente eurocéntrico, negrofóbico y proimperialista. La canción apunta directamente contra los jugadores negros del equipo francés. La frase con la que comienza, “juegan en Francia pero son todos de Angola”, no se refiere simplemente al origen de los jugadores, sino al color de piel de los jugadores negros. La lógica de fondo sería decir que es una anomalía que una persona negra represente a una nación europea, supuestamente blanca por esencia. No casualmente, este tema es recurrente en los sectores más racistas de la sociedad francesa, principalmente entre las clases dominantes. Y esto va muchísimo más allá del futbol. La prensa francesa está repleta de “polémicas” en donde las raras personas racializadas que llegan a puestos de representación nacional son cuestionadas por “no representar realmente a la nación francesa”, lo que no es nunca cuestionado cuando se trata de personas. Dicho en otras palabras, el mensaje de fondo de la canción empalma perfectamente con el racismo etnocentrista ampliamente difundido en los sectores más reaccionarios por la burguesía imperialista francesa. Ese cantito no tiene un pelo de anticolonialismo, todo lo contrario.

Pero más específicamente el cantito contiene un racismo profundamente negrofóbico. De hecho, por lo menos fuera de Francia, hay muchísimos menos cuestionamientos a la legitimidad de jugadores de otros orígenes para representar al seleccionado francés. La realidad es que a ninguno de los que ahora se la dan de “anticoloniales” se les cruza por la cabeza cuestionar el lugar de Zinedine Zidane como figura emblemática del futbol francés. Y sin embargo Zidane es de origen argelino. Tampoco se les hubiera ocurrido denunciar el colonialismo que implicaba tener a un David Trezeguet, franco-argentino, que fue incluso campeón del Mundo con Francia en 1998. Otro histórico del seleccionado francés es Michel Platini, cuya familia viene de Italia. Más aun, en el equipo francés que jugó el Mundial de 2022 los jugadores de tez blanca también tenían orígenes de otros países: el arquero histórico Hugo Llorís, tiene un padre de origen catalán; los hermanos Lucas y Théo Hernández, son de origen español en donde crecieron; Mattéo Guendouzi, tiene un padre marroquí; Adrien Rabiot, un padre de Cabilia, región de Argelia; la madre de Antoine Griezmann es portuguesa; Olivier Giroud tiene abuelas italianas. La extranjeridad de los jugadores negros de Francia no es muy diferente de la de los jugadores blancos o incluso de la de los propios jugadores argentinos.

En otros términos, esto muestra que el equipo de Francia en cierto modo expresa la diversidad étnico-nacional de la sociedad francesa misma que, como todo país imperialista por su historia de dominación y por la concentración de riquezas, atrae históricamente un gran número de inmigrantes de diversos países, no solo de África. El cantito que retoman los jugadores argentinos y una parte de la hinchada adopta como propios los prejuicios etno-nacionalistas de la derecha racista francesa que remplazó su odio xenófobo contra los italianos, los españoles, los portugueses o los polacos por el odio xenófobo (condimentado con una pizca de islamofobia) contra los negros, árabes o personas de otras naciones dominadas por el imperialismo y el colonialismo. De este modo, intentan establecer una jerarquía racial cuestionando la legitimidad de los negros de ser “verdaderos” franceses. No es casualidad que el partido de Marine Le Pen en las últimas elecciones haya atacado a las personas con doble nacionalidad. Evidentemente para este partido racista no todos los binacionales son iguales o igualmente “peligrosos”, como dirían ellos.

Justamente la cuestión de la identidad nacional es muy compleja en un país con una gran diversidad étnica y nacional que se entrelaza con relaciones de dominación complicadas que fundan sus raíces en la historia colonial e imperialista francesa. En ese marco, una parte importante de la población francesa no posee una identidad nacional unidimensional sino mezclada, múltiple, combinada y contradictoria al mismo tiempo. En el caso de las personas de origen africano, esta identidad múltiple es sistemáticamente reprimida; o mejor dicho, la identidad “no francesa” (o así considerada) es permanentemente reprimida y hasta criminalizada, como en el caso de los signos religiosos musulmanes. Al mismo tiempo, esa identidad “no francesa” es atribuida de forma esencialista a todas las personas racializadas. De este modo, muchos nunca son considerados “verdaderos franceses” pero tampoco pueden expresar libremente la multiplicidad de su identidad nacional o cultural.

Una barrera social “invisible” (pero bien concreta) les impide ocupar ciertos puestos. El deporte representa sin embargo para muchos jóvenes racializados una forma de sobrepasar (parcialmente) esas barreras. Convertirse en deportista de élite o artista reconocido, es una de las formas en que pueden obtener cierta legitimidad de “representar al conjunto de la nación francesa”. Una vez más, el cantito nefasto entonado irresponsablemente por jugadores de la selección argentina ataca directamente a los jugadores franceses negros justamente en ese aspecto: por ser negros o tener orígenes africanos no son “verdaderos” franceses. “Su vieja es nigeriana / Su viejo, camerunés / Pero en el documento / Nacionalidad francés”, dice el cantito. ¿En qué aspecto serían tales palabras algún cuestionamiento del colonialismo francés y no un ataque directo a la identidad de los jugadores negros de origen africano de la selección francesa?

Claro está que en la reacción oficial por parte de las autoridades francesas hay muchísima hipocresía. El racismo que aplasta a una gran parte de la población de Francia es insoportable e imposible a ocultar. Desde el Estado, desde sus dirigentes, cotidianamente se destellan discursos de odio racial, se legisla para aumentar la opresión a este sector de la sociedad. Mientras dirigentes franceses sacan a relucir sus atuendos de “hipocresía antirracista”, se les brinda a las fuerzas de seguridad una amplia impunidad en los casos de brutalidad policial o de “gatillo fácil” contra jóvenes racializados de los barrios más pobres del país. Esta “defensa” de los jugadores negros de la selección francesa por parte de los dirigentes franceses tiene más que ver con la defensa del orgullo nacional que con la lucha contra el racismo. Es algo análogo a lo que pasa con muchos bolsonaristas y racistas brasileños que se ofuscan cuando algunos hinchas de otros países tratan de “monos” a jugadores brasileños. Se indignan denunciando el racismo contra los brasileños cuando son jugadores de futbol, lo que no les impide ser ellos mismos racistas contra el resto de los negros del país.

Sin embargo, jamás esta hipocresía racista e imperialista puede ser pretexto para ser racistas y alimentar los prejuicios raciales. Por suerte mucha gente en Argentina denunció y denuncia ese cantito nefasto, que es racista por donde se lo vea. Un cantito que además mezcla el racismo con la transfobia la más asquerosa. La cuestión del racismo y la opresión de la población negra para muchos podría parecer un problema importante solo para la sociedad francesa y otros países en donde la población negra es más numerosa que en Argentina. Incluso algunos que denuncian el cantito lo pueden afirmar. Sin embargo, la lucha contra la negrofobia y la opresión de la población negra y marrón también tiene consecuencias en Argentina. Al contrario de lo que se suele afirmar, Argentina es un país en donde el racismo contra los negros es fuerte, tanto en la actualidad como históricamente. Por más que en los últimos años se inició un esfuerzo para recuperar parcialmente la memoria de la afroargentinidad, la realidad es que la población afroargentina fue borrada literalmente de la historia nacional. La vicepresidenta Villarruel en su exceso de populismo anticolonialista (para defender un cantito racista, vale aclarar) publica imágenes de próceres argentinos negros. Entre ellos, tal vez el más célebre, es el sargento Cabral quien diera su vida para salvar al general San Martin. Existe incluso una canción a su gloria, la “Marcha de San Lorenzo”. En dicha marcha en ningún momento se dice que Cabral era negro, como si esto fuera un detalle insignificante. Y este es solo un pequeño ejemplo del ocultamiento del rol de la población negra y marrón, indígena, en la construcción de la identidad nacional argentina. Es decir, la desenvoltura al hacer chistes racistas no es expresión de una sociedad que no tiene problemas con el racismo sino todo lo contrario.

En realidad, si el canto hubiese querido denunciar el colonialismo francés, la hipocresía racista del imperialismo francés podría haber denunciado justamente que los negros, árabes y otras minorías raciales solamente son respetados como franceses cuando llegan a posiciones de élite en el deporte o el arte; el canto podría haber hablado de los casos de violencia policial contra los negros; el cantito podría haber expresado algún tipo de fraternidad más allá de la rivalidad deportiva. Pero no. Ese cantito horrendo vehicula odio racial, xenofobia y transfobia, lo peor de la ideología burguesa en descomposición, que es alimentada y alentada desde lo más alto del Estado. Este incidente debería abrir una discusión y reflexión profunda sobre el racismo en el futbol y en la sociedad argentina. Para los trabajadores y la juventud argentina la banalización del racismo es un peligro mortal ya que refuerza ideológicamente la dominación de las clases explotadoras del país.