Recordamos hitos históricos de uno de los templos del rock argentino, inaugurado a fines de 1978 por Serú Girán.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Miércoles 26 de diciembre de 2018 00:00
La historia de rock argentino puede analizarse por artistas y por canciones, pero también por lugares. La Cueva de Pueyrredón, La Perla de Once, el Luna Park y Cemento aparecen como sitios indispensables en los que sucedieron cosas, se produjeron novedades y allí alguien dejó algo para siempre. En esa constelación de mojones, el Estadio Obras se erigió como “el templo del rock”. Así fue llamado porque llegar a él significaba todo un símbolo de prestigio y status, de ascenso y pertenencia. Y también porque todo esto propició shows memorables y noches inolvidables.
El Estadio Obras fue construido en 1978 con el objetivo de albergar espectáculos deportivos, pero rápidamente se lo apropió una cultura rock que protagonizaba transiciones fuertes: de la dictadura a la democracia, del ghetto a la popularidad, del circuito chico a la necesidad de expansión. El aforo de Libertador 7395 ofrecía un lugar más grande que las salas de mediana convocatoria convencionales y fue, sin pensarlo, un globo de ensayo para la era de estadios de fútbol que se inauguraría en los ’90. Las claves de su fortaleza: zona accesible, sala de relativa comodidad, buen rendimiento de luz y sonido y horarios razonables.
El primer show de rock fue de Luis Alberto Spinetta, aunque en verdad se trató de una función breve y privada. La inauguración pública fue el 3 de noviembre de 1978 con Serú Girán, banda que presentaba su disco homónimo y debut. De ahí en más fueron décadas ininterrumpidas hasta el 27 de diciembre de 2008, cuando casi treinta años después de su estreno Obras cerró sus puertas por un tiempo con un recital de Almafuerte. Luego reabrió con diversos nombres y hoy luce con el nombre de una marca de cervezas, tal la tendencia de rebautizar espacios de espectáculos deportivos o culturales de acuerdo a los mecenazgos privados que reciben.
Lo que nunca podrá perderse es una historia marcada por conciertos que se tallaron por siempre en el recuerdo de quienes fueron… y también de quienes hubiesen deseado ir y todavía hoy se lamentan.
The Police, 1980: La patada de Summers
El de The Police fue, junto al de Queen en Vélez, uno de los pocos shows rockeros de escala mundial que tuvo Argentina durante la última Dictadura. Aquella performance del 15 de diciembre de 1980 entraría en la historia también por la patada que el guitarrista Andy Summers le propinaría a un militar que atacaba a una espectadora cerca del escenario.
Almendra, 1980: el primer disco en vivo
Reunidos tras siete años, los Almendra dudaban entre hacer un teatro o un estadio de fútbol para la escala porteña de su vuelta. Pero finalmente apareció Obras, donde se planearon tres shows que terminaron siendo seis. De todo esto quedó un disco doble que resultó ser el primer álbum en vivo grabado en el lugar.
Ramones, 1987: El origen del sentimiento
Con una formación que incluía a Dee Dee y a Ritchie, el grupo completado por Joey y Johnny ofreció el 4 de febrero de 1987 su primer show en Argentina. Fue, también, la primera de las 21 presentaciones que uno de los grupos pioneros del punk rock mundial haría en Obras hasta octubre de 1996. Aquella noche inicial, intensa y calurosa, fue la que marcó el inicio de un amor eterno entre “los monchos” y nuestro país.
Los Redondos, 1991: El show que Walter no vio
Después del discutido debut en diciembre de 1990, Los Redondos tomaron el escenario de Obras como base para varios shows a lo largo del año siguiente. Entre ellos, los que se grabaron especialmente para el disco En directo (único registro en vivo oficial de la banda). También el del 19 de abril, ensombrecido por la muerte de Walter Bulacio, fan amasijado por la policía a la entrada del recital. Su asesinato inauguró una época: la de la visualización de la represión estatal en el rock en plena democracia.
Mano Negra, 1992: El Obras vacío al que fueron millones
Así como ocurre con los legendarios Cemento de Sumo, también son numerosas las personas que aseguran haber asistido al debut argentino de Mano Negra, ocurrido el 10 de julio de 1992. Pero lo cierto es que al grupo liderado por Manu Chao lo fueron a ver muchas menos personas de las que ameritarían para hacer un show en Obras. Tal vez haya influido en la escasa concurrencia la accidentada entrevista que la banda le había concedido al programa “La TV ataca”, de Mario Pergolini, donde el tecladista Tom Darnal se tomó muy al pié de la letra el nombre del programa y atacó cuanta cámara y monitor se le puso por delante.
Soda Stereo, 1992: La nueva ola
En tan solo un año Soda produjo dos grandes quiebres en la cultura rock argentina. Por un lado editaba Dynamo, el primer álbum de estudio tras el exitoso Canción animal, con un sonido innovador pero muy distinto al que la banda estilaba hasta ese entonces. Y por el otro realizó en diciembre seis funciones en Obras que sirvieron no sólo para presentar el álbum, sino también para darle espacio como teloneros a grupos jóvenes que venían emergiendo. Así tuvieron su primera oportunidad en el templo Babasónicos y Juana La Loca, además de Martes Menta y Tía Newton.
Pappo, 1993: Hasta que las cuerdas ardan
¿Cuántas horas fueron? ¿Cinco? ¿Seis? ¿Acaso siete? Nadie lo recuerda con precisión: aquella noche del 22 de mayo los asistentes perdieron la cuenta del tiempo que Pappo utilizó para ofrecer el show más largo en la historia de Obras. Una muy buena fuente cuenta que el secreto de semejante rendimiento fue el contenido guardado en una bala vaciada de pólvora y llenada con otro explosivo. Cinco meses después el músico volvió al templo con un recital más breve pero pródigo en invitados ilustres como Albert Collins, Deacon Jones o Edgar Winter.
Divididos, 1993: Con el caballo cansado
En 1993 hubo más shows de Divididos en Obras que meses del año: trece contra doce. La cifra resume un momento de crecimiento rampante para la banda, en especial tras la salida del disco La era de la boludez, en septiembre. Dos meses antes del lanzamiento, el grupo expresó por primera vez en un escenario el sincretismo cultural que pretendían establecer con el folclore argentino. Sonaron “El arriero”, de Atahualpa Yupanqui, los músicos lucieron ponchos y hasta subieron con unos caballos. Una leyenda circulada pero nunca comprobada dice que los equinos estaban dopados para no atormentarse con un entorno tan extraño para ellos, como lo era el estadio de Obras.
La Renga, 1994: El barrio llega al templo
“Hoy La Renga trajo el barrio a Obras”, decía un grafitti que la banda dejó para siempre en las paredes del backstage. El 19 de noviembre de 1994 fue un día histórico, ya que el arribo de la banda al “templo” significó también el acceso a la popularidad de una nueva generación de rockeros argentinos, los criados en la difícil década del ’90.
Los Piojos, 1999: Cae del cielo brillante balón
En mayo de 1999 Los Piojos decidieron grabar en Obras su primer disco en vivo, luego editado bajo el nombre de Ritual. Venían a caballo del éxito que les habían granjeado Azul y, sobre todo, Tercer arco, disco en el que se incluía la oda “Maradó”. Así fue que el homenajeado se hizo presente en el escenario una de esas noches, donde pidió que tocaran “El farolito” (que no estaba en la lista) e hizo jueguito con unas pelotas que luego regaló al público enardecido.