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Red Internacional
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OPINIÓN. “Estar en el Gobierno no es estar en el poder” y otras perlas de la entrevista a Pablo Iglesias

Este pasado domingo el periodista Fernando González, “Gonzo”, entrevistó al vicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, en el programa “Salvados” de La Sexta.

Jaime Castán @JaimeCastanCRT

Jueves 21 de enero de 2021

Este domingo Pablo Iglesias fue de nuevo entrevistado en La Sexta, en el programa de “Salvados”, pero esta vez como vicepresidente y ministro del Gobierno.
Precisamente “Gonzo”, que sustituye a Évole en la dirección del programa, comparó con frecuencia las palabras de Iglesias antes y después de ser vicepresidente, con frases punzantes como: “hablar cuando uno no está en el Gobierno parece gratis”.
Frente a eso Iglesias trataba de defenderse Respondiendo a en una entrevista con gran audiencia televisiva y un bueno número de perlas.

A pesar de que el vicepresidente sostuviera que dice “exactamente lo mismo”, a nadie se le escapa que el dirigente de Unidas Podemos y su formación son expertos en corregir, reformular y desdecirse de muchas cosas desde que entraron a gobernar.

Un buen ejemplo lo hemos visto estas semanas en las redes sociales, en relación al tono de los tweets, que Garzón o Iglesias, escribían sobre el problema de las empresas eléctricas años o meses atrás. Corregir no serías el problema, sino la motivación que hay detrás, que en este caso es la de asumir ese rol de “partido de Estado”, la integración en el Régimen del 78 y la asunción del “No Podemos” cambiar nada.

En este sentido, queremos retomar el debate que comenzamos la pasada semana y que no queríamos agotar ni mucho menos, a raíz de la subida de la luz y el rol político que juega Unidas Podemos. Un tema muy presente en la entrevista, aunque se tocaron muchos otros en los que no vamos a poder entrar, como la cuestión de los presos políticos catalanes, las pensiones, la vivienda o de la gestión de la pandemia. Otros temas importantes no aparecieron, como el de la sanidad pública o la crisis en el Sáhara Occidental, un tema éste que ni interesó mencionar a La Sexta ni tampoco al propio Iglesias, que forma parte del Gobierno imperialista que es cómplice de la ocupación y opresión que sufre el pueblo saharaui.

“¡Que baje la luz!”

Ese fue el grito de un señor que apareció en un momento de la entrevista mientras se grababa en las nevadas calles de Madrid: “Tiene razón ese señor”, respondió Iglesias. La subida de la luz un 27% en plena ola de frío, con situaciones criminales como en La Cañada y bajo el Gobierno “más progresista de la historia”, es una polémica candente y que atravesó buenq parte del programa. Sobre esta cuestión y las responsabilidades políticas de Unidas Podemos, el vicepresidente planteó justamente el argumento que discutíamos la semana anterior: “sólo tenemos 35 diputados”. Y que el proyecto que defienden de una empresa pública de energía no se va a realizar, “porque el PSOE no quiere”.

Tampoco han realizado los ajustes del mercado energético que sí que acordaron con el PSOE, lo reconocía el propio Iglesias, pero para eso decía que: “nosotros vamos a presionar dentro del Gobierno”, y aclaraba que “para que se cumpla un acuerdo de gobierno hace falta presionar”. ¿Pero de qué presión está hablando? De negociaciones en los despachos y declaraciones públicas puntuales, y poco más. Y mientras tanto, a esperar que dentro de unos años una posible mejora de resultados electorales les permita negociar un mejor “acuerdo de gobierno” con el PSOE.

“Siempre vamos a ser leales al acuerdo de gobierno”

Ahora bien, Iglesias aún reconociendo los límites del acuerdo con el PSOE, que supone una renuncia a medidas de su programa - ya e por sí muy limitado- y una renuncia a muchas de las demandas que llevan años planteando los movimientos sociales; e incluso reconociendo de que ese acuerdo tampoco se está aplicando tal y como está escrito; considera que Unidas Podemos va a demostrar lealtad al acuerdo y a su socio de gobierno, como parte de la lealtad también al propio Régimen del 78.

No importa que ese acuerdo fuera firmado previamente a la situación de pandemia y crisis sociosanitaria, ni que sea con el PSOE, porque ese acuerdo y lealtad política es lo que garantiza sus ministerios.

Así, Iglesias no va a defender ninguna medida que cuestione los pilares del Régimen del 78 ni la estructura del capitalismo español, y su presencia en un Gobierno imperialista del IBEX35 se limita al objetivo de conseguir “al menos cumplir el acuerdo de gobierno que firmamos”. Unidas Podemos se puede contentar con eso y con sus ministerios, a pesar de ser de un oportunismo atroz, pero lo que no puede ser es que buena parte de la izquierda y los sindicatos, incluso de la izquierda sindical, se plieguen a esa política.

“Nacionalizar una empresa es perfectamente legal en el marco de la Constitución”

Fue otras de las respuestas de Pablo Iglesias cuando comentaba con “Gonzo” una entrevista anterior con Jordi Évole, en la que hablaba de nacionalizar las empresas eléctricas como si se dirigiera a uno de sus propietarios: “Si usted no está garantizando el servicio que la Constitución tiene que garantizar, esta empresa a lo mejor tiene que ser de los ciudadanos y le pago a usted lo que cueste la empresa”. Para Iglesias, nacionalizar es legal y sólo depende de la “voluntad política”, de hecho, mencionaba cómo el PP nacionalizó Bankia.

Pero lo que hizo el PP fue asumir el desastre de Bankia con dinero público, lo que nos tendría que explicar Iglesias es cómo un Gobierno “progresista” liderado por Unidas Podemos, nacionalizaría sectores estratégicos de la economía pagando “lo que cueste la empresa”, cuando se están ya hipotecando por años con los fondos europeos. Cuando además la Unión Europea no sólo no va a permitir nacionalizaciones de ese tipo, sino que va a exigir nuevos ajustes que de hecho Unidas Podemos ya se está tragando. Y sin olvidar que tampoco las nacionalizaciones están en su programa.

Por otro lado, el recurso constante de referirse a la Constitución lo único que reafirma es el compromiso de Unidas Podemos con el Régimen 78. Un texto que cuando sus artículos no son directamente reaccionarios, son lo suficientemente ambiguos para que se interpreten o se pisoteen desde la también reaccionaria judicatura y desde los gobiernos de turno al servicio de los intereses del IBEX35, por muy “progresistas” que se reivindiquen.

“Tenemos una democracia limitada”

“Precisamente al estar dentro del Gobierno, me he dado cuenta de que algunas cosas eran todavía peores de lo que yo me las imaginaba”, así respondía Iglesias en alusión a las presiones que realizan los poderes económicos. Poderes que para el vicepresidente nos hablan de que tenemos una “democracia limitada”: “tenemos un sistema democrático, pero limitado por poderes que ponen muchas trabas y muchas dificultades a que la voluntad popular de la gente se pueda expresar”.

Obviamente Iglesias no se ha dado cuenta siendo vicepresidente de que “estar en el Gobierno no es estar en el poder”, como decía en la entrevista. En otro momento añadía: “yo dije antes de ser vicepresidente del Gobierno: hay señores que mandan más que los diputados y ministros de un Gobierno. Y ahora siendo vicepresidente, lo vuelvo a decir”. Pero si el poder no está en un ministerio, y su única estrategia política está en llegar electoralmente al Gobierno ¿Cuál es el punto?

¿Reforma o revolución? El viejo debate, pero más presente que nunca.

Como decíamos la semana pasada: la idea de formar gobiernos con partidos de la burguesía, para avanzar con pequeñas medidas y tratar de ganar las elecciones para reformar el capitalismo no es una ocurrencia de Garzón o Iglesias, es lo que la socialdemocracia y el reformismo vienen planteando al menos desde comienzos del siglo XX. A lo que aspira Unidas Podemos es a “gestionar” el capitalismo y sus crisis, lo que de hecho ya están haciendo como cualquier otro gobierno europeo capitalista de la mano del PSOE.

El marxismo revolucionario desde tiempos de Marx y Engels ha definido al Estado no por simples cuestiones formales, sino especialmente por su contenido político de clase. Así podríamos considerar que los Estados y democracias capitalistas actuales son productos refinados del Estado burgués que surge en el siglo XIX, pero que de igual forma sirve a los intereses de las grandes empresas capitalistas y sus gobiernos son principalmente, y parafraseando a Marx, la junta de administración de sus negocios. Por eso el objetivo del marxismo revolucionario es destruir el Estado capitalista y sustituirlo por los organismos de autoorganización y de poder que se dota la clase obrera en su lucha contra las clases dominantes, es decir, por un Estado obrero que sirva a los intereses del proletariado y no de las burguesías.

Entonces hay que decidir. Si apostamos por gobiernos “progresistas” que gestionen la crisis del capitalismo, con la esperanza de que paulatina y electoralmente se tomen medidas sociales por la política de despachos. O si, por el contrario, vamos a apostar por la autoorganización en los puestos de trabajo, de estudio y en los barrios, por la política en las calles, para enfrentar a todos los gobiernos de turno del Régimen del 78 y su burocracia sindical.

Aquí defendemos levantar un partido revolucionario con un programa anticapitalista y con independencia política de clase, contra toda lógica de mano tendida con los partidos de la burguesía “progre” y de integración en el Régimen del 78. Un partido que dé la pelea en cada espacio y en cada lucha, para unirlas y desarrollarlas, defendiendo consignas que armen a la clase obrera y supongan un cuestionamiento cada vez mayor al capitalismo.

Porque la movilización no puede ser una herramienta a la que se recurre para negociar después en un despacho, ni para servirse de ella electoralmente tomando partes del discurso, pero abandonando y desactivando las consignas más radicales. Sólo así se puede hablar de nacionalizar las empresas eléctricas, sin indemnización y bajo el control de sus trabajadoras y trabajadores.

El inicio del siglo XXI está suponiendo una vuelta de la lucha de clases al escenario internacional, abriéndose una época de crisis, guerras y revoluciones. Nuestra tarea no va de negociar lo menos malo, ni de defender el “mal menor”, sino de dar una pelea política incansable. Incluso en momentos de paz social en los que, como ahora, es más fácil adaptarse a lógicas de derecha. Lo que debemos es prepararnos para intervenir cada vez mejor en los momentos de auge de las luchas sociales, con el objetivo de superar la lógica reformista y conservadora de las direcciones políticas y sindicales de una “izquierda” plegada hoy a un Gobierno capitalista del PSOE.