El miércoles por la mañana, Brian Thompson estaba entrando a un hotel en Manhattan cuando una persona con capucha salió detrás de un auto y le disparó por la espalda.
Sábado 7 de diciembre de 2024 17:16
Desde entonces, parece que no se hablara de otro tema en las redes sociales. Todo el país habla del asesinato del CEO de UnitedHealthcare (UHC), la empresa de salud más gran de Estados Unidos, con una valuación de mercado de medio trillón de dólares.
Casi todo el mundo celebró y no dejaban de aparecer las bromas. ¿Le habrían negado cobertura si lo llevaba una ambulancia que no era de la empresa? ¿Lo rechazarían en el hospital porque la herida de bala podría considerarse una preexistencia? ¿Su plan cubría asesinato? Una declaración vacua de la empresa recibió 33 mil reacciones de carcajadas online.
También hubo testimonios extensos y emotivos de los clientes de UnitedHealthcare sobre las veces que les negaron atención médica, les enviaron facturas médicas siderales o los obligaron a perder meses en el teléfono. Exempleados del call center de la empresa recordaron el dolor de estar obligados a negar los reclamos de las personas.
El asesino huyó de la escena en una bicicleta de alquiler público y desapareció en el Central Park. Aún así todo el mundo supone que el tirador estuvo motivado por el odio casi universal hacia estos parásitos. De acuerdo con informes de noticias, los casquillos de las balas decían “negar”, “defender”, “deponer” -aparentemente una referencia al libro Delay, Deny, Defend (Demorar, negar, defender) sobre cómo y por qué las empresas de salud prepagas o aseguradoras de salud (como se llaman en Estados Unidos) evitan pagar reclamos del seguro. La motivación del asesinato podría estar bastante cerca de la imaginación popular.
Asesinos sociales
En el sistema de salud mercantilizado de Estados Unidos, una empresa aseguradora, que en teoría es responsable de financiar el cuidado de la salud, gana dinero cuando niega atención médica a las personas. Thompson era un campeón en la materia.
De acuerdo con un informe que circuló ampliamente, la UHC negó un porcentaje más alto de reclamos que cualquier otra empresa. Thompson había aumentado las ganancias y se llevó 10,2 millones de dólares el año pasado. El diario The New York Times escribió que el “los ejecutivos de las empresas de salud a menudo reciben amenazas por la naturaleza de su trabajo”. Pero en realidad, no hay nada de “natural” en esto. Es una sociedad organizada de forma racional, las personas a cargo del sistema de salud no serían objeto de odio. Sin embargo, el capitalismo pone toda la riqueza de la sociedad en las manos de gente que actúa como psicópatas asesinos.
El tirador de Manhattan es, por definición, un asesino -aun cuando tuviera una razón noble para terminar con una vida. Pero la víctima es, por supuesto, también un asesino -uno que asesinó a una escala muchísimo más alta. Negar atención médica a las personas no es menos letal que apretar el gatillo, pero a una escala mucho más grande.
Friedrich Engels habló de esto en su estudio sobre clase obrera en Inglaterra a mediados del siglo XIX:
Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ello; cuando ella sabe, cuando ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima parece natural, y que es pecar menos por comisión que por omisión. Pero no por ello es menos un crimen.
En palabras de Engels, todo CEO de una empresa de salud es culpable de un “crimen social”.
¡Pensar en grande!
Si Thompson lo mataron como retribución por sus asesinatos incontables y sistemáticos, como marxistas no podemos ofrecer ninguna objeción ética. Podemos expresar nuestra admiración inicial por una persona que parece haber intentado, asumiendo un gran riesgo personal, defender la dignidad de la gente trabajadora, aunque estamos por supuesto esperando tener más información. Hacer que los CEO de las empresas de salud tengan miedo podría literalmente salvar vidas.
Y sin embargo Thomson se dirigía a una reunión de inversionistas. Vale la pena señalar que después de un breve anuncio sobre lo que había sucedido en la puerta, los asistentes siguieron con su agenda: cómo aumentar todavía más sus ganancias negando atención médica a la gente que está a su cuidado. Esto dice algo interesante sobre “trabajo duro” de los CEO, nadie parece notificar si simplemente desaparecen.
Más que eso, incluso muestra que semejantes actos de venganza individual no serán suficiente para terminar con la injusticia de este sistema. Con Thompson muerto, algún otro parásito sin alma tomará su lugar y la máquina seguirá funcionando aplastando los huesos de cientos de millones de trabajadores y trabajadoras. Es por eso que como marxistas objetamos el uso de estos métodos de “terrorismo individual”. No porque vayamos a derramar una lágrima por la partida temprana de un explotadora sino más bien porque estas tácticas no son efectivas en última instancia.
En 1911, León Trotsky escribió que:
Si nos oponemos a los atentados terroristas es sólo porque la venganza individual no nos satisface. La cuenta que tenemos que saldar con el sistema capitalista es demasiado elevada como para presentársela a cualquier funcionario llamado ministro [o CEO, NdR]. Aprender a ver todos los crímenes contra la humanidad, todas las indignidades a las que se ve sometido el cuerpo y el espíritu humanos, como las excrecencias y expresiones deformadas del sistema social existente para concentrar todas nuestra energías en la lucha contra él. He aquí la dirección en que debe encontrar su más alta satisfacción moral ese ardiente deseo de venganza.
Como marxistas, no buscamos “calmar el deseo de venganza insatisfecho del proletariado sino en intensificarlo más y más, profundizarlo y dirigirlo contra las causas reales de toda injusticia y bajeza humana”. En otro ensayo, Trotsky escribió: “a los oprimidos no los liberará el vengador solitario sino un gran movimiento revolucionario de masas”.
A todas las personas que están pensando en asesinar otro CEO de una empresa de salud les diríamos: ¡Piensen en grande! ¡Busquemos otro camino!
Ningún vengador con capucha en bicicleta y con un arma podrá salvarnos de la humillación sin fin del capitalismo.
En lugar de eso, necesitamos un movimiento de millones de trabajadores y trabajadoras, y sus organizaciones de clase como los sindicatos, con la valentía que surge de compartir una visión de un mundo diferente para cambiar radicalmente este sistema.
La reacción masiva e instintiva al asesinato -las muestras de apoyo- muestra cuán profundo es el odio al sistema de salud y los CEO millonarios que lo manejan. No alcanza con deshacernos de un CEO. Tenemos que derrocar a estos capitalistas chupasangres y ponerlos a hacer trabajo productivo a la par nuestra.
Nathaniel Flakin
Periodista freelance e historiador. Escribe en Left Voice, EE. UU. y Klasse gegen Klasse, Alemania. También ha escrito bajo el seudónimo de Wladek.