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Red Internacional
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VIOLENCIA RACIAL EN EE.UU.. Erik Sánchez, joven mexicano víctima de la maldita policía

Erik fue ultimado en la sala de su casa en El Paso, Texas, frente a su madre. Los policías lo hirieron con una pistola eléctrica y armas de fuego. La violencia de la racista policía estadounidense sigue desatada. A la brutalidad contra los afroamericanos se suma el odio contra los latinos.

Jueves 7 de mayo de 2015

La policía declaró que habían acudido al domicilio de Erik Sánchez Salas el pasado 30 de abril por una denuncia de robo. Aunque la madre de Erik les gritó que era su hijo, los agentes dispararon. El muchacho tenía 22 años.

Según informa El Paso Times, en su artículo “El Paso police officer shot and killed burglary suspect Wednesday night”, “Los registros muestran que agentes de la policía de El Paso han participado en 21 tiroteos, incluyendo uno que involucra a un oficial fuera de servicio. Los sospechosos fueron asesinados en 17 de esos incidentes.”

En el artículo “Mr. Meade, very complaciente with the ‘matamexicanos’”, publicado en el portal de noticias Sin embargo.mx, se señala que “El cónsul mexicano en El Paso manifestó que ‘le iban a brindar todo el apoyo a la familia’ y se apresuró a declarar que ‘… No fue crimen racial ni nada por el estilo…’. Agregó que habían ‘enviado cartas al sheriff, al alcalde y al fiscal’ y que sólo estaban registrados dos casos de homicidio de mexicanos a manos de agentes policiacos estadounidenses: la muerte de Sergio Adrián Hernández y este último.”

Así se demuestra que la subordinación del gobierno mexicano a Estados Unidos se da en todos los terrenos: se pretende invisibilizar la violencia racial y negar la brutalidad policial contra los latinos. No extraña esto, ya que Antonio Meade, el secretario de Relaciones Exteriores de México, protestó cuando el vocero de la ONU afirmó que el maltrato y la tortura son generalizados aquí. Claro, quienes están en la mira son la policía (federal, estatal y municipal), la gendarmería, y el ejército mexicano, en particular a partir de la masacre de Tlatlaya y ante la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Peor aun, con la reciente Ley de portación de Armas de fuego, votada por el congreso mexicano, agentes estadounidenses podrán cargar armas de fuego en México y dispararlas cuando lo consideren necesario.

Violencia de clase

De acuerdo con el portal Killed by police, desde el primero de enero hasta el 30 de abril, 392 personas fueron asesinadas por la policía. Muchos de ellos son afroamericanos, como Freddie Gray, y mucho son latinos, como Erik Sánchez.

Definitivamente, no se trata de algunos agentes violentos, algunas manzanas podridas, dentro de la corporación policial estadounidense. Es toda la institución, cuyo fin es imponer “la ley y el orden” de los empresarios y sus políticos a sueldo.

Esto es lo que expresa el asesinato de Freddie Gray, el de Eric Garner y el de tantos otros. Baltimore recientemente demostró el hartazgo ante la institución policial: salió a las calles por justicia para Freddie Gray y #BlackLivesMatter se hizo escuchar en distintas ciudades estadounidenses.

Antonio Navalón, columnista de El País, señala en su artículo “El furor de la calle”: “Baltimore son todos los niños deportados de forma masiva por Estados Unidos en los últimos cinco años. Baltimore es la ley pendiente para legalizar a unos 15 millones de inmigrantes indocumentados. Baltimore es una muestra de lo que puede llegar a pasar con la minoría latina que está sin papeles, sin techo y sin familia si no hay una solución a la reforma migratoria.”

El hartazgo ante la violencia policial que se expresó en las calles de Baltimore y otras ciudades, puede confluir con el descontento de la comunidad latina, si ésta sale a las calles masivamente a pelear por sus derechos y contra la violencia policial.

Esto es lo que temen Barak Obama, republicanos y demócratas, y los capitales estadounidenses.

La violencia racial es un arma de opresión de las empresas y el gobierno estadounidense para mantener sojuzgada a una importante parte de la población que reside en el gigante del norte: los latinos y los afroamericanos.

Bajo el régimen de terror que imponen las balas policiales y la política migratoria estos sectores se ven orillados a aceptar salarios bajos, precarización laboral y todo tipo de formas de discriminación por su color de piel.

A su vez, esta situación sirve a la burguesía imperialista para contener el descontento entre los trabajadores blancos, sobre quienes pende la amenaza de que si ellos no aceptan también condiciones laborales más precarias, un latino o un afroamericano sí las aceptarán. De esta manera, el fantasma del desempleo se cierne sobre los trabajadores blancos.

Éstas son las bases materiales para la reaccionaria división por razas de la clase trabajadora y los sectores populares en Estados Unidos.

Como decíamos en el artículo “Violencia policial en Estados Unidos: arma de explotación y opresión”: “Se torna cada vez más necesario que los trabajadores de Estados Unidos, nativos y extranjeros, blancos y afroamericanos dejen atrás las divisiones impuestas por la burguesía imperialista que sólo quiere mantener sus privilegios a costa del trabajo de la clase obrera y de la expoliación a los países como México y todas las naciones centroamericanas, que tienen independencia formal, pero en realidad sus gobiernos llevan adelante los dictados de Washington.

Sólo la unidad de los trabajadores y los sectores populares estadounidenses puede terminar con la brutalidad policial, la reaccionaria política migratoria estadounidense, los ataques contra las conquistas obreras y la expoliación de los recursos de México y Centroamérica a manos de las trasnacionales.”