Su padre Ricardo Lederer fue obstetra de la maternidad clandestina de Campo de Mayo. A los 9 años ella ya sabía con quién vivía. El ADN confirmó que era hija biológica de “esa mierda”. Aquí un relato sobre su infancia, la ruptura familiar y la lucha por verdad y justicia.
Daniel Satur @saturnetroc
Viernes 23 de marzo de 2018 13:32
Erika Lederer: “A los 9 años supe que mi viejo era un genocida” - YouTube
Fotos Kresta Pepe/Enfoque Rojo
En la parte interna de su brazo izquierdo Erika lleva tatuado “creo en los datos inmediatos de la conciencia”. Aunque la frase original refiere al libro de Henry Bergson Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia, ella la tomó de un fragmento de la película Alphaville de Jean-Luc Godard. “Uno de los personajes es interrogado por una máquina que dice qué hay que hacer y qué hay que pensar. Una de las preguntas de la máquina es si cree en Dios y él responde ’creo en los datos inmediatos de la conciencia’. Y es así. Cuando a los nueve años te enterás que tu padre mató decís ’esto no está bien’ y no hay vuelta atrás”, explica con determinación.
Erica Lederer tiene 41 años y vive en Buenos Aires. Es, según su propia definición, ex hija de Ricardo Lederer, el obstetra con grado de capitán del Ejército que fue el segundo jefe de la maternidad clandestina montada durante la dictadura en Campo de Mayo. Por las manos de su viejo (“no le digo papá”, aclara) pasaron decenas de niñas y niños recién nacidos, arrancados a sus madres secuestradas y entregados con documentación falsa a apropiadores militares, policiales y civiles.
“Mi viejo quería ser milico, pero como no veía bien estudió medicina. Se bancó toda la carrera para, de esa forma, entrar al Ejército. Fue amigo de Camps, de Rico y de Seineldín. Participó de los alzamientos carapintadas de los 80”, cuenta Erika en una profunda conversación con La Izquierda Diario, donde comparte algunos de sus recuerdos de infancia, relata su ruptura primero con la hegemonía paterna y después con su padre mismo, y realiza afirmaciones contundentes sobre la memoria, la verdad y la justicia.
En la previa a la charla para esta nota, Erika le sugirió a María Victoria Moyano Artigas, nieta recuperada por las Abuelas de Plaza de Mayo, que se sentara a la mesa junto a ella. Y así fue. Es que para Erika, Vicky es una referencia. Llevan tiempo conversando, y “juntando partes” de la Historia que las atravesó a ambas desde diferentes ángulos.
“Ni perdón ni reconciliación”
Muchos años antes de que decidiera hacer pública su historia y se pusiera a disposición de sobrevivientes y familiares de víctimas “para aportar lo que sirva para llegar a la verdad”, Erika leyó en el Nunca Más que a su viejo lo apodaban “El Loco” debido a sus pretensiones nazis de “depurar la raza”.
“Para mí siempre fue muy fuerte que sea obstetra, porque dar vida no tiene nada que ver con todo lo que pasaba ahí. Eso es algo que me acompañó muchos años. Ya siendo madre, al tiempo que leía el Nunca Más abrazaba a mis hijos por miedo a que me los saquen. Él era el horror mismo”, dice mientras relata quién fue su padre.
Con toda su historia y sus conclusiones a cuestas, Erika decidió hacer pública su visión de las cosas y convocó a que otras hijas e hijos de genocidas hicieran lo mismo, segura de que no sería ella sola la que tenía tanto para decir. Su primera convocatoria pública la hizo el año pasado por Facebook, poco después de que Mariana Dopazo, la ex hija de Miguel Etchecolatz, también se diera a conocer públicamente.
¿Cuándo y por qué decidiste hacer pública tu historia?
Después fui citada por Abuelas de Plaza de Mayo para hacerme un ADN. Recuerdo que volvía del trabajo en el colectivo 101 y me llamaron del Banco Nacional de Datos Genéticos para decirme que no era compatible con los perfiles que estaban allí. Tenía que hacerme cargo de que era hija de esa mierda. Me dije “pagaré terapia por los siglos de los siglos pero tengo una certeza”, que es algo fundamental para poder vivir como sujeto.
Publiqué mi historia por Facebook y para muchos fue como una patada. Me llamó Irina Hauser para entrevistarme por Radio Nacional, pero por un tiempo el tema quedó ahí. Ya en 2017, me llamó la atención primero una nota de titulada “La niña que jugaba en la ESMA” y después apareció la nota de Mariana, la hija de Etchecolatz (ambas nota sen Anfibia). En ese momento estaban intentando aplicar el 2x1 a los genocidas. Yo estaba sacadísima y entonces también por Facebook propuse que nos dejemos de llorar e hiciéramos algo en concreto más allá de las palabras.
¿A quién le decías eso?
¿Qué recepción tuviste?
El “loco” que quería depurar la raza
A lo largo de la charla Erika insiste con una idea: “hay quien puede pensar que somos víctimas pero no, no somos víctimas del aparato represivo estatal y no hay que confundir las voces”. Y confiesa que rechazó varias entrevistas justamente porque busca evitar ser “centro de atención” en una historia donde las verdaderas protagonistas son las Madres, las Abuelas, los hijos y nietos de quienes fueron consumidos por la maquinaria genocida.
Sin embargo reconoce que su historia personal, particular pero cargada de vivencias y sentidos, puede ser un aporte excepcional a la memoria, la verdad y la justicia.
Si tuvieras que definir vos quién fue tu padre ¿qué dirías?
¿Era nazi?
¿Qué hizo después de la dictadura?
Como dice Erika, esas empresas no sólo fueron cómplices de la dictadura sino que formaron parte del conglomerado de patronales que impulsaron el golpe del 24 de marzo de 1976 y se beneficiaron directamente con sus efectos. Por caso, un tercio de las personas desaparecidas en esos años en la zona de Zárate y Campana, en el norte del Gran Buenos Aires, eran obreros metalúrgicos en su gran mayoría de la empresa Dálmine-Siderca, propiedad del Grupo Techint. Que una vez finalizada la dictadura Techint contratara como médico a Ricardo Lederer no era otra cosa que una devolución de favores por todos los servicios prestados.
El tiro del final
Ricardo Lederer se quitó la vida en agosto de 2012. Tomó la decisión al sentirse acorralado judicialmente, luego de que se hiciera pública la recuperación del nieto 106. Se trataba nada menos que de Pablo Gaona Miranda, apropiado por su camarada de armas Héctor Girivone y de quién él había firmado el acta de nacimiento falsa en la maternidad de Campo de Mayo.
¿Por qué creés que tomó esa decisión?
¿Imaginaste que algo así podía hacer?
Vos tenés un hermano que nació en la misma maternidad de Campo de Mayo en que parían las detenidas desaparecidas y les eran quitadas las criaturas. Pero él no piensa igual que vos. ¿Cómo piensa?
¿Con toda la familia te pasó lo mismo?
“Sus delitos siguen haciendo daño”
En el tiempo que lleva como miembro de la agrupación Hijxs y Ex Hijxs de Genocidas Erika ya declaró como testigo en un juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo, uno de los centros clandestinos de detención más grandes montados por la dictadura y donde su padre “prestó servicios” regenteando parte de la tenebrosa empresa de apropiación de niñas y niños.
Vos decís que juntarse con otras hijas e hijos de genocidas debe servir entre otras cosas para aportar datos a familiares que aun buscan justicia y también a quienes buscan nietas y nietos apropiados. ¿Cuánto se pudo aportar hasta el momento ese sentido?
Erika dice que tuvo la suerte de que su familia no viviera en un barrio de milicos y que no la mandaran a un colegio de milicos, ya que “eso abrió un poco la posibilidad de conocer otras cosas”. De allí que le da mucho valor a haberse dado cuenta a temprana edad de qué tipo de criminal habitaba su casa.
¿Cuándo fue que decidiste irte de tu casa?
¿Recibiste amenazas ya siendo ex hija de Lederer?
No son pocas las heridas que Erika cosechó de manos de su padre a lo largo de su infancia y adolescencia. Tantas como las recibidas por su madre (a quien Lederer le llegó a gatillar en la cabeza) y por su abuela, la propia madre del genocida. Sin embargo dice sentirse obligada a hacer una distinción.
¿Quieren confundir todo?
Pasado, presente y futuro
Cómo bien explica ella, hay una relación estrecha entre la decisión personal de hacer pública su historia y el contexto político y social en el que se produjo esa determinación. El 2x1 para los genocidas, los anuncios de prisiones domiciliarias en serie para que se vayan a sus casas y el freno intencional de algunos de los juicios por delitos de lesa humanidad encendieron para ella una luz de alarma que la obligaron a tomar partido.
¿Cómo estás viviendo esta época, con el Gobierno de Macri?
Si no caracterizamos las cosas como son, si no usamos los términos que hay que usar y si no entendemos para qué está “la gorra”, las fuerzas de seguridad, pasa lo que está pasando ahora, que matan por la espalda a un nene de once años y se fijan a ver si el pibe había afanado. Esas fuerzas están para defender el capital, para que no se pueda cuestionar la distribución de la riqueza. Si tocás al capital, este hace saltar a quienes les paga para que salten. Si tenés claridad en eso sabés dónde está el enemigo de la clase trabajadora.
Sin embargo esas fuerzas represivas nunca dejaron de ser lo que son. ¿Qué opinión tenés del período kirchnerista en ese sentido?
Y también estuvo el caso de Julio López
Además de tu tatuaje que dice “creo en los datos inmediatos de la conciencia” vos dijiste alguna vez que tenés otra frase preferida: “Baila, baila, de otro modo estaremos perdidos”
¿Y cómo se traduciría el espíritu de esa frase en tu historia?
Hacerse cargo para no ser lo que no se quiere ser
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).